¿Qué hay detrás del caso de Mahsa Amini?

Mahsa Amini se tendría que haber llamado Jina. Su madre y su padre querían eso. Pero Jina en kurdo significa Mujer. Y en Irán, hablar ese idioma es un problema. O, mejor dicho, una condena. Por eso Jina se llamó Mahsa. Y por eso ahora en muchos medios de comunicación de todo Kurdistán la nombran Jina Mahsa.

En las calles de Rohjilat (Kurdistán iraní) y en buena parte de Irán, hace días que se escuchan las consignas “Jin, Jiyan, Azadî” (Mujer, Vida, Libertad) y “Bimre Dîktator” (Muerte al Dictador). Esas palabras, esas frases cargadas de rabia, recorren las calles en el idioma de quienes habitan históricamente esa tierra: el kurdo. El miedo a hablar, la vergüenza al pronunciar la lengua madre en una escuela, el silencio ante la imposición de otro idioma, parece esfumarse junto al humo de las barricadas que cientos de personas levantan para enfrentar a la policía.

Pero no solo eso. Las mujeres kurdas, que en Rojhilat se niegan a dejar sus vestidos coloridos y taparse sus cabellos –aunque eso pueda costarles la vida-, también son el idioma de su país, aunque ese país esté prohibido. Porque cuando la humanidad despertaba al mundo, hace más de cinco mil años, los pueblos en donde los y las kurdas tienen sus raíces hablaban en la voz de las mujeres, organizaban sus comunidades en la disciplina de las mujeres y hablaban con sus dioses o curaban sus heridas con la sabiduría de las mujeres.

Las raíces de Jina Mahsa Amini están en esas mujeres. Y esas raíces germinaron en el grito que resume el deseo: “Jin, Jiyan, Azadi”.

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Conocida la muerte de Amini, los medios de comunicación iraníes difundieron la versión que la joven había fallecido por problemas ajenos a los golpes y torturas policiales. Hasta la agencia de noticias Irna difundió un video, sin dar demasiadas explicaciones, asegurando que la mujer que se ve en las imágenes es Jina Mahsa, la cual se desploma mientras se encuentra en la comisaría.

La administración del presidente Ebrahim Raisi se apresuró a decir que la muerte de Amini no fue causada por las fuerzas de seguridad. El sábado pasado, el ministro de Interior, Ahmad Vahidi, declaró: “Los exámenes médicos y los del departamento forense demuestran que no hubo golpes ni cráneo fracturado”. El funcionario advirtió sobre las “interpretaciones falsas” de lo ocurrido.

El 22 de septiembre, Amjad Amini, padre de la joven kurda, declaró a la BBC Persa que no le permitieron ver el informe de la autopsia de su hija. Además, negó que Jina Mahsa tuviera problemas de salud previos y afirmó que el personal médico del hospital en Teherán, donde trasladada la joven, le impidió en varias ocasiones ver el cuerpo de su hija ya sin vida. Amjad manifestó que los pies de su hija tenían moretones y le pidió a los médicos que se los examinaran. “Me ignoraron. Ahora mienten”, sentenció.

Según reveló Iran Internacional, en base a fuentes del hospital donde se encontraba la joven, la tomografía computarizada realizada en su cabeza, durante la autopsia, mostró una fractura ósea, una hemorragia y un edema cerebral, lo que confirma que murió debido a golpes en la cabeza. Una de las fuentes de Iran Internacional confirmó que los pulmones de Mahsa estaban llenos de sangre cuando la trasladaron al centro médico y que ya “no podía ser revivida”. La misma fuente agregó que el estado de Mahsa “era tal que no se podía salvar ni era posible operarla, porque su tejido cerebral estaba seriamente dañado (…) era claro que la paciente no resultó herida de un solo golpe y debió recibir muchos golpes en la cabeza”.

Las protestas que recorren todo Irán demandando que se conozca la verdad se van configurando como de largo aliento. La represión policial, también: desde 17 hasta más de 50, según distintas fuentes, son los y las muertas por el accionar de las fuerzas de seguridad. Las personas heridas y detenidas se cuentan por cientos. Las ciudades más afectadas son las de Rojhilat. Hasta el momento, nadie en el Ejecutivo iraní puede decir que las manifestaciones van a detenerse. Por eso, el régimen impulsa sus propias marchas, como las ocurridas este domingo, donde las consignas fueron cuidar el Islam, apuntar contra los “alborotadores” y acusar a Estados Unidos de todos los males del país.

