Mientras las fuerzas estadounidenses se retiraban de Afganistán, precipitando el caótico colapso de su gobierno, otro aliado estadounidense observaba con cautela y esperaba que su destino fuera diferente.
Los dolorosos recuerdos de una reducción militar estadounidense aún están frescos para las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS), lideradas por los kurdos en el noreste de Siria.
El presidente Donald Trump tomó por sorpresa a sus generales hace tres años, al anunciar la retirada de las 2.000 tropas estadounidenses aliadas con las FDS en la lucha contra el Estado Islámico (ISIS). Aunque más tarde fue persuadido de no eliminar toda la fuerza, la redujo en más de la mitad y, al hacerlo, abrió el camino para que el adversario de las FDS, Turquía, invadiera parte del territorio.
La medida estadounidense fue ampliamente criticada y calificada como una traición a los kurdos, que habían perdido a miles de combatientes durante la campaña contra el Estado Islámico.
“El impacto de eso durará para siempre”, dijo el general Mazloum Kobane Abdi, el máximo comandante de las FDS y el aliado más fuerte de Washington en Siria, en esta entrevista.
Cerca de 900 tropas estadounidenses permanecen estacionadas en una extensión del noreste de Siria, que se encuentra fuera del control del gobierno sirio. Son parte de la lucha en curso contra los militantes islamistas que, según la coalición militar liderada por Estados Unidos, suman entre 8.000 y 16.000 en Siria e Irak.
En los últimos meses, la administración de Biden ha tratado de tranquilizar a Mazloum y a otros miembros de las FDS, enviando al general Kenneth F. McKenzie para que hable con ellos, dijeron los funcionarios. La administración ha enfatizado que la asociación con las FDS sigue siendo fuerte y que las tropas estadounidenses no se irán pronto, según las FDS y funcionarios estadounidenses.
Mazloum, que usa un nombre de guerra, adoptó un tono cauteloso pero optimista sobre el futuro de la presencia estadounidense en la región. Al describir una relación mejorada con Washington en los siete meses desde que el presidente Biden asumió el cargo, el general dijo que esperaba que prevaleciera una estabilidad relativa en el noreste de Siria “si Estados Unidos cumple sus promesas”.
“Ahora sentimos que tenemos un apoyo político y militar más fuerte, más del que teníamos de la administración anterior”, dijo Mazloum, que vestía uniforme verde y marrón durante la entrevista en una base militar a principios de agosto. “Después de las retiradas, hubo funcionarios estadounidenses que vinieron a decirnos que no habrá cambios en Siria”, indicó.
Los funcionarios estadounidenses describen a Mazloum como alguien de mano firme y un aliado confiable en la lucha contra el Estado Islámico. La coalición liderada por Estados Unidos continúa brindando inteligencia y llevando a cabo ataques aéreos para apoyar los esfuerzos de las FDS para combatir a las células durmientes (de ISIS). La coalición también trabaja con las FDS para patrullar los campos petroleros locales.
El equilibrio de poder en el conflicto desde varios lados de Siria depende de la presencia estadounidense. Donde las tropas estadounidenses se retiran, los funcionarios de Washington ven una oportunidad para que el ejército sirio o las fuerzas de Rusia o Turquía avancen. Algunos funcionarios estadounidenses han enfatizado que el despliegue estadounidense impide que las fuerzas iraníes establezcan un “puente terrestre”, que les permitiría suministrar armas más fácilmente a sus aliados de Hezbollah en el Líbano.
“Se trata de mantener un equilibrio”, dijo un alto funcionario, que habló bajo condición de anonimato porque no estaba autorizado de hacer declaraciones a los medios.
La retirada parcial estadounidense en 2019 rediseñó el mapa del noreste de Siria, cediendo parte del territorio, que alguna vez estuvo patrullado por las fuerzas estadounidenses, a una fuerza de la milicia siria respaldada por Turquía, y en otros lugares al ejército sirio y sus patrocinadores rusos.
El retroceso estadounidense se produjo después de que Trump le diera luz verde al presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, para enviar a sus militares más profundamente a Siria, en un intento por despejar el área de las FDS. El gobierno turco considera que la fuerza liderada por los kurdos está afiliada al Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK), un grupo separatista dentro de Turquía, al que Ankara llama terroristas. Casi 200.000 civiles que habían estado viviendo en áreas sirias bajo control de las FDS, se apresuraron a ponerse a salvo.
