“Por qué no váis a las manis y las acciones? Sólo hay anarquistas y, lo peor de todo ¡es porque se piensan que esto es una revolución anarquista!”. Medio en broma, medio en serio le comentaba esto un día a mis compañeras, rojas e indepes como yo, ya que no las veía en las fotos que me llegaban de las acciones en solidaridad frente a la invasión turca de Rojava.
Más allá de las bromas, es cierto que la solidaridad con la cuestión kurda en nuestro territorio se ha materalizado, sobre todo, desde colectivos y personas vinculadas a alguna corriente más identificada con el anarquismo que con el comunismo y el independentismo. Y aquí también lo veo, en las personas que me encuentro que vinieron aquí desde nuestra tierra, ya que la mayoría son de ideología anarquista.
Cabe decir, aun así, que una fuerza motora importante en los últimos años de esa solidaridad, y sin caer en estas diferencias políticas, han sido las militantes y colectivos feministas, que han visto en la Revolución de las mujeres del Kurdistán un referente y han dado respuesta a las llamadas a la solidaridad con más efectividad y persistencia que otros agentes políticos. Parece que tanto aquí como allí, las mujeres siempre marcamos el camino.
Después de conocer más a fondo el movimiento kurdo, hay un par de elementos que me resultaban aún más sorprendentes respecto a cómo se materializa la solidaridad con la causa kurda en nuestro territorio, y que no dejan de ser síntomas de factores que tiñen nuestros movimientos políticos, más allá del internacionalismo. Sin ánimo alguno de fomentar la construcción de más fronteras políticas entre actores que, en un futuro más cercano que lejano, deberíamos dar los pasos que reduzcan la constelación de grupos políticos que forman un Big-Bang de energías esparcidas que no parecen estar generando el mundo nuevo que queremos, me gustaría poner estos temas sobre la mesa.
Dos de los aspectos que nos generan más disensos entre las organizaciones adscritas al comunismo independentista y al anarquismo, son precisamente, por un lado, la cuestión nacional, y por el otro el modelo organizativo (tanto de nuestros propios grupos políticos como de la sociedad que prefiguramos, con la ausencia o presencia del Estado como puntal de ese debate).
No podía evitar recordar todos los insultos, comentarios con sorna y el alejamiento en general, que provocó respecto a una parte del movimiento afín al anarquismo el llamado procés en Catalunya. La supuesta “unidad nacional”, que se materializaba en manifestaciones, actos y plataformas transversales, y que nos provocaba un poco de urticaria a todas (posiblemente porque veíamos difícil ganar la batalla ideológica a corto plazo), era motivo para desaccreditar al movimiento independentista y sentirse por encima de él, ya que eran demasiado buenos para mezclarse con esos pequeñoburgueses. En cambio, no produce ese alejamiento el Movimiento de Liberación del Kurdistán, a pesar de que se basa de una manera mucho más clara en la unidad nacional que lo que ha sido estos últimos años el procés.
Algunas anarquistas -dejo a un lado a la socialdemocracia española, porque es un tema aparte del que podemos hablar otro día-, que decían que la independencia era cosa de Artur Mas, que se rasgan los ojos cuando algún independentista dice alguna tontería y envían al independentismo al lugar de las cosas poco puras, donde no nos queremos meter a ensuciarnos, muestran su compromiso con la causa kurda (y palestina, y saharaui, y de muchos otros pueblos oprimidos) a pesar de que presenta iguales defectos en las ideologías y prácticas de aquellos que la desarrollan, a todos los niveles. La apoyan a pesar de que yabo*, welat parez*, que nos acoge en su casa y que apoya la Revolución como el que más, de manera simbólica y material, tenga incontables trabajadores a su cargo; a pesar de que otro yabo nos diga que el problema de la situación de la mujer son los árabes, mientras su hija de 17 años se encarga de todas las tareas del hogar cuando él está sentado contándonos batallitas; a pesar de que Barzani también apueste por la libertad nacional de las kurdas. A pesar de esas y muchas más contradicciones, muchas compañeras anarquistas ven más (igual que veo yo) lo que queremos construir y no las dificultades que ahora nos encontramos, porque obviamente es un proceso largo y en el que nos toparemos con muchos obstáculos, ya que no podemos esperar que la sociedad nueva se forje de la noche a la mañana. ¿Pero dónde están esas anarquistas entonces cuando se trata de luchar por nuestra propia libertad como pueblo? ¿Por qué luchan por defender la libertad y protección de la lengua y culturas kurdas, pero luego hacen los carteles con los que convocan actos en Barcelona en solidaridad con esa defensa en castellano?
Está claro que en Rojava, aunque tengan clara la unidad nacional, la fuerza dirigente es un partido de origen marxista-leninista, y que se ha reinventado en los últimos años asumiendo una línea ideológica propia, que incluye ideas del municipalismo libertario de Murray Boockin, entre otros autores y autoras, y que en nuestro territorio no podemos decir lo mismo. Pero parece interesante plantearse cuándo y dónde ponemos la línea que hace que consideremos que un espacio político, que nace y se desarrolla en el contexto social (material e ideológico) de nuestro pueblo o de otros pueblos del mundo, tenga para los objetivos revolucionarios posibilidades de avanzar o no. ¿Acaso la lucha en Rojava tiene más sentido que la lucha por la liberación de los Països Catalans? ¿O es que cuando la hegemonía política de un proyecto revolucionario está labrada es más fácil que cuando nos toca aún picar mucha piedra para que el proyecto revolucionario sea hegemónico también en la idea de construcción nacional de nuestro pueblo?
