El pueblo kurdo lucha por la autonomía de las regiones bajo el sistema del Confederalismo Democrático, que rechaza la idea de Estado-Nación. Este pueblo, que históricamente ha sido atacado por estados muy poderosos, lucha por su independencia porque entendió que para no ser esclavo la única opción es la lucha. Virginia Benedetto, fotógrafa rosarina, viajó a Kurdistán para conocer cómo es que se organizan y resisten los pueblos preexistentes a la formación de los Estados. La auto-organización, el protagonismo de las mujeres y una revolución en construcción.
En el Encuentro Nacional de Mujeres (ENM) que se hizo en Rosario en 2016, Virginia confirmó su deseo: sintió que tenía que ir a conocer un proceso revolucionario que está siendo, que se está construyendo. Es admiradora de la revolución cubana pero no pudo estar en Cuba en 1959. No pudo conocer ese proceso en el momento en que se gestó y, por eso ahora, no podía dejar pasar la oportunidad de conocer esta otra revolución, en una geografía y en un contexto totalmente distinto. Pensó en aportar desde su lugar, que es la cámara de fotos. Aunque sabía la complejidad, no imaginó que el viaje se pospondría dos veces por los bombardeos. Sin embargo, esas suspensiones no hicieron mella en el deseo. Al contrario, cuanto más se interiorizaba en el tema, mayores eran las ganas de ir.
Por medio de un amigo, Virginia había conocido a una integrante del Movimiento de Mujeres de Kurdistán. Hasta ese momento, no tenía un conocimiento muy profundo de lo que pasaba en aquellas tierras. Después de ese primer acercamiento personal, algunas compañeras del Movimiento vinieron a dar una charla al ENM. Y ahí estuvo Virginia. Y ahí fue tomando cuerpo el deseo. Creyó que viajar era una posibilidad de conocer lo que había leído en los libros. La movió la sensibilidad de ver cómo las mujeres hacen una revolución en uno de los lugares donde el patriarcado está más enraizado. Quería ver cómo es que el pueblo kurdo sostiene su lucha en contextos tan hostiles.
En estas latitudes no abundan las informaciones sobre la situación real del pueblo kurdo. Sin embargo, hay un preconcepto en el imaginario social que lo asocia rápidamente con la violencia y la lucha armada. Ya de vuelta en Rosario después de viajar un mes por distintos pueblos de Kurdistán, Virginia Benedetto, fotógrafa rosarina, dice que si bien la guerrilla existe y es lo que les ha permitido defenderse de los ataques durante todos estos años, “el concepto de autodefensa tiene que ver con la idea de auto-organización de los pueblos”. Virginia cuenta que las armas son necesarias por el contexto en el que viven, pero que no son el eje central: “Lo que uno conoce a priori es la lucha armada pero cuando llegué allá vi que ese proceso era muchísimo más profundo”.
Después de la Primera Guerra Mundial, cuando se forman los estados-Nación, el nuevo Estado turco ocupó la región donde vivía el pueblo kurdo, un pueblo que existe desde el año 600 A.C., aproximadamente. Como pasa habitualmente en las distintas geografías, allá también los estados-Nación empezaron a correr a los pueblos pre-existentes. Kurdistán está dividido entre las regiones del Kurdistán iraquí, el Kurdistán iraní, el Kurdistán sirio y el Kurdistán turco. Virginia cuenta que el pueblo kurdo históricamente ha sido atacado por estados muy poderosos y que particularmente Turquía tiene una política de opresión constante por la que pretende la eliminación de toda la cultura kurda. Los intereses de quienes los atacan tienen que ver, entre otros motivos, con el petróleo y el paso hacia Occidente.
Virginia hace poco que volvió del viaje y todavía debe procesar muchas cosas. Durante un mes recorrió las montañas de Kurdistán, Rojava (Kurdistán sirio), Shengal y Makmhur (Kurdistán iraquí). El régimen político en el que viven es el Confederalismo Democrático, un proceso de transformación que se empezó a instalar en 2005, pero que tiene varias décadas de gestación. Cuando en 1978 se fundó formalmente el PKK (Partido de los Trabajadores del Kurdistán), Abdullah Öcalan fue elegido como líder. Esta persona está presa desde 1998 en una cárcel aislada de Turquía, sin ningún contacto con el exterior y sometido a las peores condiciones. Öcalan teorizó desde la cárcel sobre el régimen de Confederalismo Democrático, un sistema político no estatista basado en el protagonismo de las mujeres y en la ecología, en donde las sociedades viven en comunidad, la política se define en asamblea y hay una convivencia de las diferentes religiones y culturas. El multiculturalismo se opone a la política de etnocidio que tiene Turquía, cuyo objetivo es liquidar todo lo relacionado con la cuestión kurda.
