Durante 4.000 años, desde la caída del imperio acadio en Mesopotamia, casi todos los colapsos sociales importantes han presentado cinco tendencias: migración en espiral, colapso del Estado, escasez de alimentos, enfermedades epidémicas y cambio climático [1]. Lo que diferencia a la era actual es que, si bien los colapsos anteriores se contuvieron geográficamente, la globalización de la industria intensiva basada en el carbón desde el siglo XIX, y particularmente durante las últimas cuatro décadas, ha hecho que la relación entre causa y efecto se haya difuminado. Muchas de las personas más afectadas por el cambio climático causado por los humanos son también las menos responsables de ello. El proyecto Climate Stories cree que evitar más daños y construir un futuro diferente requiere ser liderado por aquéllos que son los primeros en escuchar que la tierra se levanta en señal de protesta, han considerado las causas y tienen soluciones innovadoras. Con este espíritu, el presente artículo documenta las reflexiones contenidas en una serie de conversaciones con miembros del movimiento kurdo sobre el cambio climático.
Explorando las raíces de la “crisis climática” del siglo XXI
Históricamente, dos tendencias clave opuestas han recorrido los movimientos ambientales. El primero es reformista y favorece la ingeniería ambiental. Este enfoque todavía considera a la naturaleza en términos de cómo puede servir a las necesidades humanas por medio de reformas y tecnologías “respetuosas con el medio ambiente”. Para el movimiento kurdo, esto evita la pregunta de quién se ha beneficiado del daño ambiental y retrasa una solución efectiva del problema. El segundo es un enfoque de ecología profunda, que tiende a ser antitecnológico y antihumano. Esto también está limitado porque, les guste o no, son los humanos los que, con el tiempo, han desarrollado la mayor capacidad para dar forma a la naturaleza. Este poder puede usarse para renovar y proteger la naturaleza o para destruirla. Entonces, cuando un ecólogo profundo dice que “los humanos son responsables de todo”, implican que los gestores de las industrias de combustibles fósiles no son más culpables que nuestras abuelas kurdas que viven en sus aldeas cuidando la tierra.
Para ir más allá de estos dos enfoques, debemos comprender el papel positivo que las tecnologías humanas han jugado -y podrían jugar de nuevo- en la relación recíproca entre la naturaleza biológica y la sociedad humana. ¿De verdad necesitamos tener un pájaro dentro de una jaula en nuestra casa para mostrarle nuestro amor, cuando está en su naturaleza volar fuera?
También necesitamos entender las raíces de la crisis climática actual. ¿Cómo surgió la idea de controlar la naturaleza, en primer lugar? ¿Pueden los humanos controlar la naturaleza “externa” si antes no crean estructuras de dominación entre ellos? Nuestros puntos de vista sobre esto se basan en el estudio de nuestra historia de 5.000 años. El líder encarcelado del Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK), Abdullah Öcalan, ha escrito sobre cómo la jerarquía comenzó a institucionalizarse por primera vez en los complejos templos de la antigua Mesopotamia, comenzando con el surgimiento del sacerdote masculino y la institucionalización del patriarcado. De aquí siguió el Estado, la esclavitud, el ejército permanente, la propiedad privada; características de muchas sociedades que conocemos incluso hoy en día [2].
Para Öcalan, dos tendencias de civilización corren paralelas. Hacia el final de la era neolítica, las estructuras basadas en la jerarquía, la violencia y el sometimiento se hicieron más prominentes. Sin embargo, en la misma época, alrededor del 2.300 a. C., también apareció la primera palabra para expresar el concepto de libertad -amargi-, literalmente “el regreso a la madre”. Éste es el fundamento de lo que describe como “civilización democrática”, que atraviesa muchas luchas históricas y continúa hoy en día, especialmente en las sociedades indígenas que aún practican la política comunitaria; en Rojava, nuestro modelo más conocido de lo que podemos llamar “sociedad ecológica”, muchos hablan de “un retorno a nuestra naturaleza”. En otras palabras, regresar a una sociedad basada en la libertad de las mujeres, la ecología y la democracia en todas las esferas de la vida.
Mujeres y tierra
En kurdo, la palabra Jîn tiene un doble significado: significa “mujer”, pero también proviene de la raíz Jîyan, que significa “vida”. Así, para nosotros, oprimir a la mujer inevitablemente significa oprimir a la vida misma.
