Cuando se cumplen ocho años desde el estallido de la guerra en Siria, el rostro más visible de la insurrección kurda en el país comparte su visión sobre un conflicto que marca un antes y un después en el devenir de Oriente Medio. Mientras tanto, los kurdos siguen apuntalando una casa que defienden de prácticamente todo el mundo.
De Salih Muslim Muhammad (Kobani, 1951) se podría decir que “siempre estuvo allí”: conoció las cárceles de Baashar Al Assad, sufrió sus torturas y sobrevivió a todo aquello para liderar a su pueblo durante aquella encrucijada histórica que se bautizó como “Primavera Árabe”. No fue una apuesta fácil entonces, y aún hoy se sigue sin vislumbrar tierra desde cubierta. Durante la travesía perdió a muchos de los suyos, entre ellos su hijo Servan, asesinado por un francotirador del Frente Al Nusra a la edad de 19 años.
Hoy, Muslim actúa como responsable de Relaciones Internacionales y portavoz del Partido de la Unión Democrática (PYD). Cuando la revolución siria se convirtió en guerra civil, la única región relativamente calma fue el noreste del país, de mayoría kurda. El territorio, fragmentado en tres cantones (Yazira, Kobani y Afrin) pasó al control del aparato pilotado por el PYD, con las YPG convertidas en la única fuerza armada legitimada para proteger el territorio. Las YPG son también la columna vertebral de las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS), la fuerza mixta que recibe apoyo de Estados Unidos en la lucha contra el Estado Islámico (Daesh).
Salih Muslim nos recibe en su oficina a las afueras de Qamishlo, a un puñado de metros de la vecina Nusaybin, que está en el lado turco de la frontera. Desde allí vemos uno de los barrios que Ankara destruyó durante una ofensiva de 2016 contra los kurdos del norte. Conocemos a Muslim desde hace más de una década y sabemos que, si bien es capaz de esgrimir una tímida sonrisa bajo su frondoso bigote, su rostro rara vez refleja desdén, dolor o frustración. Lo mejor es escucharle.
-“Primavera Árabe”: ¿Cuánto hubo de espontáneo y cuanto de fabricado en todo aquello?
-Los sirios, los libios, los tunecinos, los egipcios… todos necesitaban una revolución para acabar con décadas de dictadura y regímenes despóticos. Los poderes hegemónicos lo sabían y trazaron un plan para reorganizar Oriente Próximo activando a aquella gente. Se decidió que lo más conveniente era hacerlo a través de los Hermanos Musulmanes: no solo no se les enfrentarían, sino que se adaptarían a los cambios impuestos.
-¿Cuándo se empezó a trazar ese plan?
-Ya en 1995 se detectaban cambios significativos en la sociedad, como la propaganda religiosa que hablaba de sustituir a los regímenes. Sin ir más lejos, la propia cadena Al Jazeera se estableció entonces. Eran los años en los que estallaron las revoluciones “de colores” en Europa. Se quiso llevar el experimento a Oriente Próximo pero, claro, hablamos de escenarios muy distintos.
-¿Puede explicarse?
-En Túnez fue fácil y se pudo hacer en 25 días, pero regímenes como el de Libia eran muy profundos, y se necesitó una intervención militar de la OTAN. Se escogió a Turquía como actor principal para ejecutar los planes de las potencias internacionales. Ankara no estaba involucrada en Túnez, pero sí en Libia, y todavía sigue interviniendo en Egipto a través de los Hermanos Musulmanes. Y, por supuesto, en Siria.
-¿Qué ocurrió en Siria?
-Cuando estalló la guerra aquí, en el PYD teníamos una idea más o menos clara de lo que pasaba. Nosotros también queríamos una revolución que trajera cambios, pero no con los Hermanos Musulmanes; queríamos derrocar al régimen pero no destruir Siria. Desde el principio rechazamos cualquier acercamiento tanto a organizaciones islamistas como al régimen, así que optamos por una tercera vía. Lo que no sabíamos es que, ocho años después, la cuestión kurda se convertiría en un obstáculo para la paz en Siria.
-La suya fue una apuesta difícil de entender ya que Mubarak, Ben Alí, Gadafi… todos iban cayendo en cascada. Se daba por hecho que Asad se sumaría a la lista antes o después.
-Es imprescindible conocer bien al enemigo. Los servicios secretos de Asad tenían que proteger al régimen: hablamos de unas 160.000 personas, y eso sin contar la red de confidentes, tanto los pagados como los forzados. Pensamos que harían falta al menos dos años para que cayera el régimen, que no sería fácil a pesar de lo que pensaba el resto del mundo.
