Jiyan es una internacionalista alemana que, después de la masacre de Shengal y el ataque sobre Kobane en 2015, decidió viajar al norte de Siria para unirse a la revolución confederalista democrática impulsada por el movimiento de liberación kurdo. Actualmente, desarrolla tareas como sanitaria en primera línea del frente. Hemos hablado con ella sobre el impacto del coronavirus en Rojava, el concepto de salud en la revolución, la fuerza transformadora del movimiento de mujeres, y las dificultades de construir una alternativa a la crisis del capitalismo en Europa.
-¿Puedes ponernos un poco en contexto? ¿Cómo está la situación aquí en el frente, en qué punto está la guerra?
-Esta es la última línea de frente desde el inicio de la ofensiva del año pasado. Aquí, por ejemplo, hay un barrio que es de los çete (yihadistas) y todavía hay numerosos ataques, la mayoría de veces con armamento pesado, aunque también ligero. A nivel más general, ahora están habiendo muchos movimientos. Hay movimiento de aviones de guerra, hay movimiento en el otro lado del frente, sabemos que los soldados turcos están construyendo más posiciones, recambiando tropas, haciendo trabajos de reconocimiento. Los drones siguen volando, los rusos y los americanos patrullan con los turcos, una gran parte de todo esto va de recoger información. Así que pensamos que después de esta situación del coronavirus tendremos de nuevo una escalada en la guerra. Al mismo tiempo, el Estado Islámico se está reorganizando, especialmente en la región de Deir Ezzor, los ataques y las amenazas son de nuevo parte del día a día allí. Todavía hoy se arrestan a sus células durmientes en los cantones de Cizire y Kobane. La(s) guerra(s) a las que nos enfrentamos aquí tienen estas distintas partes.
-¿Das por sentado entonces que Turquía continuará tratando de ocupar nuevos territorios?
-Para Turquía la cuestión no es atacar o no, la cuestión es cuándo hacerlo. Si las condiciones son propicias, entonces lo harán. Depende también de las relaciones entre ellos y sus aliados políticos y militares.
-¿Cómo influye en todo esto la pandemia?
-Bueno, por un lado, si miramos la situación del mundo, todo el mundo está ahora pendiente del coronavirus. Miras las noticias y es corona, corona, corona. Entonces, si ahora todo Rojava (o cualquier otra parte del mundo) arde, lamentablemente nadie estará interesado en ello. Por otro lado, cuando bombardean las infraestructuras eléctricas o el suministro de agua, se trata de eso, ¿no?, de afectar a la moral de la gente, de asustarla, de poner presión en sus necesidades vitales diarias. Quiero decir, si piensas en una ciudad tan grande como Heseke, un solo día sin agua… Especialmente en una situación de pandemia, durante la cual tienes que limpiarlo todo cada día, aparte de tu necesidad de beber agua, todo esto es una clara estrategia de guerra contra la gente del norte y este de Siria.
-¿En general, cuál ha sido la respuesta en Rojava ante la amenaza de un estallido pandémico?
-Al empezar esta situación con el Covid-19, la reacción fue: vamos a pararlo todo, todas las estructuras militares tienen que parar sus tareas “activas”, porque en primer lugar estamos todos confrontados con la amenaza de este virus, que a día de hoy es un “enemigo” que no está muy claro cómo es. Así que por seguridad y protección, paramos y tratamos de hacer consciente a todo el mundo de lo importante que es seguir unas normas de autoprotección. Por ejemplo, en nuestra zona fuimos a todas las unidades y les explicamos la situación, la amenaza, cómo protegerse, el protocolo a seguir si hay compañeros con síntomas, etc. Entonces, se trata de organizar el equipamiento médico y también de dar información para que la gente pueda elaborar por sí misma material de limpieza y protección. Todavía está ahí el embargo, no tenemos demasiados recursos, sólo el hecho de conseguir mascarillas para todos fue y sigue siendo imposible.
