El pueblo turco ha dado su veredicto. En las elecciones municipales celebradas el domingo 31 de marzo, el AKP (partido del presidente Erdoğan, en el poder desde 2014) sufrió una derrota histórica. Según el propio Erdoğan, este resultado marca incluso un «punto de inflexión» en la política del país.
Hay que decir que estas elecciones fueron una bofetada para el AKP. En las cinco ciudades más grandes de Turquía (Estambul, Ankara, Esmirna, Bursa y Antalya), el CHP (principal partido de la oposición) ganó por un amplio margen. En las elecciones municipales de 2019, el AKP ya había sufrido importantes reveses en las principales conurbaciones del país. Sin embargo, los resultados del domingo tienen un significado totalmente distinto. Con el 37,7% de los votos, el CHP aventaja al AKP en más de dos puntos (35,5%), a pesar de haber recibido un tiempo de antena irrisorio en comparación con Erdoğan, que ha podido expresarse sobre estas elecciones casi sin límites en los principales canales de noticias turcos.
Para el presidente turco, esta derrota supone un revés personal. Intentando capitalizar su (cada vez más discutida) popularidad y unir a la gente a su alrededor, invirtió mucho tiempo y energía en la campaña, sobre todo en Estambul. De hecho, fue alcalde de la ciudad durante la década de 1990, y la ha convertido en el centro neurálgico de la política turca en las últimas décadas.
El alcalde en funciones, Ekrem İmamoğlu, conservó el cargo que ganó al AKP en 2019. Con solo el 39,6%, su principal rival y amigo íntimo del presidente, Murat Kurum, simboliza mejor que nadie el fracaso del partido islamo-conservador en el poder desde hace 22 años. Estos claros resultados también plantean la cuestión de si Erdoğan seguirá en el poder en las próximas elecciones presidenciales, en 2028. Fue reelegido por un estrecho margen en mayo de 2023, con solo el 52,2% de los votos frente al candidato del CHP. Tras 10 años dominando el panorama político turco, parece haber llegado la hora de Erdoğan.
Su sucesor como jefe de Estado bien podría ser İmamoğlu, cuya popularidad y potencial ya no se ponen en duda en Turquía. Sobre todo, la alcaldía de Estambul es un auténtico trampolín hacia el poder. Gracias a su cargo de alcalde, İmamoğlu puede reunirse cada día con miles de votantes, en una ciudad que por sí sola produce el 30% del PIB del país. En medio de una oposición dividida, en la que ningún partido ha conseguido ganarse el apoyo de los demás, el alcalde de Estambul ha logrado imponer su figura y su legitimidad, y espera así unir a los opositores al AKP.
En caso de ser elegido en 2028, İmamoğlu no lo tendrá fácil. Desde 2018, la economía turca se encuentra en un estado desastroso, culpa de una inflación récord y una fuerte depreciación de la moneda nacional, la lira. Como consecuencia de la escalada de los precios, la mayoría de los turcos viven a crédito (sus salarios no les permiten pagar ni los bienes de consumo más básicos). A pesar de los aumentos muy regulares del salario mínimo, esto sólo sirve para desplazar el problema, ya que los precios siguen subiendo. Por causa de la acumulación de préstamos, una gran parte de la población está sobrendeudada, pero no tiene más remedio que seguir por ese camino. El salario mínimo (unos 350 euros) está por debajo del umbral del hambre (la cantidad necesaria para alimentar a un hogar de cuatro personas, o aproximadamente 486 euros).
Sin embargo, las elecciones municipales del 31 de marzo representan un rayo de esperanza para Turquía. Tras años de incertidumbre económica y gobierno autoritario, parece estar surgiendo una oportunidad para el cambio. Mientras tanto, la situación sigue siendo extremadamente complicada, y no muestra signos de mejorar a corto plazo.
FUENTE: Marius Thirion Roszyk / Nueva Revolución
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