Si observamos superficialmente las crisis de los Estados artificiales de Oriente Próximo, podemos afirmar que el proyecto de Estado-nación ha alcanzado, tras cien años, un punto de no retorno. Casi todos los Estados de la región se caracterizan por duras autocracias o por regímenes débiles, dependientes e incluso fracasados, carentes de legitimidad y funcionalidad. Turquía no está exenta de este patrón de fracaso. El último siglo de historia turca ha demostrado que la cuestión kurda es el principal obstáculo para el progreso y la prosperidad de este Estado nuevo y artificial.
Como la gran nación o grupo étnico sin Estado de Oriente Próximo, situado en cuatro Estados con diversos problemas internos y externos, el pueblo kurdo podría ser un factor de prosperidad política y desarrollo económico. Los kurdos y su proyecto político podrían crear estabilidad y democracia en la región. Sin embargo, debido a los mismos problemas a los que se enfrentan otros Estados y entidades políticas regionales, los kurdos también podrían ser la causa de la inestabilidad, los trastornos y el caos. En otras palabras, el proyecto kurdo tiene el potencial de ser un “hacedor de reyes” en los equilibrios de las complicadas ecuaciones políticas y sociales de Oriente Próximo.
Las iniciativas kurdas en el Kurdistán Septentrional (Bakur, sureste de Turquía) y en el Kurdistán Occidental (Rojava, noreste de Siria) sugieren un sistema alternativo que puede incluir el diverso mosaico de pueblos y sociedades de Oriente Próximo. Al rechazar la noción de unificación centralista tras los Estados-nación turco y sirio, y promover entidades democráticas e inclusivas que puedan reconocer a todos los grupos étnicos, religiosos, culturales y sociales, estas iniciativas podrían ser un proyecto nuevo y atractivo para los pueblos de la región. Sin embargo, también son una amenaza para el sistema de Estados-nación establecido artificialmente hace cien años por las potencias coloniales tras el colapso del Imperio Otomano. En otras palabras, el proyecto kurdo está sacudiendo los pilares del sistema que se ha impuesto a los pueblos de Oriente Próximo durante el último siglo. Por ello, los Estados y las sociedades de la región pueden considerarlo peligroso y desconocido.
Para el Estado turco, el problema kurdo no sólo se limita a sus fronteras legales. De hecho, también ha supuesto una amenaza para el Estado turco tanto en Irak como en Siria. La Administración Autónoma del Norte y Este de Siria (también conocida como AANES), una región federal de facto con una población de millones de habitantes, ha avanzado un modelo multidimensional sin precedentes en Oriente Próximo. Este modelo es actualmente objeto de un importante escrutinio. Puede afirmarse que durante los últimos siete años, a pesar de la invasión turca de Afrin en 2018 y de Serêkaniyê (Ras al-Ain) y Gire Spî (Tal Abyad), el proyecto kurdo ha experimentado grandes avances y ha funcionado como un modelo único de gobernanza y gestión.
Se puede argumentar que, si puede sobrevivir a la actual situación internacional -especialmente a las amenazas del Estado turco y sus apoderados armados, predominantemente árabes suníes y turcomanos-, sería un modelo alternativo bastante singular para otras regiones de Oriente Próximo. No obstante, sigue existiendo la posibilidad de que este modelo sea efímero. Podría volver a integrarse en el Estado sirio bajo la presión de las potencias regionales e internacionales -principalmente Turquía, Irán y Rusia-, que pretenden poner fin a este experimento autónomo de facto. Por un lado, existe un apoyo limitado al proyecto kurdo en el norte de Siria por parte de algunos actores internacionales (principalmente potencias occidentales). Por otro lado, existe una enorme oposición a este proyecto por parte de las potencias regionales (incluidos los bloques suní y chií).
