Turquía: uno de los países que levanta muros para separar pueblos y culturas

Gobiernos, empresas de seguridad y compañías de construcción confluyen en un mismo objetivo: construir muros que dividen a los pueblos y distancian las culturas. Las justificaciones para emprender estos proyectos millonarios, con una marcada intensión represiva, son varias: narcotráfico, terrorismo, inmigración ilegal.

Así lo demuestra el informe Mundo Amurallado. Hacia el apartheid global, publicado en noviembre pasado noviembre por el Centre Delàs d’Estudis per la Pau, Transnational Institute (TNI), Stop Wapenhandel y Stop the Wall Palestinian (PGAAWC). La investigación, realizada por Ainhoa Ruiz, Mark Akkerman y Pere Brunet, revela que entre los principales países que construyen muros de separación se encuentra Turquía, tanto imponiendo divisiones en Chipre como entre las regiones kurdas de Bakur y Rojava.

En el informe se analiza la construcción de muros en todo el mundo entre 1968 y 2018. Según los autores, de seis muros que existían en 1989 se pasó a 63 muros a lo largo de las fronteras o en territorios ocupado. A esta situación se suma que muchos gobiernos ordenaron la militarización de sus fronteras “mediante el despliegue de tropas, barcos, aviones, drones y vigilancia digital, patrullando tierra, mar y aire”. En la investigación se afirma que si “contamos estos ‘muros’, serían cientos. Como resultado, ahora es más peligroso y mortal que nunca cruzar las fronteras para las personas que huyen de la pobreza y la violencia y, una vez que han cruzado, el aparato de las fronteras sigue activo y constituye una amenaza”.

En el informe se abordan siete países para estudiar sus casos particulares: Australia, India, Israel, México-Guatemala, España, Siria y el Sahara Occidental. En la investigación también se detallan a los estados que más muros construyeron: Israel (seis), Marruecos, Irán e India (tres), y Sudáfrica, Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos, Jordania, Turquía, Turkmenistán, Kazajstán, Hungría y Lituania (dos).

Los autores detallan que hubo “un aumento constante de muros desde 1989, con notables oleadas de construcción de muros en 2005 y 2015. Solo en 2015 se construyeron 14 muros. Desde 2018, hay 63 muros en todo el mundo”. Como conclusión, remarcan: “La investigación concluye que seis de cada diez personas en el mundo viven en un país que ha construido muros en sus fronteras”.

Empresas e ideología

En la construcción de los muros de separación conviven una ideología racista y un negocio millonario. En la investigación se revela que las principales empresas que llevan adelante estas construcciones, al mismo tiempo que suministran el equipamiento de seguridad y el armamento, son Airbus, Thales, Leonardo, Lockheed Martin, General Dynamics, Northrop Grumman, L3 Technologies, Elbit, Indra, Dat-Con, CSRA, Leidos y Raytheon. Las israelíes Elbit y Magal Security, según el informe, “son actores globales notablemente importantes en la construcción y el mantenimiento de muros, a menudo promoviendo su trabajo a nivel internacional al señalar su participación ‘probada sobre el terreno’ en la construcción de la extensa infraestructura de muros y vallas de Israel” dentro de los territorios palestinos ocupados.

Para los autores de la investigación, mientras aumenta la construcción de muros de separación “también estamos segregando a las personas, protegiendo los privilegios y el poder de unos y negando los derechos humanos y la dignidad de otros”. “Las fronteras como el apartheid se construyen sobre ideologías racistas, niegan a grupos de personas los derechos básicos y perpetúan la violencia”, aseveran en el informe. Los autores puntualizan que el concepto de apartheid global “ayuda a explicar las tendencias y estructuras de poder y la segregación global”, en las que “los muros son solo una de las dimensiones físicas y visibles de la creciente violencia cultural, estructural y física que este sistema crea en el mundo”.

Los autores además reflexionan que detrás del aumento de los muros y su industria “se esconde una narrativa poderosa y manipuladora que se ha vuelto hegemónica. Sostiene que los migrantes, en particular, son una amenaza para el modo de vida de algunos países, en vez de víctimas de políticas económicas y políticas perpetuadas y promovidas por los países más ricos que obligan a las personas a abandonar sus hogares”. “Esta narrativa –aseveran- utiliza el lenguaje del miedo para persuadir a las personas de que apoyen las soluciones basadas en la seguridad, en particular la militarización de las fronteras, y hacer la vista gorda ante sus consecuencias mortales”. Esta ideología que los gobiernos utilizan para dividir y expulsar personas, tiene un componente “manipulador, porque distrae a la gente de las causas reales de la inseguridad -la concentración de poder y riqueza a manos de una pequeña élite, un sistema que solo existe a costa de la explotación de las poblaciones más pobres del mundo- que impide la provisión de vivienda, atención médica, educación y medios de subsistencia para todos que brindarían seguridad y paz duraderas”.

Según la investigación, las principales justificaciones que dan los gobiernos para erigir los muros son la inmigración (32 por ciento), el terrorismo (18 por ciento), el contrabando de bienes y personas (16 por ciento), el narcotráfico (10 por ciento), las disputas territoriales (11 por ciento) y la entrada de militantes de otros países (5 por ciento).

