Las montañas de Bashur (Kurdistán del Sur, KRG, Irak) se encuentran amenazadas por la acción del hombre y los incendios, que resultan difíciles de sofocar a causa de la falta de medios materiales y humanos.
Hawraman Sajadi casi pierde la vida hace un año tratando de ayudar a los bomberos durante un incendio forestal en las Montañas Bafri Miri, en la región iraquí de Halabja, fronteriza con Irán.
Cuando el incendio estalló en ese caluroso día de verano el pasado mes de julio (de 2017), Sajadi y dos amigos se habían puesto en camino para llevar comida y agua a las dos docenas de bomberos que luchaban contra el fuego. No estaban familiarizados con el terreno. Mientras caminaban, uno de ellos vio una mina antipersona de color arena. Aterrorizados, el grupo comprobó la existencia de varias minas más a su alrededor.
“Podíamos ver el fuego ardiendo a lo lejos, pero estábamos atrapados en un campo minado”, dice Sajadi. “Caminamos cuidadosamente por el camino de tierra, tratando de evitar las minas y esperando lo mejor.” Hay 3.440 campos minados a lo largo de la región del Kurdistán iraquí, restos de la guerra entre Irán e Irak (1980-1988), según la Agencia de Acción contra las Minas del Kurdistán iraquí.
El grupo sobrevivió e incluso logró entregar la comida y el agua a los bomberos. Para el momento en que el fuego fue extinguido, cientos, si no miles de árboles, habían sido destruidos, estima Sajadi.
“La policía (de forestación y medio ambiente) no tiene equipos para las montañas y utiliza arbustos o ramas de árboles para apagar los incendios”, declara a Al-Monitor Sajadi, ambientalista y activista de la vida silvestre en Halabja. Los bomberos carecen de equipo personal, vehículos de transporte para llegar a la cima de las montañas, helicópteros, mangueras y mano de obra adecuada.
“No son sólo los árboles los que arden”, dice Sajadi, quien ha dedicado los últimos 10 años de su vida a tratar de proteger los bosques y la vida silvestre. “Un bosque destruido significa que serpientes, saltamontes, colmenas salvajes, tortugas y aves, incluyendo perdices, han sido quemadas vivas”. El Fondo Mundial para la Naturaleza informó en 2014 que en los últimos 40 años el mundo ha perdido la mitad de su vida silvestre.
Los incendios forestales son comunes en el Kurdistán iraquí, una región pintoresca donde muchos iraquíes buscan refugio del calor del verano. En junio estallaron varios incendios por las montañas del Kurdistán, quemando miles de hectáreas de tierra y bosques y causando estragos entre los animales. La región tiene considerables precipitaciones en primavera, pero las montañas, cubiertas de exuberante vegetación y árboles, son susceptibles a incendios accidentales o deliberados en los veranos calurosos y polvorientos.
Los incendios forestales se han convertido en un problema mundial. The Guardian citó datos de Global Forest Watch que afirman que el mundo perdió más de un campo de fútbol de bosque cada segundo en 2017. La destrucción, en parte causada por incendios forestales, “representa una grave amenaza para hacer frente tanto al cambio climático como al declive masivo de la vida silvestre en el mundo”, según el informe.
El declive provocado por el hombre en la forestación de las tierras altas kurdas comenzó hace varias décadas, cuando los kurdos se alzaron en armas en una campaña guerrillera contra el gobierno central. Las montañas se convirtieron en un campo de batalla, con bosques y vegetación en llamas como resultado de los combates. Hoy en día, Irán y Turquía, que atacan regularmente a los kurdos en las mismas montañas, están destruyendo la vida silvestre en la zona.
Mientras que el Gobierno Regional del Kurdistán ha invertido hasta cierto punto en la protección del medio ambiente, la creación de parques nacionales protegidos y la detención de cazadores furtivos, que a menudo provocan incendios forestales, los activistas veteranos como Sajadi dicen que el KRG necesita hacer más.
