Finlandia y Suecia están concretando su incorporación a la OTAN gracias a la supresión del veto de Recep Tayyip Erdogan. La decisión del presidente turco tiene condiciones: citando “problemas de seguridad”, logró una serie de concesiones de los países nórdicos, de Estados Unidos y de la OTAN y las aceptó solo después de firmar un acuerdo que convertirá nuevamente a los kurdos en víctimas.
El acuerdo promete mucho para Turquía en detrimento de los kurdos. Después de la cumbre de la OTAN celebrada el 29 y 30 de junio en Madrid, el ultranacionalista Devlet Bahçeli -compañero de coalición extraoficial de Erdogan- dijo que el acuerdo era una “conquista estratégica para nuestro país y al mismo tiempo un éxito nacional”. En un sentido, tiene razón: se trata, en efecto, de un avance en la guerra de Turquía contra los kurdos, y un gobierno depende de esas “conquistas” para respaldar su poder a nivel nacional.
Soy representante europeo del Partido Democrático de los Pueblos (HDP), la segunda fuerza de oposición más importante de Turquía y el partido de izquierda más grande. Mi triste experiencia indica que todo el mundo hablará de los kurdos sin que los kurdos puedan decir nada. Y, otra vez, en vez de escucharnos, Occidente está cediendo a los chantajes de Erdogan.
La democracia, la emancipación de las mujeres, la ecología, la participación popular y la libertad son valores universales que el movimiento kurdo por la libertad viene defendiendo hace años. Nuestra organización busca una alternativa democrática a los regímenes autoritarios de Oriente Medio que socavan todas las libertades. Los gobiernos occidentales citan muchos de estos valores en nombre de su respaldo a Ucrania contra la invasión rusa. Pero cuando se trata de los kurdos, Occidente está dispuesto a deshacerse de sus principios y echar a los kurdos a los lobos.
Parece que Occidente cedió a todas las demandas de Erdogan. Entre ellas está el reingreso de Turquía en el programa de combate con aviones F-16, la reanudación del comercio armamentístico con los dos países nórdicos, la extradición de los exiliados y políticos kurdos, entre ellos Amineh Kakabaveh, diputado kurdo iraní en el parlamento sueco, que no tiene ningún vínculo con Turquía, y el fin del respaldo limitado de estos países al diálogo con los representantes kurdos y con la Administración Autónoma del Norte y Este de Siria (AANES).
Nueva ocupación
Peor todavía es que habrá nuevos ataques militares de Turquía contra la AANES que tendrán la intención de ocupar el territorio. Las regiones de Manbij y Tal Rifaat están en la mira después de las últimas declaraciones de Erdogan. Nunca debemos olvidar que la AANES dirigió la lucha contra el ISIS en beneficio de todo el mundo y perdió en el campo de batalla a más de 11.000 hijos a hijas que participaron de la Coalición Internacional oficial contra el Estado Islámico. En efecto, estas dos regiones fueron liberadas de acuerdo con el proyecto político federal de Siria del Norte que surgió en la región kurda de Rojava e incorporó a millones de árabes, kurdos, cristianos, turcos, circasianos, chechenos y yezidíes a un sistema descentralizado de democracia directa. Sin embargo, tanto Rusia como Estados Unidos -bajo el gobierno de Donald Trump- dieron luz verde a las devastadoras invasiones de Erdogan de 2018 y 2019, que terminaron con la vida de miles de civiles y con la expulsión de otros cientos de miles.
El mismo parlamento europeo que hace poco reconoció los “problemas de seguridad legítimos” de Turquía frente al movimiento kurdo, el año pasado había llamado a Turquía a “retirar sus tropas de Siria del Norte, región que está ocupando ilegalmente fuera de todo mandato de las Naciones Unidas”. La misma declaración afirmaba que la ocupación kurda “podía llevar a un genocidio” contra los kurdos, y las Naciones Unidas revelaron que la ocupación de Turquía en la región de Afrin resultó, entre otras atrocidades, en la violación en grupo y en el secuestro de mujeres kurdas y yezidíes, en el “desplazamiento forzado” fundado en criterios étnicos, en casos de tortura perpetrados en presencia de las autoridades kurdas y en la destrucción de ciudades históricas, religiosas y culturales.
En Turquía bastan las miles de aldeas kurdas despobladas y los casos de homicidio sin resolver, las decenas de miles de presos políticos y la censura de los partidos políticos, de las organizaciones y de las asociaciones como ejemplos de las medidas represivas del Estado contra nuestro pueblo.
