Turquía, Rusia e Irán, cuyos dirigentes se reúnen el miércoles en Ankara en una cumbre dedicada a Siria, se han convertido en los amos del tablero de este país devastado por la guerra, gracias a la irrelevancia de Washington y sus aliados.
En enero del 2017, estos tres países lanzaron el proceso de Astana, excluyendo a Estados Unidos, compitiendo así con otras varias negociaciones apadrinadas por la ONU. Este proceso permitió llegar a un acuerdo sobre la creación en Siria de cuatro “zonas de distensión” que redujo la violencia en algunos sectores.
Pero la búsqueda de una solución al conflicto sirio está empantanada, debido a los contradictorios intereses de Moscú, Ankara y Teherán.
Según Sinan Ulgen, presidente del Center for Economics and Foreign Policy (Edam), basado en Estambul, estos tres países constituyen las principales fuerzas presentes en Siria, “pues han estado dispuestas a invertir recursos militares para influenciar en el conflicto”.
“Las fuerzas occidentales no quisieron intervenir militarmente. Ahora, Siria está dividida en diferentes zonas que reflejan la presencia de estos países”, añadió.
Estados Unidos, tras haber apoyado contra el régimen sirio a grupos de la llamada oposición “moderada”, concentra ahora sus esfuerzos en Siria en luchar contra el yihadismo del Estado islámico (EI), con el apoyo de las milicias kurdas.
Pero Washington ya ha renunciado a influir en el conflicto para ponerle fin. El presidente Donald Trump afirmó incluso el 30 de marzo que su país se retiraría de Siria “muy pronto”, en momentos en que el EI está a punto de ser totalmente derrotado.
Rusia e Irán son los principales sostenes del régimen del presidente Bashar al-Asad, y lo han ayudado a reconquistar más de la mitad del territorio sirio.
Turquía, por su lado, afirma haber “controlado”, con la ayuda de rebeldes sirios aliados, unos “2.000 km²” en el norte de Siria, durante una operación llevada a cabo entre agosto del 2016 y marzo del 2017.Y desde enero libra una ofensiva contra las Unidades de Protección Popular (YPG), una milicia kurda aliada de Washington en la lucha contra el EI, pero considerada “terrorista” por Ankara.
El 18 de marzo fue conquistado por los turcos el bastión kurdo de Afrin.
Guerra e intereses
“El proceso de Astana es un medio por el cual Turquía, Rusia e Irán intentan gestionar la guerra y servir sus diversos intereses”, opina Elizabeth Teoman, analista del Institute for Study of War (ISW).
Según ella, Turquía busca controlar territorio para implantar en ellos a rebeldes afines, mientras que el objetivo de Rusia es “proteger las bases navales y aéreas rusas en el mar Mediterráneo”.
Varios expertos interrogados por AFP destacan asimismo la voluntad rusa e iraní de aprovecharse de las crecientes tensiones entre Turquía y Estados Unidos, dos aliados de la OTAN, en particular por el apoyo de Washington a las YPG.
Así, el presidente turco ha expresado claramente su voluntad de proseguir su ofensiva en Siria hasta Manbij, ciudad controlada por las YPG, y donde también hay soldados estadounidenses.
“Moscú espera probablemente dirigir la cólera de Turquía contra Estados Unidos (…) Ello serviría los intereses rusos a la vez en Siria y más globalmente, al crear fisuras en la OTAN”, opina Aron Lund, del centro de reflexión y análisis Century Foundation.
Según Teoman, “Rusia e Irán podrían alentar a Turquía a que lleve prioritariamente operaciones que puedan poner en peligro a las fuerzas estadounidenses, corten sus suministros o limiten su estrategia. Sin embargo, subsisten puntos de divergencia entre los tres países, en parte porque apoyan a veces a bandos opuestos”.
En consecuencia, pocos resultados se esperan de la cumbre de Ankara entre los presidentes turco, Recep Tayyip Erdogan, y sus homólogos ruso, Vladimir Putin, e iraní, Hasán Rohaní.
FUENTE: AFP