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Cuando en 1979 triunfó la Revolución Islámica, en todo Medio Oriente hubo un cataclismo. La versión chiita del Islam político llegaba al poder para realizar un cambio radical tras décadas de reinado de la dinastía Pahlevi. El Imán Ruhollah Jomeini aterrizaba en Teherán y multitudes coreaban su nombre.

Esa revolución –que desde hace bastante tiempo muchos opinan que fue abortada-, tuvo tres fuerzas que empujaron la rueda de la historia para que el Sha Reza Pahlevi​​​ y su régimen cayeran como un castillo de naipes. Ya no importaba el respaldo abierto de Estados Unidos y Europa a un sistema que había hecho de la represión social su carta de presentación. Las propias fuerzas islámicas que dirigía Jomeini desde el exilio, el Partido Comunista iraní (Tudeh) y el pueblo kurdo conformaron una unidad de acción que enfrentó todo lo que se interpusiera hasta empujar la salida del Sha.

Los kurdos y las kurdas de Rojhilat conforman una de las cuatro partes en que fue dividido Kurdistán después de la Primera Guerra Mundial, cuando Gran Bretaña y Francia se repartieron Medio Oriente. Se calcula que son entre 10 y 12 millones de personas que, junto a sus coterráneos en Siria (Rojava), Turquía (Bakur) e Irak (Bashur), conforman un pueblo de más de 40 millones de habitantes, el mayor grupo humano del mundo sin un Estado.

Caída la monarquía e instaurada la República Islámica, Jomeini ordenó la persecución, encarcelamiento y asesinato de miles de militantes de Tudeh y de pobladores de la región kurda. Para el líder del nuevo Irán, sus antiguos aliados ahora debían ser cazados. El régimen iraní prohibió los partidos políticos, decidió que el Islam sea la religión y la ley oficial del país, y negó la existencia de otras minorías religiosas y étnicas. Para ese entonces, los kurdos eran el 10 por ciento del total de la población en el extenso territorio iraní, de unos 125.000 kilómetros cuadrados. En la actualidad, se calcula que alcanzan el 12 por ciento.

Rojhilat es una región que se recuesta en las montañas que forman –en los mapas- la frontera impuesta entre Irán, Irak y Turquía. Agua dulce, petróleo, tierras fértiles y una cultura milenaria conforman una zona que el poder central iraní trata de asimilar desde hace siglos. La represión, el desplazamiento forzado de personas y las ejecuciones públicas son los métodos vigentes hasta el día de hoy.

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En Irán no es una novedad. Frente a la crisis social y las protestas que periódicamente toman las calles, desde el Estado se bloquea el servicio de internet y se suspenden las redes sociales. El asesinato de Jina Mahsa y las manifestaciones masivas pudieron salir del país por centenares de videos filmados con celulares. La impactante foto de la joven kurda internada, ya en coma, pudo ver la luz por esta razón.

Y también por la periodista Nilufar Hamedi, la primera en hacer público el caso. Hamedi ahora está encarcelada. El jueves pasado, la policía iraní irrumpió en su departamento en Teherán, confiscó sus equipos y se la llevó. Hamedi, que trabaja en el diario Shargh, había visitado el hospital donde estaba Amini e informado al respecto. La periodista se encuentra en la cárcel de Evin, en la capital iraní. Medios de comunicación de la región también revelaron que, al menos, otras dos periodistas fueron detenidas en los últimos días: la reportera Fatemeh Rajabi y la fotógrafa Yalda Meiri. Según la organización Comité para la Protección de los Periodistas (CPJ), desde el lunes pasado al menos 17 periodistas fueron detenidos.

En Irán, los medios de comunicación están bajo el estricto control estatal. Más allá de que respondan a las corrientes reformista o conservador, o directamente a las fuerzas armadas (como la agencia de noticias Fars), informar lo que no se quiere mostrar es, muchas veces, un peligro que conlleva la cárcel o la muerte.

Si esto rige en todo el país, intentar informar desde Rojhilat, o que un o una periodista extranjera se traslade a la región para hacerlo, es caminar por una cornisa muy fina y filosa. Los líderes religiosos y los representantes en Irán cierran la posibilidad de ejercer el periodismo bajo el argumento de la injerencia extranjera, el peligro que conlleva para la Revolución Islámica la guerra de desinformación en su contra, pero con esa justificación casi nada puede sortear el filtro de la censura, un filtro que parece construido con el mismo material que los barrotes de las celdas.

