A menudo se piensa en la cultura revolucionaria como en la forja de algo totalmente nuevo en el marco de un proceso radical de transformación social. Las viejas ideas del establishment son desechadas y reemplazadas por otras que siguen representando a los clásicamente sectores subyugados y oprimidos. Además, en las sociedades en las que las culturas indígenas han sido víctimas de la represión por parte de los poderes que existen, también marginadas y en ocasiones ilegales, en virtud de su propio antagonismo con el Estado, pueden ser revolucionarias a pesar de no ser significativamente “nuevas”. Esa es la realidad actual en el norte de Siria, en la que no sólo se analiza y practica la lengua y cultura kurdas, sino que entre 25 y 30 grupos étnicos diferentes al árabe conviven allí.
No obstante, la realidad del “retorno a lo antiguo” no deja de estar inmerso en contradicciones. El movimiento kurdo por la libertad a menudo habla de un “retorno a la sociedad natural”, pero no se trata de un paradigma rígido. Al igual que los elementos de la cultura colonizada se han practicado de manera mecánica, no debiera de ser igual para la creación de una cultura revolucionaria. La pregunta que surge es ¿qué clase de cultura kurda? Existe una diferencia significativa entre la cultura nacionalista tradicional, puesta de manifiesto a través del sistema educativo en la región kurda de Iraq, y la de los internacionalistas que son la vanguardia del cambio. Mi formación como artista de hip-hop occidental que contiene un mensaje progresista y socialista provocó que fuese atraído por la forma en que se están llevando a la práctica las artes en Rojava, cinco años después de que la Autoadministración de la Autonomía Democrática se hiciera cargo de la organización de la sociedad en el marco del Estado árabe sirio. Fue fascinante comprobar cómo se habían transformado las antiguas escuelas donde sólo se enseñaba en lengua árabe, en una región tan diversa desde el punto de vista étnico.
Entrando en la Academia Shehid Yekta Herekol
Situado a sólo 30 kilómetros al este de Qamishlo, la capital de facto del Sistema Federal Democrático del norte de Siria (DFSNS) se encuentra en la ciudad de Tirbespi. Puede que hoy día no sea fácil de encontrar en un mapa por su nombre kurdo, en cambio puede ser localizado por su nombre oficial de Al-Qahtaniyah de la República Árabe de Siria. Al llegar a la ciudad de unos 16.000 habitantes, yo y el grupo de internacionalistas con los que me encuentro realizando el viaje tenemos que realizar un control en un puesto de seguridad kurdo. Tras pasar el control, alrededor de una docena de adolescentes están preparados para recibir a la caravana en la entrada principal de lo que es una de las primeras Academias revolucionarias de la región para la práctica del arte. Caminando a pie hacia las puertas de esta institución, un joven de no más de 18 años me extiende la mano y me conmina un “Welcome to the Shehid Yekta Herekol Academy”.
El nombre de la institución, como tantos otros en el actual norte de Siria, rinde homenaje a un mártir del movimiento de liberación kurdo, Yekta Herekol, nacido en Dersim en 1968. Fue estudiante de teatro en Ankara hasta principios de 1990 cuando fue víctima de las prácticas discriminatorias del Estado turco hacia su identidad étnica. Después decidió ingresar en la guerrilla del PKK, en las montañas, fue capturado en dos ocasiones por las autoridades turcas, pero finalmente consiguió viajar al extranjero, donde desarrolló más sus capacidades artísticas. Sin embargo, aunque se sentía libre de practicar abiertamente el arte en Grecia y en Rusia, anhelaba sentir su tierra natal y decidió volver a Kurdistán. En el 2003, viajó a Rojava y se unió a las manifestaciones en Qamishlo el 12 de marzo de 2004. Dos semanas más tarde se prendió fuego en Alepo como protesta no sólo contra la represión del gobierno contra la expresión kurda sino como una crítica del movimiento a hacer bien su trabajo y a reforzar la lucha.
Al entrar en la sala principal de la academia, me sentí como si hubiera entrado en un museo del futuro. Por todas partes había expuestas pinturas y esculturas y me pregunté a mí mismo si era posible que personas tan jóvenes fueran los artífices de aquellos trabajos tan maravillosos. Los trabajos que estaban expuestos pertenecían a los estudiantes con más talento. Nuestro grupo fue conducido en un recorrido por las dos plantas de la academia. En cada habitación se encontraban todo tipo de herramientas para practicar todas las disciplinas del arte, vestuario para obras de teatro, instrumentos musicales, pinceles, caballetes para la pintura. En el patio había un espacio verde en el que los estudiantes y maestros planean construir un jardín. En la cocina un grupo de estudiantes preparaban el almuerzo, antes de ser convocados a una actuación musical improvisada por otro grupo de jóvenes.
