Jinwar, conocido como el pueblo de las mujeres en Rojava, es un proyecto organizado por el movimiento de mujeres en el norte y este de Siria. Comenzó a erigirse desde las raíces con una perspectiva ecologista y autosostenible, donde todas sus construcciones están hechas de adobe, de manera tradicional y protegiendo el medio ambiente.
El lugar tiene grandes extensiones de huertos y árboles frutales, un horno de pan y una tienda de alimentación, además de un colegio primario donde asisten las niñas y niños de Jinwar, pero también de los pueblos colindantes. No es el único espacio de docencia: una academia imparte formación -como inglés o informática- a las mujeres.
Jinwar está habitado por mujeres -algunas viudas y sin recursos, o madres de familias numerosas y desplazadas de la guerra, o que han sufrido violencia machista-, y niños y niñas en situaciones vulnerables. Su organización lo hace configurarse como el proyecto pionero más importante para el movimiento de mujeres en Rojava: un prototipo de comunidad que desea aspirar a una convivencia libre entre ellas y con el entorno que habitan.
Defender la salud de la comunidad
El pasado 4 de marzo se abrió en el pueblo un nuevo centro médico enfocado en el cuidado de la salud de mujeres, niños y niñas. El centro ofrece atención médica, mezclando la medicina convencional, las plantas medicinales y la terapia basada en ejercicios físicos y masajes. Desean ser un centro de referencia, donde no sólo se ofrezca una atención primaria, dicen, sino también un centro de investigación para la promover la medicina natural y alternativa.
En tiempos de una crisis mundial debido a la pandemia del coronavirus, el proyecto de la clínica de Jinwar no sólo aborda la necesidad de centros médicos para salvaguardar la salud de las personas, sino que saca a relucir una verdad y necesidad mucho más profunda e importante. “Una sociedad que no es capaz de defender su salud y cuidar de ella nunca podrá ser libre”, sostiene el líder kurdo Abdullah Öcalan.
MK, doctora internacionalista, que se desplazó a Rojava para participar de la revolución de las mujeres, es ahora una de las responsables de la nueva clínica de Jinwar. Con varios años de estudio y trabajo en la sanidad occidental, MK afirma que “la salud es el espejo de la sociedad en que vivimos, y por lo tanto de las opresiones que sufrimos –sostiene-. Actualmente, nuestra salud está totalmente en manos de los estados, lo cual nos hace totalmente dependientes de ellos y nos deja a la merced de sus intereses”.
El nuevo centro médico en Jinwar es parte de un plan estratégico sobre la sanidad, donde cambiar la perspectiva de la salud y dotar a la población de herramientas para poder cuidar y defender la salud de la comunidad es el objetivo a largo plazo.
La clínica está dando sus primeros pasos y la difusión sobre el proyecto es una parte muy importante del mismo. Por eso informan a las mujeres de la zona, casa por casa, sobre la iniciativa y las animan a utilizar el centro y a participar de las formaciones que van a ir realizando, con el objetivo de aumentar el autoconocimiento sobre la salud de las mujeres y niños.
Actualmente, el centro cuenta con seis mujeres entre su personal médico: una doctora de medicina general, dos enfermeras y una experta en medicina natural y alternativa que cuenta con una aprendiz y ayudante. Pero el objetivo a medio y corto plazo es, declaran, contar también con una comadrona y más especialistas en terapias naturales, así como adquirir un laboratorio y una ambulancia para casos de emergencia.
Tratamientos
La investigación y recuperación de tratamientos con plantas medicinales es uno de los pilares del nuevo centro, según explica el personal. Defienden que debido al monopolio de la medicina química y de sistemas de salud dominados por hombres, empresas y estados, los tratamientos naturales han quedado prácticamente olvidados, o han sido desprestigiados por la ciencia moderna. “Es indispensable rescatar los conocimientos sobre medicina natural que están siendo enterrados y recuperar el importante rol que las mujeres, durante miles de años, tuvimos en torno a este tema, y que se nos fue expropiado con la aparición de la ciencia (moderna)”, nos explica MK.
El fundamento es que los tratamientos con plantas medicinales locales potencian la autonomía para el cuidado de la salud de las personas y las hacen menos dependientes de los sistemas de salud estatales o de las grandes corporaciones farmacéuticas. Es por ello que el centro cuenta con un jardín de plantas medicinales, así como investigaciones en plantas locales y su utilidad para diferentes tratamientos.
El centro impulsa el intercambio de remedios naturales tradicionales y trabajan en un archivo de todo el conocimiento que usualmente ha sido practicado por las mujeres más mayores de los pueblos. “Creo que la construcción de este proyecto tiene una importancia clave en hacer de la salud una herramienta que libere a la sociedad y a la vez en el camino que nos una y fortalezca como mujeres”, sentencia MK.
FUENTE: Sara Ainhoa de Ceano-Vivas Núñez / El Salto Diario / Edición: Kurdistán América Latina