“Vi que el paquete con mi Agit estaba allí. Así que tomé los huesos y me fui a casa”, dijo recientemente Halime Aksoy, madre del fallecido Agit İpek, a la agencia de noticias Mezopotamya.
Como tantas familias kurdas, la familia de Aksoy había estado de luto por la pérdida de un ser querido, pero sin su cuerpo. No fue sino hasta este año que los huesos de Agit İpek finalmente fueron entregados a su familia, unos tres años después de su muerte.
Lo que es diferente acerca de la experiencia de esta familia es que los funcionarios turcos enviaron los restos de İpek en un pequeño paquete, a través del servicio postal estatal y contra reembolso.
Ipek, miembro del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), fue asesinado durante enfrentamientos con soldados turcos el 23 de mayo de 2017, en la provincia de Dersim (nombre turco: Tunceli), en el este de Anatolia.
Su familia buscó su cadáver durante dos años. Inicialmente, los funcionarios le dijeron a la familia que no había cadáver. Sin embargo, en mayo de 2019 llamaron a la familia y les dijeron que “se encontró el cuerpo”.
La familia dio una muestra de sangre para una prueba de ADN y así confirmar que el cadáver pertenecía a Ipek. La institución de medicina forense entregó el cuerpo a la Oficina del Fiscal Jefe de la ciudad de Diyarbakır a través del servicio de carga, y luego, el mes pasado, la familia fue convocada al tribunal de Diyarbakır, donde recibieron el cuerpo de su hijo en un paquete.
Halime Aksoy es una de las muchas madres kurdas que han estado buscando los huesos de sus hijos. En pueblos y ciudades kurdas como Nusaybin, Cizre, Silopi, Diyarbakır y Yüksekova, cientos de familias buscan partes de sus hijos.
Serían felices si solo pudieran encontrar algunos huesos de sus hijos para entonces poder tener una lápida, una piedra pequeña que puedan visitar y llorar. En muchas lápidas en estas ciudades kurdas solo hay números, ya que muchos cuerpos fueron enterrados sin ser identificados.
La familia Arslan perdió a tres de sus hijos durante la guerra. Hacer y Sait fueron asesinados en los sótanos en Cizre en 2016. Muhammed fue asesinado luchando en las montañas. Desde 2016, han estado buscando los restos de su hija Hacer. Durante mi última visita a la familia, su madre me dijo: “Pasan meses y años. Todavía no he recibido un mechón de pelo de Hacer. Estoy buscando solo un mechón, solo un mechón de cabello”.
En la década de 1990, miles de personas kurdas fueron arrojadas a fosas comunes. Han pasado 30 años, y todavía no sabemos el número exacto de personas que fueron asesinadas y que yacen en esas fosas. Sus hijos crecieron y hoy están buscando los huesos de sus padres.
Uno de ellos Yeşim İncedursun, es mi amiga. Ella ha estado buscando los huesos de su padre por más de 20 años. Hace cinco años, regresó de Alemania para buscar los huesos de su padre. Ella habló con los aldeanos locales e intentó encontrar el lugar exacto para cavar. Con su hermana, comenzaron a cavar un área por su cuenta.
“No hay fin a este suelo que estás cavando”, le dije a Yeşim. Ella respondió: “Es difícil vivir de esta manera. Durante los últimos 20 años, no ha pasado un día sin que hayamos pensado en nuestro padre. Si encontramos sus huesos y lo ponemos a descansar en un lugar agradable, él descansará en paz y nosotros descansaremos tranquilos. ¿Te imaginas la felicidad que recibimos de los huesos de nuestro difunto? Encontraremos tanta felicidad si podemos encontrar sus huesos”.
En un informe de 2014 de la organización de derechos humanos Truth Justice Memory Center, otra mujer kurda, cuyo esposo fue víctima de las desapariciones forzadas en Turquía en la década de 1990, dijo: “Poder abrazarlos es otra cosa. Debe ser un sentimiento especial, abrazar su cuerpo sin vida, enviarlos en su último viaje (…) Creo que tener una tumba debe proporcionar algún cierre, la sensación de saber que están descansando aquí. Compartir sus problemas con ellos, dejarlo todo y llorar en su tumba durante horas, estas son todas las cosas que no hemos podido experimentar (…) En los debates sobre las desapariciones forzadas, a veces las personas argumentan que no les importa lo que les ocurra después de su muerte, que no importa dónde se les ponga a descansar. Pero sí importa: importa que sus seres queridos tengan una tumba para visitar. Aquellos de nosotros que carecen de eso, quedamos sin cierre”.
Después de que Halime Aksoy recibió los huesos de su hijo en ese paquete de carga, parlamentarios del Partido Democrático del Pueblo (HDP) protestaron por este tratamiento y lo calificaron de inhumano y un crimen contra la humanidad.
Cahit Özkan, vicepresidente del gobernante Partido Justicia y Desarrollo (AKP), respondió diciendo: “No hay nada inhumano. Dentro del paquete de carga no había un cadáver, solo eran unos pocos huesos”.
Esta es la realidad para los kurdos en Turquía. Nuestros huesos no se consideran humanos.
La gente a menudo me pregunta: “¿Qué quiere realmente la gente kurda?”.
A veces solo queremos los huesos de nuestros hijos.
Solo los huesos.
FUENTE: Nurcan Baysal / Ahval / Traducción y edición: Kurdistán América Latina