Todos los organismos vivos, sean simples o complejos, han desarrollado sus propias maneras de autodefensa para proteger su vida y la belleza que ofrecen al mundo. La rosa protegiéndose a través de sus espinas es un ejemplo de ello. La autodefensa es, por tanto, tan imprescindible para la vida como lo son el agua o el sol. Para los seres humanos, la autodefensa no es solo una necesidad biológica, ante todo es una necesidad social.
Desde los inicios, las primeras comunidades humanas tuvieron que buscar diferentes maneras de protegerse de los ataques y peligros con los que convivían en su realidad. Pero esta realidad era muy limitada: ataques de algún animal, escasez de alimentos, frío o tormentas, y puntualmente algún posible ataque de otro grupo humano. Con el paso de los años, las realidades en las que convivían las diferentes sociedades humanas se fueron ampliando y tornando más complejas, a la vez que se conectaban con las realidades de otras sociedades humanas. Al día de hoy, esta conexión es global, y lo que pase en la realidad de una sociedad puede afectar rápidamente a una sociedad que se encuentre en el otro extremo del planeta. Esta conexión realmente la podemos ver como una característica del propio Universo, del cual todas somos parte y consecuencia. De ello nos habla también la Teoría del Caos a través del llamado efecto mariposa.
Así, la deforestación del Amazonas o el asesinato de abejas en una parte del planeta pueden conllevar auténticos desastres para las sociedades humanas en su plano global, además de para el resto de seres vivos. El ejemplo del COVID-19 nos muestra también que, en este mundo globalizado y conectado entre sí, un virus en un lugar concreto del mundo puede convertirse rápidamente en una epidemia mundial que afecta y altera los modos de vida de millones de personas y sociedades. Poniendo otro ejemplo, esta vez más agradable, la revolución de Rojava, un pequeño territorio con pocos millones de habitantes, sigue influenciando desde sus inicios a miles y miles de personas de todas partes, y les conduce a cambiar sus maneras de pensar y de relacionarse. Vemos cómo todo y todas estamos conectadas entre sí, tanto en lo local como en lo global, influenciándonos diaria e históricamente, personal y socialmente.
Nos encontramos en la Tercera Guerra Mundial, esta vez con el epicentro en Próximo Oriente, concretamente en Kurdistán, donde en la actualidad se encuentran los grandes poderes internacionales llevando a cabo sus planes en contra de la Vida. El Estado-nación se impone como células cancerígenas por todos los rincones del mundo a través de masacres y violaciones, destruyendo sociedades y naturaleza con los puños del hombre dominante. Así mismo, el Estado-nación ha manipulado tanto la mente de la sociedad que ésta se ha convencido de que ya no necesita autodefensa, porque el Estado, a través del control y la militarización y los falsos conceptos de democracia y libertad, ha venido para protegernos. ¿Es que acaso no es la sociedad un organismo vivo al estar compuesta por centenares o miles de seres vivos? Entonces, ¿por qué si todos los organismos vivos tienen sus métodos de autodefensa, las complejas sociedades humanas hemos renunciado a esta necesidad vital entregando nuestras vidas a un sistema asesino?
Llegados a este punto y conectándonos a la historia, la cual es una espiral viva llena de sucesos acumulativos, debemos preguntarnos, si las primeras comunidades humanas eran conscientes de la necesidad de autodefensa en sus realidades concretas, ¿no deberíamos realizar un sistema de autodefensa acorde a la compleja e interconectada realidad de hoy en día?
Personas de todas las partes del mundo han viajado hacia Rojava para aprender de primera mano la revolución que se lleva viviendo desde hace unos años; muchas incluso dieron sus vidas en la defensa de la misma; miles son influenciadas por los saberes de las comunidades Zapatistas, que son un faro de esperanza desde que se levantaron en 1994; otras miles fueron hacia Abya Yala y participaron de los diferentes procesos revolucionarios que tuvieron lugar a lo largo del siglo XX, de la misma manera que miles vinieron durante la revolución del 1936 a tomar las armas en el Estado español para defender los principios socialistas de las garras del fascismo. La lucha contra el patriarcado, el Estado, el capitalismo y la colonización debe darse de manera internacional y organizada a través de la creación de un sistema de autodefensa que responda a las realidades actuales, donde el internacionalismo no sea un objetivo en sí mismo, sino una mirada colectiva desde la cual nos reconozcamos entre todas desde las diversidades que nos enriquecen.
