Ir dejando atrás la costumbre, la rutina, el abismo que viene matando
y amenaza con exterminarnos pronto.
En esta hora definitiva para la vida del planeta, la pregunta es
¿Somos capaces de no regresar a la normalidad para liberarnos?…
¿Somos siquiera capaces de hacernos la pregunta?
Las imágenes del sepelio del Mayor General Iraní Qasem Soleimani, asesinado por Trump y el Pentágono hablan por sí mismas. Masas de gente acompañan su féretro manifestando ira intensa y exigiendo venganza. Irán promete venganza y se lanza por el camino de un holocausto nuclear. En los últimos meses, el régimen Iraní del que hacía parte y que ahora refuerza Trump con este homicidio de Estado ha reprimido brutalmente un levantamiento popular masivo y legítimo exigiendo derechos y libertades. El poderoso régimen impone una sangrienta mano dura para contener un levantamiento que expresa el sentir de un pueblo harto de quienes lo someten. Como en Ecuador, el pretexto para estallar en indignación fue un decreto por aumento de la gasolina.
Suleimaní se encargó de la represión violenta contra el levantamiento popular reciente en Irak, manifestación de un renacer de la rebeldía en medio de la ocupación y del terror. Al respecto Philippe Alcoy comentó acertadamente:
«Soleimani era un general nefasto que comenzó a ser odiado por los trabajadores y jóvenes iraquíes movilizados, así como a todo el régimen corrupto establecido desde 2003 por Irán y Estados Unidos. Sin embargo, no es de la mano del imperialismo que los explotados podrían deshacerse de este régimen aberrante. En este sentido, el asesinato de Soleimani sigue siendo una agresión imperialista y de ninguna manera es una buena noticia para los trabajadores y los jóvenes. Son los trabajadores y las clases explotadas y los oprimidos los que se deshacen de sus verdugos.»
Muerto el general por mano del imperio, la unidad bajo el poder del régimen se renueva. EEUU e Irán: dos lados de la normalidad que se apoyan y refuerzan provocando la guerra para reintegrar a los pueblos sometidos al mandato superior: la guerra del poder.
¿Dónde Estamos? En tiempo Real. Pueblos en Camino
Irán ha hecho alianzas con Siria, Turquía y Rusia para participar en las guerras de oriente medio estableciendo un eje de potencias y estados frente a la OTAN, el Califato Saudí, Israel y EEUU. Aunque su discurso y sus causas parezcan ser, a veces, las de los pueblos, en realidad se sirven de estas según cálculos y conveniencias como enemigos de los pueblos por el poder.
Turquía y el tirano Erdogan, invocando el retorno de la grandeza del Imperio Otomano y bajo un radicalismo fascista-islámico con el que pretende encubrir sus abusos y desaciertos, a nombre de la dignidad y de la soberanía señala al PKK y al pueblo Kurdo como una amenaza terrorista a la integridad de Turquía. De una parte, se alía con Rusia e Irán para proteger al régimen de Al-Assad inicialmente de una revuelta popular autónoma que nace desde una escuela y unos niños al sur de Siria y expresa el legítimo derecho y deseo de libertad de ese pueblo frente a una tiranía hereditaria. Esa rebelión justa es tomada, secuestrada, desbordada, con el apoyo total de los califatos Saudíes, EEUU, Israel, por DAESH, el Ejército Islámico y otros grupos terroristas fundamentalistas entrenados, financiados y armados por estas maquinarias de terror. Irán-Rusia-Turquía y Al-Assad, son cómplices, mas que aliados, con una retórica de defensa de la soberanía Siria y contra el imperialismo. EEUU, Israel, OTAN, Califatos Saudíes y un largo y corporativo transnacional etcétera, a nombre de la defensa de la rebelión de los pueblos contra un tirano, apoyan un aparato terrorista y de guerra imperial. En todo esto buscan por razones geo-estratégicas y económicas la extensión y profundización de la guerra en el Oriente Medio que les ha permitido fomentar crecimiento económico, enfrentar la crisis global, eliminar “excedentes” de población, acceder a recursos y territorios y realizar un ejercicio masivo de ingeniería demográfica generando desplazamientos de poblaciones, genocidios y ocupación de territorios. La guerra misma es el negocio y toda la región debe ser incendiada restableciendo el orden global en su curso de codicia y terror para la acumulación. A uno y otro lado de la ecuación está el capitalismo y los estados nación a su servicio para la acumulación de ganancias. Todos, desde los estados, las corporaciones y las religiones, contra los pueblos en libertad.
