“¡Zhin, Zhian, Azadi! ¡Zhin, Zhian, Azadi!” (“¡Mujer, vida, libertad!”). Esta es la consigna que se ha extendido durante la pasada semana por todo Irán en solidaridad con Mahsa Amini, la joven kurda muerta el 16 de septiembre en una comisaría de Teherán, tras ser detenida por llevar mal puesto el hijab o pañuelo islámico.
Ha sido el lema más gritado, junto a “Muerte al dictador”” -en referencia al Guía de la Revolución, Alí Jamenei- por cientos de miles de manifestantes que no han dudado en enfrentarse violentamente con la policía. El popular reclamo ya es suficientemente significativo al unir los valores de mujer, vida y libertad frente a las restrictivas normas sobre la indumentaria femenina, algo que no tiene precedentes en Irán si se tiene en cuenta el carácter masivo de las protestas, extendidas por un centenar de ciudades del país.
Pero tampoco tiene precedentes que esa consigna se grite en kurdo, la lengua indoeuropea que se habla en el Kurdistán iraní, mostrando así un claro acto de solidaridad por parte del resto de Irán hacia esta región fronteriza con Irak y Turquía, donde viven entre diez y once millones de personas. Se da, además, la circunstancia de que Zhina (la que da vida), el nombre kurdo que sus padres no pudieron ponerle cuando Mahsa nació hace 22 años en la localidad de Saquez, está vinculado a esas “Zhin” y “Zhian” del lema coreado, y tiene el mismo origen etimológico que la familia del latín “gin” o “gen”, de la que proceden las palabras ginecología o misógino.
Hasta ahora en Irán no se había producido tal muestra de solidaridad con el pueblo kurdo, pese a que en sucesivas ocasiones, desde la propia instauración de la República Islámica en 1979, la gente se ha lanzado a la calle para exigir autonomía y libertad, lo que ha dado paso a una brutal represión por parte de los Pasdaranes (Guardianes de la Revolución), que ocupan militarmente ese territorio de 125.000 kilómetros cuadrados repartidos entre las provincias de Azerbaiyán Occidental, Kurdistán, Kermanshah e Ilam.
Hay que recordar que los kurdos iraníes fueron los primeros en levantarse contra la República Islámica dirigidos por el Partido Democrático del Kurdistán Iraní (PDKI), integrante de la Internacional Socialista. Durante el mismo año, 1979, el ayatolá Jomeini les declaró “la guerra santa”. Desde entonces, en las provincias kurdas se producen estallidos periódicos por cualquier motivo que, de forma inmediata, se extienden como un reguero de pólvora por toda la región, sin que hasta la actualidad hayan encontrado el apoyo del resto de la población iraní.
En esta ocasión no ha ocurrido así. En cuanto estallaron las primeras protestas en Saquez, la ciudad de donde era Zhina, y la chispa prendiera fuego en el resto de las ciudades kurdas, inmediatamente comenzaron a producirse protestas populares en otras regiones. Solamente en el Kurdistán se han contabilizado, hasta este sábado dieciséis muertes, más de setecientos heridos y cera de un millar de detenciones.
Teniendo en cuenta que la televisión estatal ha admitido 35 muertes en esta nueva oleada de protestas, se calcula que la cifra total en el conjunto de Irán podría incluso acercarse al medio centenar. En el Kurdistán destacan los cuatro muertos en la ciudad de Urmia, junto al lago del mismo nombre, y en la próxima localidad de Shino, donde murieron otros tres manifestantes. Al menos dos de las ciudades insurrectas –Hasan Abad, próxima a Sanandaj, y Oshnaviyeh, al sur de Urmia- habían quedado hasta este sábado en manos de los manifestantes, según informó a Público Rahim Kaderi, representante del PDKI en España.
