Cerca de la ciudad de Ras Al Ain (Serekaniye), en Hasakah, al noreste de Siria, se apilan bidones vacíos al borde de la carretera, donde mujeres y niños esperan bajo un calor sofocante que los camiones lleven agua a su comunidad. Solo unos días antes, las fuerzas de ocupación turcas habían cortado una vez más el suministro de agua de la estación de bombeo de Alouk, a cinco kilómetros de distancia.
Ahmed Zubair, un joven de 22 años, que trabaja en una tienda de teléfonos local relató a Arab News no haber tenido agua por un mes. Sin agua, se complica el poder protegerse contra el Covid-19 que viene avanzando en la zona ya que esta es vital. La falta de agua acrecienta la propagación de enfermedades, por no tener para beber ni para higienizar.
Xelil Osman, un conductor de reparto local, dijo: “Estábamos entregando agua a la gente con camiones. La situación del agua es realmente mala y siempre nos preocupa que no sea suficiente para la gente. Si hay agua, la entregamos. Pero si no hay, no tenemos nada que entregar”.
No fue un accidente del destino que el agua tuviera que ser entregada por carretera a decenas de miles de residentes kurdos en Ras Al Ain y áreas circundantes en Hasakah durante casi cuatro semanas desde el 13 de agosto.
En octubre del año pasado, el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, lanzó la Operación Manantial de la Paz (en turco Barış Pınarı Harekâtı, también referida como Primavera de la Paz) al este del río Éufrates, en el norte de Siria, para limpiar, según sus dichos, la región de organizaciones terroristas. Con la ayuda de representantes rebeldes sirios, lanzaron su autoproclamada operación dirigida contra las Fuerzas Democráticas de Siria (FDS) lideradas por los kurdos en el noreste de Siria. Las FDS están formadas principalmente por miembros de las Unidades de Protección Popular (YPG), que Turquía considera un grupo terrorista debido a su conexión ideológica con el Partido de los Trabajadores del Kurdistán, cuya lucha armada comenzó en 1984 con el objetivo de obtener mayores derechos para los kurdos, convirtiéndose luego en una insurgencia prolongada en el tiempo.
Las FDS habían encabezado la campaña de la coalición respaldada por Estados Unidos contra Daesh en el norte de Siria, destruyendo los últimos reductos de los militantes en Deir Ezzor en marzo de 2019. Sin embargo, en una “traición” que sorprendió a los socios de la coalición, Washington no intervino cuando Ankara lanzó su asalto masivo contra las FDS en octubre de 2019, lo que obligó a estas fuerzas a retirarse de sus posiciones a lo largo de la frontera entre Turquía y Siria.
Apenas unas horas después de la ofensiva transfronteriza de Turquía, los proyectiles de artillería alcanzaron la estación de agua de Alouk, dejándola inmediatamente fuera de servicio. Esta instalación es crítica ya que normalmente suministra agua potable a casi un millón de personas en Hasakah. Sin ella, la población muere de sed. Si bien la estación ha sido reparada, desde entonces, en varias oportunidades y bajo supervisión internacional, la misma permanece bajo control turco, quien utiliza el suministro de agua y sus reiterados y prolongados cortes como táctica de presión para subyugar a la población kurda. Las interrupciones del agua en Hasakah significan más sufrimiento para los civiles a menos que las fuerzas turcas se retiren del noreste de Siria. El objetivo declarado de Turquía de crear una zona segura a lo largo de la frontera, ha derivado en una violación a los derechos humanos en la región.
Dadas las circunstancias, las limitadas reservas de agua de la zona pueden explotarse a voluntad, independientemente de lo que digan las leyes humanitarias internacionales que protegen la infraestructura civil. Esto ejerce una presión adicional sobre la Administración Autónoma del Norte y Este de Siria (AANES) en manos de los kurdos, que actualmente administran el área también conocida como Rojava.
“La NES ha cavado algunos pozos de agua como alternativa, pero esto no proporciona suficiente agua”, dijo a Arab News Wladimir van Wilgenburg, analista político y periodista que cubre los asuntos kurdos. “La única solución es que la comunidad internacional presione al gobierno turco para que deje de cortar el agua a partes del norte de Siria”.
Cuando los grifos se secaron en agosto, la comunidad internacional comenzó a presionar a Ankara, pero con poco éxito. James Jeffrey, el enviado especial de Estados Unidos para Siria, instó a los líderes turcos a reanudar el suministro de agua, mientras que los ingenieros militares rusos en el área se pusieron a trabajar en una tubería para ayudar a saciar la sed de Ras Al Ain.
