El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, confirmaba en la tarde de este miércoles el comienzo de la ofensiva sobre el norte de Siria. Tras sus declaraciones se producían numerosos bombardeos aéreos sobre localidades kurdas fronterizas, seguidas unas horas después del comienzo de incursiones terrestres. La operación se esperaba desde que Donald Trump ordenara retirar sus tropas de la zona hace unos días en connivencia con el ejército turco. El gobierno de Erdogan, se ha mostrado deseoso de acabar con cualquier posible autogobierno kurdo en Siria desde los orígenes de este movimiento al comienzo de la guerra civil, no obstante, el antagonismo frontal de los kurdos con los grupos yihadistas, y su alianza con la coalición internacional contra el Estado Islámico habían frenado las ambiciones turcas hasta el momento. EEUU, que parecía perseguir una solución dialogada entre ambas partes ha decidido marcharse ante la ofensiva turca para evitar un conflicto con su aliado en la OTAN, comportamiento que muchos de sus antiguos aliados kurdos califican de traición.
La razón del antagonismo entre el autogobierno kurdo y el gobierno turco radica en que el gobierno de Erdogan considera que el PYD, el partido kurdo hegemónico en el norte de Siria, está ligado al PKK, organización que mantiene un conflicto abierto con el estado turco desde 1984 y que este considera un grupo terrorista. La única razón por la que su intervención se ha demorado tanto es que el brazo armado del PYD o YPG ha sido el esqueleto de la coalición kurdo-árabe que ha derrotado al califato de Estado Islámico con el apoyo logístico y aéreo de la coalición internacional. En el transcurso de la guerra, esta coalición conocida desde 2015 como las Fuerzas Democráticas de Siria (FDS) ha perdido más de 10.000 combatientes en la lucha contra el yihadismo, y llegado a controlar casi un tercio del país actualmente.
La intención del gobierno turco consiste en penetrar una franja de 32 kilómetros en Siria para reubicar allí una importante parte de los 3,6 millones de refugiados sirios que alberga, cambiando así la estructura demográfica de la región predominantemente kurda. Un proceso de limpieza étnica que alteraría un complejo equilibrio en favor de la población árabe en una región en la que conviven distintos grupos como son kurdos, árabes, asirios, y otras minorías, así como distintas confesiones religiosas (cristianos, musulmanes y yazidíes), y que ya alberga multitud de refugiados de todo el país. Es destacable además, que los mayores núcleos demográficos de la región se encuentran dentro de esta franja, pues más allá hay zonas desérticas.
El proyecto de Erdogan ya ha sido desarrollado en la región kurda de Afrîn, territorio del noroeste de Siria que fue invadido en enero del año pasado por milicias rebeldes sirias apoyadas por el ejército turco. Diversas organizaciones como Amnistía Internacional han denunciado múltiples violaciones de derechos humanos en la región como detenciones arbitrarias, torturas, desapariciones forzadas y el expolio y saqueo de bienes. Las autoridades kurdas denuncian un proceso de limpieza étnica y Naciones Unidas estima que al menos 137.000 personas se vieron forzadas a abandonar la región. Si los planes de Erdogan se cumplen es previsible una situación similar a mucho mayor escala, y una crisis humanitaria de dimensiones desconocidas en el norte de Siria.
Una de las consecuencias más graves de la invasión turca sería que esto supondría un respiro para los restos de Estado Islámico que operan en la región desde la clandestinidad, que tendrían una oportunidad para reorganizarse. El martes diversas células durmientes de esta organización realizaban diversos atentados suicidas en Raqqa, la antigua capital del califato, aprovechando que la mayoría de las fuerzas de las FDS se concentran actualmente en la frontera norte para contener la invasión. Por otra parte preocupa la posibilidad de que puedan escapar algunos de los yihadistas que la coalición kurdo-árabe alberga en sus prisiones. Actualmente cerca de 10.000 excombatientes de Estado Islámico se encuentran en campos de detención kurdos, así como cerca de 70.000 mujeres y niños vinculados a ellos. Muchos de ellos, son europeos que sus países de origen se han negado a repatriar para juzgar.
El proyecto de autogobierno kurdo había ganado una intensa atención mediática en los últimos meses tras la victoria final sobre el califato, pero también por sus inusuales posiciones políticas basadas en la autonomía democrática, la igualdad de género, el ecologismo y el respeto a la diversidad étnico-religiosa desde el laicismo. Si bien el PKK en sus orígenes se consideraba una formación de origen marxista que perseguía un estado kurdo, a partir de los 2000 evolucionó hacia posiciones libertarias. Como resultado de este giro el partido y su homólogo sirio el PYD, se han inclinado hacia la crítica del estado-nación y sus formas de nacionalismo étnico, en favor de la autonomía democrática y la democracia de base. De acuerdo a estas posiciones los kurdos y sus aliados han intentado negociar con Al-Asad una solución federal que reconozca el autogobierno, y la diversidad de Siria más allá de su concepción como nación árabe. Propuestas similares se han hecho al Estado turco durante las diversas negociaciones de paz de los últimos años con el PKK, pero todas ellas han fracasado.
La posición de los kurdos y sus aliados durante la guerra ha sido de no injerencia, por lo que no han entrado en conflicto directo con las tropas gubernamentales, por el contrario se han dedicado a la autogestión de sus territorios supliendo el vacío de poder dejado por el Estado, y organizando la defensa frente a Estado Islámico y grupos rebeldes hostiles. No obstante, durante su campaña contra el yihadismo, la coalición kurdo-árabe conocida como Fuerzas Democráticas de Siria ha ampliado su zona de influencia más allá de las zonas tradicionalmente habitadas por kurdos hasta controlar casi un tercio del país, su territorio abarca además importantes pozos petrolíferos. Un pacto entre los kurdos y el eje Al-Assad-Rusia parece ahora más probable que nunca frente a Turquía, pero muy difícilmente Al Assad aceptará negociar la propuesta federal ni reconocer a las minorías en la nueva constitución de Siria.
Si las tropas de Erdogan cumplen sus objetivos, algo muy probable si la comunidad internacional no intercede para evitarlo, se desataría una crisis humanitaria de grandes dimensiones en una zona que se había mantenido alejada del conflicto durante los últimos años, con graves consecuencias en términos de desplazados y víctimas civiles. En último lugar, se perderían además los logros políticos y sociales de una de las revoluciones más inusuales del Oriente Medio contemporáneo. Logros como los significativos avances legales y sociales alcanzados respecto a la igualdad de género, las estructuras políticas económicas y sociales construidas desde el municipalismo y la autonomía democrática, y una particular concepción de Siria y Oriente Medio que ha sido un dique contra el fundamentalismo religioso hasta ahora.
FUENTE: Guillermo Fernández / Nueva Tribuna (España)