Esto ocupa un lugar central en nuestra teoría de liberación, y la ciencia de las mujeres, llamada Jineologî, se ha convertido en un principio fundamental del movimiento kurdo. Durante siglos, la mujer fue la guardiana del conocimiento sobre la comida, la naturaleza, el cultivo, la medicina y la curación. Ella era vital para el sistema de producción agrícola en el que los cultivos se compartían equitativamente entre las comunidades y tenían un importante poder social.
Hoy, según la Organización Mundial para la Alimentación y la Agricultura (FAO), las mujeres siguen constituyendo la mayoría de los agricultores del mundo, cultivando más de la mitad de los alimentos del mundo. En Kurdistán también las mujeres son fundamentales para la economía rural. Muchos hogares kurdos en la Turquía rural están encabezados por la madre, con padres e hijos a menudo perdidos por la guerra o desaparecidos. Nuestros ejemplos locales nos hacen cuestionarnos sobre las contradicciones sociales que observamos: la producción agrícola mundial de hoy en día puede alimentar una vez y media a la población mundial, y sin embargo, aproximadamente 800 millones de personas sufren desnutrición crónica. Desde nuestro punto de vista, éste es un síntoma de cómo la modernidad capitalista ha funcionado en el tiempo, con tipos muy particulares de infraestructuras políticas y procesos sociales institucionalizados [3]. Éstos han privilegiado el movimiento de recursos para una minoría, incluso a gran distancia, empobreciendo a muchos en el proceso. Esto tiene sus raíces en la primera forma de dominación de los hombres sobre las mujeres.
El contexto kurdo hoy
Comprender los ecos del pasado en el presente es crucial para entender el contexto kurdo. Los kurdos son uno de los pueblos más antiguos que viven en Mesopotamia. Somos 40 millones, pero nunca hemos tenido nuestra identidad como pueblo vinculado a un estado-nación. Los kurdos también se encuentran entre los primeros practicantes del zoroastrismo, basado en la armonía con la naturaleza y que gira en torno a cuatro elementos: agua, aire, fuego y tierra. De estas raíces se desarrolló la cultura kurda, conectada a las tierras que habitamos, literalmente, la agricultura. La rica biodiversidad de la región dio lugar a algunas de las sociedades agrícolas sedentarias más antiguas de la civilización humana. Millones de hectáreas de tierras de regadío en la cuenca de los ríos Tigris y Éufrates produjeron cebada, trigo, algodón, ganado, frutas y verduras, y las regiones kurdas, tanto de Siria como de Irak, a menudo se consideraban el “granero” de esos países.
Estas áreas también contienen algunas de las más grandes reservas regionales de petróleo y la sed de combustibles fósiles ha convertido al Kurdistán en una región geoestratégica de primer nivel. Desde el siglo XIX, los intereses británicos y franceses han circulado alrededor de Mosul y Kirkuk, influyendo en los acuerdos entre potencias internacionales, demarcando los límites del Kurdistán y complicando el acceso a los recursos naturales de la región. Las compañías petroleras internacionales y la riqueza que han acumulado dominan las ciudades de Irak en forma de rascacielos, el símbolo del capital financiero internacional, mientras que la producción agrícola ha disminuido a medida que el conflicto ha azotado a toda la región.
En Turquía, la mecanización agrícola de los años 50 y 60 (financiada en parte por el dinero de la ayuda estadounidense del Plan Marshall) alejó a los kurdos de su hogar ancestral hacia las barriadas de las ciudades del oeste de Turquía, y las políticas de asimilación forzosa los separaron de la tierra. Para minar simultáneamente la identidad de aquéllos que permanecieron, los sitios históricos y culturales fueron destruidos. Se construyeron plantas nucleares y centros radiactivos en el Kurdistán rural, amenazando cultivos, animales y medios de subsistencia. Cuando la última ola de resistencia kurda comenzó en la década de 1980, la respuesta del Estado turco incluyó la quema de 5.000 aldeas y cientos de kilómetros cuadrados de bosques. Esa violencia continúa hoy. Entre julio de 2015 y abril de 2016, cerca de 400 civiles fueron asesinados por las fuerzas especiales turcas y 300.000 personas fueron desplazadas durante los toques de queda y los ataques militares en el sudeste de Turquía. Una vez más, los informes indican que el ejército apuntó no sólo a las ciudades, sino también a los bosques circundantes. El 4 de noviembre de 2016, funcionarios kurdos elegidos fueron detenidos y continúan recluidos en régimen de aislamiento, como parte de una enérgica campaña contra el movimiento.
