Traición. Es una palabra que se ha utilizado con frecuencia en el transcurso del mes pasado a la luz de la invasión de Turquía a Siria. La luz verde pasiva que se proporcionó para la asquerosa Operación Rama de Olivo de Erdogan por parte de las potencias occidentales, ha revelado la verdadera naturaleza de su posición hacia las aspiraciones democráticas de los kurdos, árabes, turcomanos y otros pueblos de la región.
En particular, las declaraciones de funcionarios estadounidenses que han tenido como objetivo distanciarse de las Unidades de Protección del Pueblo (YPG), a las que anteriormente se habían referido como un “socio” en la lucha contra el Estado Islámico (ISIS), fueron consideradas, para algunos, como el colmo de la traición
En el mejor de los casos, los jefes parlanchines estadounidenses han pedido “moderación” en ambos lados, igualando así la violencia de las fuerzas de ocupación y las fuerzas que resisten. Sin dudas, esta es una bofetada a los hombres y mujeres que han jugado un papel tan importante en la derrota del fascismo del Estado Islámico, y ahora no dudan en hacer los mismos sacrificios para derrotar a la conquista genocida de Turquía.
Sin embargo, para aquellos que durante mucho tiempo han estado prestando atención a la compleja y frecuentemente turbulenta relación entre las YPG y Washington, no debería haber sido una sorpresa que una milicia con orientación socialista haya sido “abandonada” por el imperio estadounidense, ahora que su enemigo ya no es ISIS, sino el ejército turco y sus representantes del Ejército Sirio Libre (incluso, muchos son evidentemente antiguos miembros del ISIS y otros miembros tienen una ideología muy similar).
Mientras los Estados Unidos apoya a su aliado de la OTAN, las tropas de Erdogan usan tanques provistos por el gobierno alemán para participar en asesinatos al por mayor e intentos de limpieza étnica. Para colmo de males, un país de la Unión Europea (la República Checa) detuvo al ex líder del Partido de la Unión Democrática (PYD) Salih Muslim por órdenes de Ankara durante dos días antes de ser liberado con la condición de que debería permanecer en la UE.
Nunca ha sido más evidente que las potencias imperiales occidentales no son amigas del movimiento de liberación nacional kurdo, y que su discurso de ser defensores de la “democracia” es completamente vacío mientras tácitamente aprueban el juego del neo-otomano sultán Erdogan.
¿Estados Unidos realmente traicionó a sus “aliados” kurdos?
Hablando con la agencia de noticia ANF después de que Turquía comenzara su invasión a Siria, Riza Altun, de la Unión de Comunidades de Kurdistán (KCK), una organización coordinadora que incluye tanto al Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) como al PYD, dijo estar desconcertado ante la idea de que Estados Unidos podría incluso estar en posición de “traicionar” a la Revolución de Rojava.
Como señaló Altun: “Se dice que Estados Unidos vendió a los kurdos. ¿De qué manera podrían los Estados Unidos vender a los kurdos? Los kurdos que están en una relación estratégica con Estados Unidos podrían estar agotados. Si hay kurdos que ataron su futuro a Estados Unidos, usar la palabra ‘vendido’ sería cierto. Sin embargo, en Rojava ‘venderse’ está fuera de discusión. ¿Quién venderá a quién y cómo? Si consideramos la estructura ideológica, la estructura política, los objetivos estratégicos de Estados Unidos en contraste con los objetivos estratégicos e ideológicos de las YPG, obviamente no hay ningún concepto para crear un futuro juntos. Tal unión no es un tema. Estados Unidos es una potencia imperialista que busca establecer un sistema mundial propio, al apropiarse de los valores surgidos de la lucha de un pueblo por la libertad”.
La unidad tentativa entre Damasco y Rojava
Mientras Occidente mira hacia otro lado y permite a las fuerzas fascistas de Erdogan masacrar a los aldeanos en el norte de Siria, las dinámicas están cambiando una vez más en la guerra que se ha desatado durante más de media década.
Hace poco más de una semana, las YPG anunciaron que las milicias leales al gobierno central sirio se unirían a la resistencia de Afrin para salvaguardar la integridad territorial del país y repeler la invasión turca.
Cuando un convoy de vehículos que enarbolaba banderas de la República Árabe Siria entró en Afrin, pronto el centro de la ciudad vio un mar de imágenes que en la superficie pueden parecer contradictorias: banderas del Estado árabe al lado de las de Kurdistán y la multiétnica Rojava; retratos del presidente Bashar al-Assad junto a las del fundador del PKK, Abdullah Öcalan.