-La autoproclamada “oposición siria” los acusó a ustedes de “traición”.
-A la oposición le queremos recordar que nosotros también somos oposición, y que en Siria no ha habido más revolución que la de los kurdos. El resto no sigue unos principios democráticos: no reconoce los derechos elementales de la sociedad, de los pueblos, de las mujeres… Por otra parte, el régimen tampoco tiene ningún plan para el futuro de Siria mientras que nosotros tenemos una administración articulada con un proyecto sobre la mesa que habla de la descentralización y de reformas constitucionales que ayuden a democratizar el país.
-Y esta administración no le gusta a Turquía…
-Dado que nosotros no podemos viajar a Turquía a reunirnos con ellos por razones obvias (Ankara ha puesto precio a la cabeza de Muslim), los hemos invitado a venir aquí, pero siempre se han negado. Nuestra revolución aún está inconclusa, pero la semilla está plantada. Solo cuando consigues establecer vínculos entre árabes, kurdos, siriacos, etc. puedes esperar el cambio profundo que necesita el país.
-Otros hablan de “expansionismo kurdo”: extender su dominio a zonas que nunca han sido kurdas, como Raqqa o Deir Ezzor.
-Antes se veía a los kurdos como gente que debía obedecer a los árabes pero luego vieron que les ayudamos a liberarse del yugo islamista en lugares como Manbij o Raqqa. Nadie ha dicho jamás que Raqqa sea una ciudad kurda. Precisamente, hace unos días hubo una protesta en Taqba contra el régimen y contra Turquía. La gente allí, árabes en su gran mayoría, prefiere que las Fuerzas Democráticas Sirias sigan desplegadas allí.
-A pesar de sus supuestos planes de paz nunca se les invitó a ninguna de las conferencias de paz celebradas en Ginebra, Sochi o Astana. ¿Por qué?
-Desde 2013 estuve en Ginebra muchas veces. Un periodista me preguntó una vez si me habían invitado y le dije que no, pero que igual alguien llamaba a nuestra puerta por equivocación. Nunca ocurrió. Las potencias tenían su plan, y los que se sentaban en la mesa cada uno el suyo, pero ninguno incluía a los kurdos. Cuando nos quisieron invitar, Turquía consiguió vetarnos porque no quiere un proceso de paz en Siria. Antes de Astana hubo dos reuniones y participamos, pero Turquía consiguió expulsarnos. Los rusos se nos acercaron para Sochi pero Ankara consiguió echarnos una vez más.
-Y entre conferencia y conferencia, llegaron los americanos.
-Es cierto, pero quiero subrayar que los americanos no nos construyeron ni nos organizaron, sino que lo hicimos nosotros mismos. Llevábamos años defendiéndonos antes de que llegaran a Siria. Cuando los americanos descubrieron que los turcos estaban apoyando a los yihadistas intentaron construir un contingente árabe, pero no funcionó. Luego descubrieron que los kurdos eran serios y competentes en la lucha contra el Daesh y que contábamos con nuestros propios recursos. Así surgió un compromiso, un acuerdo mutuo para luchar contra el terrorismo.
-¿En qué situación los deja a ustedes una eventual retirada de las tropas estadounidenses del territorio?
-Nunca les pedimos protección y, además, sabíamos que esa decisión llegaría antes o después. No obstante, ellos mismos se fijaron tres condiciones: derrotar al Daesh, expulsar a Irán de Siria y conseguir la estabilidad en Siria. ¿Cuál se ha cumplido? El califato ha caído, pero el Daesh tiene células durmientes por todo el territorio que actúan constantemente. Por el momento Trump dice que dejará un contingente de 400 soldados, pero eso nunca ha sido una preocupación porque nunca llegaron a tener más de 2000.
-¿Y ustedes?
-Nosotros contamos con un Ejército capaz de defender el territorio; piense que los americanos nunca pisaron Kobani, sólo nos dieron cobertura aérea. En realidad, eso es lo que necesitamos para evitar un nuevo episodio como el de Afrin. Aun así, nuestra gente resistió 58 días el ataque de la OTAN a través de Turquía. Sería deseable una zona de exclusión aérea para evitar algo parecido.