Lo que también hemos experimentado es que se trata de convencer a una sociedad altamente sociable, para actuar de una forma totalmente antisocial (nada de encajadas de manos, ni abrazos, ni besos, distancia, nada de reuniones o visitas, formas distintas de comer y de beber). Explicar la importancia de implementar todo esto fue bastante complicado.
Porque cuando miras a las Unidades de Cuidados Intensivos de aquí, las plazas disponibles… Tenemos 40 respiradores, esto significa que solo podemos asumir 40 casos graves que necesiten respiración asistida, significa que el resto no va a tener un tratamiento adecuado hasta que el respirador quede libre, lo cual probablemente será porque esa persona ha muerto… Por lo tanto, hay razones muy concretas para estos protocolos de protección y para el confinamiento.
-¿Entonces las medidas son como en Europa?
-Bueno, aquí también hay confinamiento y los únicos establecimientos abiertos son los que venden cosas que la gente necesita, como tiendas con comida, farmacias, tiendas con útiles necesarios para trabajar la tierra… También tenemos Asayis (fuerzas de seguridad internas) controlando que la gente respete el confinamiento, así que cuando lo miras de una forma un poco superficial, todo tiene la misma forma, claro, pero por otro lado tienes estructuras diferentes dentro de la sociedad. El agua y la electricidad son gratuitas, y a través de las comunas se está proporcionando comida y cosas básicas a la gente, lo cual creo que es una diferencia con Europa, porque esto está implementado en el sistema aquí, en la idea de sociedad, y de salud. Hay una estructura, que es la base de la vida aquí, y hay gente que toma esta responsabilidad, no se trata de que alguna gente decida ser buena persona y por lo tanto usen su dinero para apoyar a otra gente, lo cual es una buena decisión en un sistema capitalista, pero es diferente si la base del sistema es el apoyo mutuo a través de diferentes comunas, no dependiendo de un Estado, sino en la responsabilidad que todos toman sobre los demás. En Europa, los estados están fallando ante esta crisis. El dinero debe solucionar lo que la sociedad debería tener como la base de su vida en común. Sanidad, responsabilidad, sociabilidad, etc.
-Cuando la administración empezó a anunciar medidas, nos dio la sensación de que tal vez la gente no se lo tomaba muy en serio…
-Este es un país que lleva mucho tiempo en guerra, la gente ha visto un montón de miseria, un montón de muerte, ha vivido un montón de pérdidas, y ahora te toca enfrentar un enemigo que no ves, que no ves cómo se extiende, no ves lo que pasa ni cómo la gente enferma. Entonces piensas: “Vale, si ni siquiera las cosas que necesitamos entran, ¿cómo va a entrar el virus?”. La gente se lo mira a veces con demasiada calma, porque ya han visto demasiadas cosas. Pero está bien comprobar que después de que se hayan confirmado algunos casos, la gente se lo toma más en serio y parece más dispuesta a seguir los procedimientos necesarios.
-Antes has nombrado la cuestión de la salud. ¿Qué perspectiva tiene la revolución de la salud? Porque en Europa, lo que estamos viendo con la situación actual, es que estar sano significa principalmente…
-Funcionar. Ser capaz de funcionar.
-Eso es.
-La idea es crear la sociedad basada en los valores democráticos, ecológicos y de la liberación de la mujer; entonces, cuando se trata de eso, la pregunta es: ¿dónde empieza la salud? Tal vez, empieza en un punto distinto al que damos por sentado. Nosotros necesitamos este mundo y esta naturaleza, la necesitamos para vivir, pero esta naturaleza no nos necesita a nosotros. ¿Es algo que se está viendo ahora, no? El aire se limpia, el mar se limpia, hay movimiento, los animales “se crecen”, como si fueran felices, aparecen por todas partes (risas).
