El comerciante asirio Yuhanna Aktas ya no le esconde a los pobladores en este conservador rincón de Turquía que las uvas dulces que cosechan están destinadas a la producción de vino.
Aktas, miembro de la minoría cristiana de Midyat, a 50 kilómetros de la frontera con Siria, ha librado una batalla por la aceptación de sus vecinos musulmanes y autoridades que no ven con buenos ojos la venta de alcohol.
“Cultivar viñas y revivir la cultura asiria eran mis sueños de infancia”, dice Aktas junto a los barriles de vino fermentado de sus uvas verdes.
Solo 3.000 asirios permanecen en la provincia de Mardin, donde está Midyat, que es parte de la región histórica de Mesopotamia, donde los arqueólogos dicen que se inventó el vino hace 2.700 años.
Víctimas de la discriminación y la violencia, la mayoría de los asirios se han ido a Estambul o emigrado al oeste, lo cual redujo su número de 700.000 bajo el Imperio Otomano a 15.000 actualmente en toda Turquía.
Su salida fue un duro golpe a las tradiciones vinícolas de Mardin y dejó a Aktas expuesto a numerosas dificultades para realizar su sueño.
El hombre de 44 años, con lentes y algo de barba, dice que recibió amenazas de muerte cuando comenzó a producir vino en 2009.
“La gente se negaba a trabajar para mí y los pobladores se negaron a vender sus uvas, diciendo que el vino es prohibido por el islam”, recuerda.
Pero perseveró y actualmente vende 110.000 botellas anuales en toda Turquía.
El secreto de su éxito, dice Aktas, fue escoger las uvas adecuadas, incluida una variedad mazrona con un intenso aroma similar a las uvas Gewurztraminer usadas en los vinos blancos alsacianos.
Cultivadas orgánicamente y fermentadas de forma natural sin levadura o sulfitos (que prolongan su conservación), los vinos tienen el beneficio adicional de ser más saludables, dice Aktas con orgullo.
“Otros vinos pueden dar dolor de cabeza por los sulfitos. Eso nunca es el caso con nuestro vino”, agrega con un dejo de sonrisa.
Esperanza perdida
El negocio ha ido tan bien que Aktas abrió un segundo sitio de producción en su poblado de Beth Kustan, a 30 kilómetros de las viñas de Midyat.
La mayoría de las familias asirias de la región viven actualmente en Europa o Estados Unidos.
Hace casi una década, el presidente Recep Tayyip Erdogan, siendo primer ministro, prometió facilitar que esas familias pudieran recuperar sus tierras, lo que despertó esperanzas de un retorno.
“Varias asirios planearon regresar entonces a Turquía”, dijo Ayhan Gurkan, presidente de la Asociación Cultural Asiria local.
“Renovaron sus casas, pero algunos vieron que sus tierras habían sido confiscadas por el Estado o por los vecinos”, indicó Gurkan.
Las tribulaciones de los asirios se remontan a 1915, cuando muchos de ellos murieron en el genocidio de los armenios cristianos a manos de los turcos otomanos durante la Primera Guerra Mundial.
Los sobrevivientes y sus descendientes gradualmente comenzaron a irse.
El éxodo se aceleró cuando estallaron los primeros choques entre militantes kurdos con el ejército en regiones fronterizas de Siria e Irak en los años 80.
La desconfianza creció por la represión gubernamental contra sus adversarios políticos y los kurdos, tras un fallido intento de golpe contra Erdogan en 2016.
Más recientemente, el clima adverso se agravó por la desaparición de una pareja asiria cerca de la frontera con Irak, y la condena de un sacerdote ortodoxo asirio por “ayudar a una organización terrorista”.
Auge de ventas
“Los planes de volver a casa ahora están suspendidos”, dijo Aktas, quien enfrenta un juicio por participar en un grupo ligado al Partido Democrático del Pueblo (HDP), prokurdo, que el gobierno de Erdogan quiere prohibir.
La presión creció por las restricciones locales a la venta y un elevado impuesto al alcohol, que se triplicó desde que la llegada al poder, en 2002, del partido de origen islámico AKP, de Erdogan.
En mayo, el gobierno prohibió la venta de alcohol durante un confinamiento de 17 días por el coronavirus, causando el enojo de los turcos seculares.
Pero según Aktas, los intentos de prohibir o restringir el vino más bien ayudaron a aumentar las ventas.
“Las bebidas alcohólicas están viviendo su era dorada en Turquía”, dice el productor de vinos. “Las prohibiciones causaron una respuesta adversa y las ventas se dispararon”, agrega.
Aktas piensa que algo similar podría ocurrir con la cultura asiria en Turquía.
“Las uvas mueren aplastadas durante la fabricación de vino, pero comienzan su vida eterna con el vino”, indica.
FUENTE: AFP (Texto y fotos)
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