Sur no perdonará a los responsables de su difícil situación

Mi ciudad natal, Sur, se está volviendo más tranquila cada día. Los que se van, se están mudando para ganarse la vida en otro lugar o huyen de las autoridades; los que permanecen, se retiran dentro de sus hogares y tratan de superar este período oscuro en la historia del distrito.

Ahora hace frío en todos los sentidos posibles. Camino por Sur y subo a un punto alto, con vista a mi casa, para ver el último estado de construcción en los seis vecindarios donde continúa el toque de queda: la mayoría de las villas recién construidas están terminadas.

Hay un Sur diferente frente a mí y lucho por encontrar las palabras para darle sentido. Mis pies me llevan a Alipaşa, que fue destruida. Las villas construidas en el lugar del barrio pronto estarán terminadas. Estoy tratando, en vano, de obtener información sobre cuándo estarán terminadas y quién las poseerá.

Todas las personas con las que hablo, se refieren a las dificultades económicas. Estos problemas han superado a todos los demás problemas. El desempleo es alto. Los adultos, a veces incluso los ancianos, han reemplazado a los niños que venden paquetes de pañuelos en las intersecciones de tráfico.

Cientos de empresas cerraron en los últimos cuatro o cinco años solo en Diyarbakır. En la Zona Industrial Organizada de Diyarbakır, las fábricas trabajan de forma intermitente mensualmente. El sector de la construcción, que fue el motor del crecimiento económico de la ciudad y la región durante años, también se ha detenido. Los nuevos desarrollos inmobiliarios quedan a medio construir.

Hablé con uno de los niños que trabajaba los viernes en el mercado de frutas y verduras de mi calle. El año pasado, fue a la ciudad costera occidental de Izmir para clasificar la basura en el verano.

Un grupo de ancianas, cuando el mercado cierra después de las 6 de la tarde, limpian las frutas y verduras podridas que se tiran y las guardan en sus bolsas.

Una de ellas recoge con cuidado del suelo las ramas de perejil. Ella me dice que uno de sus nietos está estudiando en la universidad en el oeste, y que está cuidando a los demás porque su hijo está en la cárcel y su esposo los dejó. Ella dice que va a usar el perejil para hacerles sopa.

“De alguna manera nos ganábamos la vida antes de que Sur fuera destruido. Ahora todo se ha ido”, me dice.

Visito Diyarbakır House, un hermoso café con vista a estos barrios en ruinas. La iglesia armenia de St. Giragos está en proceso de renovación; sus alrededores están cerrados y son visibles desde detrás de una barrera de alambre. El fideicomisario (interventor) designado por el gobierno actual no hace grandes promesas como el anterior. No hay más carteles colgados de las ruinas, que dicen: “Sur está siendo revitalizado”.

La calle principal de Sur sigue tan animada como siempre y es un lugar popular para la mayoría de los que visitan Diyarbakır. Pero parece que nadie que pasea por la vía se pregunta qué pasó con el distrito. Si caminan a solo 100 metros de un lado de la calle, se encontrarán con barreras y tendrán una idea de lo que sucedió aquí. Quizás no quieran enfrentarlo, quién sabe.

Entro en Çarşîya Şewîti, el histórico distrito de Sur. Ha sido uniformado por trabajos de restauración durante los últimos tres años, y ahora debes buscar para encontrar una tienda que conoces desde hace años. Todas las tiendas tienen el mismo aspecto: bordes de basalto, vidrio en el medio, partes superiores de madera. El bazar parece desalmado, ya que las viejas piedras de basalto hechas a mano fueron reemplazadas por otras manufacturadas.

Hablo con algunos de los comerciantes, que dicen: “Ningún turista visita, muy pocos lo han visitado desde la demolición”.

“El poder adquisitivo de la gente local ha disminuido demasiado, vienen y miran, pero no pueden comprar nada”, agrega uno.

Antes de regresar a casa, camino por el mercado de yogurt cerca del área prohibida, cuyas barreras de alambre circundantes han sido fortificadas con aluminio, por lo que ya no es visible desde el exterior.

Esto me molesta. Busco un agujero en el aluminio para poder asomarme. Otra mujer, como yo, está buscando un agujero a derecha e izquierda de la hoja.

-¿Eres de aquí?

-Sí, ¿y tú?

-Yo también.

Saca unas tijeras de su bolso.

-Perforemos un agujero.

-Vamos.

Cada una de nosotras saca una piedra del suelo. Con las tijeras y las piedras en la mano, intentamos hacer un agujero en la barrera entre nosotras y el resto de Sur.

Cuando miramos, la vista es horrible. Un lado no se ha limpiado completamente de escombros; algunos de los edificios todavía están en ruinas, las huellas del conflicto de hace cinco años aún son evidentes. La sección del medio está vacía, ni una calle ni un indicio del pasado. 

Las lágrimas caen de los ojos de la mujer.

-Mi casa estaba allí.

-Lo siento mucho.

-Nunca perdonaré a los que fueron instrumentales a esto.

Parece que Sur nunca perdonará lo que le hicieron.

FUENTE: Nurcan Baysal / Ahval / Traducción y edición: Kurdistán América Latina

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