Las naciones y los estados, a menudo se mencionan simultáneamente como si fueran intercambiables. Sin embargo, ese no es siempre el caso. Un Estado se define por fronteras soberanas, reconocidas y territoriales, en las que las civilizaciones pueden autogobernarse. Sin embargo, la(s) definición(es) de las naciones son contrarias. En muchos casos, numerosas naciones pueden residir dentro de un solo Estado. Mientras que algunas naciones conforman un solo Estado-nación, otras conforman tribus independientes sin un Estado, mejor conocidas como diásporas. Cuando un Estado se define por límites cívicos, una nación a menudo representa marcadores compartidos de nacionalidad: traumas, experiencias, culturas, religiones, idiomas, etc. Además, una nación se define por un sentido compartido de comunidad, solidaridad y de conciencia nacional.
Hoy, el conflicto continúa desafiando la sostenibilidad de las naciones y los derechos inherentes de los humanos. Dentro de los mismos estados que habitan, algunas personas ya no pueden ser consideradas libres de miedo, deseo y daño. Y debido a las vulnerabilidades que tienen las naciones, las amenazas que enfrentan pueden ser muy diferentes de las amenazas tradicionales que enfrentan los estados soberanos. En algunos casos, el Estado mismo puede ser la amenaza existencial, y la nación interna el objeto de referencia.
Una de las naciones más vulnerables y susceptibles a las inseguridades humanas son los kurdos. Sin Estado, la nación kurda cruza en gran medida las fronteras entre cuatro estados: Irán, Irak, Siria y Turquía. Aproximadamente, 30 millones de personas conforman la nación, con diversas tensiones políticas y culturales. Los objetivos e intervenciones extranjeras en estas regiones tienen graves impactos en la seguridad de tales pueblos, pero también los tienen las acciones de los estados anfitriones.
Las implicaciones de seguridad para las naciones y cómo difieren con respecto a los estados es evidente en Turquía, donde habitan más kurdos que en cualquier otro Estado. Los kurdos han buscado durante mucho tiempo una autonomía territorial del Estado. Como resultado de un movimiento separatista fallido a finales de la década de 1980, y el conflicto continuo entre el PKK (Partido de los Trabajadores del Kurdistán) y Turquía, decenas de miles de personas han muerto, la gran mayoría de las cuales son kurdas. La política militar hacia los kurdos ha pasado de etiquetarlos como una amenaza política a una amenaza existencial: consolidar al PKK como una organización terrorista por buscar la autonomía a través de medios agresivos y controvertidos. Sin embargo, esta retórica ha etiquetado efectivamente a los kurdos como una seria amenaza para el Estado. A su vez, los ciudadanos turcos se han vuelto susceptibles a estereotipar a los kurdos en su conjunto, y esa retórica ha consolidado la influencia del Estado, amenazando la existencia de los kurdos de Turquía. Muchos kurdos han huido de Turquía a Siria e Irak, dados los aspectos de inseguridad.
Los kurdos en Irán han experimentado escenarios similares de inseguridades políticas y militares. Después de la Revolución Islámica, en 1979, después de que el nuevo ayatolá de Irán negara la autonomía del pueblo kurdo, los kurdos se rebelaron. Como castigo, Irán llevó a cabo una campaña militar sobre las regiones kurdas, que resultó en cientos de muertes, arrestos sistemáticos y la prohibición del Partido Democrático de Kurdistán de Irán; esto condujo a la migración masiva y a la formación de campamentos. Después de la caída de Saddam Hussein, miles de kurdos iraníes huyeron del campo de Al Tash, donde 12.000 personas pasaron más de 20 años después de huir de Irán tras la revolución. Este ambiente de inseguridad, una vez más, dejó a los kurdos iraníes sin otra opción que buscar refugio en otro lugar. Hoy, algunos kurdos iraníes continúan un pequeño pero esperanzador movimiento separatista del Estado.
En 1961, los kurdos iniciaron una rebelión contra el Estado iraquí, buscando la autonomía. Pero en 1975, el régimen baathista de Iraq desplazó por la fuerza a cientos de miles de habitantes kurdos, poniendo fin a la rebelión. En 1988, Saddam Hussein llevó a cabo la Campaña de Anfal, conocida en gran medida como el Genocidio Kurdo, matando entre 50.000 y 180.000 kurdos, y desplazando a decenas de miles más. A pesar de los atroces niveles de inseguridad que han sufrido los kurdos iraquíes, la invasión liderada por Estados Unidos en 2003 abrió la puerta a un territorio kurdo autónomo. Sin embargo, el gobierno iraquí negó un referéndum del Gobierno Regional de Kurdistán de 2017 a favor de la independencia; se asume que, en gran medida, debido a la influencia del petróleo vendido por el Estado en la región,
Los kurdos sirios también han sufrido niveles extremos de inseguridad. En 1962, Siria despojó a 120.000 kurdos de su ciudadanía si no podían probar su residencia antes de 1945, lo cual obstaculizó efectivamente el traslado de los kurdos y su participación cívica. En 1973, el presidente sirio Hafez Al Assad estableció un “cinturón árabe” a lo largo de la frontera con Turquía, desplazando a miles de kurdos de áreas ricas en recursos. Estos actos por sí solos disuadieron a los kurdos sirios de avanzar en la autonomía deseada; un ambiente político y estructural de opresión compartido por los kurdos en los cuatro estados. En los últimos años, la guerra civil siria y la invasión de ISIS ha llevado a las milicias kurdas a responder militarmente. Con la ayuda de las fuerzas armadas de Estados Unuidos, los kurdos lograron ganancias en el Estado debilitado. Sin embargo, a pesar del Estado autónomo temporal en la región de Rojava, los kurdos todavía están resistiendo inseguridades económicas y militares. Y al retirarse Estados Unidos de la zona, los kurdos en la región se han vuelto más vulnerables a las amenazas de las fuerzas turcas y sirias.
Irónicamente, no todos los kurdos aspiran a forjar un mayor Estado de Kurdistán. Los conflictos históricos entre los kurdos han disminuido la probabilidad de un Kurdistán unificado. En cualquier caso, las inseguridades que siguen experimentando nos muestran las vulnerabilidades de una nación sin soberanía. Al considerar las capacidades, es menos probable que las naciones obtengan los recursos considerables que los estados suelen emplear. Si bien la seguridad regional construida sobre las relaciones recíprocas entre los estados a menudo mueve la política exterior, las naciones carecen de influencia para tener un impacto en sus estados, debido a la representación desproporcionada y permanecen inseguros.
Estas situaciones nos dejan con más preguntas para considerar: ¿sería aconsejable que los líderes kurdos impulsen la unificación? Bajo el paraguas de los derechos humanos, ¿tienen los estados la obligación de apoyar y mantener la seguridad de las personas más vulnerables al conflicto? Si Kurdistán se unificara oficialmente, ¿cómo cambiarían los aspectos de la inseguridad que afectan a los kurdos? Si bien las amenazas continúan expandiéndose mucho más allá de las líneas estatales, los poderes capaces deberían reconsiderar su influencia, su impacto y su intención, así como la falta de estas para las naciones. Puede ser que una forma más efectiva de prevenir conflictos sea comprender mejor los objetos referentes. En última instancia, parece claro que la seguridad ya no es exclusivamente un problema estatal. Es un problema humano.
FUENTE: Robert G. Bost / International Policy Digest / Traducción: Fernando Fernández / Edición: Kurdistán América Latina