En 1984 empezó la lucha armada y en 1992 surgieron las milicias exclusivamente de mujeres. Las unidades de autodefensa kurdas se llaman YPG (de hombres y mujeres) e YPJ (sólo de mujeres). El feminismo junto con la ecología son dos pilares centrales del proyecto de Confederalismo Democrático. En las distintas áreas, las mujeres tienen la capacidad de veto sobre las decisiones que toman las unidades mixtas. Virginia dice que esto tiene que ver con el lugar necesario que ocupan las mujeres, que son las protagonistas de la transformación social. Cuenta que uno de los ejes centrales es la auto-organización de la mujer: “La mujer es lo más oprimido de la sociedad y ese modo de opresión se fue replicando en los otros modos de opresión. Entonces, necesariamente, para que haya una transformación de la sociedad, la mujer necesita ser partícipe de esa liberación”.
A ese proceso de transformación, Virginia lo vio en la gente, en el pueblo. Lo vio en la mujer que la invitó a tomar el té a su casa. Lo vio en el tipo que la llevó de un lugar a otro arriesgándose a que le metieran un bombazo en la mitad del camino. Ese tipo que la llevó para que ella viera lo que pasaba y para que pudiera contarlo. Y su forma de contarlo es escribiendo con luz a través de las fotos, decidiendo un encuadre, un ángulo, un punto de vista. Las fotos muestran un proceso revolucionario en un contexto de guerra. Las fotos están en un lugar en donde las palabras no alcanzan para describir la vida de estos lugares. Historias personales y colectivas muy duras, de dolor desgarrador, de abismo, de muerte. Pero también historias de luchas luminosas, de hermandad inquebrantable, de sororidad: fotos de historias llenas de revolución. Y el lugar de la cámara como herramienta liberadora. Virginia viajó para hacer un trabajo periodístico, un proyecto fotográfico personal que se propone contar la experiencia de un movimiento de mujeres que se organizan en un lugar donde el patriarcado tiene un arraigo muy profundo.
Este tipo de proyecto fotográfico implica estar en los lugares, quedarse, charlar con la gente, compartir. “Todo el tiempo éramos mujeres charlando, discutiendo”, dice Virginia, y recuerda una de tantas historias. La de una mujer yezidí de más de ochenta años que vivía en la montaña con sus animales y sus frutas, que tenía una vida en comunidad y que se quedó sin nada. “Yo tenía el universo en mi casa y me quitaron todo”, recuerda que le dijo. Esta persona tiene el acompañamiento del movimiento de mujeres. Virginia la conoció cuando la invitaron a tomar el té.
La idea es que ninguna mujer esté sola.
Destrucción-bombardeo-destrucción: Shengal es una ciudad que queda en el desierto de Irak en donde vive el pueblo yezidí, uno de los pueblos más antiguos de nuestra tierra que vivió setenta y cuatro genocidios. El último fue en 2014 en manos de Daesh y el ataque fue principalmente hacia las mujeres. Las ataban, las violaban y las dejaban morir de hambre. Hubo casos de mujeres que se mataban cuando entraba el ISIS, porque eso era mejor que lo que podían hacerles. Paralelamente, pusieron bombas en el agua para contaminarla, algo que tiene que ver con el modus operandi de ISIS. La gente no tenía agua para tomar y empezaron a morir los animales. “El ISIS es la perversión en su máxima expresión y tiene la habilitación de algunos estados”, dice Virginia. “Pareciera que no hubiese mediación de la cultura. Arrasa con todo. Someten a las mujeres y niños, matan a los hombres”, agrega. Después de arrasar la tierra de estas regiones, venden como esclavas a las mujeres y a los niños en mercados negros. A Virginia le contaron que la gente intentaba escapar, pero como el lugar queda en el desierto no es tan fácil. De esta manera, miles de personas murieron de hambre y sed en las montañas mientras intentaban huir. Hoy, en los caminos la destrucción dura kilómetros y kilómetros. Esa es la imagen que vio Virginia. Y también pudo ver que en esos lugares que son puro escombro había una sociedad, vivía gente.
Estos son los relatos que están detrás de las fotos, las historias que están adentro del lente de la cámara. Como las experiencias personales de quienes combatieron y combaten contra estos ataques. Aquellas que bajaron de las montañas para defender al pueblo de Shengal fueron las YPG y las YPJ. Virginia hace referencia al poder que tienen los estados que atacan a estos pueblos y hace un paralelismo con la situación de Palestina, con la diferencia de que Palestina tiene un Estado limitado y lucha por el reconocimiento de un Estado propio. En cambio los y las kurdas no quieren tener un Estado, porque entienden que es una forma de control. Se oponen al centralismo y al monopolio que implican los estados-Nación. “Ellas quieren la autonomía del pueblo en las diferentes regiones. La auto-organización mediante el sistema de asambleas”.
En Shengal lograron combatir al ISIS y liberar al pueblo, pero en el medio murieron miles y miles de personas, y otras tantas tuvieron que irse. Otra de las zonas que lograron liberar es la de Rojava, en el Kurdistán sirio. Dentro de Rojava está Kobane, un lugar en donde el ISIS logró entrar con complicidad del Estado turco y al que lograron liberar gracias a una resistencia ejemplar que tuvieron las fuerzas de autodefensa de la YPG e YPJ. Al lado de Kobane está Afrin, que también es parte de Rojava. En este lugar, el Estado turco bombardeó durante meses hasta que logró entrar y actualmente están sucediendo prácticas de destrucción y esclavización que han llevado adelante en los otros lugares.
