El portal Kedistan recuperó un artículo de Nurcan Baysal, periodista y escritora kurda originaria de Diyarbakir. Miembro fundadora de DISA (Diyarbakir Political and Social Research Institute) Baysal es una ferviente defensora de los derechos humanos. En enero de 2018, fue detenida por condenar vía Twitter la incursión militar del Estado turco en Afrin. En mayo de 2018, la organización irlandesa pro derechos humanos Front Line Defenders le entregó el premio Global Laureate for Human Rights Defenders at Risk. En la actualidad se encuentra en libertad vigilada, debiendo comparecer ante el juez una vez al mes.
El siguiente artículo (titulado “Turquía teje un relato sobre los refugiados y Europa se lo compra) que ahora reproducimos fue publicado en Ahval News el 25 de agosto de 2018.
Antes de la firma del acuerdo de 2016 entre la Unión Europea (UE) y Turquía, el cual limitaba el número de refugiados que podían entrar en Europa a cambio de otorgar una ayuda económica a quienes huían de la guerra y se quedaban en Turquía, yo formaba parte de un grupo de universitarios y militantes turcos invitado a Berlín para debatir sobre el tema.
Nos entrevistamos con políticos alemanes y europeos en reuniones a puerta cerrada para debatir sobre la situación de los campamentos de refugiados en Turquía. El asunto principal de la jornada consistía en esclarecer si Turquía ofrecía plenas garantías para convertirse en un país de acogida seguro y dialogar sobre la administración de los campamentos, función que había sido asignada a la autoridad turca encargada de gestionar las catástrofes y situaciones de emergencia, y se hizo hincapié en la falta de transparencia y vigilancia de esta última.
Otro de los temas tratados fue el estatus de los refugiados yazidíes, que por aquel entonces ascendían a 20.000. El objetivo principal de la reunión consistía en determinar si Turquía podría ser un socio de confianza para los refugiados. Las informaciones proporcionadas por los expertos turcos nos indicaban claramente que no.
A pesar de las dudas con respecto a la situación de los refugiados en Turquía, aquel día comprendí que las autoridades alemanas y europeas estaban determinadas a firmar el acuerdo.
A medida que trascendía la reunión, adiviné que la UE conocía perfectamente la pésima situación de los refugiados en Turquía, pero prefería mirar hacia otro lado y desatenderse así del asunto. Turquía proporcionaba un relato acerca de los refugiados y Europa se disponía a comprárselo.
Han transcurrido varios años desde aquel encuentro. La situación de los refugiados en Turquía apenas ha mejorado. En la actualidad, de los tres millones de refugiados sirios, solo 235.000 viven en los campamentos. La mayoría está repartida en diferentes ciudades y se las arregla sola. Su estatus de “protección temporal” no les otorga mucho amparo. Son víctima de todo tipo de discriminaciones y violencia. Están sometidos a condiciones laborales deplorables. Hay quienes sostienen que en algunos talleres textiles existen salas especiales para violar a mujeres sirias.
Los refugiados que permanecen en los campamentos son más afortunados. Las acusaciones sobre prostitución están muy extendidas, pero nadie, salvo las asociaciones sin ánimo de lucro ligadas al poder, está autorizado a visitar estos lugares. La semana pasada se levantaron voces denunciando que las mujeres sirias que viven en el campamento de Telhamut (distrito de Ceylanpinar, provincia de Sanliurfa) están obligadas a prostituirse.
Al parecer, los responsables estarían obligando a las mujeres a ejercer la prostitución a cambio de productos de primera necesidad, como leche y comida. Es decir, la leche y la comida que las madres necesitan para alimentar a sus hijos. El 16 de junio, una delegación compuesta por militantes de la Oficina de los Derechos de los Refugiados de Diyarbakir, el Centro de Mujeres, la Plataforma en apoyo a mujeres presas, la Asociación de Derechos Humanos de Sanliurfa, el sindicato de trabajadores de sanidad de Sanliurfa y la asociación de mujeres por la vida y la solidaridad, se reunió con el propósito de visitar el campamento.
Pero las fuerzas de seguridad prohibieron el acceso a la delegación de manera que ésta organizó una rueda de prensa para denunciar los hechos. La reacción del público y los vídeos difundidos a través de las redes sociales obligaron al fiscal jefe de Ceylanpinar a abrir una investigación, que lamentablemente fue clasificada de carácter confidencial.
No solo los sirios, sino todos los grupos de refugiados que permanecen en Turquía, viven en malas condiciones. Uno de las comunidades más desfavorecidas es la de los yazidíes. El campo de Fidanlik, destinado a acoger refugiados yazidíes en Diyarbakir, que tanto esfuerzo nos costó levantar, ha cerrado a consecuencia de un decreto gubernamental. Los yazidíes que vivían allí se han visto obligados a partir. Algunos han tenido que a regresar a Irak, otros han podido huir a Europa. Y otros han perdido la vida en el Egeo.
Entre 1.000 y 1.300 yazidíes no tenían dónde ir y los han colocado en un campamento de la ciudad de Midyat. A partir de ese momento ha resultado difícil tener noticias suyas. La semana pasada, anunciaron que iban a cerrar el campamento después de la celebración de la fiesta del sacrificio y que los yazidíes serían transferidos a campamentos de Gaziantep y Kilis.
Las familias yazidíes que hemos podido contactar nos han dicho que no desean ir a esos campamentos, ya que temen instalarse en ciudades y campos que consideran siguen siendo feudo del Estado Islámico y el Ejército Sirio Libre. Están desesperados.
No tienen dónde ir. Si bien algunos han pedido asilo en Europa el proceso sigue su curso. Pasarán meses o incluso años antes de que sus peticiones sean tratadas. Mientras tanto, ¿qué se supone que deben hacer?
Desde el instante en el que se refugiaron en Turquía, los yazidíes han estado confrontados a discriminaciones de todo tipo. En numerosas ocasiones han sido víctimas del odio de los responsables gubernamentales, incluido el propio Erdogan. Nunca han beneficiado de un estatus provisorio que les permita acceder a recursos médicos, ni otro tipo de apoyo.
Los campamentos del sudeste turco, gestionado por los kurdos, han cerrado. Mientras permanecieron abiertos tampoco recibieron ayuda alguna.
En aquel entonces pregunté a los responsables de la UE por qué razón hacían la vista gorda al hecho de que el dinero que enviaban fuese utilizado para discriminar a grupos de yazidíes. No solo los países de la UE sino también las organizaciones internacionales cerraron los ojos. Los campamentos creados por los municipios permanecieron abiertos gracias a la ayuda de la sociedad civil. Organizaciones sin ánimo de lucro, militantes y políticos llevan años intentando entrar en el campo de Midyat. Pero por alguna razón el gobierno prohíbe la entrada a toda persona. Los yazidíes están completamente aislados. Los miembros de la oposición y parlamentarios del HDP (Pardito Democrático de los Pueblos) tenían previsto entrar en el campamento la semana pasada, pero vetaron su acceso.
Estamos hablando de un lugar que los parlamentarios no pueden visitar. Me pregunto cómo pueden seguir dando dinero las organizaciones de la UE para esos campamentos.
¿Por qué no preguntan por qué están cerrados a toda inspección? Supongo que resultaría difícil justificar los motivos que conducen a un gobierno a prohibir a la sociedad civil, políticos y activistas el acceso a los campamentos de refugiados.
La realidad es la siguiente: las organizaciones y los gobiernos de la UE están al corriente de todo. Turquía vende un relato sobre los refugiados y ellos se lo compran.
FUENTE: Kedistan