Y este es el problema, ¿no? Este mundo no nos necesita, y lo que nosotros necesitamos no somos capaces de verlo y no somos capaces de apreciarlo. No apreciamos la vida y la naturaleza. Y mirar a la naturaleza simplemente como algo que debe proporcionarnos las cosas que queremos, es el primer paso para empezar una relación muy poco saludable con el mundo, una relación muy pragmatista con el mundo y con la vida en general, sobre la cual se va construyendo todo lo demás. Así que en cómo se trata a la naturaleza, cómo se trata a las personas, cómo se trata nuestro interior, es ahí donde empieza el debate sobre la salud. La manera que aprendemos de vivir esta vida, cómo pensar, cómo sentir, qué hacer, todo esto conectado con una mente, espíritu, corazón, y sentimientos sanos.
Cuando miramos a Europa, a esos estados, digamos altamente “industrializados”, hay un número muy elevado de casos de depresión y de las llamadas “enfermedades modernas” (diabetes, etc.). La gente busca un sentido a la vida, mira afuera buscando, intentando alcanzar la meta de una imagen hegemónica del individuo feliz, bello, funcional, atractivo, una imagen que de hecho es justo el ejemplo de lo que la salud no es. Entonces, empezar por conectar todo esto a la realidad social, a la realidad del ser humano en conexión con la naturaleza, contigo mismo como un ser humano, que es una parte viva y necesaria de la sociedad y de la humanidad, dar pasos en ese sentido es la base sobre la que desarrollar un trabajo sanitario. Somos todos responsables de la salud de todos, de todo el mundo a nuestro alrededor y del mundo en el que vivimos. Entender esto, ver el marco más amplio y la conexión más profunda, llegar a este mismo nivel, sólo puedo significar tomar decisiones respecto a qué usamos, qué construimos, que actividades llevamos a cabo, de acuerdo a este conocimiento. Así que cuando hablamos de recursos energéticos, no sólo pensamos en lo que necesitamos, sino en cómo todo el mundo puede hacer uso de ellos, de una manera que no dañe la naturaleza y la vida y que no agote el recurso en sí. Cuando hablamos de medicina, partimos de que la medicina farmacéutica no es la solución. Es todo lo que hay antes de lo farmacéutico, nuestra forma de vivir, pero también usar la investigación para encontrar soluciones a enfermedades graves o necesidades para una cirugía adecuada. No debería tratarse del dinero o de la medicación como una forma de obtener beneficios. Se trata de compartir y cuidar los unos de los otros, conectar las decisiones a un marco más general.
-Cuando hablas con la gente de aquí sobre cuál creen que es el futuro de Rojava, siempre contestan lo mismo: “No está claro, nadie lo sabe”. Ahora con la pandemia, parece que esta misma experiencia se vive en Europa. Hay mucha incertidumbre, hay la percepción de que nadie sabe lo que va pasar. Por un momento la “normalidad” de millones de personas se ha interrumpido. ¿Viéndolo desde aquí, qué crees que puede salir de todo esto?
-Sí, hay algunos compañeros que dicen que esta situación de pandemia es de alguna forma positiva, porque la gente se ve confrontada con la realidad del Estado, pero esto es subestimar el poder de la normalidad. No creo que el planteamiento de la gente sea tanto “qué malvado es el Estado”, sino más bien “al menos conservamos esto o lo otro, y ahora podremos volver a hacer esta cosa o la otra”. Porque en este punto, ¿qué alternativa hay?
La gente una y otra vez confiará en lo que ya existe, porque no hay nada nuevo surgiendo, y las viejas estructuras y viejas ideas, te podrán gustar más o menos, pero sabes lo que te dan, de alguna forma te “acogen”, te dan cierta seguridad. Y este, para mí, es el principal reto de nuevas propuestas, también del confederalismo democrático. Dar una alternativa es, por un lado, algo muy práctico, es poder crear por ejemplo alternativas para comida y necesidades básicas, con las que la gente pueda involucrarse, pero también ideas que la gente pueda identificar y con las que pueda comprender la necesidad y la responsabilidad sobre los demás, ideas que pueda empujarla a dar pasos. Se trata de dar una respuesta a las necesidades urgentes, pero también de ser una máquina ideológica, de difusión de análisis que expliquen cómo se ha llegado a esta situación, llevando a la gente a un punto en común, y este punto en común significa también que tendrás que construir de nuevo la confianza, que la gente tendrá que confiar en aquello y aquellos que le enseñaron que no debía confiar. Confiar también en la esperanza, al mismo tiempo que la creas y la estás dando. Este es, tal vez, el tema más difícil, porque siempre puedes decir “vale, esto no sirve para nada, y estos grupos, esta organización, lo hacen todo mal, y no hay cambio posible”.