Miles de miembros del HDP, incluidos copresidentes, diputados, ejecutivos y alcaldes, fueron arrestados después de las elecciones generales de junio de 2015. Hay 12 ex diputados del HDP detenidos, y muchos más exiliados, mientras que 59 de 65 alcaldes fueron expulsados de sus cargos.
Ahora se suma a todo esto una denuncia ante la Corte Constitucional que busca prohibir el HDP. Existe el riesgo de que el gobierno use el Poder Judicial, que controla plenamente, para silenciar al HDP antes de las elecciones presidenciales y parlamentarias de julio de 2023.
Por la democracia, contra el colonialismo
La política anti-kurda de Turquía podría interrumpir la lucha democrática del pueblo kurdo porque no existe ningún cuerpo oficial que represente los intereses y los derechos kurdos a nivel internacional. El pueblo kurdo es manipulado y utilizado por los Estados coloniales. Son las potencias coloniales las que presentan la resistencia kurda contra la explotación, contra la represión y contra el genocidio como una “amenaza a la seguridad”. Pero es precisamente esa política la que representa una amenaza de seguridad para más de 40 millones de kurdos.
Si es posible acusar de algo a los kurdos es de no haber resistido suficiente en el pasado y de no haber derrotado el colonialismo. Esto no significa que estemos buscando construir nuestro propio Estado-nación. El movimiento de liberación kurdo tiene absolutamente en claro que puede luchar por la libertad y por la democracia en el marco de estructuras autónomas de autogobierno en sus estados respectivos y tiene todo el derecho de hacerlo.
En efecto, todos los estados donde los kurdos están presentes de a millones -Turquía, Siria, Irak e Irán- tienen una necesidad de democratización urgente. Los kurdos y su lucha son elementos clave a la hora de garantizar la paz y la estabilidad de estos importantes estados y de Oriente Medio en general. La única solución está en el diálogo con el movimiento de liberación kurdo, la liberación de Abdullah Öcalan, el “Mandela de Oriente Medio”, y la reanudación de las negociaciones por la paz de 2013-2015.
Incluso antes de iniciar este proceso, es urgente establecer una zona de exclusión aérea sobre la AANES, otra demanda legítima. Existen muchos cuerpos internacionales que podrían usar su peso político para evitar futuros ataques de Turquía contra los kurdos en su país y en el extranjero. En general, debe terminarse esta política cortoplacista de ceder a todas las demandas de Erdogan con la ilusión de que un día se calmará.
Reivindicaciones exageradas
En realidad, la política anti-kurda y ultranacionalista de Erdogan está fundada en el mismo odio anti-kurdo que a lo largo de la historia resultó en genocidios y pogromos -por ejemplo, el genocidio armenio y el genocidio asirio-, y el presidente solo la utiliza para apuntalar su posición en las urnas de Turquía. Su discurso sobre los “problemas de seguridad” es solo una excusa. Como reveló una investigación de la BBC, en 2018 el gobierno turco exageró enormemente la amenaza prácticamente inexistente que representa la AANES en sus fronteras, inventando que había recibido “más de 700 ataques” de la región. Sin embargo, las autoridades de la AANES aclararon que ningún ataque surgido de su región estuvo dirigido contra Turquía y convocaron al diálogo y a una solución democrática. De hecho, las regiones que Turquía quiere atacar hoy ni siquiera están en su frontera.
Los autócratas y los opresores no tienen “problemas de seguridad” legítimos. Por el contrario, son los oprimidos los que tienen problemas de seguridad que deberían obtener el respaldo moral, político y legal de todos.
Los kurdos no forman parte de ninguna institución con poder de decidir si la OTAN debe expandirse, reducirse o disolverse. Pero los kurdos tienen derecho a exigir un compromiso sin ambages con la legislación internacional, con la democracia y con la libertad, que deben aplicarse de manera igualitaria en su caso. Hannah Arendt dijo que nadie tiene derecho a obedecer. Los kurdos y otros pueblos representados por el HDP no obedecen a Erdogan ni a su régimen autoritario. Y ningún pueblo debería hacerlo. No son los Erdogan, sino nuestros valores universales los que deberían determinar el futuro.
FUENTE: Devriş Çimen / Jacobin América Latina / Traducción: Valentín Huarte
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