Aunque las líneas del frente entre las FDS y las fuerzas respaldadas por Turquía están en gran parte tranquilas por ahora, la violencia transfronteriza aún puede estallar. A principios de agosto, los bombardeos atribuidos a Turquía o su fuerza aliada local, golpearon una casa en la ciudad de Ain Issa, matando a cuatro miembros de una familia, según médicos y familiares. En su cama de hospital la semana pasada, Khitam Hilal, una de las sobrevivientes, relató lo sucedido entre momentos de neblina sedada y claridad dolorosa.
“Mataron a mi marido”, dijo, con los ojos fijos en el techo y llenos de lágrimas. “¿Qué les hicimos?”, se preguntó.
Por otra parte, las fuerzas estadounidenses y los grupos respaldados por Irán se han enfrentado recientemente en torno a instalaciones militares en el noreste de Siria. Biden ordenó ataques aéreos contra grupos de milicias a fines de junio, lo que provocó un nuevo ciclo de violencia recíproca, con milicianos disparando contra una instalación que albergaba tropas estadounidenses y fuerzas norteamericanas respondiendo con fuego de artillería.
“No queremos que nuestra zona se convierta en una zona de conflicto entre las partes. Hacemos un llamado a las otras partes para que no hagan estas cosas y se intensifiquen”, dijo Mazloum.
Advirtió que el Estado Islámico también sigue siendo una amenaza. En particular, expresó su preocupación por la seguridad de los centros de detención que albergan a militantes capturados. “Tenemos más de 11.000 combatientes en estas cárceles, y las personas que los custodian deben estar mejor capacitadas para lidiar con ellos”, dijo el general, inclinándose hacia adelante como para subrayar el punto.
“A veces tenemos disturbios y la gente puede escapar. Necesitamos asegurarnos de que estén en buenas manos”, remarcó.
Si bien la financiación británica ha pagado para ampliar una instalación en Hasakah, la mayoría de las instalaciones penitenciarias improvisadas en la región están abarrotadas y las condiciones son malas.
“Estas personas viven en escuelas y otros edificios. Las instalaciones son temporales. No están a salvo”, recordó Mazloum.
Especialmente apremiante es el destino de los niños que fueron capturados durante las batallas contra el Estado Islámico y ahora se encuentran recluidos en estos centros de detención. Muchos están traumatizados. Algunos se han radicalizado. Solo hay un centro de rehabilitación en el noreste de Siria. Las FDS, dijo Mazloum, está pidiendo ayuda extranjera para construir al menos 12 centros más.
“Hay apoyo internacional, pero es muy lento, y necesitamos que sea más rápido”, dijo. “Estamos enfrentando problemas y necesitamos un mayor apoyo. Necesitamos que la gente hable”, reiteró.
La autoridad liderada por los kurdos que administra la región también ha estado instando a los gobiernos extranjeros a repatriar a miles de sus ciudadanos, combatientes extranjeros y sus familias, que fueron capturados durante la guerra y ahora languidecen en prisiones y campos de desplazados en el noreste de Siria.
El extenso y a menudo febril campamento de Al Hol, que alberga a decenas de miles de familiares de los militantes, plantea uno de los mayores desafíos. Los milicianos intransigentes del campo han asesinado a otros detenidos, que han intentado distanciarse del Estado Islámico. Algunas de las mujeres en el campamento se han convertido en el foco de los esfuerzos de recaudación de fondos en línea de los simpatizantes del Estado Islámico.
En el noreste de Siria, pocos creen que las fuerzas estadounidenses permanecerán indefinidamente. Después de 10 años de guerra y miles de soldados muertos, las FDS y la autoridad local insisten en que una resolución más amplia del conflicto sirio debe incluir un acuerdo político que reconozca los derechos de la población predominantemente kurda de la región. En los últimos años, ha ganado una medida de autonomía que tanto tiempo se buscaba con respecto al gobierno sirio.
Cuando se le preguntó cómo veía el desarrollo de los próximos años, Mazloum sonrió y eligió sus palabras con cuidado.
“Sé que Estados Unidos quiere que sus tropas estén aquí para luchar contra los terroristas, pero deben quedarse hasta que haya una solución a la crisis siria. Si podemos hacer que esto suceda, entonces el futuro será positivo, de alguna manera”, dijo.
-¿Cree que Estados Unidos lo hará?
-Eso espero.FUENTE: Louisa Loveluck (con la colaboración de Mustafa al-Ali, en Hasakah, y John Hudson, en Washington) / The Washington Post / Traducción y edición: Kurdistán
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