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Melike Yasar en representante en Europa del Movimiento de Mujeres de Kurdistán e integrante del Congreso Nacional de Kurdistán (KNK, por sus siglas originales), con sede en Bruselas. En una entrevista con la cadena colombiana Red Más Noticias, manifestó que el Estado iraní es opresor, sexistas y que “sistematiza y legitima la práctica inhumana contra las mujeres”.

Yasar explicó que en los últimos años, cuando las mujeres de Irán “empezaron a enfrentarse al Estado y construir su propia forma de lucha y su autodefensa”, amentaron las masacres” contra ellas. “En pleno siglo XXI, en Irán hay feminicidios y matrimonios infantiles. La política feminicida del Estado iraní no reconoce la existencia de la mujer –manifestó la representante del KNK-. Pero contra esta política, siempre hubo resistencias, especialmente con la vanguardia de las mujeres kurdas”.

Yasar además puntualizó que Irán, las mujeres kurdas sufren una doble opresión: por su género y por su identidad, la que es negada por el actual régimen. “En Kurdistán estamos luchando contra las fuerzas colonialistas, fascistas y machistas, que no pueden soportar nuestra resistencia, nuestros valores, nuestros logros y nuestra identidad”, resumió.

Maryam Fathi es responsable para Europa de la Comunidad de Mujeres Libres del Kurdistán Oriental (Komalên Jinên Azadiya Rojhilat, KJAR). Maryam nació en Marivan, una de las principales ciudades de Rojhilat, pero hace 10 años vive en España. La persecución y el asedio de las fuerzas de seguridad iraníes la forzaron a exiliarse. En diálogo con la cadena de televisión vasca EITB Media, alertó que la región kurda de Irán fue militarizada y se está cometiendo una masacre contra sus pobladores. 

“Las mujeres de Irán quieren libertad, como todas las mujeres del mundo –remarcó-. El velo, en Irán, es un símbolo de represión política, no es cultura. Estamos ante un Estado islámico que es misógino, que odia a las mujeres”.

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El 27 de agosto pasado, el portal Público, de España, difundió un artículo del periodista Manuel Martorell, uno de los especialista más reconocidos a nivel internacional sobre la cuestión kurda. Autor de varios libros sobre la historia y actualidad de Kurdistán, Martorell hizo un balance del primer año de gobierno del presidente Raisi. Según el periodista, Irán “sufre una profunda crisis social y, sobre todo, una grave involución política, como muestra la actual escalada represiva y, de forma más significativa, el aumento en el número de ejecuciones” de personas. Martorell reveló que hasta la fecha de publicación de su artículo se habían ejecutado 320 ciudadanos y ciudadanas, diez menos que en todo 2021.

“Las mujeres son precisamente uno de los sectores que más intensamente están sufriendo la involución política bajo la presidencia de Raisi, que no ha dejado de reforzar organismos como ‘Promoción de la Virtud y Prevención del Vicio’, o las llamadas Patrullas de Vigilancia, dedicadas específicamente a que todas las mujeres lleven la cabeza cubierta con el hijab. Además, a mediados de julio Raisi instauró, con el mismo objetivo, la ‘Semana de la Castidad’, que miles de mujeres desafiaron en las principales ciudades desprendiéndose públicamente del pañuelo”, detalló Martorell.

Martorell agregó un dato que no es para nada menor: en lo que va del año, “se han registrado en Irán más de 2.000 protestas públicas, fundamentalmente contra la subida de los precios, la escasez de agua, el impago de salarios y la reducción de las pensiones, en buena parte como consecuencia de las sanciones internacionales tras haber roto Teherán el acuerdo nuclear alcanzado en 2015 con los miembros del Consejo de Seguridad de la ONU y la Unión Europea (UE), en protesta por la decisión de Donald Trump de retirar unilateralmente a Estados Unidos del acuerdo tres años después”.

Con un país donde la pobreza supera el 50 por ciento, con una desigualdad social cada vez más profunda, y un sector de la juventud cansada de leyes restrictivas y una clase política que no los representa, que las calles de Irán estén ardiendo en un fuego humano pocas veces visto.

