A los sucesos ocurridos la última semana en Israel y Gaza se suma una operación militar turca en Siria. Tras el atentado del pasado 5 de octubre contra el Ministerio del Interior, en Ankara, Turquía ha vuelto a apuntar a los territorios kurdos del norte y este de Siria. Como ya ocurrió en noviembre de 2022, tras el atentado de Estambul —cuando una bomba causó seis muertos y 81 heridos—, ahora Turquía acusa de nuevo a la Administración Autónoma del Noreste de Siria (AANES) de este último ataque.
En 2022, el Gobierno turco lanzó una operación militar contra esos territorios sirios, al alegar que el atentado de Estambul se había organizado “mediante una orden que procedía de Kobane”, una ciudad siria situada dentro de la Administración Autónoma, símbolo hace algunos años de la resistencia kurda contra el Daesh o Estado Islámico.
En los últimos días, el ministro de Asuntos Exteriores, Hakan Fidan, declaró que uno de los autores del último ataque es “un terrorista suicida entrenado en Siria”, donde los territorios de la AANES son defendidos por las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS), una coalición de milicias que incluye también a las Unidades de Protección Popular (YPG) y a las Unidades de Protección de Mujeres (YPJ) kurdas.
Estas últimas son consideradas por Turquía como una extensión del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) —calificado como grupo terrorista por Turquía, Estados Unidos y la Unión Europea—, que reivindicó que la acción en Estambul había sido perpetrada por uno de sus brazos militares. Esto bastó para que Ankara lanzase otra operación de ataque contra los territorios de la Administración Autónoma.
La respuesta de las fuerzas de autodefensa fue firme: “No estamos implicados en el conflicto interno de Turquía y no fomentamos la escalada (de violencia)”, declaró Mazloum Abdi, co-comandante en jefe de las fuerzas de autodefensa, quien agregó: “Turquía busca pretextos para legitimar sus continuos ataques contra nuestra región y para lanzar una nueva agresión militar que nos preocupa profundamente”.
Ronahi Afrin, una de las combatientes de las YPJ, reconoce a Público que no se sorprendió cuando los bombardeos la despertaron junto a sus unidades: “Llevábamos mucho tiempo esperando un ataque de Turquía, desde 2016 Ankara intenta invadir y ocupar el norte de Siria, y con las violentas operaciones de 2018 y 2019 también consiguió ganar parte del cantón de Afrin y de las ciudades de Serekaniye y Gire Spi respectivamente”.
La también combatiente de YPJ Rozarin Tolhildan, de 32 años, detalla a este medio: “En los últimos tres años, Turquía ha aterrorizado a nuestro pueblo con ataques asesinos con drones, que han matado a mujeres con funciones importantes en la Administración Autónoma, como Yusra Darwish y su adjunta, Lyman Shiweish”.
Sólo en julio de 2022, ocho mujeres combatientes fueron asesinadas en ataques con drones. “Todo esto ocurrió fuera de los combates, cuando nuestras compañeras viajaban en coche”, recuerda Tolhildan. “Cinco de nuestras combatientes ya han muerto en ataques selectivos este año. En el último ataque, también perdió la vida nuestra comandante, Şervin Serdar”, concluye Tolhildan.
“No entiendo por qué la comunidad internacional no tiene en cuenta estos ataques”, lamenta Afrin. “Recuerdo que durante la guerra de Kobane, cuando nuestras fuerzas luchaban contra ISIS, nuestras fotos, de las combatientes, aparecían en todas las portadas de los principales periódicos internacionales, alabando nuestro heroísmo. Pero ahora, cuando nos asesina el Estado turco, hay un muro de silencio”.
Los ataques de estos últimos días han provocado la destrucción de ocho centrales eléctricas, doce estaciones petrolíferas, dos estaciones de agua y dos hospitales especializados en la Covid-19. Además, fueron dañados los alrededores del campo de refugiados IDP Washokani y cuatro puestos militares avanzados de las FDS.
Farhad Shami, jefe del centro de prensa de las FDS en el norte y el este de Siria, afirma a Público que esta agresión fue planeada con mucha antelación. “Disponemos de información al respecto, basada en conversaciones con diversas fuentes internacionales, en particular de Estados Unidos y Rusia”, indica Shami. “Desgraciadamente, a pesar de ser conscientes de todo, estas potencias no han mostrado la voluntad de intervenir y detener estas agresiones, que han causado una devastación y daños considerables a más de tres millones de personas”.
Desplazados y civiles, bajo el fuego
El ataque en torno al campamento de Washokani obligó a la evacuación de algunas ONG. “Los bombardeos selectivos de los UAV (drones) turcos han tenido un fuerte impacto en los desplazados internos del campamento”, añade a continuación Shami. “Esas personas ya habían sido expulsadas a la fuerza por la ocupación turca de sus regiones originales en Ras al-Ain y Serekaniye en 2019, y ahora son amenazadas de nuevo”.
Los últimos ataques perpetrados por Ankara “han llegado a todos los rincones de la frontera con Turquía, de Derik a Amuda y Qamishlo, de Til Temir a Ain Issa y a Kobane, y por supuesto también a Shehba”, relata Rohani Afrin. “Ahora no es posible predecir cómo serán los próximos días. Estoy segura de que el Estado turco no parará hasta conseguir su objetivo: expulsar de su tierra a la gente que vive aquí”, agrega la combatiente.
“La resistencia de la población me da fuerzas para seguir. Lo tengo claro: pase lo que pase, resistiré con mi unidad. Si comienza una ofensiva, estaremos listas para repeler cualquier ataque contra nuestro pueblo y contra los logros de la revolución de las mujeres”, concluye Afrin.
En esta última operación turca, 45 puestos sanitarios sufrieron grandes daños, al igual que otras infraestructuras civiles. Sin cobertura eléctrica durante las 24 horas del día, las instalaciones sanitarias corren el riesgo de derrumbarse.
Según el último informe de la Media Luna Roja Kurda, la región de la AANES se encuentra ante un nuevo agravamiento de la crisis humanitaria, en curso desde el inicio de la guerra civil siria, en 2011. Dicha crisis, que también ha afectado a esta parte de Siria, corre el riesgo de hacerse incontrolable, señala la organización.
La última operación de las fuerzas turcas destruyó la central eléctrica de Sweida, que alimentaba a panaderías y hospitales de la gobernación de Hasake. Ahora, sin electricidad, tampoco funciona la planta de bombeo y refinado de petróleo de Ermelan, lo que significa que más de un millón de personas se han quedado sin electricidad.
La estación de agua de Alouk, bajo control turco desde 2019, había reanudado recientemente su funcionamiento, tras haber estado bloqueada durante un año por Ankara. Al menos 650.000 personas en la gobernación de Hasake no tienen acceso al agua. La ausencia de agua y electricidad afecta también a la agricultura: 3.500 agricultores corren el riesgo de no poder empezar la siembra de trigo prevista para octubre.
FUENTE: Giacomo Sini / Alessia Manzi / Público
Be the first to comment