Turquía bajo Erdogan es abiertamente un régimen del capital, la religión y el patriarcado contra los pueblos. Por eso ni siquiera se molesta con estar a un lado de la ecuación y pone en evidencia los verdaderos cálculos y propósitos del capitalismo patriarcal y racista en la región. Turquía fomenta, apoya, protege y arma al DAESH y al Ejército Islámico en todo su quehacer genocida global. Esto lo sabe y lo apoya EEUU y la OTAN. Turquía es la OTAN. Turquía es la Unión Europea. Cuenta con el segundo ejército más poderoso de la OTAN, es decir, del capitalismo de “occidente”. Las inversiones Europeas, particularmente alemanas en Turquía permiten explotación laboral aterradora y ventajas comparativas a esta renovada potencia Europea que está dispuesta a defender y salvar al régimen de Erdogan de todo y con todo lo que haga falta para mantener sus ganancias. Por eso el Estado Alemán ha declarado terrorista al PKK Kurdo y fomenta el genocidio de Turquía y DAESH mientras de manera abierta asume su responsabilidad y arrepentimiento por el Holocausto fascista del siglo pasado. Israel y EEUU en sus proyectos geo-estratégicos compartidos, también apoyan a Turquía porque la necesitan como un colchón y base militar entre Irán, Rusia, Israel y Europa. Aunque manifiesten desacuerdos, la OTAN apoya a Turquía y Turquía es la OTAN, al servicio de este tirano por la explotación y la guerra que generan ganancias a través de la guerra, la eliminación de excedentes y la captura de territorios y recursos “escasos” en la región. Pero Turquía también es Irán y es Rusia y es Arabia Saudita y sabe que estar en la mitad, con y contra todos, la hace indispensable. Esa amenaza a unos y otros con cambiar de bando es un juego táctico de propaganda porque de hecho está siempre en el mismo lado: el del capitalismo patriarcal tiránico cuyo fin es generar ganancias económicas y concentrar poder por la vía del terror, del autoritarismo, de la mentira y de la guerra permanente. Erdogan genera terror y odio; es el tirano que moviliza unidad en torno de la grandeza y la soberanía mientras las vende a todos los actores y les genera lo que necesitan: guerra permanente, propaganda, confusión y ganancias.
En este contexto, el pueblo Kurdo es el pretexto de Erdogan. Unos 14 millones de personas, divididas entre 4 países, Irán, Irak, Siria y Turquía, y con una enorme diáspora en Europa, se encuentran en esta situación de sometimiento como consecuencia de esta misma lógica de guerras entre estados al servicio del capital en el propósito de eliminar población, expropiar territorios y acceder a mercados y ganancias. El Tratado de Versalles, suscrito entre estados y potencias a partir de la primera guerra mundial, ignora la existencia de este pueblo diverso y lo reparte sin derechos entre estos 4 estados, a su vez sometidos, como todo el Medio Oriente a una de las más profundas y perversas expresiones del patriarcado respaldado desde la articulación de un poder político-religioso autoritario que penetra campos, ciudades, hogares y se impone como cultura. No es que el patriarcado no domine a través del capitalismo en todas partes dando origen al capitalismo mismo. Es que la normalidad del patriarcado del Medio Oriente es tan absolutamente abierto y perverso, que se hace mucho más evidente. La negación del pueblo Kurdo se enmarca dentro de la negación y sometimiento total de las mujeres, de manera más evidente que en el resto del planeta. Pero es el mismo patriarcado, la misma normalidad, el mismo orden global. Los mismos lados en conflictos dentro de la misma ecuación de un sistema enemigo de la vida toda; pueblos y territorios. En síntesis, mientras los estados son y le sirven a la acumulación del capital y al sometimiento de pueblos y mujeres, el pueblo Kurdo se esfuerza y lucha por pervivir, por no ser exterminado y por liberarse con los demás pueblos, sin entrar en el juego de los Estados-Nación. En este contexto surge el PKK (Partido de los Trabajadores de Kurdistán) cuya historia, precisamente porque es rica en contradicciones asumidas, desafía e insurge frente a esta guerra de guerras por ganancias y despojo. La persecución que han sufrido por parte de los regímenes de la región en complicidad con potencias globales es tal que palidecen las sufridas por muchos otros pueblos, por las mismas razones y desde los mismos actores en todo el mundo. Desde la creación de Turquía en el mismo Tratado de Versalles, el horror contra el pueblo Kurdo, la negación aún de su propia existencia, son el origen y el fundamento esencial del nacionalismo Turco. Turquía existe, en gran medida, para perseguir y exterminar al pueblo