Ésta es una revolución de la conciencia, no sólo de carácter político, y ha transformado las vidas de incontables mujeres y hombres, de generaciones por venir.
En algún momento a principios de febrero, me entusiasmé al recibir una invitación para participar en una delegación de mujeres con destino a Rojava, la región autónoma de facto de mayoría kurda en el norte de Siria. La delegación estaba abierta a mujeres periodistas, activistas y abogadas, y programada para coincidir con el Día Internacional de la Mujer.
Quedé para asistir con dos personas que no conocía de antes. Ali, amigo de un amigo, y Kimmie, a quien había entrevistado por Skype para mi libro sobre las mujeres autoestopistas. Ella ya había viajado sola en autostop por toda África Occidental y había blogueado recientemente sobre temas de Kurdistán y Oriente Medio, así que parecía una buena candidata para compartir aventura. Ninguno de nosotros teníamos la más mínima idea de qué esperar, realmente no. Pero todos somos muy abiertos, flexibles y preparados para el reto.
Necesitábamos esa determinación y flexibilidad para cruzar la frontera de la KRG -Gobierno Regional Kurdo en el norte de Irak- a Rojava. Nos habían informado que la frontera estaba “en las propias manos de Massoud Barzani”, el Primer Ministro, y que necesitaríamos solicitar permiso.
Esto resultó inimaginablemente difícil, ya que nadie con capacidad para conceder el permiso está dispuesto a responder al teléfono o al email. Además, en el momento en que comenzamos a preparar nuestro viaje, el Partido Democrático de Kurdistán de Barzani, aliado de Turquía, decidió cerrar la frontera a los periodistas freelance. Poco después también quedó clausurada a cualquier periodista, excepto a representantes de agencias importantes y bien conocidas. Desde que estuvimos allí, la frontera ha quedado totalmente clausurada.
Finalmente, logramos el permiso tras dos días de emails y llamadas telefónicas desde nuestro hotel en Zakho y un día completo esperando en el puesto de control de la propia frontera, un río que divide los dos países. No podéis imaginar la excitación que sentíamos en aquel oxidado barco según avanzábamos por las aguas hacia Siria.
Yo he ido haciéndome cada vez más escéptica, tras años de relación con los movimientos sociales: ecológicos, antimilitaristas, feministas, por la democracia, campañas anti fracking y anti autopistas, contra la expansión de los aeropuertos y contra las guerras, y las guerras y las guerras. Lo que he aprendido es lo siguiente: podemos hacer cambios mínimos, podemos lograr pequeños éxitos, pero contra lo que luchamos es mucho más grande que nosotros. He aprendido a realizar acciones positivas por su propio valor, más que por la esperanza de éxito. He aprendido cómo no permitir que la derrota me paralice. Pero ahora, ¿iba a ver una revolución con mis propios ojos?
Nos las arreglamos para llegar justo a tiempo para el Día Internacional de la Mujer, y marchamos junto a miles de mujeres con vestidos coloridos y ornamentados, gritando y cantando por las calles de Derbesi, un pueblo partido por la mitad por la frontera turco-siria. “¡Jin! ¡Jiyan! ¡Azadi!”, cantábamos –mujer, vida, libertad-. Muchas de las mujeres y muchachas portaban banderas y carteles. Todas nos sonreían con calidez en sus miradas, incluso las mujeres que vigilaban la manifestación con sus viejos Kalashnikovs, quienes nos besaban y abrazaban como el resto de madres, hermanas y abuelas que encontramos aquel día.
En los pocos días siguientes, realizamos un recorrido vertiginoso de proyectos. Visitamos un centro de salud para mujeres en Serekaniye, gestionado por una joven doctora holandesa muy comprometida, con muy escasos medios, apoyada por tres colaboradoras kurdas a quienes ella misma está formando. Mientras trataba a sus pacientes, la Dra. Rohani respondía pacientemente a nuestras preguntas, siempre sonriente, hablando alternativamente en kurdo, inglés, turco y árabe. “Algunas mujeres caminan muchas millas para llegar al centro de salud desde sus poblados”, nos dijo, al tiempo que llegaba un grupo de mujeres con chadores negros cargadas con sus niños.
El centro de salud ha sido abierto por Weqfa Jina Azad a Rojava, la Fundación de las Mujeres Libres de Rojava, cuyo objetivo es la apertura de un centro de salud para mujeres y una guardería en cada barrio de cada ciudad de Rojava. También visitamos dos guarderías ya en funcionamiento, así como una academia para mujeres.
Tras los dos primeros días, resultó obvio que habíamos subestimado ampliamente la magnitud de este experimento. Yo sabía de las fuerzas armadas exclusivamente femeninas, ya que han tenido amplia cobertura en los medios occidentales, y había oído hablar mucho de la potencia de los movimientos feministas en la región. Pero lo que vimos estaba mucho más allá del feminismo, tal como nosotros lo conocemos.