“El pasado mes de julio fuimos a proteger los árboles, pero no teníamos herramientas, así que rompimos las ramas de los árboles y empezamos a combatir el fuego”, dice a Al-Monitor el capitán Zanyar Omar, bombero de Halabja. “Estamos equipados para zonas urbanas, pero no para estas montañas”.
Omar dice que su departamento ha pedido equipo adecuado para las montañas, pero se le ha respondido que el Gobierno Regional del Kurdistán se enfrenta a una grave crisis financiera. No hay más opción en este momento que esperar.
No todos los incendios se producen en las cimas de las montañas o en valles lejanos de la región. Saliendo de Erbil, Dahuk o Suleimaniyeh en las noches de verano, se ven cientos de coches aparcados a un lado de la carretera; el conductor y sus amigos, en su mayoría hombres, montando una mesa, abriendo una botella de arak y encendiendo la barbacoa. Sin embargo, estos incendios, junto con las fogatas, a menudo resultan en desastres cuando son barridos por los vendavales en Suleimaniyeh, llamados el “viento negro del verano”.
Hace dos años, un incendio destruyó casi la mitad de los pinos del monte Goizha con vistas a Suleimaniyeh. Dos personas fueron arrestadas. Tras el incendio, un grupo de voluntarios plantó 3.000 pinos y robles enanos en la colina, y las autoridades tomaron algunas medidas limitadas para proteger la zona, como la movilización de más bomberos y la construcción de franjas protectoras libres de material inflamable y arbustos. Sin embargo, es probable que sea sólo cuestión de tiempo antes de que estalle otro incendio.
Las montañas Bradost y Sidakan son el hogar de los nómadas y sus aldeas. Crían ovejas, cabras y vacas, y algunos también cosechan chicle de árboles (polímero gomoso que se obtiene de la savia), incluyendo pistacia atlántica (árbol que puede llegar a alcanzar de 8 a 12 metros de altura, parecido al fresno o el algarrobo), que es omnipresente por todas las montañas kurdas. Los incendios a menudo destruyen estos árboles y pastos, con graves consecuencias económicas para las comunidades nómadas.
Bakhtyar Bahjat, jefe del Parque Nacional Halgurd-Sarkan en el exuberante valle de Balakayati, cerca del triángulo fronterizo entre Irán, Turquía e Irak, se siente frustrado por el daño permanente que se está infligiendo al medio ambiente y a los bosques prístinos de su zona. “La quema de los bosques en las montañas es una pérdida enorme y tiene un impacto nefasto en el ecosistema”, dice Bahjat a Al-Monitor por teléfono. “En Kurdistán no somos muy conscientes del medio ambiente. Turistas, pastores, nómadas y agricultores a veces provocan incendios accidentales”.
Los factores militares también están contribuyendo al desastre ambiental. “La presencia de grupos armados de la oposición kurda ha dado a Turquía e Irán excusas para bombardear estas zonas y provocar incendios en las escarpadas montañas”, informa Bahjat. El bombardeo es una medida punitiva contra la población local, ya que rara vez causa daño a los grupos insurgentes.
“En las disputas entre humanos, la vida silvestre y la vegetación son las víctimas”, dice Bahjat, quien también organiza expediciones turísticas por el parque nacional para visitantes internacionales y locales. Señala que el número de visitantes que quieren escalar la montaña Halgurd ha disminuido, por cuestiones de seguridad y temor a los enfrentamientos en la zona entre los grupos de oposición kurdos y las fuerzas iraníes y turcas.
Con los fuegos del verano ya comenzando a expandirse por las montañas, Sajadi dice: “Seguiré cumpliendo con mi deber cívico, pero el gobierno (del KRG) debe tomar medidas inmediatas y proporcionar el equipo adecuado al servicio forestal, así como lanzar campañas de concienciación sobre la protección del medio ambiente y la vida silvestre”.
FUENTE: Fazel Hawramy / Al-Monitor / Fecha de publicación original: 5 julio de 2018 / Traducido por Rojava Azadi Madrid