Si el proyecto kurdo en Oriente Próximo fracasa, en el peor de los casos, creará un conflicto continuo. Así ocurre ya en el norte del Kurdistán y en Turquía, donde la lucha permanente, la agitación y la inestabilidad prolongada ponen en jaque al Estado y a la región. Las guerrillas kurdas podrían perturbar y atacar intereses económicos -por ejemplo, redes de tránsito y oleoductos- si la cuestión sigue sin resolverse. El Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK) conserva fuerzas militares en Turquía y tiene influencia en las cuatro partes del Kurdistán. La negación de los derechos sociales, culturales y políticos de los kurdos podría traer más caos y, sobre todo, inestabilidad política y económica a la región. Sin embargo, si el proyecto kurdo tiene éxito podría ser un modelo positivo de democracia, diversidad y empoderamiento para los pueblos de Oriente Próximo. Podría ser una oportunidad para implantar una nueva forma de gobierno que podría ser diferente de lo que se ha visto en la región durante los últimos cien años. Una mayor estabilidad y prosperidad traerán consigo crecimiento económico y otros resultados positivos para la región y fuera de ella. La relación entre el Estado turco y el proyecto kurdo podría ser mutuamente beneficiosa, en lugar de mutuamente perjudicial.
Se podría argumentar que los kurdos tienen la clave de la estabilidad regional, y que todos los países con intereses económicos estratégicos en la región, incluida China, deberían tomar nota. China aún no ha intervenido militarmente en Oriente Medio como lo han hecho Estados Unidos y Rusia. Su Iniciativa de la Franja y la Ruta (IFR) necesita una vía estable y segura que probablemente pase por Oriente Medio, incluidos los Estados en los que viven los kurdos.
Como potencia económica y política en ascenso, China podría desempeñar un papel fundamental a la hora de cambiar el rumbo en Oriente Próximo. En términos de planteamientos generales, existe una diferencia entre China y las demás grandes potencias que han desempeñado papeles en Oriente Próximo durante los últimos cien años. China no pretende imponer su hegemonía cultural o política a los Estados de Oriente Próximo. Respeta las diferencias culturales y políticas internas mientras progresen los intereses mutuos. Por lo tanto, China podría desempeñar un papel positivo en el proceso de resolución de la cuestión kurda, especialmente con el gobierno de Turquía como principal obstáculo para un proceso de paz.
La cuestión aquí es si China desearía abordar un caso tan complicado en primer lugar. Existen dos obstáculos principales a este respecto. El primero está relacionado con el enfoque general chino de las relaciones internacionales. Hasta ahora, China se ha mostrado reacia a interferir en las cuestiones internas de cualquier Estado supuestamente soberano. China considera a los kurdos actores no estatales con los que no se puede tratar formalmente. Este es un obstáculo importante para el compromiso chino en la cuestión kurda. Es probable que su enfoque de la cuestión kurda sea delicado, ya que no querrá perturbar sus relaciones formales con los Estados en los que viven los kurdos. La segunda razón es el impacto de la intervención occidental en Oriente Próximo. China tiene menos margen para aportar un enfoque diferente y dar pasos hacia una solución de las crisis regionales.
Sin embargo, es posible que estos dos factores no impidan a China dar un paso adelante en la región. Esto se debe simplemente a sus importantes intereses y a las oportunidades abiertas para desempeñar un papel, especialmente tras el fracaso del modelo de Estado-nación, de las iniciativas respaldadas por Occidente y de los proyectos posteriores a la Primavera Árabe en varias partes de la región. El compromiso de China en Afganistán tras el fracaso de la intervención estadounidense y el regreso de los talibanes es un ejemplo. Su intento de promover la reconciliación entre Irán y Arabia Saudí, y aceptar a ambos como nuevos miembros del BRICS, es otro ejemplo del poder de China para comprometerse diplomáticamente.
Así pues, existe la posibilidad de que China apoye una solución pacífica al conflicto entre el Estado turco y el pueblo kurdo. Se puede argumentar que esto beneficiaría a sus intereses en la estabilidad regional. Además, China tiene la capacidad de animar a Turquía a abandonar su enfoque sin salida y dar pasos hacia una nueva era de paz y prosperidad en la región.
FUENTE: Seevan Saeed / Kurdish Peace Institute / Traducción y edición: Kurdistán América Latina
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