En una carretera polvorienta del noreste de Siria, una mujer y sus cuatro hijos se paran frente a un nuevo cartel que reza Joldara, el nombre kurdo de su aldea que hasta ahora se llamaba Chajra, en árabe.
Esta localidad es una de las centenares a las que las autoridades de la región autónoma kurda decidieron devolver su nombre original, tras perderlo hace medio siglo por el de una denominación árabe.
“Joldara significa en kurdo ‘Llanura cubierta de árboles’. Era su nombre antes de la arabización en 1962 por parte del gobierno de la época que la llamó Charja (árbol, en árabe)”, explica Abdel Rahman Hawas, un septuagenario interrogado en su jardín.
La arabización empezó entre 1958 y 1961, con la República Árabe Unida, la unión entre el Egipto de Gamal Abdel Nasser, adalid del arabismo, y Siria. Luego se aceleró en 1963 con la llegada al poder en Damasco del partido Baas, según el historiador kurdo Zorhab Qado.
En algunas calles de Joldara, una localidad de la provincia de Hassaké, varios carteles señalan aldeas vecinas con su nombre en kurdo escrito en letras árabes y latinas.
Bajo el partido Baas y en nombre del panarabismo, los kurdos sirios, estimados en unos tres millones, perdieron sus derechos.
Se les prohibió hablar y enseñar en kurdo, celebrar sus festividades, y unas decenas de miles de ellos se convirtieron en apátridas tras un polémico censo en 1962.
En abril de 2011, el presidente Bashar al Asad devolvió la nacionalidad a estos kurdos, en un intento de evitar que se unieran a la revuelta desatada contra su autoridad.
En 2012, las fuerzas del régimen se retiraron de las regiones de mayoría kurda.
Aprovechando la ocasión y reforzados por el apoyo militar de Estados Unidos en su lucha contra el grupo yihadista Estado Islámico, los kurdos empezaron a instaurar instituciones propias, al margen del control del poder central.
“Una vez establecemos el nombre (de la localidad), la administración autónoma utiliza esta apelación en sus dosieres y su comunicación. En los carteles, aparecerá el nombre kurdo original y entre paréntesis, el arabizado”, explica Joseph Lahdo, copresidente de la comisión encargada de la administración de municipalidades de la provincia de Hassaké.
Damasco no obstante no reconoce esta iniciativa y sigue utilizando los nombre árabes.
Según Qado, la arabización de los nombres concernió a más de 500 aldeas en la provincia de Jaziré (nombre kurdo de Hassaké), entre 1978 y 1998. “Este proceso no fue inocente. La arabización fue algo planeado”, afirma.
Paralelamente, los nombres de los habitantes fueron arabizados en los años 1960 “por una circular del ministerio del Interior”, explica un empleado del registro civil en Amuda, una aldea cerca de Joldara.
“El nombre de los recién nacidos debía ser aprobado por los servicios de seguridad”, explica este funcionario que prefiere no dar su identidad.
Este proceso fue a la par con la distribución de tierras a los agricultores árabes con el fin de modificar la composición demográfica en el norte de Siria, asegura Qado.
Así fue como la familia de Ahmad al Abduli migró a una aldea que recientemente tomó el nombre kurdo de Himo. “Había sido nombrada Hanadi cuando llegamos en los años 1970, desde Raqa”, al oeste de Hassake, explica Abduli a la AFP.
Los comerciantes de Amuda expresan además su satisfacción porque la municipalidad les autorizó a poner el nombre de sus tiendas en kurdo.
En el establecimiento de Adnan Hoshi se lee ahora “Emise Hejar”, que en kurdo significa “Tienda de nueces”. “Es una victoria poder expresarnos en nuestra lengua”, se felicita con una gran sonrisa.
FUENTE: Syr Hassake/www.lainformacion.com