Recep Tayyip Erdogan, que se enfrenta el 14 de mayo a unas trascendentales elecciones presidenciales y legislativas, sabe perfectamente que el voto de las minorías kurda y aleví, más del 30 por ciento de la población total, puede ser clave en unos comicios que pueden acabar con sus veinte años de autoritarismo. Ese voto de los kurdos, unos veinte millones, y de los alevíes, una comunidad musulmana heterodoxa que suele votar a la izquierda, ya le hizo perder en las elecciones locales de 2019 seis de las siete principales ciudades, entre ellas la capital, Ankara, y Estambul, capital cultural y económica. Y dos años antes, en el referéndum constitucional que transformó el parlamentarismo turco en un presidencialismo autoritario, hizo que tuviera una pírrica victoria del 3 por ciento cuando estaba acostumbrado a ganar las consultas populares con holgada mayoría absoluta. Ahora se da la circunstancia de que las comunidades aleví y kurda fueron las más castigadas por el último terremoto.
A estos comicios se presentan dos grandes coaliciones. La primera es la gubernamental, liderada por Erdogan bajo el nombre “Alianza del Pueblo”, apoyada por la extrema derecha del Movimiento Nacionalista -antiguo grupo terrorista de los Lobos Grises- y por el Partido de Dios (Huda Par), responsable de cientos de atentados en los años 80 y 90, preferentemente contra personalidades kurdas y progresistas; tras su disolución a partir del 2000, quienes consiguieron escapar se unieron en Irak a Ansar al Islam, rama iraquí de Al Qaeda.
La oposición la aglutina el CHP (Partido Republicano del Pueblo), de orientación laica y socialdemócrata, cuyo candidato es Kemal Kiliçdaroglu, un aleví respaldado por seis partidos, desde islamistas moderados a izquierdistas, en la candidatura “Alianza Nacional”. El tercero en discordia es la coalición kurda, que se presenta tras las siglas del Partido Verde de Izquierda (YSP), ya que su organización, el Partido Democrático de los Pueblos (HDP), está en proceso de ilegalización. Esta candidatura, que tiene millones de votos y puede superar el 13 por ciento del total, para el 14 de mayo solo se presenta al Parlamento, recomendando el voto a la presidencia para Kiliçdaroglu, con el objetivo de acabar con las dos décadas autoritarias de Erdogan.
Esta es la razón por la que desde el 25 de abril la policía turca, siguiendo las órdenes de Erdogan, está realizando redadas en una treintena de ciudades, deteniendo a más de 200 cuadros políticos del HDP y de los Verdes, junto a abogados, periodistas y gente de la cultura. Entre los detenidos se encuentran Ozlem Gunduz, copresidente de HDP, y Mahfuz Guleryuz, miembro de su Comité Central. Además, de las sedes de ambos partidos, que igualmente han sido atacados incluso a tiros, se han llevado las papeletas de votación y material informático, donde pueden figurar las listas de millones de votantes.
Hay que tener en cuenta que estas operaciones policiales comenzaron a solo dos días de iniciarse la campaña electoral -el 27 de abril-, que continúan en plena campaña y que las personas detenidas podían intervenir como procuradores en las mesas de votación, podían informar como periodistas del desarrollo de los mítines, organizándolos o presentar las denuncias, como abogados, de las irregularidades cometidas, además de dar prestigio a las candidaturas como conocidos pintores, escritores o cantantes. ¿Se imaginan algo así aquí? No se trata, por lo tanto, de una coincidencia, sino de unas detenciones realizadas con el fin de modificar el resultado de unas elecciones justo cuando comienza la carrera electoral.
La dirección de la influyente Confederación Revolucionaria de Sindicatos (DISK) ha protestado por las detenciones, significando que, realizadas a solo dos días de comenzar la campaña electoral, indican el temor de Erdogan a perder el poder. Obviamente, también han protestado varias asociaciones de abogados y artistas.
Hay que tener en cuenta también que los miembros del Partido Verde de Izquierda están realizando una gran campaña en el extranjero, sobre todo en Europa, porque fuera de Turquía hay la nada despreciable cifra de más de tres millones de turcos, y que es una verdadera incógnita cuál va ser el voto de los nuevos votantes, gente joven que, por miles, han abandonado Turquía en los últimos años debido al ambiente irrespirable que se ha vivido bajo el gobierno de Erdogan.
Pero estas elecciones también son trascendentales para el resto del mundo, porque, en caso de ganar la oposición, también cambiará la ambigüedad de Turquía frente a Rusia en la guerra de Ucrania, su apoyo a los grupos islamistas en la franja que ocupa al norte de Siria, verdadero obstáculo para la solución de este largo conflicto, y, sobre todo, el apoyo sin reticencias a la entrada de Finlandia y Suecia a la OTAN.
FUENTE: Manuel Martorell / El Diario de Navarra / Fecha de publicación original: 3 de mayo de 2023
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