Casi un mes después de la muerte de la joven iraní Mahsa Amini*, torturada en Teherán por no llevar el velo islámico, las protestas no se apagan y, por el contrario, parecen progresar en todo el país, en particular en la región kurda de donde era originaria la víctima. La industria energética del suroeste de Irán se vio ayer, por segundo día consecutivo, golpeada por huelgas de trabajadores, que recordaban a muchos analistas la atmósfera de las protestas populares que en 1979 precipitaron la caída del Sah y la llegada de la dictadura clerical de Jomeini.
Imágenes difundidas por las redes sociales mostraron convoyes de carros de combate en dirección al Kurdistán iraní, donde la protesta contra el régimen es más virulenta. El recurso a la fuerza bruta retrotrae a las protestas de 2019, pero aún más a las que condujeron a la huida del país de la familia real hace varias décadas, al término de varios meses de manifestaciones y huelgas en el sector petroquímico iraní. Según la información de las redes sociales que recogían las agencias internacionales, se registraron paros en la refinería de Abadan, en Kangan, y en la petroquímica de Bushehr. Al igual que en las protestas que se sucedieron en 1978, los trabajadores portaban carteles en los que se pide “Muerte al dictador”; en este caso el Líder Supremo del régimen fundamentalista, el ayatolá Ali Jamenei, máxima autoridad política y religiosa de Irán.
Según Reuters, decenas de universidades se han sumado a la huelga en todo el país, para incorporarse a la protesta por la muerte de la joven Mahsa Amini. Muchos de los estudiantes que no acuden a clase dirigen las manifestaciones callejeras y protagonizan los choques con las fuerzas policiales.
Balance de víctimas
El último informe de las organizaciones de derechos humanos eleva a 185 los muertos por las protestas**, entre ellos 19 menores de edad. Por su parte, el gobierno afirma que han muerto 20 miembros de las fuerzas del orden en los choques con los manifestantes. La mayor parte de las víctimas se registraron en ciudades del Kurdistán iraní, donde las unidades de elite militares –el brazo armado del sistema– son las encargadas de reprimir las protestas. Las oenegés en el terreno denuncian un mayor grado de violencia policial en el Kurdistán iraní, donde viven alrededor de diez millones de una etnia que goza de amplia autonomía en Irak.
El régimen jomeinista afirma, a través de los medios de comunicación oficiales, que el levantamiento está movido “desde el exterior” por los “enemigos de Irán”, y admite que sus unidades de elite de los Guardianes de la Revolución han llevado a cabo varias operaciones de castigo contra objetivos nacionalistas kurdos dentro de Irak, desoyendo las protestas de Bagdad.
Tiro por la culata
Teherán ha elevado además al máximo la tensión diplomática con varios países europeos, en particular con Francia. París afirma que cinco de sus compatriotas han sido detenidos “como rehenes”, días después de que el gobierno de Macron denunciara las “prácticas dictatoriales” del régimen persa. El gobierno iraní, por su parte, difundió unas presuntas confesiones de una pareja francesa, que admitía estar en el país en tareas de espionaje. Los ministros de Exteriores de la Unión Europea han cerrado filas con Francia, y ayer aprobaron los “aspectos técnicos” de una serie de sanciones de la Unión Europea contra Irán, que entrarán en vigor la semana que viene.
En el ámbito diplomático, el estallido de cólera popular contra el régimen clerical chií no podía haber llegado en un momento más inoportuno. Con el conflicto de Ucrania abierto, el gobierno iraní confiaba en acercar posiciones con los europeos y con la débil Administración de Biden, que ha sorprendido a muchos manteniendo hasta ahora las sanciones de Trump contra el régimen de Teherán tras la salida unilateral del pacto nuclear. Las protestas y la represión han hecho inevitable la decisión de la Casa Blanca de congelar, por el momento, las conversaciones para retomar aquel acuerdo y levantar sanciones.
Pies de barro
La detención y muerte de Mahsa Amini, de 22 años, cuando estaba bajo custodia policial, ha sido solo el detonante de una protesta que va más allá de las reclamaciones de las mujeres iraníes. El contexto social se parece más al de las vísperas de la caída de la monarquía absoluta, con protestas en fábricas y ciudades que no ha logrado aún parar la represión con las armas. Paradójicamente se produce en un momento en el que la dictadura fundamentalista se pavonea en la esfera internacional de “régimen fuerte”, con los nuevos lazos establecidos con Rusia y China, y sus movimientos diplomáticos en algunos de los conflictos abiertos en Oriente Próximo.
*Artículo publicado el 12 de octubre de 2022
**La última cifra difundida eleva a 215 personas por la represión del régimen iraní, entre ellas 27 niños.
FUENTE: Francisco De Andrés / ABC Internacional
Be the first to comment