El término “restos de la espada” o “kiligi artigi” está bastante extendido en Turquía. Describe a los miembros de un grupo enemigo que sobrevivió a la matanza masiva por parte de los turcos y actualmente continúan viviendo entre ellos, a pesar de las amenazas, los peligros y los insultos. Este término se usa para definir a las minorías armenias, asirias o de griegos pónticos que permanecieron después de los genocidios durante la Primera Guerra Mundial. Por ejemplo, los huérfanos armenios sobrevivientes acogidos por hogares turcos o kurdos fueron llamados con este término. Pese a esto, recientemente ha adquirido un significado más siniestro. Al igual que la palabra “armenio” es utilizada para insultar en una discusión, como en “bastardo armenio” o “semilla de armenio”, los turcos empezaron a utilizar “restos de la espada” para insultar a los demás. Un político llama a un oponente parlamentario de esta forma para indicar que este tiene raíces mezcladas con armenios, o el presidente se refiere a los militantes kurdos como “terroristas con orígenes de los restos de la espada”.
Para los armenios y los armenios ocultos que son descendientes de sobrevivientes del genocidio y son los verdaderos “restos de la espada”, es realmente doloroso escuchar esta frase en cualquier forma que se utilice. Como dijo recientemente Garo Paylan, legislador armenio en el parlamento turco, el uso de esta palabra es como reabrir una vieja herida y sangrar nuevamente. Los armenios de Turquía, Armenia o la diáspora no necesitan ningún recordatorio, ya que la herida nunca se cerró.
Me gustaría contar la historia de un verdadero “resto de la espada”. Como recuerdan los lectores de mi libro “Trauma and Resilience”, dejé Turquía y vine a Canadá después de descubrir a los 17 años que mi propia abuela era un “resto de la espada”. Sobrevivió al genocidio después de ser deportada de Bursa, a una hora de Estambul, pero dio a luz a un bebé que murió en el camino después de diez días de largas y duras caminatas hacia el desierto sirio. Una de las primeras personas que conocí en Canadá era un anciano armenio reconocido por sus habilidades culinarias y por organizar asados para picnics de la iglesia, casamientos y otras reuniones. Tenía una extraña cicatriz en la parte superior de su cabeza. Un día, mientras preparábamos la carne, me contó su historia de 1915. Su familia era de Tokat, interior de la región del Mar Negro en Turquía. Recordó que tenía cinco años cuando se les ordenó a las mujeres y niños armenios recoger sus cosas para empezar una marcha hacia destinos desconocidos. Después de horas caminando desde su pueblo, fueron detenidos y rodeados por un gran grupo de soldados con bayonetas y espadas. Su madre sabía lo que estaba por venir e inmediatamente escondió al niño bajo la tela de su larga pollera. Entonces comenzó la matanza. Cuando su madre fue apuñalada por las bayonetas, la cabeza del niño también recibió un corte. Su madre se orinó sobre el niño justo cuando dio su último aliento, pero su hijo sobrevivió con el corte en la cabeza.
Ochenta años después, este anciano, un “resto de la espada” en el sentido literal, me dijo lo siguiente con lágrimas en los ojos: “Hasta el día de hoy huelo la orina de mi madre, todos los días”.
Imaginen el trauma que sufrió cuando crecía y luego cuando envejecía.
Los armenios nunca olvidarán y perdonarán a los autores de este crimen. Pero el crimen no es solo lo que sucedió en 1915. El verdadero crimen es la continua negación y las mentiras sobre lo que pasó. La versión oficial de la historia de los libros turcos, predicada por historiadores con cerebros lavados a una población también con cerebros lavados, todavía define estos eventos como “un reubicamiento de los revolucionarios armenios y sus familias de forma segura desde la zona de guerra en el frente oriental hacia lugares más seguros en el sur”. ¿Hubo lugares como Tokat o Bursa en la zona de guerra? ¿Eran las mujeres armenias de Tokat o Bursa las revolucionarias? Los negacionistas del genocidio son tan culpables como sus perpetradores, y nosotros, los “restos de la espada”, nunca detendremos la lucha por la verdad y la justicia.
FUENTE: Raffi Bedrosyan / Armenian Weekly / Traducción: Diario Armenia