El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, se enfrenta a un dilema: para evitar las sanciones de Estados Unidos, debe mantener sin operación al sistema S-400 comprado a Rusia, y esto podría ponerlo en aprietos con Moscú. La peor pesadilla de Erdogan es que el presidente Donald Trump cumpla su amenaza del año pasado: “Devastar la economía de Turquía”.
La pandemia ha profundizado los desequilibrios estructurales en la economía turca. Estamos hablando de una posible caída aún más fuerte, posterior a la crisis de la que ya se encuentra el país. Sin embargo, en lo que respecta a los difíciles desafíos de la política exterior turca, el virus fue como una campanada en el momento justo para rescatar a un boxeador acorralado en el ring. El presidente islamista Erdogan podría estar apostando a que el mundo nunca vuelva a la normalidad.
El período posterior al coronavirus podría ser un momento de recuperación para los errores políticos de Erdogan, y lo que calculó ciegamente a partir de su ideología. Al comienzo de la “Primavera Árabe”, pensó que había encontrado su momento para construir y apoyar regímenes sunitas amigables en todo el Medio Oriente árabe, con los que eventualmente reviviría el imperio turco otomano. Casi una década después, esas visiones de un califato, una umma adoradora y una nueva grandeza otomana (neo otomanismo) difundidas por todas partes, que harían de Turquía una gran potencia mundial, fueron sólo una ilusión soñada por Erdogan.
El tema actual y conflictivo es el sistema de defensa antimisiles y aéreos S-400, de fabricación rusa, que Moscú entregó a Ankara en julio pasado. Sin duda, complacerá a Moscú en el momento en que el ejército turco encienda el sistema, lo que prometió que sucederá en abril de este año. Los funcionarios turcos citan el coronavirus como la fuerza mayor que ha retrasado esa activación profundamente controvertida. El principal funcionario de compras de defensa de Turquía, Ismail Demir, dijo a la emisora estatal TRT, el 28 de abril, que la pandemia ralentizó inevitablemente el proceso de activación debido a restricciones en las visitas y reuniones oficiales. Eso puede ser cierto, pero el gobierno de Erdogan, especialmente en un momento en que el desempleo está en alza, la moneda nacional en caída libre, un stock de deuda en auge y perspectivas de inflación, no desea ser cuestionado sobre los méritos de gastar 2,5 mil millones de dólares en un sistema que nunca se utilizará.
El 20 de abril, Reuters citó a un alto funcionario del gobierno que habló bajo condición de anonimato, diciendo: “No hay marcha atrás en la decisión de activar los S-400 (pero) debido a la Covid-19 el plan para que estén listos en abril se retrasará”. La frase “no hay vuelta atrás” puede mantener a Turquía en la órbita rusa, pero esto tendrá un costo.
“Hemos presentado ante el presidente Edrogan nuestra posición de manera explícita, como también a todos los altos dirigentes de Turquía, y activar la operación del sistema S-400 expone a Turquía a la posibilidad de recibir severas sanciones, tanto las que invocan los Estados Unidos y sanciones legislativas independientes adicionales”, dijo David Satterfield, enviado de Estados Unidos en Ankara, a un panel en línea organizado por el Consejo Atlántico. El embajador agregó: “No tenemos en nuestra posesión las garantías del gobierno de Turquía que nos permitan mitigar esas preocupaciones”.
“Esta será una decisión directa del presidente Erdogan -dijo un alto funcionario de defensa el 4 de mayo pasado-. No ha habido señales de que el presidente pueda estar repensando la activación del sistema”.
Turquía ha pagado un precio por la compra del S-400 al ser suspendido del consorcio multinacional liderado por Estados Unidos, que está construyendo el avión de combate F-35 Lightning II de próxima generación. Si se sanciona a través de CAATSA, toda la próspera industria militar de Turquía sufrirá. Pero Erdogan teme que las consecuencias sean peores.