Hay demasiada negatividad de nuestra mentalidad y en todo en general, demasiado prejuicio y expectativas. Funciona sobre la lógica de tener que “saber”, de tener el botón de seguridad del “las cosas siempre fueron así, el ser humano es así, tienes que ser 100% lógico antes de tomar cualquier decisión”. Porque realmente debes serlo en el capitalismo si no quieres perder aquello que el Estado puede hacer posible para ti.
-Rojava está en medio de una crisis económica y humanitaria, de una guerra, de una ocupación, y ahora de la amenaza de una pandemia, y aún así la resistencia sigue. Se desafía constantemente a la derrota. ¿No contrasta esto con la izquierda en Europa, con la imposibilidad de creer que podamos ganar y no ser derrotados?
-Bueno, siendo honestos, sí que hay que ver que hay miedo a ser derrotados, pero también aceptar que muchos ya se han derrotado a sí mismos, en sus perspectivas, en sus alternativas, muy subculturales, muy liberales, muy poco honestas, muy derrotadas ya en su mentalidad… Sin esperanza, sin sueños, sin fuerza suficiente con la que conectar… O demasiados pensamientos abstractos, alejados de la realidad de la sociedad, de sus emociones y necesidades, lejos de la gente. Hay que aceptar que de alguna manera estamos ya todos derrotados en diferentes puntos, y entender esto significa decir: “Vale, hace falta dar nuevos pasos”.
Creo que tiene que ver especialmente con cuestionar nuestros métodos. No hay un cuestionamiento del lugar del que venimos, y por qué somos como somos, y cuando no cuestionas esto, solo puedes repetir aquello en lo que has sido formado, aquello en lo que te has criado. Están los revolucionarios románticos, que miran por ejemplo a la guerrilla u otros grupos en lucha, los revolucionarios combatiendo, la gente saludándote y tú dándolo todo hasta la muerte. Bueno, hay un montón de gente haciendo esto por un montón de razones distintas, también ellos van hasta el final, ¿pero qué representan en su vida cotidiana? Los valores que – bienintencionadamente- muchos compañeros representan, también en situaciones difíciles, son al fin y al cabo los de una mentalidad patriarcal, una mentalidad violenta, incluso fascista. ¿Por qué? No porque sean mala gente, sino porque no están reflexionando, no están analizando. Aprendieron a ser ignorantes. De esta manera, simplemente actuarás y tomarás decisiones de acuerdo con esta mentalidad. Las soluciones, los problemas que percibes, todo se dará en el marco de esta mentalidad. ¿El resultado de tu lucha cuál será? Luchar hasta la muerte, hasta que te quemes, o hasta que abandones la lucha para encontrar un lugar dentro del sistema existente. Y no es así como funciona si quieres un mundo distinto y quieres un sistema distinto, no va a funcionar.
Si pensamos en la revolución aquí, creo que un punto a tener en cuenta es obviamente que aquí hay un enemigo muy, muy concreto, que nos amenaza también de forma muy concreta, entonces las cosas funcionan porque tienes la necesidad práctica de defenderte. Pero otro punto funciona por la existencia de un fuerte movimiento de mujeres organizado. Porque en todos los pasos y en todas las capas de la sociedad, hay mujeres tomando responsabilidades, introduciendo los análisis adecuados y poniendo herramientas en manos de la gente. ¿Por qué esto es así? ¿Por qué esto es importante? Porque uno de los análisis aquí es que la base de la civilización y la sociedad moderna es una mentalidad patriarcal, estatista y opresiva, que en la práctica excluye a las mujeres de una existencia seria. Una sociedad así no es sana, no es igualitaria, está hecha de abuso, violencia, explotación… Y empezar allí donde la opresión empieza, es la clave para los cambios sociales y la reconstrucción de los valores de un mundo, sociedad y vida holística.