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El viernes 23 de septiembre, en Santiago de Chile se realizó una movilización para denunciar el asesinato de Mahsa Amini y la represión desatada por el régimen iraní. Hasta ahora, es en el único país de Latinoamérica que se efectuó una acto de este tipo.

La consigna principal fue “Mujer, Vida, Libertad”, la misma que crece con fuerza en todo el territorio iraní. Durante la marcha, habló Asieh Hekmat, vocera de la Agrupación de Mujeres de Irán en Chile. Asieh aseguró que en Irán se vive un “régimen opresivo”, según informó Diario U Chile.

“Mahsa fue una de las millones de mujeres iraníes quienes aguantan leyes que controlan cómo te puedes vestir, cómo debes actuar con tu pareja y cómo se puedes andar en público –describió Asieh-. Por ejemplo, si una mujer está en la calle sin tapar su cabello, puede ser arrestada y sancionada. Si ella lleva vestidos con manga corta, también puede ser arrestada. Una mujer casada en Irán no puede viajar fuera del país sin el permiso de su marido. Una trabajadora o profesora iraní debe llevar un vestido tradicional musulmán que tapa todo su cuerpo desde el pelo hasta los pies. Si ella no lo hace, la despiden de su trabajo”.

La activista aseguró que cualquier tipo de protesta que enfrente al Estado iraní, implica que los manifestantes sufran cárcel, tortura o directamente ser asesinados. Asieh finalizó sus palabras con un deseo a flor de piel: “Superar la dictadura y construir un país democrático y libre y respetuoso de los derechos humanos, especialmente de las mujeres, minorías étnicas y religiosas”.

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Sin dudas, las actuales protestas van a tratar de ser capitalizadas por Estados Unidos (con Israel como guionista) y la Unión Europea (UE) para derrocar al régimen de los ayatolas y mulás. Está es una verdad incontrastable. A ambos bloques, pero sobre todo a Washington, le preocupan varias cosas, de las cuales la “defensa de los derechos humanos” está en los últimos puestos.

En los últimos años, el acercamiento de Irán a Rusia y China elevó las alertas de la Casa Blanca. ¿Esto se debe a una posible (y alucinada) alianza militar entre Teherán, Moscú y Beijing para “combatir” la panacea democrática occidental? Es muy poco probable. Estados Unidos y la UE ven cómo se escurren los negocios redituables de una potencia regional como Irán, rica en hidrocarburos, tierras fértiles y con una capacidad industrial poco vista en Medio Oriente.

Por más “agentes extranjeros” que el Gran Diablo de Occidente tenga en Irán, las masivas protestas que ya llevan más de una semana no parecen estar financiadas por Estados Unidos y sus aliados. Aunque es verdad que ante la profundización de las movilizaciones y el descontento de los pueblos que habitan Irán, Washington buscará generar una mayor desestabilización. Por estos momentos, el príncipe heredero de Arabia Saudíta, Mohamed Bin Salmán, debe estar relamiéndose al ver lo que ocurre en Irán.

A Estados Unidos y sus socios (desde Israel, pasando por la UE, hasta llegar a las monarquías de Golfo Pérsico) los cálculos de un cambio de régimen –por ahora- no terminan de cerrarles. (Y habría que ver en profundidad si realmente los poderes económicos de Estados Unidos y Europa tienen un interés real y concreto en que caiga Jamenei y sus representantes gubernamentales; tanto Washington como la UE mostraron en muchas oportunidades que si el capital fluye a su antojo, muchos déspotas se convierten en aliados).

Pero un ejemplo cercano en el tiempo sigue latente: la injerencia de estos actores en Siria, su apoyo a grupos mercenarios y yihadistas radicales –entre ellos el Estado Islámico (ISIS), que la Casa Blanca después combatió-, la destrucción de buena parte de un país y, sobre todo, el desprecio que Washington y sus socios demostraron ante las protestas legítimas de un pueblo cansado de persecuciones y hambre.

Los días por venir dirán hacia dónde se encaminan las protestas en Irán. Para Teherán, el espaldarazo puede llegar con la clásica “neutralidad” de China, que muchas veces alcanza para detener los planes desestabilizadores estadounidenses. También, por parte de Rusia, aunque el Kremlin, por lo visto, empezó a dejar “flancos al descubiertos” luego de embarcarse en la invasión a Ucrania.