Hevalti (camaradería) entre estudiante y profesor
Es extraño el uso de expresiones como “estudiante” o “profesor” para definir a los roles de los que reciben la educación en la academia y a los responsables de impartirla. La distinción es mucho más borrosa que en la que se da en las sociedades capitalistas e incluso en algunas socialistas. Rápidamente me di cuenta de la relación entre estudiantes y profesores, que no toma aquí el tipo de sistema basado en la subordinación como en el que yo crecí. Recuerdo haber ido a la escuela en la que me dijeron qué pensar (en contraposición a los métodos basados en el cómo pensar), haber metido información en mi cerebro, asegurándose de que no desafiara a mis profesores en exceso y me sentía bastante inútil a la hora de hacer exámenes. Aquí en Rojava encontré algo radicalmente diferente, un tipo de paradigma del aprendizaje que me recordó bastante a las ideas expuestas en la “Pedagogía del Oprimido” de Pablo Freire. Uno de los estudiantes de 17 años con el nombre de Gelhat me dijo: “Aquí todos somos estudiantes y maestros. Esa es la forma en la que estamos organizados y cómo hemos descubierto que aprendemos mejor”.
Esto no quiere decir que no exista una estructura oficial. La Academia tiene un Reverberi, que más o menos significa liderazgo, pero no es una administración intocable sino más bien muy cercana y abordable para todas y todos los inscritos allí. (Como en todas las Administraciones de Rojava, el 50% de los Reverberi son mujeres). No parecía existir el tipo de presencia intimidante que recuerda a las escuelas occidentales. Uno de los administradores nos contó: “Tenemos un tekmil semanal (una sesión de crítica y autocrítica) en la que los estudiantes y nosotros reflexionamos juntos sobre lo que criticamos en nosotros mismos, lo que podríamos haber hecho de forma más efectiva y que sugerencias aportamos para seguir adelante. En esta sesión los estudiantes pueden ejercer la crítica al Reverberi. Nuestra relación se basa en el concepto de hevalti (camaradería). No es una relación jerárquica”.
Para nuestros oídos, estos conceptos son impactantes pero por otro lado parecen cargados de sentido común. ¿Qué mejor manera de llegar a la raíz de cómo mejorar la experiencia del aprendizaje mediante un foro para hacerlo más productivo en lugar de reprimir las sugerencias? Esto es un concepto verdaderamente radical comparado con el concepto de aprendizaje occidental. Es absolutamente revolucionario que los profesores puedan ser criticados de una manera directa sin tomarlo como algo personal y no disciplinar con ello a los estudiantes. Romper la barrera del maestro “intocable” era algo que había soñado durante mucho tiempo, y aquí lo estaba viendo en acción. Sin embargo, no sólo a mí me hubiera parecido extraño por ser occidental; también estos alumnos hubieron de sentirse exactamente de la misma manera al principio.
Sentí verdadera curiosidad sobre la transformación tan radical que había ocurrido en la educación desde que la autoadministración tomó el control en 2012. Uno de los miembros de la Reverberi me dijo que esta academia era un centro cultural del Estado. Antes de la revolución, era inconcebible que jóvenes con estos antecedentes étnicos hubieran tenido acceso a ella. Estaba destinada para las élites, y principalmente para los árabes. Ahora están tratando de construir la nación democrática, por lo que el objetivo es tener estudiantes de todo tipo de orígenes, no sólo los kurdos. Por supuesto, debido a la represión practicada contra la cultura kurda, este ha sido hasta ahora su enfoque, ya que los estudiantes conocían muy bien la cultura árabe en su anterior instrucción antes de la revolución. Una mujer de 17 años habló de lo diferente que es el ambiente de aprendizaje ahora en comparación con el anterior a 2012. Recuerda que en aquella época eran golpeados. Todo es diferente como la noche y el día.