La excusa del terrorismo

En los últimos 60 años, el Estado turco levantó dos muros de separación. El primero fue en 1974 en Chipre, para dividir a la población del norte y el sur de la isla. En la investigación se remarca que este muro se construyó “en base a un modelo de conquista territorial por parte de Turquía”.

En los últimos años, el gobierno turco comenzó la construcción del muro en la frontera con el norte de Siria, en la región kurda de Rojava. Para los autores del informe, “el caso sirio es especialmente particular y se encuentran pocos análisis, se relaciona estrechamente con la situación de guerra que vive el país desde 2011, y que, probablemente, ha impulsado la construcción de muros contra el país”. Sobre este punto se detalla: “Hasta cuatro países de un total de cinco han construido muros en la frontera contra Siria en algunos de sus tramos, Israel en 1973, con una ampliación en 2013, Turquía en 2013, Jordania en 2008 e Irak en 2018, el único país colindante con Siria que no ha construido muros fronterizos es el Líbano. Todos los países han justificado la construcción de muros, principalmente, en base a razones de contención del terrorismo y de la inmigración. El terrorismo por la aparición y expansión del ISIS, y la inmigración debida a todas las personas que intentan huir de la violencia del conflicto armado y ejercida por ISIS”.

En la investigación se profundiza que Turquía levantó el muro en la frontera siria dos años después del estallido del conflicto, y que pese al acuerdo sobre refugiados que firmó con la Unión Europea (UE) en 2016, el Estado turco “reforzó su política fronteriza, y el acuerdo es, al fin y al cabo, una manera de los países de la UE de eludir sus responsabilidades de acogida”.

Con respecto a la crisis siria, en la investigación se explica que “resulta esclarecedor que tanto Israel, como Turquía e Irak hayan construido, o ampliado, muros pocos años más tarde del estallido del conflicto en 2011, y con las razones expuestas, migración y terrorismo, lo cual indica, cuanto menos, que se está dificultando la salida de las personas que huyen de la guerra y que resultan potenciales demandantes de asilo y que puedan estarse quedando estancadas en el país”.

Negocios y complicidades

Una de las empresas que ofrece sus “servicios de seguridad” a Turquía es Gemalto, que en 2019 fue adquirida por 4,8 millones de euros por la compañía Thales. En este caso, Ankara adquirió sus servicios para “pasaportes biométricos o carnets de identidad”. En tanto, European Security Fencing (ESF), un productor español de alambres de púas y concertinas, instaló estos materiales en la frontera entre Bulgaria y Turquía.

En el caso de la frontera turco-siria, el muro de hormigón que la divide “fue construido por TOKI, la empresa estatal turca de construcción –señala la investigación-. Para una parte de 95 kilómetros en terreno irregular en las montañas de la provincia de Hatay, la empresa militar Alp Çelik proporcionó su Accordion Barrier System, jaulas de alambre alineadas con tela de polipropileno, rellenas con piedras, escombros, arena, grava o barro”. A su vez, “una parte de 40 kilómetros del muro ha sido mejorado con un Sistema Inteligente de Seguridad Fronteriza, desarrollado por un equipo de ingenieros turcos. Cuando el sistema detecta una violación de la frontera, las cámaras apuntan el lugar y remiten la escena a la policía y a centros de operaciones. La prensa informó de que estaban equipados con sistemas automáticos de armas, lo que fue negado por las autoridades turcas y, con toda probabilidad, no parece ser verdad”.

La UE también es un componente importante con respecto a Turquía, ya que asiste a Ankara con la excusa de detener la inmigración. Lo que realmente hace la UE con su política de apoyo a Turquía, es avalar las políticas represivas de la administración de Recep Tayyip Erdogan. Según el informe, el bloque “financió la compra por 35,6 millones de euros de los vehículos blindados Cobra II de la empresa militar turca Otokar para patrullar el muro, y en 2020 Turquía empezó a desplegar los globos de vigilancia de 17 metros Doruk para escanear la frontera con Siria”. Estos globos aerostáticos, indica el informe, “fueron desarrollados por la empresa de tecnología turca Otonom Teknoloji y producidos dentro de la familia de productos Karagöz de la mayor empresa de armas turca Aselsan, que también integró cámaras de alta resolución al sistema”.

La política de Ankara de separación de pueblos, en especial de la población kurda, se encuentra en la génesis ideológica del Estado turco. A los muros que sigue construyendo, se deben sumar sus planes de expansión territorial sobre los territorios kurdos de Siria, siempre impulsados por ataques y bombardeos, y respaldando a grupos mercenarios, cuyos integrantes –en muchos casos- hasta hace pocos meses formaban parte de ISIS. Otro ejemplo claro fue su participación junto a Azerbaiyán en la guerra contra Artsaj y Armenia, en la que ayudó a la parte azerí a derrotar a sus contrincantes.

El gobierno del presidente Erdogan hace tiempo mostró cómo concibe el poder de Turquía en Medio Oriente, el Cáucaso y el norte de África: expandirse a través de invasiones militares (directas o tercerizadas), controlar territorios e implementar el cambio demográfico a través del desplazamiento forzado de personas, e impulsar una política que prioriza una economía capitalista y una defensa del islamismo más conservador y ortodoxo.

FUENTE: Leandro Albani / ANF

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