Desplazar a los kurdos de su tierra ha destruido la vida, la tierra y la cultura, que es la base de la identidad. Nuestras experiencias nos han dejado claro cuán estrechamente influidos están la cultura, la identidad y el bienestar por el entorno en el que viven las personas.
Si la agricultura era la base de nuestra sociedad, el agua era su madre. Hoy, los ríos Éufrates y Tigris, fuentes vitales de vida que fluyen a través de áreas kurdas en Turquía, Siria e Irak, han adquirido una importancia geopolítica añadida, por la escasez de agua, como la escasez de alimentos, convirtiéndose en un motor de conflictos regionales. Los ríos no conocen fronteras e ignoran el mapa de los estados. Al observar este razonamiento de las arterias de la tierra, los pueblos, las naciones y los gobiernos deberían trabajar conjuntamente para la preservación y el uso equitativo del agua, que pertenece a la tierra. Sin embargo, no ha sido éste el caso. Los proyectos de desarrollo hídrico han llevado en varias ocasiones a Turquía, Siria e Irak al borde de la guerra, con la gente no reconocida de Kurdistán, que vive por donde pasan los ríos, atrapados en el medio. Hoy, el Proyecto del Sureste de Anatolia (GAP) se está desplegando en las regiones kurdas de Turquía, donde se construirán 22 presas. La presa de Ilisu en el río Tigris reducirá el flujo de agua hacia Irak y Siria y desplazará a cientos y miles de personas de lugares como Hasankeyf, una de las ciudades más antiguas habitadas de continuo en el mundo. Mientras que proyectos como éstos se justifican casi siempre como “desarrollo y progreso”, para muchos locales, el proyecto GAP es un intento deliberado de despoblar el área, forzar a la población local a trasladarse a las ciudades, socavar el tejido social del Kurdistán y crear una especie de barricada “natural” contra las guerrillas del PKK.
Avanzar hacia la “Sociedad Ecológica”
A medida que el entorno natural da forma a la identidad humana y la cultura, la sociedad humana da forma a la naturaleza. La devoción por la obtención de beneficios a través de la superproducción ha empujado a la sociedad global hacia la autodestrucción, lo que ha resultado en un mundo en el que una de las industrias más rentables es la industria de las armas; donde las economías empoderan el monopolio y la colonización de otros países directa o indirectamente; donde la agricultura ha perdido su valor por medio de tecnologías de recursos intensivos, ingeniería genética irresponsable y pérdida de diversidad de semillas. Hemos llegado a un punto en el cual los humanos debemos actuar para hacer cambios democráticos en todos los aspectos de nuestras vidas, de lo contrario nos separaremos por completo de la naturaleza.
Para el movimiento kurdo, la sociedad ecológica comienza con la destrucción del sistema patriarcal. La prensa occidental se ha hecho gran eco del hecho de que las mujeres kurdas se hayan organizado en la lucha armada, incluso recientemente en las fuerzas de autodefensa de las YPJ en Rojava y YJA-STAR en otras partes de Kurdistán. El orientalismo deshumanizante de estas historias oscurece el panorama completo: la autodeterminación de las mujeres es fundamental para el éxito de nuestra lucha y nuestra visión de una sociedad liberada, democrática y ecológica. Actualmente, las mujeres dirigen academias en todo el Kurdistán, establecen aldeas exclusivas para mujeres víctimas de abusos y son los miembros más activos de la vida cívica y política, en consejos, comunas y como representantes de los partidos políticos. Al menos el 40% de cada género debe ser elegido para un cargo político en todos los niveles de la sociedad, a través de un sistema copresidencial en el que sólo las mujeres tienen derecho a elegir a la copresidenta femenina, mientras todos eligen al copresidente masculino. Esto comparte poder, tiene un impacto educativo y promueve un consenso justo en todas las decisiones políticas.