Porque es bien cierto que aquí no sólo luchan personas kurdas, a la vez que es cierto que muchas kurdas luchan por defender su propia existencia como tal. Y se trabaja duro para que todo el mundo entienda que la liberación del Kurdistán pasa por la construcción de una nación democrática, con participación de todos los grupos étnicos y religiosos, con la liberación de la mujer y la conciencia ecológica como requisitos para que la libertad nacional sea posible. Un trabajo que parte de que no podemos esperar el cambio, sino que salimos de nuestro espacio, dónde es fácil darnos la razón las unas a las otras, y vamos a buscarlo, a propiciarlo. Lo hacemos aceptando la realidad ideológica de la que partimos como sociedad, asumiendo las contradicciones como lugares incómodos pero necesarios para sacar a flote el debate y convencer, sumar, avanzar. Y no, a pesar de ese trabajo arduo, de momento no todos y todas las kurdas piensan así, y eso no invalida su reivindicación nacional; en todo caso la cuestión será analizar los errores cometidos, ya que como revolucionarias esa es precisamente nuestra responsabilidad.
La otra cuestión es la de la organización. La Revolución en Rojava parecía una revolución popular espontánea, donde de un día para otro habían decidido generar un sistema de estructuras descentralizadas y democráticas, donde no había presencia de Estado alguno. Pero me pregunto yo, ¿no es la Administración Autónoma una manera de Estado? ¿No son las YPG/YPJ su ejército regular? ¿No son los Asayş su policía? ¿No tienen un sistema de Justicia? La Revolución sin Estado se deshacía ante los ojos de tantas compañeras antiestatistas que venían aquí, a la vez que no hacía perder la ilusión en el proyecto ya que no invalidaba que realmente se estén poniendo esfuerzos por construir esas estructuras democráticas descentralizadas y que se ponga en primera y última instancia aquello que beneficia a la población. Porque al final, aquello que lo diferencia son los intereses y valores que hay detrás, que en este caso son los de la Humanidad frente a los intereses de los Estados-nación como baluartes del capitalismo y el patriarcado, valores que te hacen caminar en una u otra dirección aunque te quede mucho por recorrer hasta llegar a destruir realmente cualquier vestigio del Estado.
Y de otra parte, no se trataba para nada de una revolución espontánea. La población de Rojava no es naturalmente más revolucionaria ni han nacido con un ADN asambleario. Sí que es cierto que las estructuras sociales comunales se conservan más que en la sociedad capitalista más desarrollada de nuestro territorio, pero también está presente el feudalismo de las tribus, que no pocos problemas causan para el desarrollo de la Revolución, especialmente en el ámbito de la liberación de la mujer. La Revolución en Rojava ha sido liderada claramente por un actor principal, el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), que se basa en un claro modelo de Centralismo Democrático. ¿Por qué algunos movimientos y organizaciones en nuestro territorio somos vistas como demasiado centralistas, demasiado jerárquicas, o se dice de nosotras que nos hemos vendido por presentarnos a las elecciones, pero cuando el movimiento que cuenta con esas estructuras o se presenta a elecciones habla otra lengua y se encuentra lejos, nos parece la más legítima y acertada de las luchas?
Y ese mismo humo sobre el proyecto del norte de Siria hace que las comunistas e independentistas en nuestro territorio no veamos a menudo la potencialidad de la Revolución que aquí se desarrolla. ¿Por qué defendemos la libertad de nuestro pueblo y en cambio no luchamos con decisión y compromiso por la libertad de todos los pueblos del mundo? ¿Es porque han cambiado la hoz y el martillo por una estrella roja? ¿Porque hablan de Confederalismo Democrático en lugar de hablar de Estado socialista? ¿Quizás porque hicieron un pacto militar con los Estados Unidos, mientras llevamos orgullosas camisetas de la URSS y no las tiramos porque un día se firmó el pacto Molotov-Ribbentrop? ¿No nos pueden servir de referente o inspiración precisamente aquellas que han podido articular un movimiento de liberación nacional internacionalista y revolucionario?
En fin, que ojalá la próxima foto que me llegue desde Barcelona tenga muchos más colores políticos, tanto la manifestación por Rojava como también en las que se enarbole la estelada.
Notas:
*Yabo: significa “padre”. En Rojava es común llamar a todos los hombres mayores así, de la misma manera que a las mujeres mayores se les llama “Yade” (madre).
*Welat parêz: literalmente “defensor del país”, “patriota”; podríamos traducirlo más apropiadamente en nuestro contexto por “defensor de la tierra”. Personas y familias afines a la Revolución y a la defensa del pueblo kurdo, que apoyan esta lucha de muy diferentes maneras (participando de las manifestaciones, entierros u otro tipo de actos, enrolándose en las unidades civiles de autodefensa, económicamente, poniendo sus casas o recursos a disposición del movimiento, etc.).
FUENTE: Aurora Picornell / Buen Camino / El Salto Diario