Las mujeres de Rojava han tomado el control total de su propio sistema en cada aspecto de sus vidas, desde la salud a la educación, a la legislación y la justicia, así como organizado tres fuerzas de defensa separadas y un organismo económico independiente.
Por toda la región, la sociedad se está auto organizando en un sistema democrático coordinado que funciona de abajo hacia arriba. Este sistema se denomina ‘confederalismo democrático’ y deriva de las ideas de Abdullah Ocalan, el líder del PKK que se encuentra en prisión.
En este sistema, la gente se reúne primero a nivel de “comuna” local, que puede incluir a todo un pueblo o de 30 a 400 ó más familias. Entonces, las comunas envían delegados electos rotatorios al siguiente nivel de “consejo vecinal”, compuesto por consejos de coordinación de 7 a 30 comunas. Desde aquí, los delegados van al Consejo Popular de Distrito. Las decisiones se toman en el nivel al que afectan y todos los representantes son elegidos, con un hombre y una mujer en cada puesto.
Hay comisiones para tratar asuntos como defensa, economía y justicia. Hay un Consejo de Mujeres a cada nivel y hay comisiones exclusivamente femeninas que trabajan junto con las comisiones generales, tales como la comisión económica. Kongira Star es la organización de apoyo al movimiento feminista, la cual, como todas las demás comisiones y organizaciones públicas, está representada en el Tev Dem, un Movimiento por la Sociedad Democrática.
Muchas leyes han sido adoptadas últimamente en Rojava, gracias a la fuerza del movimiento de las mujeres. Han ilegalizado la poligamia y los matrimonios forzosos y elevado a 18 años la edad legal mínima para contraer matrimonio. Las mujeres adquieren la custodia automática de sus hijos en caso de divorcio. Las mujeres que se enfrentan a un amplio abanico de causas pueden ahora dirigirse a la ‘Mala Jin’ o Casa de las Mujeres. Actualmente, hay trece Mala Jin sólo en el cantón de Cizire.
Los problemas a los que se enfrentan incluyen a maridos que han tomado segundas esposas, matrimonios forzosos, cuestiones de herencia y abuso doméstico. Como casa de justicia, la Mala Jin adopta un papel mediador, manteniendo conversaciones con las partes afectadas cuando es posible -una pareja, una familia, dos o tres familias o tribus- y buscando una solución juntos. En casos problemáticos, las mujeres de la Mala Jin pueden decidir el castigo para un culpable, como un período de exclusión social o pueden dirigirlo al sistema judicial oficial, donde puede enfrentarse a prisión, aunque las mujeres a las que entrevisté en la Mala Jin expresaron un fuerte deseo de alejarse de la cárcel y otras formas de castigo no restaurativas.
La unidad económica de las mujeres -Aboriya Jin- está muy involucrada en la coordinación de cooperativas. Nos declararon con orgullo que acababan de entregar una concesión de 700m3 de tierra a un grupo de mujeres para uso colectivo. También nos hablaron del proyecto de un banco de semillas que se está desarrollando. Posteriormente, tuvimos la ocasión de visitar una cooperativa que se estaba iniciando.
El Proyecto Casa Verde es un pequeño pedazo de cielo en lo que solía ser el frente. Aquí fue donde vi árboles e incluso una mariposa por primera vez en Rojava y donde el aire es más limpio. Una mujer con un encanto travieso y una energía contagiosa nos mostró el proyecto que está poniendo en pie. Cuando todo funcione correctamente, mujeres de dieciocho comunas lo asumirán y generaran alimentos colectivamente, como una cooperativa.
También están estableciendo un centro educativo para enseñar técnicas agrícolas a las mujeres, algo que tradicionalmente ha estado considerado como un trabajo de hombres.
A la educación se le otorga un gran valor a cada nivel en todos los sistemas. Un enorme porcentaje de la población es analfabeta. La lengua kurda estaba prohibida por el régimen de Assad en Siria, así como por el vecino estado turco, y se mantenía a la región económicamente pobre. Añadiendo a esto una fuerte cultura patriarcal, con ideas sobre las mujeres profundamente arraigadas, podemos empezar a hacernos una idea de lo increíble que es realmente esta transformación.
Las mujeres ahora asisten a academias donde aprenden sobre un variado rango de temas, incluyendo historia de la región, liderazgo y responsabilidad, ética, leyes, políticas democráticas, el sistema de Rojava, autodefensa legal, autonomía de la mujer, ecología y otros. Hay clases sobre historia de la mujer, basándose en las ideas de Ocalan de que “ser ama de casa es la forma más antigua de esclavitud”. Esto es realmente radical. Las mujeres de las comunas, pueblos y campos de refugiados aprenden sobre sus propios cuerpos y sistema reproductivo, retando a siglos de vergüenza y auto desprecio. Las clases son participativas, llevándose a cabo discusiones y debates, más que el tipo de dinámica tradicional profesor-alumno. Las clases también se llevan a la comunidad y se organizan en las comunas y consejos.
