La región del Kurd Dagh (Montes Kurdos) es el ejemplo más clarificador de la limpieza étnica que Turquía y sus milicias armadas están llevando a cabo en el norte de Siria, con la complicidad de la OTAN y en especial del gobierno español, ya que la ocupación de este territorio sirio se realizó a comienzos de 2018 con el necesario y clave apoyo de la base aérea de Incirlik, protegida por un contingente militar español.
Hasta esta invasión, el Kurd Dagh, más conocido por el nombre de su capital Afrin, era una zona de Siria que, en plena guerra, conservaba la convivencia de las distintas culturas y religiones que existen en este país. Entre sus habitantes, se podía encontrar, además del componente mayoritario kurdo, árabes, turcomanos e incluso armenios y, según su religión, musulmanes suníes, alevis y alawíes, además de cristianos y yezidis.
Sin embargo, la zona de Afrin se distingue de otras partes de Siria por conservar varias comarcas habitadas homogéneamente por este último credo no musulmán, lo que supone una reminiscencia de la religión más antigua de Oriente Medio: el mazdeísmo zoroastriano, anterior no solo al islam sino también al cristianismo y al judaísmo.
Aunque se tiene constancia escrita de su presencia en el siglo XIII, se considera que algunos de sus logares sagrados están asociados al culto del sol, el fuego y a Zoroastro (Zaratustra), ritos que se practicaban de forma generalizada en Oriente Medio varios cientos de años antes de Cristo. Con amplia presencia histórica en la mitad sureste del Kurd Dagh, antes de que la región cayera bajo dominio de las milicias pro-turcas, el yezidismo se distribuía en una veintena de localidades donde este credo era mayoritario, mientras en otros pueblos y en la propia ciudad de Afrin tendría una presencia minoritaria.
Cuando se completó la ocupación turca en marzo de 2018, esta situación cambió radicalmente. Tal y como denunciaba a finales del pasado mes de mayo la Premio Nobel de la Paz y embajadora especial de la ONU, Nadia Murad, las milicias islamistas han puesto en marcha “una silenciosa campaña de limpieza étnica contra los yezidis, secuestrando mujeres, asesinando civiles y destruyendo sus tempos y lugares sagrados”.
En estos momentos, se calcula que el 90 por ciento de los 30.000 yezidis que vivían en el Kurd Dagh ya han abandonado la región, debido a la persecución religiosa y, por el mismo motivo, el 80 por ciento de sus santuarios han sido profanados, destruidos o expoliados.
Especialmente significativo es el saqueo de tumbas y cementerios, así como la tala de árboles centenarios que, al estar junto a templos y mausoleos, tienen valor sagrado como los de Hamza en Bulbul, o el de Sheikh Humayd en Qastal Jindo. Muchos de ellos, de carácter centenario, sirven para colgar exvotos y prendas destinadas a los santos locales o incluso a otros correligionarios debido al gran sentido gregario de esta comunidad.
El credo yezidi, tal y como se conoce en la actualidad, es resultado de varias reformas sobre el mazdeísmo zoroastriano originario, al que se fueron añadiendo primero elementos cristianos y después islámicos, para que pudiera ser aceptada por las nuevas religiones dominantes. Sin embargo, los yezidis siguen conservando importantes referentes mazdeístas, como es la propia figura de Zaratustra, el símbolo del Ahura Mazda, el culto al fuego, al sol, la creencia en la reencarnación y un sentido panteísta de la existencia.
Tras sufrir sucesivas campañas de exterminio por parte del integrismo suní, que les considera “adoradores del diablo”, conserva en todo el mundo algo menos de un millón de fieles y, hasta 2018, tenía tres importantes focos geográficos: el más importante de Sinyar (Shengal) y Sheihan al norte de Irak, las comunidades al sur de Yereván en Armenia, y el Kurd Dagh, en el extremo noroccidental de Siria. Se considera, por lo tanto, que, debido a la invasión militar de Turquía, una de esas tres zonas estaría a punto de desaparecer, como ocurrió el año 2014 con Sinyar tras la campaña genocida del Estado Islámico (ISIS).
Distintas organizaciones yezidis así como otras humanitarias a escala internacional, han denunciado durante estos dos años casos concretos de persecución contra esta minoría y la destrucción de sus lugares sagrados, suministrando incluso fotografías comparando el estado anterior y posterior a la actuación de las milicias.
Entre las localidades afectadas están las de Shadere (Sheikh Rakab), Fakiran (Mausoleo Junayd), Sinka (Sheikh Graib), Atma (Sheikh Kars), Basufan (Sheikh Barakat y Sheikh Ali), Qibare (cementerio, shikhs Adi, Cel Jane y Hussein), Qastal Jindo (Sheikh Humayd) y la propia ciudad de Afrin.
En esta capital, incluso fueron destruidos dos edificios enteros debido a que albergaban los locales de un centro cultural yezidi. También se han denunciado decenas de secuestros y asesinatos cometidos como forma de presión para que las familias yezidis terminen abandonando la región para dirigirse, como han hecho, varios miles más, a los campamentos de refugiados en Al Auda, Al Asser y Al Muqawama, a las localidades de Tal Rifat, Al Zawraq al Kabir, Ziyarah e incluso al Líbano o al Kurdistán iraquí.
Lo mismo se puede decir de la religión alevi, considerada herética por los fundamentalistas suníes pese a ser también musulmana. Uno de sus centros de culto -los alevis no tienen mezquitas- más antiguos y venerados, el de Ali Dada, situado sobre una colina cerca de Anqele, fue derribado para levantar una de las bases que el Ejército turco tiene en este territorio.
También han sido pasto de las excavadoras los cementerios donde se han enterrado a cientos de combatientes, hombres y mujeres, que han perdido la vida luchando contra el Estado Islámico y otras organizaciones yihadistas.
En estos dos años, las acciones contra las minorías religiosas no se han detenido en ningún momento, y continúan perpetrándose en la actualidad, cuando acaba de renovarse el programa de apoyo de la OTAN y de España a Turquía, manteniendo el contingente español en la base de Incirlik.
El pasado mes de abril, fueron las familias yezidis de Jan Tamer, un pueblo situado más al este, en la zona de Ras al Ain, las que tuvieron que hacer las maletas, y en el mes de junio la aviación turca ha vuelto a bombardear la región de Sinjar, en Irak, y la zona donde se concentran varios pueblos cristianos junto a la frontera turco-iraquí, provocando un nuevo el éxodo y varias muertes de civiles.
Yazda, la principal organización en defensa del pueblo yezidi, estrechamente vinculada a la Premio Nobel Nadia Murad, ha hecho un urgente llamamiento a la ONU, los Estados Unidos y los países de la Unión Europea exigiendo presionar a Turquía para que abandone la zona y retire a sus milicias, deteniendo así la limpieza étnica en curso; crear una comisión internacional que investigue el etnocidio y enviar urgentemente ayuda humanitaria a los campos de refugiados y a las zonas afectadas por las operaciones militares.
FUENTE: Manuel Martorell / Cuarto Poder / Edición: Kurdistán América Latina