-¿En qué sentido? ¿Cómo se concreta esto?
-A veces la gente piensa en la revolución como en un ¡BUM!, después del cual todo es diferente. Pero tiene más que ver con pequeñas cosas. Pienso en 40 años atrás, cuando la primera mujer de la guerrilla entra en la casa de una familia, y ahí esta esa niña, y ahí está también ese niño, que la miran y piensan “¡Wow, nunca he visto a una mujer como esta! ¡Una mujer que haga esas cosas!”. Y esto crea una impresión a estas niñas, muchas de las cuales 20 años después estarán participando en la lucha, porque tuvieron otros modelos a seguir, otras explicaciones sobre las razones de los problemas que han visto y vivido, vieron posibles otros caminos, y decidieron tomarlos en vez de ser atrapadas por la presión familiar…
Y esos son unos pasos que la gente no ve. Dicen: “Oh, ¡mira esa YPJ o ese YPG con las armas!”, pero cada una de ellas tuvo que librar una larga y a menudo dolorosa lucha para llegar a ese punto, sobre todo las mujeres. Y la lucha principal no es solo tener ese arma, es seguir adelante en este camino, en esta decisión, mantener la esperanza de otra realidad, mientras la gente que conoces, la familia en la que naciste, los amigos que te respetan ya no te apoyan, porque sus tradiciones y sus vínculos no están allí donde está la base de la libertad para el conjunto de la sociedad, sino allí donde quedas atrapado en la defensa y supervivencia de únicamente tu pequeño “clan”. Puede que te ataquen todos aquellos que te dieron una identidad, un hogar, un espacio seguro bajo sus normas, unas normas feudales, patriarcales, capitalistas, fascistas y violentas.
Salir de estos vínculos tóxicos es el paso más duro para mucha gente. Cuestionarte a ti mismo en ellos, y cuestionar por qué estás luchando, aquello en lo que crees y qué tipo de presencia y futuro necesitamos es la garantía de que no estás simplemente siguiendo una mentalidad destructiva del tipo “romperlo todo”. Especialmente, el momento en el que entiendes que de nuevo es por toda esa gente por la que estás luchando. Porque de lo que se trata es de la sociedad y de tú mismo conectado a ella. Después de toda una lucha entorno a esto, y en medio de todo esto, tú sigues adelante cuando tus amigos están muriendo, cuando tu sociedad está continuamente bajo embargo, bajo presión, cuando pasan cosas como las de Afrin, o ahora Serekaniye.
Y los cambios ocurren a través de todos estos pasos. Hay historias muy duras aquí, en todas las familias, en cada compañera. Los pasos de todo el mundo hasta el día de hoy, llevaron a una revolución y a todos los cambios dentro de la sociedad y el sistema-estructura. De modo que no es un ¡BUM!, es una lucha diaria en la que tienes que ser muy claro respecto a qué valores estás representando. Esto es lo revolucionario. Vivir con esperanza los cambios, los valores que quieres crear, por una sociedad de mujeres libres, democrática, ecológica y con amor. Decidir defender estos valores en cualquier circunstancia. Y para defender algo, hace falta amor, responsabilidad, valores, apoyo, construcción, una mentalidad y un corazón grandes. Teniendo todo esto como actitud básica y general, cuando tenemos que luchar con las armas, como ocurre aquí, para una defensa muy práctica contra una amenaza como el Daesh o el Estado turco, o cualquier Estado fascista, entonces será una lucha revolucionaria dentro de la cual la lucha armada es únicamente un paso, y no el objetivo.
FUENTE: El Buen Camino / El Salto Diario / Edición: Kurdistán América Latina