Aunque las regiones que lograron liberar hoy siguen en tensión, lo que sí es profundo es el proceso de transformación ideológica que llevan adelante. En Shengal, Virginia visitó una cooperativa de mujeres que cosen vestidos. Estas mujeres fueron víctimas del ISIS. Cuando se sentaron a hablar ninguna decía una palabra. Virginia les empezó a contar que en Argentina habíamos vivido el genocidio del 76, entre otros, y que teníamos la experiencia de las Madres de Plaza de Mayo. Ella piensa que a pesar de que sean realidades tan diferentes se pueden encontrar puntos de contacto. Esos puntos tienen que ver con que somos parte de los pueblos oprimidos. “Nos une una historia de lucha, una historia de opresión, pero también una historia de resistencia”, dice Virginia, mientras aclara que su lectura de lo que vio no tiene un sentido derrotista sino todo lo contrario. Una mujer que tenía un marido que no la dejaba salir y que perdió a cuatro hijos en manos del ISIS, cuando conoció al movimiento de mujeres pensó que un hombre no tenía por qué decirle cómo debía vivir. Virginia entiende que eso es la revolución. “La revolución es la transformación de la cabeza de la gente”, dice.
Otra de las historias que conoció tiene que ver con un pueblo que fue construido por y para las mujeres que viven bajo las reglas del Confederalismo Democrático. Una mujer se enteró por la televisión que estaban haciendo ese proceso y pensó que ya había criado a sus hijos, que tenía tiempo y que no quería seguir viviendo como hasta entonces. Por eso agarró sus cosas y se fue a vivir ahí.
Se organizan en comunas donde tienen áreas de economía, diplomacia, educación, prensa, ecología y autodefensa, entre otras. Dentro de esas áreas incluyen desde la resolución de problemas concretos hasta la formación histórica y política. Virginia cuenta que estudian todos los movimientos de mujeres de los diferentes lugares del mundo para entender que las mujeres no siempre fueron oprimidas. Según su perspectiva, se trata de conocer la historia para poder romper con “la naturalización de las prácticas opresivas en las que ellas viven”. En este sentido, dice que hacen un trabajo concreto desde una mirada colectiva pero también personal en donde, por ejemplo, cada compañero se para frente al resto de sus compañeras para cuestionarse la relación con su hermana y con su madre.
Para Virginia, la vida en las montañas, donde hombres y mujeres comen lo que hay, se bancan la situación de los bombardeos y entregan su vida para defender al pueblo, es la práctica real de un proceso revolucionario. Ella pudo ver lo que había leído en los libros. Pudo conocer una revolución real y concreta: “Ellas dicen ‘revolución en construcción’, porque la están haciendo”.
La cámara de fotos funcionó como una herramienta para relacionarse con las personas. A la vez, Virginia se comunicaba mucho desde el afecto para generar un vínculo más allá de las palabras que eran traducidas. De todas maneras, dice que lo que ellas hacen habla por sí solo: “Ellas hacen una revolución, yo sólo hice fotos”.
Cuando Virginia sacó el pañuelo de la Campaña por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito, una de las mujeres kurdas le dijo las tres palabras que sabía en castellano: “Ni una menos”. Virginia pensó en la lucha internacionalista, en el proceso de organización de las mujeres argentinas y latinoamericanas que está siendo visto por el mundo, en la necesidad de sostener ese espacio de lucha, en que las transformaciones que las mujeres están llevando en Kurdistán deben conocerse en Argentina.
Después de la foto, el pañuelo verde quedó en las montañas de Kurdistán.
Durante el viaje, Virginia se sintió protegida, cuidada, y a medida que pasaban los días, aún en situaciones de mucha tensión, la unión fue más fuerte que el miedo. “Que el enemigo no se te meta en la cabeza”, le decían. Para ella es una forma de decir “no van a gobernar nuestra vida”, “no van a hacer que no podamos seguir viviendo”. “Ellas eligieron luchar porque es la única opción que tienen para vivir en libertad”, dice Virginia. Eligieron no ser esclavas. Eligieron decidir cómo vivir. Y por la vida luchan. Luchan contra la otra opción a la que pretenden acostumbrarlas. Luchan contra la muerte.
-Nosotras estamos dispuestas a morir por vos, le dijeron a Virginia. Ella ya lo sabía, lo había sentido, como también sintió cuando se quedó pensando que también estaba dispuesta a morir por ellas. Así, mientras la amenaza de que caiga una bomba es concreta, posible y cercana, las mujeres de Kurdistán viven, se organizan y se defienden.
FUENTE: Tomás Viú / EnREDando / Fotos: Virginia Benedetto