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 ¿Existe una opción de gobierno en Irán? ¿En la actualidad, las fuerzas más conocidas –sobre todo en el exterior- que operan en la clandestinidad tienen capacidad para forzar un cambio social profundo que empuje al régimen de Jamenei a aplicar reformas amplias, incluyentes y, por qué no, económicas que permitan una mayor justicia social? O todavía más difuso: ¿existe una conjunción de fuerzas que puedan suplantar al régimen de los ayatolas?

Si algo existe en Irán y está muy bien aceitado, es el capitalismo. La burguesía iraní es poderosa, ambiciosa y no duda en explotar de las formas más clásicas a los y las trabajadoras. Si cuando se produjo la Revolución Islámica se nacionalizaron empresas y recursos naturales, y se rompieron ciertas estructuras anquilosadas de la época del Sha, el cierto bienestar social inicial derivó, en la década de 1990, en un neoliberalismo para nada diferente al sufrido en otras partes del mundo. Todo esto de la mano de los ex mandatarios Akbar Hashemí Rafsanyani y Mohammad Khatami, elegidos luego del fallecimiento del ayatola Jomeini en 1989.

Por lo pronto, una opción al actual régimen es muy poco probable. La represión sistemática, las prohibiciones internas y las persecuciones constantes a los y las opositoras, de diferentes ideologías, y tanto dentro como fuera del país, parecen sostener su función de muro de contención a un posible cambio. Si esa “transformación” llega de la mano de Occidente, los nubarrones sobre el cielo se van a cerrar todavía más. Las intervenciones de Estados Unidos, la OTAN y la UE en Afganistán, Irak y, más recientemente, durante las masivas protestas conocidas como la Primavera Árabe son un muestra palpable: donde cayeron dictadores, fueron suplantados por tecnócratas, dirigentes vinculados a Occidente, con planes económicos acordes a los organismos financieros internacionales o, todavía peor, se suplantaron autócratas “malos” por autócratas “buenos” (el caso de Egipto es el más visible).

La gran incógnita por estas horas es qué sucederá en la región kurda de Irán. Aunque en el país existe una provincia llamada Kurdistán, su territorio es mucho menor que al que demandan los y las kurdas como propios.

¿Hay posibilidades de cambios en Rojhilat? Las protestas, que ya son furiosas en las principales ciudades y en decenas de poblados de esa región, ¿empujar a reformas económicas, políticas, sociales y culturales para los hombres y las mujeres que conforman la primera minoría étnica en un país donde casi el 50 por ciento son persas?

Las tres principales fuerzas políticas que operan en Rohjilat son el Partido Democrático de Kurdistán – Irán (PDK-I), el Partido de la Vida Libre del Kurdistán (PJAK) y su organización paraguas para todo el territorio, la Comunidad Democrática y Libre del Kurdistán Oriental (KODAR), y Komala (de izquierda marxista). Si bien la actividad clandestina de estas agrupaciones lleva décadas, la represión estatal en su contra nunca fue menor. Un ejemplo reciente lo muestra: con las masivas protestas como telón de fondo, la Guardia Revolucionaria Islámica de Irán lanzó ataques de artillería contra unidades de Komala, ubicadas en Bashur (Kurdistán iraquí). Por supuesto, este hecho pasó desapercibido y nadie se preguntó por qué las fuerzas iraníes violaron la soberanía territorial de un país vecino.

Ante las dificultades de acceder a la información en Rojhilat, conocer de cerca la temperatura política de los diferentes movimientos kurdos es una tarea difícil. Pero hay algo que seguramente debe estar sobrevolando esa región por estos días: la experiencia de Rojava (Kurdistán sirio). Esa región, con apenas dos o tres millones de habitantes, hace diez años declaró su autonomía del gobierno central, comenzó a construir sus propias instituciones y fuerzas de autodefensa, creó cooperativas y levantó centros médicos y escuelas, y puso a la mujer en el centro de todas las discusiones y acciones que deben acumular poder alternativo para así lograr la autonomía.

“Sin la liberación de la mujer no hay liberación del pueblo”, es la definición que muchos hombres y mujeres de Kurdistán repiten a quienes quieran escuchar. En Rojhilat, esa frase puede revelar todas las incógnitas que hoy rodean a Irán.

FUENTE: Leandro Albani / La tinta

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