Durante el fin de semana el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, anunció que la invasión a los territorios kurdos en el norte de Siria es inminente. Se trata de la profundización de su política sistemática de limpieza étnica kurda. Desde su intervención en la guerra civil siria, el ejército turco se dedicó mucho más a combatir a las diferentes organizaciones y milicias kurdas en ambas riberas del Éufrates que al Estado Islámico.
Mientras se preparaba la ofensiva militar, Donald Trump anunció por Twiter el retiro de las 2.000 tropas norteamericanas en la región, que mantenían una alianza clave para los kurdos de las YPG (Unidades de Protección Popular) que cumplía una función disuasiva hacia este tipo de ataques turcos o rusos. Esta milicia, aliada de Washington, es considerada por Ankara como una organización terrorista, así como las del PKK (Partido de los Trabajadores de Kurdistán), lo que justificaría para Erdogan cualquier ataque militar. En sus filas luchan más de 70.000 soldados, de los cuales el 20 por ciento son aguerridas mujeres que se convirtieron en la pesadilla del Estado Islámico.
Durante las ofensivas del Estado Islámico en el norte de Siria, los kurdos-sirios (YPG) se armaron para resistir las oleadas yihadistas, así como también lo hicieron en el norte de Irak los peshmergas (kurdos iraquíes). En ese momento formaron una alianza con un grupo apoyado por Estados Unidos, formando las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS), logrando recuperar los territorios que controlaba el Estado Islámico, que alcanzan una superficie similar a la de Gran Bretaña.
Frente al aumento de la concentración militar y el prestigio ganado por la resistencia kurda del YPG, que formó la Administración Autónoma del Norte y Este de Siria, Turquía lanzó en 2016 dos operaciones militares para romper el corredor geográfico que unificaba todas las regiones kurdas: Rama de Olivo y Escudo del Éufrates. El objetivo fue dividir cualquier posibilidad de unificación de los territorios que forman parte de un reclamo histórico por la autodeterminación de los 40 millones de kurdos que ocupan el norte de Siria, Irak, Turquía e Irán.
En 2018, la ofensiva contra el cantón de Afrin fue parte de esa estrategia, donde las YPG se replegaron a Manbij para evitar un baño de sangre. Estados Unidos había establecido una alianza con las YPG justamente para poner un freno al avance turco. Si bien Estados Unidos retiró sus tropas para evitar un enfrentamiento directo con Erdogan, Trump lo amenazó con “destruir la economía turca, si se sobrepasan en Siria”, dejando un mensaje a todos sus aliados regionales. Una iniciativa anclada en el lema “América First”, que deja en la incomodidad total a quienes tengan relaciones, que podríamos llamar tácticas, con Estados Unidos, empujándolos a los brazos de actores como China, Rusia o Irán, que anunció su rechazo de forma inmediata a la incursión turca.
Esta decisión de Trump es calificada como unilateral por el Partido Republicano, abriendo una fractura en el partido, en momentos en que el presidente enfrenta un impeachment. Muchos de ellos plantean que la credibilidad de Estados Unidos en el mundo quedaría dañada de muerte. Incluso el presidente del Senado, Mitch McConnell, fiel aliado de Trump, dijo que ha cruzado la línea roja. Según el New York Times, gran parte del congreso se opuso a la retirada de las tropas porque dejaría el terreno allanado a los enemigos de Estados Unidos. Otra de las advertencias, es que unos 12.000 soldados del Estado Islámico que están bajo custodia de las guerrillas kurdas, podrían escapar para reagruparse.
¿Cuál es el objetivo de Erdogan en Siria?
En esta ocasión, el objetivo estratégico turco es el establecimiento de un corredor para refugiados que escapan de la guerra civil en Siria e Irak, que tuvo el centro los combates contra el Estado Islámico. De esta manera formar una “zona tapón”, que fue discutida con Estados Unidos durante el mes de agosto.