No debemos entendernos como observadoras solidarias con la lucha de otros territorios, sino que debemos sentirnos dentro y participes de dicha lucha, porque si los ataques son globales la resistencia también tiene que ser global. En este sentido, la mejor manera de solidarizarse y apoyar la revolución en un lugar es dando los pasos hacia la lucha revolucionaria en los territorios en los que convivimos, pasos decididos sobre la base del amor por nuestra historia y nuestra tierra, pues conectarnos con nuestras raíces será la mejor manera de llevar la lucha al nivel global, porque ¿de qué internacionalismo podríamos hablar si no sintiéramos amor por la historia y la lucha de la tierra a la cuál pertenecemos? ¿Podríamos luchar por la revolución en un lugar del mundo si no nos llenáramos de emoción cada vez que pensamos en realizar la revolución dentro de la sociedad de la cual formamos parte? El amor a nuestra tierra, nuestra historia, nuestra cultura, nos permitirá desarrollar el amor hacia otras tierras, historias y culturas, un amor profundo y realmente necesario para realizar la lucha con éxito.
Rêber Abdullah Öcalan dice que el objetivo del Universo es la libertad, y esto puede verse en el canto de un ruiseñor, en los miles de colores de la naturaleza o en los esfuerzos de un animal capturado por liberarse de la jaula. El ser humano, como parte del Universo, se encuentra también en la búsqueda de la libertad, y en el internacionalismo ha encontrado una fórmula para llegar de manera colectiva a la vida libre y a la vez poder defenderla. Pero la lucha tiene que llevarse a cabo con el espíritu del siglo XXI. Históricamente, el internacionalismo se fundamentó sobre entendimientos de clase y/o liberación nacional. Pero esos entendimientos resultan insuficientes y no persiguen la creación de una alternativa común. En todas partes del mundo vemos cómo las mujeres están tomando consciencia de su propia fuerza y se ponen delante en la lucha: Kurdistán, Chiapas, Chile, Sudán… El Movimiento de Mujeres de Kurdistán afirma que el siglo XXI es el siglo de la liberación de las mujeres. Por ello, desarrollar la lucha con el espíritu de este siglo significa poner la liberación de las mujeres en el centro mismo de la lucha. En este sentido, las herramientas ideológicas, prácticas y científicas desarrolladas por el Movimiento de Mujeres de Kurdistán y ofrecidas a las mujeres de todo el mundo nos muestran de qué manera las mujeres deben ser la vanguardia del internacionalismo del siglo XXI. Con la ciencia de las mujeres, Jineolojî, desarrollaremos una base científica que conecta todos los saberes, experiencias, luchas y resistencias llevadas a cabo por las mujeres y los pueblos en rebeldía, impulsándonos a dar profundos pasos en el camino de la búsqueda de la vida libre y construyendo una autodefensa internacional que asegure los éxitos que logremos. La propuesta del Movimiento de Mujeres de Kurdistán acerca del Confederalismo Mundial de las Mujeres es una alternativa concreta que va más allá de los entendimientos clásicos del internacionalismo, y tiene como objetivo desarrollar una organización mundial que, a través de la liberación de las mujeres desarrolle, a nivel local, sociedades democráticas y ecológicas.
En los últimos años, hemos visto cómo las reivindicaciones de las mujeres en una parte del mundo se convertían en campañas de lucha y solidaridad internacional, como el “MeToo” o el “Ni una menos”; vimos también como todo el planeta se llenaba de mujeres con pañuelos verdes en solidaridad con la lucha por el aborto de las compañeras en Argentina; durante los meses de octubre y noviembre de 2019 se crearon decenas de comités de Women Defend Rojava (WDR) por toda Europa -comités que siguen a día de hoy- para expandir la resistencia de la revolución de Rojava y el Norte y Este de Siria ante los ataques del ejército de Turquía; mujeres de todas partes del planeta han participado en los encuentros internacionales de mujeres que luchan organizados por las compañeras zapatistas… podríamos poner muchos más ejemplos que ponen en evidencia la fuerza de las mujeres en su búsqueda por la libertad. Es hora de convertir esta fuerza de búsqueda en fuerza organizada, de lo local a lo global y viceversa, conectadas internacionalmente para desarrollar la lucha por la vida libre de manera mundial, y llevando, de esta manera, a las mujeres, las sociedades, los pueblos y la naturaleza hacia la liberación.
FUENTE: Casilda Ginestá / Comité de Jineolojî de Europa / Revista Lêgerîn