Sin embargo, tales escenas no tienen precedentes en Siria. Tampoco la colaboración entre los revolucionarios kurdos de izquierda de Rojava y el Estado sirio tiene su historia, tanto recientemente como en la memoria más lejana.
Aunque llamó a la democratización de la sociedad siria y la autonomía de sus regiones de mayoría kurda, la Revolución de Rojava nunca se posicionó como parte de la corriente principal de la “oposición siria”. En cambio, el PYD y el Movimiento por la Sociedad Democrática (TEV-DEM), que asumieron el papel de administrar las áreas que cayeron bajo el “control kurdo”, abogaban por una “tercera vía”. Esto significaba que en las batallas que se desarrollaban entre el Ejército Árabe Sirio (SAA) y el Ejército Sirio Libre (FSA), su posición de facto era de neutralidad. Esta posición ideológica ha llevado a las YPG y las Unidades de Protección de la Mujer (YPJ) a tener una relación profundamente compleja con Damasco, a veces de cooperación, en otras de conflicto.
Se dibujaron líneas de demarcación temporal en ciudades como Qamishlo, donde las fuerzas del gobierno sirio aún controlan el aeropuerto y los alrededores de la ciudad. Mientras que las escaramuzas entre las Fuerzas de Defensa Nacional (NDF) y las YPG/YPJ del gobierno han estallado por períodos cortos; en gran parte, la relación entre estas fuerzas ha sido constructiva en la ciudad, que sirve como centro administrativo no solo para el cantón Cizire, sino también la Federación Democrática del Norte de Siria (a menudo llamada Rojava).
A comienzos de este año, con el ISIS en retirada del paisaje después de la proclamación del final de su Califato tras las pérdidas de Raqqa (así como de Mosul, en Irak), quedó claro que los “ganadores” del conflicto son el gobierno sirio y las YPG/YPJ (y su paraguas, las Fuerzas Democráticas Sirias, o SDF). Debido al estatus de Siria como campo de batalla por poder, algunos redujeron esto a una esfera de influencia rusa/iraní (sobre el Estado sirio) y la influencia de Estados Unidos (en Rojava). Sin embargo, la intervención de Turquía a mediados de enero ha cambiado esta ecuación dramáticamente (si realmente se creyó que alguna vez fue realmente precisa, posición contra la que he discutido).
Como enemigo mutuo del Estado turco, tiene sentido táctico que el Estado sirio y los revolucionarios kurdos se unan en esta coyuntura para luchar contra la incursión islamista emprendida por Erdogan. Turquía nunca ha sido tímida durante la guerra siria sobre su deseo de derrocar al gobierno de Damasco y destruir cualquier forma de autonomía kurda en la parte norte del país.
La operación, hasta ahora sin éxito, ha hecho añicos el mito de que de alguna manera las YPG/YPJ no son más que títeres o representantes de los Estados Unidos, así como la mitología de que aspiran a ver el país fracturado creando un Estado propio sobre la base de sentimientos nacionalistas.
Entonces, ¿qué hay que hacer con la unidad, al menos tentativa y limitada, que estamos viendo en Afrin? ¿Podría ser el atisbo del futuro, de una Siria unida pero inclusiva en la que se concede autonomía de gobernanza a las regiones de mayoría kurda, y existen relaciones fraternales entre Damasco y estas áreas?
Esto, por supuesto, es lo que queda por ver. Hay cuestiones muy polémicas que deberían resolverse: si el gobierno sirio realmente está dispuesto a reconocerse como un país multiétnico y pluralista, y sobre el estado de las fuerzas estadounidenses que actualmente operan en áreas ocupadas por las SDF.
La unidad PKK-Siria alguna vez existió, pero no pudo durar
Anteriormente había cooperación entre el gobierno de Hafez al-Assad y el PKK, que se estableció primero en el valle de la Bekaa, en Líbano, controlado por los sirios a principios de la década de 1980 y más tarde en Damasco, donde el PKK creó escuelas y donde se asentó su líder Abdullah Öcalan y gran parte de la dirigencia.
Parece bastante desconcertante que Siria, que estaba apoyando su revolución árabe en un programa monolítico de “una nación, un idioma, una bandera”, le diera refugio a Öcalan y a su organización, que en ese momento pedía el establecimiento de un Estado-nación kurdo.
Sin embargo, cuando se considera que el PKK estaba luchando por el establecimiento de este Estado en Turquía, y que el gobierno sirio también veía a Ankara como un enemigo, podemos tener una mejor idea de los intereses mutuos que dieron lugar a esta relación.