Kurdo. La revolución Kurda liderada desde el PKK, en un duro proceso de auto-crítica y de búsqueda de un “cambio de mentalidad” como esencia y aporte a la revolución global de los pueblos, se asume como “la revolución de las mujeres” desde su propio saber y ciencia: “Jineoloji”. Organizan el “Confederalismo Democrático”, como una forma asamblearia de gobierno de mujeres y hombres, con énfasis en la liberación desde las mujeres en la práctica, donde se decide desde abajo y asumen la lucha armada de auto-defensa como una necesidad desafortunada impuesta por los agresores de los estados nación, del patriarcado y del capitalismo global. No idealizan la guerra; la sufren, la rechazan y desde allí la hacen, mujeres y hombres por obligación, por compromiso y como la entrega requerida por la libertad. De un movimiento de liberación nacional, el PKK pasa a ser a consciencia, una lucha contra los estados, una revolución de la humanidad y los territorios desde las mujeres y un enemigo de la guerra que debe hacerla para defender el tejido de libertad y paz desde abajo. Esto se concreta de manera más abierta (aunque se viene construyendo en todo el Kurdistán) en Rojava, el tercio norte de Siria y en medio de esta guerra en la que el capitalismo y los estados nación se reparten masacrando desde los dos lados de lo mismo, un territorio: en este caso, Siria. El PKK se vio obligado a una alianza táctica-militar con EEUU para culminar la liberación heroica de Kobane una ciudad en el centro de Rojava, a sabiendas de que los intereses imperiales de este poder capitalista les son contrarios. Señalan, critican y resisten a la potencia norteamericana y sus intereses en todos los ámbitos a la vez que la obligan coyunturalmente a ser coherente con su retórica anti-Ejército Islámico para conseguir apoyo aéreo a la resistencia de Kobane. Al pueblo Kurdo y al PKK lo detesta por razones prácticas Turquía y Erdogan y no lo quiere ningún Estado, ninguna potencia, ningún régimen, justamente porque los pueblos diversos, los sometidos de la historia, las mujeres liberándose y contribuyendo a nuestra liberación, la educación haciéndose academias en las calles y barrios y la auto-defensa convirtiéndose en ejemplo de dignidad y coherencia han conseguido que mientras más les odien las maquinarias institucionales y el poder del capitalismo con todas sus máscaras, más los queramos los pueblos del mundo. La revolución de las mujeres es la revolución de los pueblos y de la humanidad. Uno de los lugares donde esto se ha convertido en un camino y en un hecho es justamente Rojava. Por eso los EEUU “traicionan” al PKK y salen de Siria. Por eso apoyan el ataque genocida de Turquía con los ejércitos de la OTAN, por eso ahora las fuerzas sirias se suman a la resistencia de las YPG y YPJ (ejército Kurdo de Mujeres) del PKK. Por eso el grito: ¡Jin, Jiyan, Azadi! ¡Mujer, Vida y Libertad! contagia al mundo y se teje con luchas ancestrales y recientes de los pueblos por la liberación.
Alianzas tácticas dolorosas y plenas de contradicciones unas, para defender el camino que cambia la mentalidad y trasciende en hechos la revolución desde las mujeres de los pueblos con los territorios sin patriarcado, sin Estados y sin capitalismo. Solidaridades fraternas en una revolución global desde las mujeres y alianzas tácticas dentro de un mundo ajeno para el patriarcado y la acumulación de ganancias. No es lo mismo una alianza táctica que el tejido de los pueblos. Esto hay que tenerlo claro. Atravesar coyunturas sin servir al orden como pretexto para logros revolucionarios sino, por el contrario, haciendo lo necesario por servirse de las contradicciones del orden global, sin perder el rumbo y el camino. Riesgoso proceso que exige consciencia y coherencia, capacidad auto-crítica y no caer de nuevo en la vieja práctica de encubrir las alianzas por poder y ganancias como medios para fines más nobles como lo han hecho a nombre de la revolución y la izquierda gobernantes como Maduro y Evo Morales al aliarse y mostrarse con el tirano Erdogan mientras comete un genocidio. Hasta ahora en ningún momento el PKK ha sacrificado, por lo que vemos, los fines a los medios, ni entregado el rumbo y sentido de su lucha en ninguna alianza temporal. Pero ni se niegan ni evaden la critica. Por eso nos contagian y por eso se han salido de la normalidad en la que quieren encerrarles con ofertas, amenazas y ataques. Por eso Abdullah Ocalan, el líder del PKK está en la isla prisión de Imrali, en Turquía desde hace 25 años cuando promovió un proceso de paz sin trampas y EEUU, Turquía, el Mossad y la UE entre otros, lo traicionaron y secuestraron en Kenya.