Estructura de la Academia
La enseñanza a la que se refería es el hecho de que una vez al mes, cada estudiante es responsable de desarrollar una lección y facilitarla al resto de la clase. En esta academia hay 35 estudiantes. A diferencia de las instituciones a las que estoy acostumbrado, el aprendizaje no se desarrolla durante varios años, sino por 15 meses. Este tiempo no está considerado como el tiempo ideal en que los alumnos deben desarrollar su aprendizaje, pero tuvo que reducirse por causa de la guerra. “Tenemos necesidades urgentes en nuestra sociedad, por lo que una vez que los estudiantes dominan su disciplina, acuden a contribuir con sus habilidades donde se necesita”. El más joven de los estudiantes tiene 13 años y los más mayores alrededor de 20. A diferencia de nuestras escuelas de secundaria, aquí no hay distinción entre grado o año. Los alumnos de 13 años de edad se sientan con los compañeros de estudio de hasta siete años más que ellas o ellos. Durante el presente curso, hay cinco profesores de música, cuatro de cine y cuatro de danza. La educación diaria consta de cuatro horas de instrucción por la mañana y tres por la tarde, cinco días a la semana. Esto equivale a 35 horas de instrucción semanal. El día a día del funcionamiento de la academia está planificado democráticamente por profesores y estudiantes de manera colectiva. Además de los trabajos de cocina, la logística y la limpieza del centro se realizan de manera comunal. Se trata de un centro en el que los alumnos no sólo aprenden durante el día, sino que también duermen, y se les encomiendan la responsabilidad de cuidar de su entorno.
Academias en lugar de universidades
La idea de la academia libre (por supuesto, aquí no hay tasas de matrícula) fue una sugerencia de Abdullah Öcalan, líder del movimiento kurdo por la libertad, que vio en ellas una forma de reemplazar la estructura existente de la universidad estatal. Existen similitudes con las universidades o escuelas tradicionales en el sentido de que hay algunos exámenes, pero la diferencia es que si el estudiante no tiene éxito la primera vez, no se le dice que ha fallado o es expulsado de la academia. A pesar de que se expiden diplomas o certificados, el objetivo primordial es dominar realmente los temas y las disciplinas en lugar de ser propietario de un pedazo de papel para demostrar en qué “institución” estudió uno para luego tener “éxito” en la sociedad y poder así ganar más dinero que si hubiera ido a otra academia. Un estudiante me dijo: “Quizá desde fuera lo veas como una universidad pero por dentro es radicalmente diferente”.
En el contexto de la sociedad occidental, a menudo pensamos en el arte como creado simplemente para el propósito del arte en sí mismo. Esto no es del todo cierto ya que todo arte tiene una orientación ideológica (incluso cuando el arte afirma estar por encima de la ideología). En estas academias, se hace hincapié en la historia, la filosofía, la estética, los aspectos ideológicos, políticos y sociales del arte y la cultura. En la actualidad hay una treinta de áreas de estudio, todas ellas destinadas a contribuir al siguiente lema propuesto por los Reverberi: “Queremos que cada artista sea capaz de quitarse la máscara de los que están en el poder. Un artista que está creando es la base para destruir el poder. Esta institución está llevando nuestra voz y nuestros sentimientos fuera de nuestro enemigo y está dando voz a todos los pueblos oprimidos por el sistema de ocupación”.
Enfrentando los problemas y las contradicciones
Como en todas las instituciones de Rojava, no faltan problemas para afrontar su desarrollo. Después de todo, ¿de qué otra manera podría ser en mitad una situación de guerra? Esta revolución no se desarrolla en condiciones ideales, sino en medio de un escenario en el que la supervivencia literal de la población es una necesidad básica. Sin embargo, se da una atmósfera de humor que impregna el ambiente dentro de la academia. Cuando le pregunto a uno de los Reverberi cuál es el principal problema que enfrenta la academia, dice quizá medio en broma: “Ya sabes cómo son los jóvenes, no quieren sentarse horas y horas en un aula, quieren correr y jugar todo el tiempo”. Echando un vistazo a uno de los estudiantes, mientras me suelta una sonrisa maliciosa, me viene a la mente el tipo de clase que solíamos hacer mis airremediable.
Un camarada de la Reverberi me dice: “Cada estudiante trae consigo la influencia del sistema ocupante, así como la influencia de la sociedad kurda tradicional. Nuestro objetivo es transformar estas ideologías. El 10% de nuestra lucha es contra el enemigo externo y el 90% es contra el enemigo interno”. También es apasionante conocer el nivel tan exigente de disciplina que exige superar la socialización del antiguo sistema social. “Cuando le dices a uno de estos jóvenes que vayan a las YPG a pelear, van corriendo sin pensárselo dos veces, pero cuando les dices que se sientan y lean, dicen que no. Es estudio requiere de un esfuerzo inmenso, quizá mucho mayor que el de la lucha”.