Recordemos que en la guerra civil siria participaron distintos actores internacionales con intereses contrapuestos. Rusia en defensa de Al Asad, Estados Unidos y la OTAN contra el Estado Islámico, pero en favor de la caída del líder sirio. Para la Unión Europea (UE), la mayor preocupación son los millones de desplazados que migran hacia las costas europeas. Para frenarlos, la alianza con Turquía es la clave. De esta manera, el objetivo tiene dos rostros: alejar del centro político a los refugiados sirios e iraquíes, y poner un tapón a las milicias kurdas. Además, esta ofensiva de Erdogan responde a la presión del electorado turco que ve con malos ojos que su país albergue tanta cantidad de refugiados, lo que se expresó en el retroceso electoral que sufrió el partido de gobierno durante el 2019. Esto se combina con la presión de los partidos de ultraderecha anti-kurdos, que arengan constantemente con las incursiones militares.
El proyecto de asentamiento está dividido en tres zonas: de Manbij y Kobani hasta Tel Abyad, formando un solo distrito con siete localidades y 65.000 personas. Otra, desde Tel Abyad hasta Serekaniye (Ras al Ayn, en árabe) conteniendo tres distritos, 63 nuevos pueblos y 405.000 refugiados. La última zona llegaría hasta la frontera con Irak, siendo la más grande conteniendo seis distritos y 70 pueblos. En la primera fase, habría 530.000 refugiados reasentados.
En total, se espera que en aquellos asentamientos vivan unas cuatro millones de personas estableciendo la “zona de seguridad”. De esta manera, el plan de Erdogan lograría cambiar la composición étnica del norte de Siria, además que la construcción de estos asentamientos de refugiados vendrá acompañada de una ocupación militar. Una doctrina colonial similar a la israelí en Cisjordania.
Por otro lado, en la región controlada por las YPG, al este del Éufrates, se encuentran los principales yacimientos de crudo de Siria. Esos pozos son una de las aspiraciones principales de Al Asad para reconstruir Damasco y restablecer el control total del país a ocho años de guerra civil. Si Turquía se hace con esos yacimientos, se abre el riesgo de que el conflicto devenga en un conflicto de mayor escala entre ambos países, que ya se enfrentan en la provincia de Idlib.
Operación Primavera de Paz
Las operaciones que comenzaron desde el sábado fueron aprobadas por el parlamento turco por amplia mayoría, exceptuando al kurdo HDP (Partido Democrático de los Pueblos). Los primeros ataques fueron en el norte de Irak, para darle tiempo al retiro de las 2.000 tropas norteamericanas del norte de Siria. En los bombardeos han muerto varios miembros del PKK. Turquía también bombardeó el fin de semana con fuego de obuses y morteros aldeas en Shera, en la provincia de Afrin: Malikiya, Shewarxa e Irshadiya. Son aldeas de suministros de las ciudades principales como Ras al Ayn, que hoy está siendo asediada por el ejército y bombardeada por la fuerza aérea.
En toda esta región del noreste de Siria viven alrededor de seis millones de personas, la mitad del pueblo kurdo. Entre ellos, cerca de dos millones necesitan asistencia humanitaria, y 650.000 han sido desplazados por la guerra, según la ONG Save The Children.
Para resistir el ataque, el lunes miles de personas se han manifestado contra la ofensiva haciendo un llamado a la solidaridad internacional. Temen otra catástrofe humanitaria. Según los datos de las YPG, hasta el momento ya hay 6,2 millones de desplazados internos en el país sirio, y 5,6 millones de refugiados en países vecinos y en Europa. Además, hay 11.000 soldados muertos y 24.000 heridos.
La incursión militar en el norte sirio presenta problemas estratégicos importantes que reacomodarán el tablero geopolítico regional en los próximos años. Erdogan, que viene de dos derrotas electorales donde perdió las alcaldías de Ankara y Estambul, necesita fortalecer el nacionalismo turco. La guerra suele ser la receta más utilizada por estos líderes que por cada derrota económica, fortalecen la represión interna a la oposición política. Las regiones kurdas de Rojava y Kobane, que lograron construir una Administración Autónoma, controlando recursos estratégicos, son una amenaza para el gobierno turco, que si bien goza de superioridad militar, los kurdos cuentan con una larga historia de resistencia que alimenta sus deseos de libertad.
FUENTE: Salvador Soler / La Izquierda Diario