La sociedad ecológica se basa en el confederalismo democrático dentro de las naciones democráticas, en lugar de la democracia representativa dentro de las naciones-estado. La mayoría de los estados se fundaron mediante proyectos divisorios de construcción de naciones -incluida la guerra-, a veces explotando las tensiones existentes, otras veces creándolas, alejando a familias y comunidades de larga duración y dibujando fronteras altamente militarizadas, si bien artificiales, que impiden a la humanidad asumir la responsabilidad colectiva de los problemas actuales [4]. Éste es un legado de la ciencia de la supremacía blanca del siglo XIX, que “demostró” la existencia de razas “superiores” e “inferiores”, que la filosofía política europea vinculaba al estado-nación como poseedor de una identidad étnica o cultural singular. En tiempos contemporáneos, esto se hace eco de muchas maneras, incluso a través de la creencia de que es más difícil para las personas de diferentes culturas coexistir dentro del mismo estado, en lugar de ver que el problema radica en los principios de exclusión del estado moderno.
Por el contrario, nosotros creemos y hemos experimentado que cuanto más diversa es una nación, más fuerte es su democracia. Ésta es la razón por la que el Partido Democrático de los Pueblos, o HDP en Turquía es el partido más diverso en el Parlamento turco, con representación de todas las comunidades de Mesopotamia y Anatolia: kurdos, turcos, armenios, árabes, asirios, musulmanes, alevíes, cristianos y yazidis. En las elecciones de Turquía de 2015, el HDP obtuvo una victoria histórica, ganando 59 escaños. Sin embargo, el 4 de noviembre de 2016, 11 de los funcionarios electos, incluidos los dos copresidentes, fueron detenidos por el estado turco.
¿Por qué es esto tan significativo? Debemos recordar que, si diferentes grupos étnicos y religiosos en el Medio Oriente se unificaran, sería más difícil dividir y gobernar la región. Como explicó un miembro árabe de la administración de Rojava al académico y activista kurdo Dilar Dirik: “El sistema de autonomía democrática en nuestros tres cantones sacude y trastorna a todo el mundo porque el sistema capitalista no quiere libertad y democracia para Oriente Medio, a pesar de todas sus pretensiones. Es por eso que todos atacan a Rojava. Las diferentes formas de Estado, ejemplificadas por la República Árabe Siria bajo Assad y el Estado Islámico, son dos caras de la misma moneda, ya que niegan y destruyen el mosaico de la diversidad de nuestra región. Pero cada vez más árabes del resto de Siria vienen a Rojava para aprender sobre la autonomía democrática porque ven aquí una perspectiva de libertad”.
La mayoría de los estados-nación centraliza el poder de toma de decisiones para que se produzca escasa actividad política donde más se necesita. El confederalismo democrático, sin embargo, se basa en la democracia directa. Con la codificación del “Contrato Social” en Rojava, personas de varias naciones y religiones se unen para dirigir la política por medio de la participación directa en comisiones, comités, consejos, comunas a nivel de calle, áreas, regiones, ciudades, etc. Esto también ocurre en Turquía, donde, por ejemplo, el Movimiento de Ecología de Mesopotamia se reestructuró recientemente en consejos locales y provinciales. Cada consejo es autónomo, pero está en red con otros como parte de una confederación que forma la estructura política del movimiento kurdo.
El confederalismo democrático desafía las ideas de propiedad de la modernidad capitalista, un desafío asumido por movimientos indígenas cuya experiencia de violencia durante la formación moderna del estado los llevó a apartarse de esta ruta y trabajar hacia la autodeterminación más allá de las fronteras. Al igual que los zapatistas en México, en Rojava, las decisiones sobre cuestiones sociales, desde la infraestructura y la energía hasta la educación y la violencia doméstica se discuten y resuelven juntos. Aquí, un gobierno nacional “gerencial” o “propietario” se vuelve redundante: el objetivo es que las personas gestionen juntas la sociedad en la que viven.
Esto no significa que no haya tensiones, desacuerdos y, a veces, incluso conflictos, especialmente porque la opresión internalizada y las estructuras autoritarias son profundas, lo que lleva a la apatía política y al abuso del poder político. Pero es por ello que la reeducación de nosotros mismos se torna vital. Nuestras academias educativas promueven una mentalidad más consciente, ya que nuestro compromiso de regenerar una sociedad cooperativa significa que este enfoque se refuerza a través de personas que hacen y atestiguan cambios reales sobre el terreno.
