Todos los meses, el presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, provoca una crisis con un país distinto, para cebar el nacionalismo y el extremismo religioso en el suyo, y apartar el foco de su mala gestión económica.
El pasado noviembre, Ankara firmó un acuerdo con el asediado gobierno de Trípoli y reclamó para sí una enorme porción del Mediterráneo, poniéndose en rumbo de colisión con Egipto, Grecia y Europa. Eso es lo que quiere Ankara, y por eso ha vuelto a provocar una crisis marítima.
¿Cómo funciona la estrategia erdoganista de una crisis por mes? Cada mes, Ankara decide, bien invadir de nuevo Irak, o Siria, o enfrentarse con Grecia, Egipto o Chipre, y agita el avispero. Así, el 15 de junio lanzó la operación Garra de Águila y bombardeó aldeas del norte de Irak con la excusa de “neutralizar a militantes del PKK”. No hay pruebas de que el Partido de los Trabajadores del Kurdistán haya llevado a cabo ataques últimamente.
Turquía simplemente empezó a bombardear con los F-16 y drones, porque necesita mantener activos a sus militares.
Desde el golpe de Estado de julio de 2016, Erdogan recurre a los militares siempre que puede para mantenerlos luchando donde sea. De ahí que invadiera Siria en 2016 y 2017, en el marco de la operación Escudo del Éufrates. Luego, en enero de 2018 invadió la pacífica Afrin, en el norte de Siria, provocando la huida de 160.000 kurdos. Afrin es ahora un centro de tráfico de personas y el escenario de una limpieza étnica que ha forzado a huir a las minorías por culpa de los rebeldes islamistas sirios apoyados por Ankara.
Turquía lanzó la invasión de Tel Abyad, en el norte de Siria, en octubre de 2019. Luego firmó el acuerdo libio y empezó a calentar motores en Idlib, el norte de Irak, Libia y con la crisis del Mediterráneo. Erdogan envió drones y soldados a Libia en diciembre de 2019. En abril de 2020 contribuyó a las derrotas del Ejército Nacional Libio (ENL), y en junio y julio Egipto hubo de amenazar con intervenir para contener a Ankara. Ésta combatió al régimen sirio en Idlib en febrero y marzo, y presionó a Rusia para llegar a un nuevo acuerdo a fin de obtener más sistemas defensivos S-400. En junio, Erdogan dirigió su atención a Irak y convirtió la histórica Santa Sofía, que fungía de museo, en una mezquita. Asimismo, dijo que “liberaría Al Aqsa”, quizá buscando una nueva crisis con Israel.
Pero antes de poner en la mira a Israel, abundó en sus exigencias mediterráneas, provocando un efecto dominó que ha hecho que Grecia, Egipto, Emiratos Árabes Unidos (EAU) y Francia se unan en la condena a la agresión turca. Grecia y Egipto firmaron un acuerdo el pasado día 16 que parte por la mitad el acuerdo marítimo suscrito por Libia y Turquía. En enero, Israel, Chipre y Grecia firmaron un acuerdo para la construcción de un oleoducto, algunos de cuyos detalles cerraron en julio.
En un claro desafío a esos acuerdos, Turquía envió en días pasados a unos buques de perforación y prospección escoltados por su Armada. El Oruç Reis iba a hacer “labores de investigación” entre Chipre y Creta, en aguas donde Turquía “defenderá sus derechos” y los de Chipre del Norte, país no reconocido internacionalmente que Ankara utiliza para sus querellas marítimas.
El ministro turco de Exteriores, el ultranacionalista Mevlut Cavusoglu, conocido por tuitear que los europeos son “niñatos racistas que deberían saber cuál es su sitio”, fue a Beirut tras la terrible explosición que devastó el puerto de la capital libanesa para hacer avanzar la agenda turca, y después se reunió con su homólogo azerí. Ahora dice que Grecia no ha atendido los llamamientos al diálogo de Ankara, por lo que Turquía mandará sus barcos donde quiera.
Los países de la Unión Europea (UE), que temen a una Turquía a la que desde 2015 pagan miles de millones de euros para que mantenga a millones de refugiados alejados de Europa, han criticado las actividades de Ankara en el Mediterráneo.
Turquía ha enviado el Oruç Reis, un gran buque de investigación sísmica que parece una ballena flotante, para realizar una “investigación”. Se trata de una misión investigadora con un montón de músculo militar detrás. Turquía emitió un navtex para advertir a los países por los que iba a navegar y lo envió junto con dos buques logísticos, tres fragatas, lanchas cañoneras y varios submarinos. Para excitar el nacionalismo, los medios turcos mostraron el buque de investigación rodeado por los barcos de la Armada turca. A algunos les pareció una escena histórica, evocativa de la batalla de Lepanto y de otros conflictos marítimos con Occidente y Grecia.
Atenas está furiosa. Dice que no aceptará una actitud elusiva por parte de la OTAN, y quiere que más países europeos hagan algo para poner freno a las provocaciones turcas. Ya hizo sonar las sirenas de alarma debido al acoso turco a la pequeña isla de Kastellorizo, en los últimos meses. Pese a las numerosas voces proturcas, como la del ex embajador Jim Jeffrey, el Departamento de Estado ha manifestado su preocupación.
Hay mucho de postura naval en este despliegue de barcos turcos navegando cerca de las islas griegas frente a las costas turcas, y Grecia habla de alertas y de sacar al mar barcos de guerra. Egipto también hace maniobras navales. Turquía dice que tiene misiles nuevos para sus buques.
Esta crisis marítima parece tener mucho de postura, sí, que dará a la prensa progubernamental y los medios estatales turcos algo sobre lo que hablar. Ankara es el mayor carcelero de periodistas del mundo, y sus medios están totalmente entregados al gobernante AKP. En Turquía, los disidentes son a menudo encarcelados durante años, y tachados de “terroristas”, sólo por criticar al gobierno en los medios sociales. No hay control sobre las decisiones militaristas de Ankara, y Erdogan sabe que las maniobras navales o los aparentes desafíos a Grecia, Egipto, Irak, el PKK, la UE, la OTAN, Siria, Estados Unidos y básicamente a todo el mundo hacen que parezca que su liderazgo es importante. Mientras, la moneda turca sigue hundiéndose y abundan las preguntas sobre su gestión de la pandemia del coronavirus.
Lo del barco de investigación con una escolta militar masiva puede tener más de distracción ante la crisis económicas que de auténtico enfrentamiento naval con Grecia. Los antecedentes nos dicen que Ankara suele utilizar rebeldes sirios para combatir por ella en Libia y Siria, y que sólo realiza campañas militares contra los que no pueden contraatacar, como los kurdos del norte de Irak. Cuando se trata de desafiar una línea roja impuesta por Egipto en Libia o por Rusia en Siria, suele detenerse. No está claro dónde podría trazarse esa línea roja en el Mediterráneo. Ankara está tratando de averiguarlo.
FUENTE: Seth J. Frantzman / elmedio