Rusia está ansiosa por ganarse el favor de los kurdos para ayudar a promover una solución diplomática al conflicto civil en Siria. Moscú respalda al presidente sirio Bashar Al Assad, cuyo régimen está enfrascado en una guerra de baja intensidad con las fuerzas turcas en la provincia noroccidental de Idlib y en una competencia con los turcos y las FDS por el control del noreste de Siria. Putin cree que los kurdos deben ser incluidos en las conversaciones constitucionales, ya que de lo contrario no será posible un gobierno legitimado y un país unificado.
El objetivo declarado de la Operación Fuente de Paz de Ankara era obligar a las FDS a retirarse de la frontera turca mediante la creación de una zona segura autodeclarada. Pero un año después, con Estados Unidos reforzando sus despliegues en Siria con radares Sentinel, patrullas de combate adicionales y vehículos de combate Bradley en su creciente rivalidad con Rusia, el área sigue siendo cualquier cosa menos segura.
“Soy de Ras Al Ain. Después de que Turquía ocupó mi ciudad y cortó el agua de la estación de bombeo de Alouk, la gente de Hasakah, que ya vivía en condiciones difíciles, no tenía agua para beber o lavarse, y todo esto en medio del Covid-19″, dijo a Arab News Muhammed Baqi, de la Organización Hevy para la Ayuda y el Desarrollo.
“La administración kurda intentó perforar un pozo de agua llamado estación de agua Al Himme, pero no funcionó porque el agua que perforaron no era potable, solo era buena para lavar”, dijo. “La cantidad de agua de este pozo tampoco fue suficiente. Alouk sigue siendo la principal fuente de agua en Hasakah”.
Las disputas sobre el suministro de electricidad a la estación de bombeo de agua de Alouk reavivaron una situación que ya era tensa. Según el Observatorio Sirio de Derechos Humanos (OSDH), organismo de control con sede en Gran Bretaña, la parte turca cortó el suministro de agua a Hasakah para presionar a la AANES para que suministrara más electricidad desde su planta de energía Mabrouka a las áreas controladas por los representantes sirios de Turquía. Pero el Ministerio de Defensa Nacional de Turquía insistió a principios de agosto en que Alouk estaba en mantenimiento y que Hasakah seguía recibiendo agua.
“Aunque la estación de bombeo de Alouk se ha arreglado bajo mediación internacional, Turquía corta regularmente el flujo de agua a las áreas de la AANES y evita que se realicen reparaciones”, dijo Thomas McClure, investigador del Centro de Información de Rojava a Arab News.
Turquía ha cortado el suministro de agua de Hasakah 13 veces este año, según la ONU, para ejercer presión política sobre la AANES. Más recientemente, toda la región de Hasakah pasó dos semanas sin agua y algunos vecindarios pasaron hasta más de dos meses a pesar de los sofocantes calores.
A medida que aumentan los casos de Covid-19 y las temperaturas siguen siendo altas, todos los esfuerzos para reabrir la estación de bombeo de Alouk han fracasado. Mientras tanto, la Media Luna Roja Kurda y otras agencias de ayuda han luchado por encontrar fuentes alternativas de agua para la región.
La estación de agua Al-Himme ofrece una solución parcial pero sólo cubre más el 25 por ciento de las necesidades de la gente.
“La solución a largo plazo es que Turquía se retire del norte de Siria. Es tierra siria. Por el momento, necesitamos una posición internacional sólida contra los ataques turcos”, dijo Bassam Al Ahmad, director de Sirios por la Verdad y la Justicia, una organización no gubernamental que trabaja en la documentación de las violaciones de derechos humanos en Siria.
Las agencias de ayuda locales por su parte acusan a Turquía no sólo de haber violado el derecho internacional humanitario negando a Hasakah el acceso al agua corriente, sino de haber cometido un crimen de guerra. Las estaciones de bombeo de agua y las presas del noreste de Siria ubicadas cerca del frente, deben ser protegidas por ser vitales para el bienestar de la población local.
Según los Convenios de Ginebra y sus Protocolos adicionales, las operaciones militares deben realizarse de conformidad con el derecho internacional humanitario y evitar la destrucción de objetos indispensables para la supervivencia de la población civil, incluidos el agua y el saneamiento.
Hay varias declaraciones de la ONU pidiendo a Turquía que deje de cortar el agua pero ninguna ha tenido éxito. Con sus acciones en la región Erdogan está violando el derecho internacional humanitario.
Por ahora, pareciera que nada va a cambiar. Los pobladores de la región deberán seguir dependiendo del agua que les llegue transportada en camiones por la carretera hasta que la comunidad internacional decida ejercer la suficiente presión sobre Turquía para que abandone esta práctica inhumana y regularice el suministro de agua en la región.
FUENTE: Arab News / Infobae