-Erdogan propone una zona de seguridad de 30 kilómetros
-¿Una zona de seguridad para quién? Mire lo que ocurrió en Afrin, que dejó el territorio en manos de islamistas. ¿Van a traerlos también aquí? Nosotros queremos una zona segura para la gente.
-Pero Turquía también tenía un plan para incluir tropas kurdas en esa zona de seguridad.
-Hablaron de un combinado mixto de Roj Peshmerga y tropas del Ejército Sirio Libre. Los Roj Peshmerga son jóvenes que escaparon de Rojava, muchos de los cuales se fueron a vivir a Damasco y otras ciudades tras 2004 buscando oportunidades. Cuando empezó la guerra no tenían nada y se fueron a la Región Autónoma Kurda de Iraq atraídos por la propaganda de Barzani, quien reunió una fuerza de 1700 soldados con salarios de 700 dólares. Nos negamos porque si tienes dos fuerzas en un territorio habrá inevitablemente conflicto entre ellos. En las FDS hay árabes, kurdos, siríacos… pero todos bajo un solo mando.
-Otra opción es un acuerdo con Damasco. ¿Cómo van las negociaciones?
-Que tengamos un canal abierto con el régimen demuestra, entre otras cosas, que ni obedecemos a los americanos ni dependemos de ellos. Hace dos años ya hubo encuentros con Damasco, e incluso antes se produjeron otro más técnicos para el despliegue de tropas en Alepo para defender los barrios kurdos, levantar checkpoints en zonas mixtas, etc. Una delegación nuestra visitó Moscú recientemente con una hoja de ruta que fue muy bien recibida por los rusos.
-¿Qué le propusieron a Moscú?
-Insisto en que nunca buscamos romper Siria sino su descentralización, así como una renovación democrática no sólo para los kurdos sino para todos los sirios. El problema es que Asad tiene las manos atadas dado que cualquier decisión suya necesita del visto bueno de Moscú y Teherán. Esto es un problema porque pienso sinceramente que contamos con la única propuesta sobre la mesa que puede traer la paz a Siria.
-Con permiso de Turquía.
-En el ámbito político, las directrices de Ankara han sido muy claras: no hablar nunca de los kurdos, ni tampoco con ellos. Desde el día uno de la guerra, Turquía se convirtió en un refugio para la oposición, para sus políticos, sus milicias e incluso para sus ONGs. Armó y entrenó a combatientes de todo el espectro islamista, desde Al Qaeda hasta el Daesh, y les ordenó exterminar a los kurdos. Tras la debacle islamista en Kobani, Turquía se vio forzada a intervenir y ocupar Jarabulus y Afrin, en el norte de Siria para continuar con sus políticas de alterar la demografía de la región y poner fin a la existencia de los kurdos.
-¿Cuál es la finalidad de todo este despliegue?
-Turquía sufre de “kurdofobia” y ve a todos los kurdos como miembros del PKK que han de ser eliminados. El Estado turco no puede establecer una relación normal con nadie que no hable del PKK como una “organización terrorista”: el que no lo haga también es un terrorista a los ojos de Ankara. Hablamos de una inquina que nace con la imposibilidad de acabar con la insurrección kurda en Turquía. Así, una solución política en Siria pasa primero por una solución política en Turquía. Y esta es solo posible si el Estado turco se reconcilia con sus kurdos.
De posible aliado a enemigo
Cuando la revolución siria se convirtió en guerra civil, la única región relativamente calma fue el noreste del país, de mayoría kurda. Pasó al control de las milicias YPG, formadas al amparo del proyecto político del PYD, en lo que parecía una repetición de lo ocurrido en la región autónoma kurda en Iraq. Incluso parecía un momento que algún tipo de autonomía de facto kurda podría contar, tal y como ocurre con el Gobierno de Masud Barzani en Erbil, con el respaldo de Turquía. En 2013 y 2014, la prensa turca informaba de visitas de Salih Muslim a Ankara, donde negociaría con altos cargos del Gobierno turco. Pero en 2016, las tornas cambiaron: la Fiscalía acusó a Muslim de estar vinculado a un atentado suicida cometido en Ankara en febrero de ese año que causó 20 muertos y que fue atribuido al PKK. Puso un precio de 850.000 euros a su cabeza y emitió una orden de detención internacional a través de Interpol. En 2018 pidió su extradición en varias ocasiones a Alemania, Suecia y República Checa, sin éxito. Muslim fue detenido en Praga durante unos días en febrero de 2018, pero luego liberado.
FUENTE: Karlos Zurutuza / Gara / M’Sur