Fuente: Fréderike Geerdink / Medya News / Rojava Azadi Madrid / Edición: Kurdistán América Latina
La resistencia contra la retirada de Turquía del Convenio de Estambul para combatir la violencia contra las mujeres continúa, tanto dentro del país como en el extranjero, y la unidad y la persistencia con la que las mujeres piden apasionadamente a Erdogan que dé marcha atrás en su decisión, es inspiradora. Al mismo tiempo, es importante ver el panorama más amplio: el Convenio de Estambul es sólo uno de los muchos tratados que Turquía desprecia.
Sólo una resistencia que lo reconozca podrá ser efectiva
En 2011, Turquía no sólo fue uno de los primeros firmantes del Convenio, que lleva el nombre de la ciudad en la que se redactó, sino que fue el primero en ratificarlo. Una ratificación rápida no siempre es una buena señal. La mayoría de las veces, los ratificadores rápidos resultan ser lentos en la aplicación.
Que Turquía no ratificó tan rápidamente porque de repente se comprometió plenamente con los derechos de las mujeres, queda claramente demostrado por lo que se hizo en los diez años transcurridos desde la ratificación: nada.
El mes pasado, participé en un seminario en línea con el inspirador abogado Eren Keskin sobre el Convenio de Estambul. Keskin dijo: “Que el Convenio nunca se aplicara no significa que no fuera importante para nosotros como abogados y activistas de derechos humanos. Podíamos salir a la calle para exigir acciones con el Convenio en nuestras manos. Era una base para trabajar. Eso ya no existe”.
Sabotaje
Keskin incluso fue un paso más allá, y dijo: “El gobierno ha incumplido la Convención de forma organizada. Lo hemos expresado muchas veces, pero otros Eestados nunca han escuchado nuestra voz”. Identificó los grupos específicos que más están sufriendo el sabotaje del gobierno, además de las mujeres en general: los refugiados, los transexuales y las mujeres kurdas que no pueden expresarse correctamente en turco.
Los funcionarios turcos han señalado que el Convenio de Estambul va en contra de los valores familiares, pero escuchando a Eren Keskin y leyendo yo misma el Convenio, es evidente que va mucho más allá. No sólo hay una heteronormatividad asfixiante en la sociedad y el gobierno, sino que también existe el deseo del Estado de tener todo el control. La Convención respira cooperación, no sólo entre el gobierno y las instituciones estatales, sino también entre las autoridades y el mayor número posible de ONG y grupos de la sociedad civil. ¿Cómo podría Turquía hacer eso con todas las personas importantes de la sociedad civil en la cárcel?
Además, el Convenio de Estambul no sólo aborda los derechos de las mujeres en tiempos de paz, sino también en los conflictos armados. Es imposible que Turquía se comprometa a ello. Quiere tener vía libre para asesinar a los kurdos y silenciar, torturar y encarcelar a las mujeres kurdas.
Excepciones
Turquía odia los derechos humanos. No sólo Erdogan, sino el propio Estado. Varios tratados que protegen los derechos políticos y culturales de las minorías, nunca fueron firmados o ratificados por Turquía, o sólo fueron aceptados con excepciones que los hacen nulos (como la Convención de Refugiados, de 1951). Otros fueron firmados y ratificados pero nunca se respetaron y cada vez se ignoran más, como el más importante de todos, el Convenio Europeo de Derechos Humanos.
En 2011, el año en que entró en vigor el Convenio de Estambul, la dinámica en Turquía era diferente a la actual. La década en la que Erdogan parecía tomarse en serio el avance hacia la adhesión a la Unión Europea (UE) y un mayor respeto a los derechos humanos, había terminado, pero la situación no era desesperada. La guerra entre el Estado y el Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK) había vuelto a estallar tras unos años de relativa calma. Un año después, se haría público que Erdogan estaba dirigiendo algún tipo de proceso de paz con el PKK y el movimiento kurdo en general. Erdogan sentía que tenía una imagen que mantener, y una rápida ratificación del Convenio de Estambul impulsaba esa imagen.
Error
Nunca fue más que eso. Y ahora Erdogan se siente lo suficientemente envalentonado, no en vano Europa se niega a responsabilizar a Turquía de las violaciones de los derechos humanos en su país y en el extranjero, como para deshacerse sin más del Convenio. Justo ahí donde debe estar a los ojos del Estado: en el montón de tratados que Turquía se niega a firmar o ratificar. Un error corregido.
Cualquiera que proteste por la retirada debería tener en cuenta esta perspectiva más amplia. Defender el Convenio de Estambul, debe ir de la mano de defender otros derechos fundamentales, incluidos los plenos derechos políticos y culturales de todos los ciudadanos y naciones de Turquía. Todos están conectados y no pueden separarse.
Cualquier protesta que no reconozca esto y no sea inclusiva, será inútil.
Fuente: Fréderike Geerdink / Medya News / Rojava Azadi Madrid / Edición: Kurdistán América Latina
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