Alp Altinörs es ex vicepresidente del pro-kurdo Partido Democrático de los Pueblos (HDP) y actualmente miembro de la Consejo del Partido. Sin embargo, su Currículum Vitae contará con un vacío de nueve meses, durante los que fue preso político del Gobierno turco.
Altinörs fue detenido y encarcelado el pasado 8 de septiembre. Ankara le acusó entonces de terrorismo por participar en el funeral de Zakir Karabulut, manifestante kurdo que fue asesinado por el Daesh. Karabulut perdió la vida en el atentado del pasado 10 de octubre de 2015, en Ankara, donde murieron casi 102 personas -según cifras oficiales- y 250 resultaron heridas.
El ataque se produjo durante la manifestación por la paz y contra las políticas del Partido para la Justicia y el Desarrollo (AKP) que dirige el presidente, Recep Tayyip Erdoğan y que, según Altinörs, “apoya -supuestamente- tanto al Ejercito Libre Sirio (ELS) como al Frente al Nusra (Al Qaeda), o al Daesh para llevar acabo sus objetivos en Oriente Medio. El AKP nunca luchó y nunca luchará -asegura Altinörs- contra estos grupos terroristas. El Daesh nunca atacará al Gobierno de Turquía. Todas las masacres han ido siempre dirigidas contra grupos de la oposición”.
Con un pie fuera de la prisión de Tokat, provincia situada en la región central del Mar Negro, al norte del país, este político opositor al Gobierno se recupera junto a su familia y amigos de estos amargos nueve meses de incomunicación. Sabe que está destinado al ostracismo laboral, que ha sido marcado con la letra escarlata, que en Turquía significa traidor: “Es obvio que mi detención fue una decisión política y que no tenía base legal. Lo que siguió fue la detención de los co-presidentes del HDP, Selahattin Demirtaş y Figen Yüksekdağ y de 14 de nuestros parlamentarios. El Gobierno de Erdoğan ha utilizado el intento de golpe de Estado de sus ex aliados para reprimir a toda la oposición democrática”, explica a bez.es, Altinörs.
De hecho, entre las últimas detenciones escandalosas que ha dirigido Ankara destaca la de Taner Kiliç, presidente de Amnistía Internacional para el país, al que el Gobierno señala por “tener vínculos con la cofradía de Fethullah Gülen”, exiliado de Erdoğan y a quien Ankara acusa de inspirar supuestamente el fallido golpe de Estado, del pasado 15 de julio. Desde que tuviera lugar la asonada, casi 140.000 personas han sido despedidas de sus puestos de trabajo y más de 150.000 han sido detenidas, entre ellas 234 periodistas. En total 150 medios de comunicación han sido clausurados por el Gobierno. Turquía es la mayor cárcel de periodistas del mundo.
Once meses de estado de emergencia -prolongado sine die– mantienen en alerta a la República. Un largo letargo que adormita a una sociedad que ha perdido en este tiempo derechos civiles y garantías democráticas. Durante el estado de emergencia -regulado por el artículo 120 de la Carta Magna -se imponen restricciones a los derechos constitucionales, la libertad de movimiento, reunión o expresión. Además, el Gobierno puede imponer el toque de queda, impedir el tráfico, permitir registros sin autorización o proceder a arrestos sin una orden judicial. Los detenidos pueden permanecer en prisión, incomunicados y sin acceso a un abogado hasta por una semana. Las autoridades también tienen la potestad para censurar a los medios de comunicación y los trabajadores pueden ser despedidos sin tenerse en cuenta los convenios laborales.
Las purgas, dirigidas por Erdoğan, han afectado además a todos los estratos y condiciones sociales y laborales: académicos, jueces y fiscales, periodistas y políticos han sido acusados de terrorismo y puestos en prisión. “Todos los sectores democráticos son reprimidos en Turquía. Los parlamentarios del HDP están en el cárcel junto con miles de activistas de izquierda y de sectores democráticos. Cientos de asociaciones han sido clausuradas. La esfera civil permanece en shock por la represión del Estado”, afirma Altinörs.
