Las elecciones presidenciales turcas del domingo pasado, en las que se impuso Recep Tayyip Erdogan, ya cuentan con su primera víctima política. Pero no se trata del candidato Kemal Kiliçdaroglu -que en la noche electoral ni dimitió, ni felicitó al ganador- sino de uno de los principales apoyos externos de este. Selahattin Demirtas, la carismática figura encarcelada del pro-kurdo Partido Democrático de los Pueblos (HDP), abandona la política.
Así lo ha comunicado Demirtas, de 49 años, en una carta facilitada a los medios. En ella también carga contra la campaña de su formación, que ha perdido cientos de miles de votos y varios diputados en comparación con 2018, cuando él fue -desde su celda- uno de los seis candidatos presidenciales.
Demirtas fue encarcelado a finales de 2016, acusado de incitar con sus discursos los disturbios que, dos años antes, habían provocado entre 43 y 53 muertos -la mayoría kurdos- en el sudeste de Turquía. En aquellas fechas, la localidad kurdo-siria de Kobane se encontraba asediada por Estado Islámico (ISIS) y el ejército turco impedía que milicianos kurdo-turcos cruzaran la frontera en su auxilio.
Se da la circunstancia de que Demirtas pudo ser encarcelado porque, pocos meses antes, el Partido Republicano del Pueblo (CHP), ya encabezado por Kiliçdaroglu, había unido sus votos a los de la mayoría gubernamental para que, con una mayoría de dos tercios, pudiera reformarse la Constitución. El objetivo no era otro que permitir el levantamiento de la inmunidad de decenas de diputados del HDP “a fin de investigar presuntos vínculos terroristas”. Es decir, con la guerrilla del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK).
El Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH) dictaminó en 2020 en contra de aquel levantamiento de la inmunidad parlamentaria, e instó a Turquía a dejar en libertad a Demirtas. Sin embargo, en la misma noche electoral del domingo, Erdogan, ante decenas de miles de simpatizantes que le aclamaban frente al palacio presidencial de Ankara, se refirió explícitamente a Selahattin Demirtas. “Nunca será liberado mientras sea presidente”, dijo, mientras la multitud reclamaba “pena de muerte para Selo” (alias del político de lengua zaza, que se identifica como kurdo).
El HDP, cuyos candidatos se presentaron bajo las siglas de ocasión de Partido de la Izquierda Verda (YSP) para sortear una posible ilegalización, obtuvo 4,8 millones de votos en las últimas elecciones legislativas, un millón menos de votos que en 2018, pese a la participación mucho mayor (casi cinco millones de votantes más). También es cierto que en localidades del oeste, los votos y los diputados fueron para su socio de coalición, el Partido de los Trabajadores de Turquía (TIP), pero el retroceso está claro.
Tanto es así que si no hubiera sido por el cambio legislativo introducido hace unos meses por la mayoría gubernamental -que después de 40 años rebajó el umbral para obtener representación del 10% al 7% de los votos en todo el país- la izquierda kurda podría hoy ser extra-parlamentaria. Aunque supera por poco el 10% sumando los votos del TIP y otros partidos comunistas, por su cuenta recabó apenas el 8,8%.
En cualquier caso, el encaje kurdo en Turquía ni siquiera es reconocido abiertamente como un problema político, pese al voto diferencial en el sudeste del país. La propia oposición, derrotada en las elecciones, no había formulado la más mínima propuesta de encauzamiento del problema, aunque se daba por descontado un pacto que facilitaría excarcelaciones.
El apoyo táctico del frente kurdo al candidato del CHP ha sido esta vez mucho más abierto que en las municipales de 2018, cuando la oposición logró así arrancara las alcaldías de Estambul y Ankara a los islamodemócratas.
La petición explícita de voto por parte de Demirtas para su paisano Kiliçdaroglu (de la misma remota provincia de Dersim) habría tenido efectos negativos, ya que ha sido instrumentalizada con éxito por el partido de Erdogan, que ha asociado mitin tras mitin a su rival del CHP con “los terroristas”.
El propio movimiento kurdo también tiene motivos para la reflexión, empezando por la merma de apoyo electoral, pese a su crecimiento demográfico. Parece que la falta de candidato propio habría desmotivado de entrada a una parte de su electorado, reacio a votar a los kemalistas -nacionalistas turcos, por muy laicos que sean- por motivos “tácticos”. Para más inri, el pacto de Kiliçdaroglu con la extrema derecha turca para la segunda vuelta, a fin de rebañar votos del tercer candidato eliminado, desmovilizó a todavía más nacionalistas kurdos. Entre un 5% y un 10%, según las provincias.
FUENTE: Jordi Joan Baños / La Vanguardia
Be the first to comment