Las mujeres tienen sus propias fuerzas armadas exclusivas a tres niveles diferentes, que se desenvuelven paralelamente, pero independientemente, de las fuerzas masculinas. Además de las YPJ -la fuerza militar femenina, que ha sido objeto de muchos documentales y reportajes occidentales-, se encuentran las asayish, que a menudo son descritas como fuerza policial, y las HPC, una nueva fuerza defensiva civil.
La crítica y la autocrítica se construyen a cada nivel del sistema. Las mujeres de las organizaciones que visitamos a menudo nos preguntaban, “¿Tenéis alguna crítica que hacernos? ¿Qué podemos mejorar?”. Las mujeres en la Jineología o “ciencia de la mujer” estudian y analizan de manera crítica los movimientos feministas de otros países, así como otros tipos de sistemas sociales, movimientos de liberación e ideologías, incluyendo el feminismo, anarquismo, socialismo y movimientos e ideas libertarios. Consideran a los movimientos feministas occidentales como altamente reformistas.
La segunda semana
Nuestra segunda semana en Rojava fue muy diferente de la primera. Dejamos de ser tratadas como visitantes, ya no como si estuviéramos recorriendo la zona, sino que éramos parte del tejido de Rojava. Nos alojábamos en la recientemente abierta Casa Internacional, tomando parte en las actividades diarias, como en la preparación de las comidas colectivas, participando en las extensas reuniones sobre asuntos del hogar, asistiendo a clases de lengua kurda y eventos sociales junto con otros participantes europeos que han decidido vivir en Rojava, gente que está rodando documentales, fundando proyectos, personas que han estado luchando o entrenándose para luchar.
Fue entonces cuando comencé a comprender cómo podría ser realmente mi vida en Rojava si decidía quedarme.
Todos pensamos en la posibilidad de quedarnos. Para mí, estos pensamientos siempre fueron fugaces. Tenía un esposo esperándome en casa, compromisos no finalizados y responsabilidades que hacían imposible que me quedara o, al menos, muy irresponsable. Ali cambió de parecer varias veces, pero finalmente decidió que no era el momento para tomar una decisión tan importante de manera espontánea. Pero Kimmie decidió quedarse.
Decir adiós a Kimmie fue duro. El día que nos marchamos, vino con nosotros en el coche mientras Jiyan -la mujer que había sido nuestra traductora, guía y amiga- nos llevaba de vuelta por una carretera que parecía interminable, a través de un rosario de ciudades y pueblos entremezclados con los mismos pozos petrolíferos y el monótono paisaje, luego a través de algunas montañas y, finalmente, hasta el río que separa Siria de Irak.
Recuerdo sentir que ya no era la misma persona que había estado en el pequeño barco oxidado dos semanas antes, lo que parecía haber sido hacía una vida.
El día después de abandonar Rojava, la frontera quedó clausurada. Desde entonces, nadie ha podido cruzarla legalmente, excepto un puñado de profesionales médicos. Las personas que viven con medios irregulares son arrestadas y encarceladas en Irak.
Actualmente, Rojava se enfrenta a una crisis rampante: no sólo se encuentra entre el ISIS, Assad y una Turquía muy enojada, sino que también ha sido cortada la ruta que la abastecía y una hambruna a gran escala se otea en el horizonte. Los fertilizantes químicos de los que depende la agricultura se han agotado y la producción de grano ha descendido dramáticamente. Este año sólo se producirá un tercio de la cosecha de trigo habitual. La importación de comida y fertilizante ha cesado a causa del embargo. La región debe ser totalmente autosuficiente y rápido.
Algunos amigos en Rojava están levantando fondos para un ambicioso proyecto que tiene como objetivo transformar la región desde un monocultivo de trigo dependiente de la fertilización química hasta una agricultura orgánica diversificada. El plan para la región consiste en producir todo el fertilizante orgánico que necesita a partir de los desperdicios biológicos de ciudades, pueblos y granjas, junto con un programa educativo global que enseñe a los residentes cómo y por qué deben separar sus desperdicios.
Mi lección
Todos estos años de organización de movimientos sociales en Europa me enseñaron que la esperanza era inútil, pero estaba equivocada. Hay una verdadera revolución en marcha ahora, en este momento, y es más hermosa de lo que había imaginado. No es perfecta, nada lo es, pero la fuerza, amor y determinación de las mujeres de Rojava me han enseñado lo que significa de verdad la lucha. Ellas me han enseñado el verdadero significado de la solidaridad y me han dado esperanza.
La gente me pregunta si creo que la revolución durará, si se conseguirá. No sé lo que deparará el futuro. Pero sé que esta revolución no es sólo de abajo hacia arriba, sino también de dentro hacia fuera. Se trata de una revolución en la conciencia, no sólo política, y ha transformado las vidas de incontables mujeres y hombres, tal vez por muchas generaciones.
De alguna manera, la revolución ya ha ganado.
FUENTE: Jo Magpie (periodista free lance)/Open Democracy/ Traducción: Rojava Azadi