Activar el S-400 podría desencadenar sanciones punitivas contra el prestamista estatal Halkbank, que enfrenta cargos estadounidenses por violar las sanciones contra Irán. Una multa multimillonaria en Halkbank podría paralizar los planes de recuperación económica posteriores a la corona de Erdogan. Su peor pesadilla es que hasta el momento el presidente Donald Trump sí ha cumplido de alguna manera su amenaza de “devastar la economía de Turquía”.
Esto podría ser el fin para Erdogan, con repercusiones tanto económicas como políticas. Un impago de la deuda, el colapso de los mercados y una caída en picado de la lira turca sería la receta perfecta para una crisis financiera castigadora que podría provocar elecciones anticipadas.
Irónicamente, la única opción de Erdogan para evitar las sanciones de los Estados Unidos es mantener el sistema S-400 sin activar, al mismo tiempo que dicha conducta podría exponer a Turquía a posibles sanciones rusas. Las sanciones económicas rusas le costaron a Turquía miles de millones de dólares en solo unos meses a principios de 2016, tras el derribo turco de un avión de combate ruso Su-24 en el espacio aéreo sirio en noviembre de 2015.
Con el fin de minimizar el daño diplomático, Erdogan ha lanzado una campaña de diplomacia pública para verse lo más bonito posible ante el mundo en general. Turquía envió kits médicos a 57 países para mostrar solidaridad en la lucha contra el coronavirus, incluidos dos envíos de suministros a los Estados Unidos. Las cajas contenían las palabras del poeta del siglo XIII Jalaluddin Rumi, en turco e inglés: “Después del caos llega la esperanza y después de la oscuridad un sol mucho más brillante”.
Abdulkadir Selvi, un destacado columnista pro-Erdogan, escribió en Hürriyet: “Estados Unidos ha pasado de las conversaciones sobre sanciones a una opinión favorable de Turquía, pero los partidarios islamistas de Erdogan continúan creyendo que unos pocos aviones de carga llenos de suministros médicos pueden ganar corazones en una mitad del mundo que sigue siendo hostil a la Turquía de Erdogan”.
Como el S-400 se está congelando debido a la pandemia, una ciudad siria cerca de la frontera turca espera el regreso a la normalidad para poder reanudar su desafío a Ankara. El ejército turco sufrió vergonzosamente la muerte de unos 50 soldados en febrero en Idlib. El fuego provino de las fuerzas sirias con el apoyo aéreo de Rusia. Estas muertes conmocionaron a Turquía: si los rusos son nuestros aliados, ¿por qué mataron a los soldados? Es una buena pregunta, y Erdogan prefiere no responder. Una vez que el coronavirus se desvanezca, el fuego se reanudará en teatro de Idlib.
El 3 de mayo, un convoy de 30 camiones militares turcos entró en territorio sirio, muy probablemente llevando suministros a puestos militares turcos alrededor de Idlib. El mismo día, los observadores locales informaron que Hayat Tahrir Al-Sham (HTS), uno de los grupos yihadistas que luchaban en el área de Idlib, bloqueó el ingreso de una columna del ejército turco a la fortaleza militante de Daret Izza cerca de Alepo. Erdogan debería prepararse para el momento en que sus amigos rusos, en el acto final del programa, obliguen a sus tropas y sus auxiliares yihadistas a salir de Siria.
Además, las conversaciones de adhesión con la Unión Europea siguen estancadas; Turquía tendrá que encontrar una mejor salida que la diplomacia de las lanchas cañoneras si quiere resolver amigablemente las disputas sobre los hidrocarburos del Mediterráneo Oriental; y las tensiones podrían profundizarse en Libia y en otras partes del Medio Oriente entre Turquía y Egipto, los Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudita, Israel, Chipre y Grecia.
Este podrá ser un verano largo y caluroso para Erdogan.
FUENTE: Burak Bekdil / BESA Center / Traducción: Gastón Saidman / Informe Oriente Medio