El Gobierno de Recep Tayyip Erdogan aprovecha el clima de guerra para ampliar la censura informativa e incrementar la persecución a los disidentes. La oposición no sabe cómo reaccionar.
“Los tanques no traerán ‘ramas de olivo’ -reza el tuit, en referencia al nombre de la última operación militar turca en el norte de Siria-, sino bombas. Y cuando caigan, morirán personas. Ahmed está muriendo, Hasan está muriendo, Rodi está muriendo, Misgin está muriendo… Son vidas que terminan”. Este fue uno de los comentarios que llevaron a la periodista Nurcan Baysa a ser detenida por el Departamento Antiterrorista de la ciudad de Diyarbakir. La reportera escribió cinco publicaciones en contra de la intervención de Turquía contra la guerrilla kurda en Afrín. “Todos los que apoyáis la guerra observad esta foto, este niño ha muerto hoy”, fue otro de sus mensajes.
Sólo unas horas después de escribir los tuits, una docena de agentes de las Fuerzas Especiales se presentó en su residencia familiar. De inmediato, “intentaron romper la puerta de la entrada -relata Nurcan a El Confidencial-, el ruido fue tal que creí que se trataba de un terremoto”. Tras entrar en el recibidor “apuntándome con rifles”, los agentes procedieron al registro. La escritora fue después trasladada al Departamento de Policía, acusada de difundir propaganda terrorista e incitar a la movilización, donde pasó tres días en una celda sin litera. Después de prestar declaración, Nurcan tiene ahora retenido el pasaporte y debe acudir a las dependencias policiales una vez al mes.
La periodista kurda, que ha investigado incluso crímenes de guerra en la región, fue la primera detenida en Turquía por criticar la operación contra el PYD (Partido de la Unión Democrática, la principal formación kurda de Siria, que Turquía considera una organización terrorista). Tres semanas más tarde, la cifra asciende a 666 personas que han estado en custodia policial por reprobar la intervención militar del ejército. En su mayoría, la base son manifestaciones hechas en las redes sociales, y las acusaciones comprenden desde hacer propaganda del PKK -Partido de los Trabajadores del Kurdistán, considerado terrorista también por Estados Unidos y la Unión Europea y grupo matriz del PYD- a participar en protestas contra una acción militar que ha acabado con la vida de al menos 346 personas, según el Observatorio Sirio de los Derechos Humanos.
Detenidos por pedir paz
Pero no sólo escritores, periodistas y activistas se han enfrentado a investigaciones judiciales por sus declaraciones sobre Afrín; también médicos, políticos o personas anónimas, que a veces sólo han compartido una publicación ajena, han terminado en dependencias policiales. El caso más divulgado fue el del Colegio de Médicos (TTB), en el que 11 miembros fueron detenidos tras publicar un manifiesto pacifista titulado “La guerra es una cuestión de salud pública” al defender que “cada conflicto armado y cada guerra trae consigo tragedias humanas al crear problemas irremediables de salud física, mental, social y ambiental”.
Los miembros del consejo central pasaron 7 días privados de su libertad hasta que fueron liberados después de prestar declaración. El mismo presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, les acusó de traidores e incluso de “amantes del terrorismo”. El Ministerio de Sanidad y de Interior interpusieron sendas demandas contra la asociación, que representa al 80% de los médicos del país y cuenta con más de 83.000 integrantes. Desde que han sido puestos en libertad, se han negado a hablar con El Confidencial por miedo a realizar declaraciones por separado.
Los políticos que se enfrentan a una investigación por poner en cuestión la operación militar son oficiales del partido prokurdo HDP (Partido Democrático de los Pueblos). En las últimas semanas, hasta 31 de ellos han sido detenidos, y la recién nombrada co-lider Pervin Buldan, investigada un día después de su nombramiento tras unas declaraciones hechas durante el congreso de la formación. “Abandonad las políticas de guerra que sólo llevan al dolor y a la destrucción. La solución no está en luchar, sino en la paz”, fueron sus palabras. La OSCE (Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa) ha manifestado su preocupación: “La libertad de expresión debería ser respetada, incluso en tiempos de conflicto o guerra”, puede leerse en su comunicado.
“Con nosotros o contra nosotros”
La reciente intervención militar ha desatado la narrativa nacionalista de guerra en los medios de comunicación de Turquía. Cada mañana, la agencia estatal Anadolu actualiza la cifra de “terroristas” neutralizados (abatidos, heridos y capturados) por las tropas turcas y su aliado táctico, las milicias sirias opositoras. El espectro dominante de los medios progubernamentales emiten vídeos de soldados patrios con música triunfante, los editoriales acusan a Estados Unidos o a otras potencias de apoyar al enemigo, y a los críticos con la ofensiva de “esclavos del imperialismo”.
“Recibimos amenazas todos los días -asegura a El Confidencial el fundador del diario independiente Diken, Erdal Guven-, sobre todo cuando muere un soldado (…) Los medios generalistas tratan de imponer el término ‘mártir’ para designar a los caídos en combate, pero nosotros nos limitamos a publicar que ‘2 soldados han perdido su vida mientras luchaban’”. Por no ajustarse a este término, los redactores y columnistas de Diken reciben mensajes de trolls pro AKP -el partido en el poder- y de las celebrities más favorables al gobierno. “Conforme aumenta el número de soldados abatidos, mayor es el número de las amenazas”, concluye.
FUENTE: Pilar Cebrián / El Confidencial