EEUU, Israel y los Califatos quieren una guerra contra Irán. La están buscando por negocio, por ganancias. La están buscando para restablecer la normalidad del Medio Oriente y del planeta, aún si con ello provocan una debacle nuclear y exterminan o someten por vía del terror a la humanidad bajo el yugo de unos pocos poderosos. Normalidad que es el camino del lucro a través de la guerra total. Es que la normalidad está alterada y alterándose en todas partes, no sólo por la crisis terminal de los Estados y del capital que la profundiza con cada decisión y cada política que impone para resolverla con más de lo mismo. Los pueblos se levantan como pueblos contra leyes opresivas, contra poderes explotadores, contra guerras por ganancias, contra gobiernos que representan minorías putrefactas y contra traidores de todo pelambre que se venden para entregar trabajo y riquezas. El orden debe restaurarse. A Trump le decretó un “impeachment” la Cámara de Representantes de los EEUU por algunos de sus fraudes, mentiras, traiciones y actos de corrupción. Pero en esa “gran democracia” el “impeachment” no genera la salida del poder sino que se constituye en un argumento de propaganda electoral del orden normal. En este contexto y con este afán de restaurar la normalidad en curso de destrucción para la acumulación, Trump asesina al Mayor General Suleimani para desatar el terror global y fomentar el de los estados en el Medio Oriente y en todo el planeta. Mientras el régimen y las masas claman venganza y se cierne sobre el mundo el temor del terror, como “vampiros frente a las charcas de sangre”, los gobernantes ilegítimos de estados, desde Turquía hasta Chile y Colombia, pasando por el mundo entero, se preparan como tras el ataque a las Torres Gemelas y tantos otros previos y subsecuentes para fomentar y generar terror. Para poner en marcha el “excepcionalismo” que les permita negar derechos y libertades, reclutar contra el enemigo común y sacarnos de la insubordinación y la insurgencia conscientes contra el patriarcado capitalista y racista y sus leyes y decretos que nos tienen en pie desde Haití, Chiapas, Cataluña, Ecuador, Colombia, Chile, Walmapu, hasta Rojava y el Kurdistán. Suleimani fue asesinado para fomentar la guerra global y cerrar de nuevo el espacio de la lucha de las mujeres y de los pueblos por nuestra liberación. Para meternos en cintura, matándonos y reclutándonos en la guerra de los Estados para la acumulación de ganancias, el despojo, el poder machista y el exterminio.
Paro, parar, es detener la normalidad, salirnos de ella, impedir su movimiento, desviarla de su rumbo. Parar también es levantarnos; es ponernos de pie, no seguir de rodillas o aplastadas. Empezar a caminar en libertad por nuestro propio rumbo, hacia nuestro propio destino(s) colectivo(s) tejiéndonos de nuevo a la Madre Tierra y desencadenadas del patriarcado, es ir en otra dirección, la nuestra. Dejar de asumir que la emancipación y el arraigo son “alternativas”, cuando la verdad es que “alternativa” es esta locura suicida basada en la codicia. Hay que dejar atrás esta alternativa a la vida que no lo es, porque no hay alternativas a la vida y su diversidad creativa. El Capital asesina un General para agacharnos de nuevo creando la inevitabilidad en la que nos ahoga. No dejarnos reclutar ni ahogar; distinguir entre ellos y nosotras, en este rumbo otro común y diverso que defendemos resistiendo y ponernos del lado nuestro con la tierra, desde abajo, nos exige no volver a la normalidad del terror, de la propaganda para embrutecernos, entretenernos, someternos y ponernos a matarnos entre todxs. Ir dejando atrás la costumbre, la rutina, el abismo que viene matando y amenaza con exterminarnos pronto. En esta hora definitiva para la vida del planeta, la pregunta es ¿Somos capaces de no regresar a la normalidad para liberarnos?…¿Somos siquiera capaces de hacernos la pregunta?
Emmanuel Rozental
Pueblos en Camino
Quitapereza, Cauca, Colombia
Enero 5 de 2020