Atrás queda aquel mes de junio de 2015, -heredero de las protestas de Gezi, del año 2013-, cuando el HDP consiguió el 13,1% de los votos, logrando una representatividad en el Parlamento de 80 escaños. Turquía fue un poquito más demócrata en aquellos tiempos. El HDP logró un hito histórico ya que el partido pro-kurdo logró superar la barrera electoral del 10% y situarse como la tercera fuerza política del país. Es el único partido que cuenta con paridad de mujeres y hombres al 50% en el Parlamento y además reserva un 10% de la cuota para la comunidad LGTBI. El HDP es el partido de las minorías, de los oprimidos por el yugo de los islamistas, que aprieta fuerte.
Durante su estancia en la prisión de Tokat, los derechos de Altinörs y de los 13 presos políticos que le acompañaron en su celda fueron vulnerados, tal y como narra: “Durante mi detención fui golpeado y torturado por los agentes turcos. Llegaron a desnudarnos frente al público, a la entrada de la cárcel. Durante el tiempo que estuve en el centro de detención de Ankara -un pabellón deportivo, hasta donde fueron trasladados políticos y periodistas -entre ellos el que escribe estas líneas-, los policías nos forzaban a arrodillarnos en el suelo y a permanecer durante horas en esta postura frente a ellos. Cuando me negué a hacerlo comenzaron las palizas y torturas. Entonces empecé una huelga de hambre que se alargó hasta el día de mi juicio, que duró una semana”.
Hasta 75 presos políticos llegaron a convivir en un mismo módulo, asegura Altinörs: “Las celdas estaban sucias, nosotros mismos nos encargamos de adecentarlas”. Transcurridos seis meses los reclusos políticos comenzaron a organizarse y consiguieron ganar el derecho de charla, es decir el contacto entre reclusos, que hasta entonces les había sido negado por la excepcionalidad del estado de emergencia.
Según datos facilitados por el HDP, todos los líderes de primer nivel del partido han pasado por la cárcel, en total: 14 diputados y 85 alcaldes. Además, casi 8.000 militantes del partido han sido arrestados durante estos meses.
El coraje también es contagioso
“El miedo es un sentimiento que hay que controlar. Si el miedo empieza a controlarte perderás tus ideales. El Gobierno de AKP depende del miedo. Extiende el miedo. Sí, el miedo es contagioso. ¡Pero también el coraje es contagioso!”, reflexiona Altinörs.
Tanto el acceso a los medios comunicación, el correo, como las visitas familiares fueron restringidas a estos militantes pro-kurdos durante su estancia entre rejas. Muchos de ellos, originarios del sureste del país, fueron trasladados al oeste de Turquía, es decir, a miles de kilómetros de sus familiares. Sin embargo, lo que los funcionarios de prisiones olvidaron es que la unión hace la fuerza: “Los presos viven en condiciones muy duras, pero mantenemos la esperanza y la moral muy altas. Las cárceles turcas son hoy fábricas de esperanza y los presos sus trabajadores”, afirma Altinörs que insiste en el debilitamiento del poder judicial en esta nueva Turquía, la falta de independencia respecto al poder Ejecutivo y el flaco rol de los medios a la hora de denunciar esta situación: “El periodismo ha muerto en los canales tradicionales bajo las condiciones de estado de emergencia. Redactar una noticia que critique al Gobierno puede ponerte en la cárcel, sin embargo, en las redes sociales está floreciendo una nueva esfera -comenta esperanzado- , el periodismo de calle. Turquía nunca ha sido democrática, pero lo será. Turquía no es el país de Erdoğan, es el de los turcos, y no lo abandonaremos. Un país no puede pertenecer a una sola persona”.
FUENTE: Ayham Ros/www.bez.es