Como ya se ha publicado ampliamente en los medios de comunicación internacionales, Zhina Amini falleció el 16 de septiembre cuando, estando de visita en Teherán, fue detenida por una de las “patrullas morales” y trasladada a comisaría. Según el gobierno, fue enviada a un centro de “reeducación” por llevar incorrectamente el hijab y posteriormente sufrió un repentino ataque cardíaco, algo que niega tajantemente su familia.
Fuertes golpes en la cabeza
La misma fuente de la oposición iraní ha informado a Público de que, cuando Zhina fue trasladada al hospital, se le detectaron fuertes golpes en la cabeza. También asegura que, cuando entregaron el cuerpo a su padre, las autoridades le impidieron que abriera el ataúd para ver el cuerpo de su hija, obligando a la familia a enterrarla de madrugada para impedir que se produjeran concentraciones y posibles manifestaciones de protesta.
Sin embargo, el mismo día del entierro ya se registró una multitudinaria manifestación en Saquez, con el resultado de un muerto y numerosos heridos, extendiéndose después la oleada de protestas a una treintena de ciudades kurdas, sobre todo cuando el 20 de septiembre la Coordinadora de Partidos Kurdos realizó un llamamiento a la movilización general.
Este organismo unitario está integrado, fundamentalmente, por el PDKI y por Komala (Sociedad), de orientación comunista. Precisamente, la intervención de estos partidos indica otra diferencia entre las manifestaciones registradas en el Kurdistán con las del resto del país, donde la movilización popular tiene un carácter más espontáneo y no existe una clara dirección política de la protesta.
Ambas organizaciones, el PDKI y Komala, mantienen desde hace décadas una resistencia armada y enfrentamientos esporádicos con los Pasdaranes que, a su vez, suelen bombardear las zonas del Kurdistán iraquí donde estos dos partidos tienen sus bases.
Las regiones kurdas también se han distinguido durante estas cuatro décadas de República Islámica por presentar una resistencia especial a las normas islámicas sobre la vestimenta de la mujer, ya que, tradicionalmente, las mujeres kurdas utilizan unas prendas llenas de color, totalmente opuestas a los tonos oscuros y grises que dicta la normativa oficial.
Las mujeres kurdas han dado su principal batalla por mantener su tradicional forma de vestir en la celebración de las bodas, en las que bailan, en muchas ocasiones cogidas de la mano con los hombres, sin hijab ni otras prendas que oculten sus vistosos trajes.
Precisamente, en uno de los vídeos que circulan estos días se puede ver a Zhina bailando en una de estas bodas, que, al principio, eran “disueltas” por la policía, encerrando en la comisaría a los novios. Después, ante la imposibilidad de detener a todas las parejas que se iban casando, las autoridades optaron por imponer una multa a los contrayentes para, finalmente, tolerar las bodas tal y como la población kurda las ha celebrado desde siempre.
Algo parecido está ocurriendo en todo Irán con la obligación de que las mujeres se cubran todo el cuerpo, de pies a cabeza. La mujer iraní ha ido imponiendo su propia forma de vestir hasta reducir esa imposición a tapar solo parcialmente el pelo con un pañuelo.
El gobierno de Ebrahim Raisi ha intentado reconducir la situación con la ampliación y relevancia de las citadas Patrullas de Vigilancia Moral, encargadas de que las mujeres lleven bien colocado el hijab en los espacios públicos.
Fue una de estas patrullas la que detuvo a Zhina el 13 de septiembre y la envió a un centro de detención, provocando el actual estallido de violencia que por primera vez une de forma masiva a hombres y mujeres contra el hijab, cuya quema pública tampoco tiene precedentes en estos cuarenta años de república islámica.
El guía de la revolución, Alí Jamenei, y el presidente del gobierno, Ebrahim Raisi, tienen ahora que decidir si, para salvar el régimen integrista, aflojan la presión sobre la mujer, lo que conducirá a la desaparición progresiva del hijab, o desencadenan, como en ocasiones anteriores, una nueva escalada represiva que no hará más que ampliar la base social para una futura y nueva revolución iraní.
FUENTE: Manuel Martorell / Público
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