Además de los problemas de juventud aludidos, me señalaron que la cultura tradicionalista todavía tiene un gran peso en la sociedad, impidiendo que muchos estudiantes que querían asistir a la academia no lo hicieran debido a la presión de sus familias. Esto subraya la importancia del trabajo del centro, ya que lo que ocurre dentro de las salas de aprendizaje tiene una relación dialéctica con lo que ocurre en la sociedad en general, incluyendo las opiniones de las madres y padres. Es de esperar que a su debido tiempo, las actitudes de generaciones mayores que impiden a sus hijas e hijos acudir a las academias vayan limándose gradualmente. Dicha transformación gradual, pero muy real, de los seres humanos estaba muy presente en los estudiantes que conocí. Estaba claro que estaban desarrollando una ética y personalidad revolucionarias. La academia ya está enviando a algunos de sus estudiantes a ciudades como Derik, Qamishlo y Kobane por períodos de dos meses con la tarea de educar a diez personas en el mundo del arte. Se les confía la responsabilidad a nuestra juventud de que la educación no sea dada por los funcionarios.
Bailando en el futuro
Confieso que nunca he estado tan avergonzado como la noche después del seminario en que mi grupo de internacionalistas recibió información sobre la historia de la academia y la estructura del aprendizaje que se está desarrollando en Rojava. Íbamos a pasar la noche en la academia con los estudiantes y las actividades que transcienden la barrera del idioma son siempre las mejores para conocer a la gente. La “vergüenza” se había hecho presente entre mi grupo de internacionalistas, previamente durante una pausa en la que jugamos un partido de voleibol. Para ser justos con nosotros, los estudiantes de la academia probablemente practican el volei casi a diario, ya que tienen una red justo en frente de la entrada de la escuela, por lo que no podía esperarse un milagro. Sin embargo, más tarde nos arrastraron a la pista de baile para participar en la tradicional danza kurda. Por desgracia, no había lugar para esconderse ni de los ojos ni de las cámaras de los estudiantes. Ellos se rieron a nuestra costa, bueno no sólo a nuestra costa, ya que nosotros también nos reímos de nosotros mismos. Todos volvimos a la realidad cuando nos dimos cuenta lo tarde que era. A las diez de la noche, por lo general, todos los estudiantes están en sus habitaciones preparándose para descansar, pero eran casi las once y estábamos empapados en sudor por el baile. Al otro lado de la calle, se encuentra situada la sala donde viven algunos estudiantes varones, en un entorno comparable a los dormitorios de una universidad occidental. Salimos al aire libre por la noche y cruzamos la carretera. No puede evitar pensar en mi experiencia universitaria unos quince años atrás, recordando las innumerables veces que regresaba a mi dormitorio después de las interminables fiestas de universitarios, por lo que generalmente regresaba borracho y a tropezones. A decir verdad, no tuve mucho respeto por mi experiencia en la universidad porque francamente sentí que la institución no tenía mucho respeto por mí. No podría relacionarme con la experiencia en la que sentía no aprender mucho, nunca me sentí desafiado y en donde los maestros actuaban como si fueran intocables. La única parte real de la universidad que verdaderamente disfruté fueron las fiestas de los viernes y sábados por la noche, que fueron una pausa dentro del aburrido y rígido programa recibido durante la semana. La alienación que sentía en la escuela se volvió similar a la alienación que sentía en el trabajo. El único consuelo que me quedaba era salir el viernes por la noche para olvidarme de la realidad de mi explotación. Sin embargo, aquí me encontraba yo, en mitad del contexto de la guerra en Siria, y encontré algo radicalmente diferente. Deseé poder tener de nuevo la edad de estos estudiantes para poder asistir a un centro de aprendizaje como el que acababa de visitar. No había inclinación por “emborracharse” o de buscar escapadas emocionantes. He aquí una pedagogía del desarrollo que respeta al estudiante como un maestro de su destino, como parte de un todo mayor y un movimiento hacia la liberación humana. El ejemplo de lo que había presenciado es poderoso. Aunque en Occidente me considere afortunado de poder dormir cada noche tranquilamente sin preocuparme por el acercamiento de las fuerzas fascistas a mi puerta, simultáneamente siento envidia de que la juventud de Rojava tenga el lujo de llegar a construir un nuevo sistema educativo y cultural. Es un lujo nada lujoso en absoluto, ya que las fuerzas de autodefensa están pagando con sangre por la defensa de estos estudiantes. Citando a Linconln Steffens, después de visitar la Unión Soviética en los primeros años de la revolución, “he visto el futuro y funciona”. Esta vez, sin embargo, esperemos que el futuro se escriba con más belleza y victoria.
FUENTE: Marcel Cartier/Kurdish Question/Editado y traducido por Newrozeke