Pronto se cumplirán ocho años desde que comenzaron las primeras manifestaciones no violentas contra la tiranía de Bashar Al Assad en febrero de 2011. Las intervenciones turcas e iraníes allanaron el camino para una guerra civil, que comenzó meses después y que aún no ha terminado. El pueblo sirio simplemente quería un país democrático y una vida pacífica. Sin embargo, Irán y Turquía, los líderes de la guerra sectaria y el fascismo islámico, se apresuraron a utilizar a Siria para sus propios intereses nacionales.
Irán optó por continuar apoyando al Estado baathista, mientras que Turquía optó por organizar, apoyar y liderar varios poderes terroristas islámicos con diferentes nombres. Tanto Turquía como Irán tienen el mismo objetivo en Siria, el que lograron con éxito en Irak: hacer que el país sea económica y políticamente dependiente. Hoy, Irán ejerce una importante influencia en Irak. El país está inundado de productos iraníes y turcos de fabricación barata, y el conflicto en curso en Irak, Siria y Kurdistán genera miles de millones de dólares en ingresos para Turquía. Erdogan cuenta con un importante apoyo internacional en este proyecto. Utilizó 500 millones de dólares de la administración de Obama y miles de millones de dólares de la Unión Europea, más un apoyo sustancial de la OTAN, para invertir en el proyecto de organización del Islam radical en Siria.
En contraste con esto, los diversos pueblos del norte de Siria y Rojava han logrado construir una sociedad democrática que, aunque no es perfecta, funciona bien. La administración autónoma proporciona los servicios que se necesitan y brinda estabilidad a las personas en medio de la guerra civil que duró casi una década. La situación allí podría ser mucho mejor, si no hubiera amenazas externas significativas de Turquía e Irán.
Está claro que la guerra contra ISIS y otros poderes terroristas islamistas habría sido más difícil de ganar sin el apoyo internacional. Para poder preservar y desarrollar la administración democrática autónoma que existe hoy en el noreste de Siria, se necesita el mismo apoyo internacional. La administración actual es un proyecto secular, pluralista y democrático. Este proyecto no debe limitarse solo a la marginación de ISIS, como ha sugerido el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump. Más bien, el proyecto debe enfatizar estratégicamente en la eliminación de ISIS: evitar un resurgimiento o cambio de nombre, y erradicar la ideología que permite que ISIS y grupos similares existan. Los pueblos del noreste de Siria han comenzado un proyecto de este tipo. Ante las amenazas turcas, necesitan apoyo internacional para continuar.
Dicho respaldo puede comenzar con una zona de exclusión aérea. Con la protección internacional, una administración estable con una visión democrática para una gran parte de Siria impulsará al gobierno central a participar en un diálogo serio y en aplicar reformas, incluida la transición del poder. Al mismo tiempo, una zona de exclusión aérea ofrece una oportunidad para que surja una oposición secular y democrática de una manera patriótica natural. Aquí hay varias razones por las que una zona de exclusión aérea es esencial.
Primero: es importante no solo evitar que Erdogan ocupe más territorio de Siria, sino también exigir que Turquía abandone el país por completo. Las ambiciones expansionistas de Turquía deben detenerse antes de que dañe a toda la región. Es importante entender la noción de Erdogan de “reconstruir el antiguo Imperio Otomano” y “liberar” a Jerusalén.
Segundo: también es importante ver la lucha de Erdogan contra los kurdos desde una perspectiva más amplia, ya que no solo se limita a Siria. Irán y Turquía han logrado debilitar al Gobierno Regional del Kurdistán (KRG). Turquía ha establecido docenas de bases militares en áreas controladas por el KRG. El objetivo es apoderarse de las antiguas tierras otomanas en Irak. La lucha contra el PKK es solo un pretexto: las incursiones turcas en el KRG apuntan a los civiles de manera regular, algo que los observadores de derechos humanos consideran que violan las leyes de la guerra.
Tercero: Erdogan sabe que la única forma en que Turquía puede reconstruir el Imperio Otomano es a través de la toma de control de todas las tierras kurdas. Esta no es una nueva política: durante los últimos 90 años, Turquía ha visto la existencia de los kurdos, sin importar dónde vivan, como una amenaza para su seguridad nacional. Cualquier “zona de amortiguamiento” en Siria e Irak para Turquía eventualmente será anexada, a pesar de las críticas internacionales. Chipre y Bamarni muestran que Turquía no respeta los acuerdos internacionales que exigen que ceda el territorio que ha tomado por la fuerza. Una vez más, el PKK es sólo un pretexto. Si Turquía no tiene una agenda expansionista, puede construir su “zona de amortiguamiento” dentro de su propio territorio.
Cuarto: la OTAN, los Estados Unidos y la Unión Europea deben asumir su parte de responsabilidad. Estos actores deben reconocer que el experimento político actual en Rojava es la única opción viable y funcional para la democracia en Siria, dada la prevalencia de la ideología extremista entre otros grupos de “oposición”.
Finalmente, al detener la agenda expansionista de Erdogan, Turquía eventualmente abrirá las puertas para la negociación política con el PKK. El problema kurdo en Turquía es el componente central de la guerra entre Ankara y Damasco. Una solución pacífica y democrática a la cuestión kurda cambiará la estrategia política y militar de Turquía en Siria. La OTAN, los Estados Unidos y la Unión Europea pueden contribuir en gran medida a esa solución al pasar de ofrecer apoyo militar a Turquía a alentar a los funcionarios turcos a negociar por la paz. Detener una invasión del noreste de Siria es un paso importante para aquellos estados interesados en construir un camino hacia la paz regional.
Proteger el noreste de Siria, utilizando el modelo (de una zona de exclusión aérea) implementado para los kurdos iraquíes en abril de 1991, brinda a los pueblos de la región una nueva oportunidad de estabilidad y seguridad, y beneficia a todos los que desean la paz, la estabilidad y la democracia en Siria, Turquía y Medio Oriente.
FUENTE: Rebwar Rashed / The Region / Traducción y edición: Kurdistán América Latina