Irónicamente, la capacidad del PKK para organizar y reclutar cuadros en Siria -aunque en cierto sentido conduce al desafío de las aspiraciones nacionales kurdas fuera de las fronteras sirias- también condujo a un despertar nacional dentro del país.
Esta dialéctica significó que las políticas de arabización perseguidas por el gobierno baathista fueron en gran parte rechazadas por la población kurda. Los esfuerzos para la asimilación fueron rechazados no solo por los partidos kurdos ilegales que operan en Rojava, como el Partido Democrático de Kurdistán de Siria (KDP-S), sino también por el PKK.
La relación PKK-Siria finalmente se desgastó a medida que la dinámica de la Guerra Fría dio paso a nuevas realidades. La amenaza activa de Turquía al lanzar una guerra contra Damasco llevó al gobierno de Assad a decirle a Öcalan que su tiempo en Siria había terminado. Esto condujo a su posterior captura en Kenia, en 1999, como parte del plan internacional de Estados Unidos, Israel y otros agentes de la reacción internacional.
La masacre de Qamishlo de 2004, en la que el ejército árabe sirio asesinó a más de 100 manifestantes kurdos, se produjo después de que se fundara una organización en Rojava que asumió la ideología del PKK, al tiempo que mantuvo la independencia de esa organización. El PYD entraría en escena como defensor del confederalismo democrático, proporcionando así un vínculo teórico con los revolucionarios en Turquía y las otras partes del Kurdistán, y rechazando el estrecho programa político nacionalista de la mayoría de los otros partidos que operaban ilegalmente en el norte de Siria.
¿Qué impide una solución política a la guerra siria?
Ya sea que se establezca o no un acuerdo definitivo entre la Federación Democrática del Norte de Siria y el gobierno central, que creara las bases para una solución política al conflicto sirio, y si, en última instancia, pueden ser algo más que simples aliados militares temporales, sigue sin verse.
Como dijo Altun del KCK: “Con la derrota de ISIS en Siria, todas las condiciones para el surgimiento de una Siria verdaderamente democrática han madurado. Si esto se lleva a cabo con los enfoques correctos de los poderes regionales e internacionales, la guerra en Siria puede llegar a su fin, y la aparición de una Siria democrática sin duda se puede garantizar. Pero resultó que esto no se quería”.
La posición de Altun es clara: si se deja a su propia capacidad para entablar negociaciones, las partes dentro de Siria que tienen influencia sobre el terreno pueden lograr una paz duradera y justa. Sin embargo, la intervención de actores extranjeros ha sofocado este proceso.
Los verdaderos aliados de Rojava: las fuerzas democráticas globales
Sobre la cuestión de los aliados genuinos de la Revolución de Rojava, Altun afirma que no pueden ser sino los revolucionarios de izquierda en todo el mundo: “Como el imperialismo internacional y los estados hegemónicos regionales representan su propia línea y posición estratégica, contra esto la postura paradigmática creada por los kurdos representa otra línea. Los principales aliados de esta línea son las fuerzas democráticas globales. Ello son las fuerzas de la gente. Ellos son las fuerzas contra el sistema. Ya sea que haya o no una traición, solo puede ser concebida por los desarrollos en estas áreas”.
La posición del KCK expresada por Altun revela mucho sobre el enfoque táctico de la organización para luchar contra el fascismo, por un lado (en el que han cooperado tanto con las potencias imperialistas como con el Estado sirio), así como su enfoque estratégico hacia la revolución y la remodelación de la sociedad y del Medio Oriente (en la que los socialistas del mundo serían sus aliados más valiosos y más viables). A lo largo de cada giro de la guerra, el KCK ha podido mantener la política al mando. Flexible en las relaciones tácticas, la revolución ha sobrevivido debido a su inflexibilidad ideológica, es decir, no descarta principios clave o fundamentales.
El éxito de este proyecto está inextricablemente ligado a la reactivación de movimientos y formaciones políticas socialistas, antirracistas y antiimperialistas a nivel mundial. Nuestro deber sigue siendo ofrecer nuestra solidaridad a aquellos que están forjando una nueva sociedad en medio de la lucha antifascista en curso. Ayer, esa lucha apuntó con el arma al Estado Islámico. Hoy, está dirigida a la renovación de la marca de esa organización como FSA, y bajo la bandera de la República turca de Erdogan.
FUENTE: Marciel Cartier / The Region / Traducción y edición: Kurdistán América Latina