Por ejemplo, estamos construyendo una economía colectiva a través de cooperativas. Esto no sólo crea relaciones no jerárquicas entre los trabajadores, sino también con la tierra. Esto se encuentra en contraste directo con el sistema económico globalizado de hoy, que favorece la sobreexplotación de la naturaleza para los intereses a corto plazo de unos pocos, en lugar de la justicia económica. En Rojava, se han establecido cientos de cooperativas. Tanto la necesidad como la economía histórica de la región significan priorizar las cooperativas agrícolas, con tierras locales atendidas por personas locales, muchas de ellas mujeres, y las comunas aseguran su distribución, asignación y uso equitativos. Pero esto se aplica a todos los sectores en Rojava; las cooperativas de trabajadores gestionan la economía, incluidos los pequeños sectores textiles, petroleros y de procesamiento de alimentos, mientras que los comités médicos están trabajando para diseñar un sistema de salud gratuito.
La sociedad ecológica sirve a la naturaleza y a los humanos de manera constructiva, utilizando las tecnologías apropiadas. Por ejemplo, las energías renovables como los paneles solares, las turbinas eólicas o hidroeléctricas o los digestores de biogás, que responden a la diversidad de regalos que la naturaleza nos ofrece en nuestras regiones locales, son mejores alternativas que el petróleo o las represas y las centrales nucleares. Con gran parte de la región destruida por el conflicto reciente, se ha abierto un espacio para experimentar con enfoques que reducen la carga ecológica por medio de métodos de construcción sostenibles y principios comunitarios. Un proyecto para construir un nuevo centro social y de salud en Kobanê, por ejemplo, utilizará aislamiento térmico, un tratamiento integrado de aguas residuales biológicas y energía solar. Este no es un guiño superficial a la “sostenibilidad”. Si las raíces de la crisis climática se encuentran dentro de la propia naturaleza destructiva de la modernidad capitalista, la economía ecológica debe desafiar la idea del crecimiento mismo y avanzar hacia una relación re (constructiva) cíclica con la naturaleza.
Si bien el enfoque del movimiento se ha desarrollado a través de conversaciones con personas afines de todo el mundo, habla a la historia, la cultura y los paisajes naturales del pueblo kurdo, que es por lo que cobra vida aquí, incluso bajo las circunstancias más represivas. Nuestras madres recuerdan tiempos sin fronteras, cuando la vida era nómada y el trueque y el intercambio eran prácticas comunes. Para ellos, formar cooperativas con otras mujeres para hacer pan es tanto un reclamo de su pasado como una visión para su futuro, liberado de estructuras patriarcales feudales que les negaron sus plenos derechos. Y no solo patriarcado. En julio, las combatientes de las YPJ enviaron un mensaje de solidaridad al movimiento Black Lives Matter, reconociendo que el sexismo se desarrolló junto con el racismo y el capitalismo, y hasta que no terminemos con todas las formas de dominación, nadie puede decir que sea verdaderamente libre.
Para construir un mundo ecológico, necesitamos nuevas mentalidades, culturas e instituciones fuertes para protegerlo. No debemos negar a aquellas personas que yacen ya bajo las piedras de este camino.
Notas:
[1] Ver Foragers, Farmers, Fossil Fuels por Ian Morris para una discusión parcial sobre este tema.
[2] Ver la sección de Open Democracy (OD) Beyond Trafficking and Slavery (Más allá del tráfico y la exclavitud) para discusiones sobre la esclavitud contemporánea.
[3] Consulte este resumen sobre el desarrollo de la agricultura industrial versus la ecológica, así como de grupos como el Instituto para la Ecología y la Cultura para debatir sobre la urgente necesidad de una “localización” contemporánea.
[4] Ver, por ejemplo, Ciudadano y Sujeto de Mahmood Mamdani (cuya importancia se comenta en el enlace) y Comunidades Imaginadas de Benedict Andersons para una discusión sobre este tema.
FUENTE: Anna Lau (escritora y facilitadora que trabaja con movimientos sociales, grupos comunitarios y en entornos con múltiples partes interesadas. Actualmente asistente del espacio de cambio sistémico ‘Arteries’), Erdelan Baran (miembro del Comité de Asuntos Exteriores del KNK -Congreso Nacional del Kurdistán- en Reino Unido. El KNK es una organización que agrupa a diferentes partidos políticos kurdos, ONG e individuos de todo el mundo que trabajan juntos en un marco estratégico para una solución democrática a la cuestión kurda en Oriente Medio) y Melanie Sirinathsingh (activista de la campaña Paz en Kurdistán y activista en temas de igualdad y justicia global) / Fuente: Open Democracy UK / Fecha de publicación original: 18/11/2016 / Traducido por Rojava Azadi