El sultán Abdul Hamid II y los propios Jóvenes Turcos, por diferentes motivos, asesinaron a miles de armenios durante fines del siglo XIX y comienzos del XX. Las matanzas que sentaron las bases y sirvieron de caldo de cultivo para lo que ocurriría entre 1915 y 1923.
Este 24 de abril se conmemora el 108 aniversario del genocidio armenio, un plan de eliminación sistemática llevado a cabo por el Imperio Otomano entre los años 1915 y 1923, que dejó como saldo más de 1.500.000 de armenios masacrados.Pero son muchos los antecedentes a esta barbarie.
Las matanzas de armenios comenzaron muchos años antes de lo ocurrido entre 1915 y 1923. Desde mediados del siglo XVI y hasta el siglo XIX, la organización socio-política del Imperio Otomano, del cual Armenia era parte, tenía en la cima del poder a la élite de musulmanes otomanos, mientras que el resto de los grupos religiosos estaban organizados bajo una estructura llamada “millet” (comunidad religiosa).
En el Sistema de Millet, los armenios, al igual que las demás minorías, eran discriminados y considerados como ciudadanos de segunda clase. Un hombre “dihmmi” no podía casarse con una musulmana, testificar en una corte contra un musulmán, o tener caballo o armas, entre otros impedimentos.
Matanzas Hamidianas
Las Matanzas Hamidianas se llevaron a cabo entre 1894 y 1896, y su nombre se debe al por entonces sultán Abdul Hamid II, conocido como el “Sultán rojo” o el “Carnicero de armenios”. Se calcula que 300.000 armenios fueron asesinados en diferentes provincias.
La guerra ruso-turca de 1877-1878 le provocó grandes pérdidas territoriales al Imperio Otomano. El Imperio ya parecía resquebrajarse durante todo el siglo XIX, por ejemplo con la independencia de Grecia, en 1821. Los resultados bélicos negativos alimentaron una paranoia de derrumbe imperial.
El Tratado de San Stefano (1878) dejó asentada la paz y la victoria rusa en el campo de batalla. Además, se pactaba la retirada rusa de algunos territorios armenios ocupados para que volvieran al dominio de los otomanos, a quienes instaba a llevar adelante políticas que garantizaran su seguridad ante kurdos, circasianos y tártaros. Estos pueblos habían sido expulsados de sus tierras justamente por los rusos y llevaban consigo un fuerte resentimiento hacia los cristianos.
Las potencias europeas no estaban de acuerdo con que el Imperio Ruso tuviera tanta influencia en la zona, por lo que presionaron en el Congreso de Berlín (1878) para que las tropas del Zar no fueran garantes del cumplimiento de las políticas de seguridad para los armenios. De esta manera, todo quedaba en la buena fe de los otomanos, que solo debían reportar a los europeos sus políticas.
El sultán acusó a los armenios de haber sido cómplices de los rusos para exacerbar el odio de las mencionadas minorías y justificar sus actos. El Estado otomano utilizó a los armenios como chivo expiatorio y convenció a los distintos grupos musulmanes de que eran un peligro para ellos.
“Hamid echó a andar el odio entre las etnias. Por ejemplo, los circasianos habían sido expulsados de Rusia, y los que escaparon llegaron al Imperio Otomano con el odio hacia el cristiano que los había echado de sus tierras. El sultán les hizo ver a las minorías musulmanas que los armenios eran un peligro para los musulmanes”, detalló en diálogo con Página/12 el Doctor en Antropología y descendiente de armenios Carlos Antaramian.
La revuelta de Sasún, en 1894, en la que los armenios se rebelaron ante los abusos del Ejército Otomano y de grupos paramilitares kurdos, fue la excusa que utilizó Abdul Hamid II para apoyar y permitir las masacres de parte de los distintos grupos étnicos.
Masacre de Adaná
En 1908, un grupo de oficiales pertenecientes al partido Comité de Unión y Progreso, conocidos como los Jóvenes Turcos, se rebelaron ante el sultán y lo obligaron a restaurar la Constitución de 1876. La nueva monarquía constitucional respetaba las libertades individuales y los derechos étnico-nacionales.
Las minorías respaldaron la revolución, pues, en teoría, venía acompañada de políticas de tolerancia para con ellas. El partido político armenio Tashnaksutiún apoyó la rebelión, incluso levantándose en armas para luchar junto a los Jóvenes Turcos.
Pero muy pronto los revolucionarios impusieron su nacionalismo de exclusión y siguieron con la segregación a las minorías. Su objetivo era crear un Estado turco moderno homogéneo, no religioso como el del sultán. La heterogeneidad cultural del Imperio era un impedimento para “Turán”, la gran república turca que querían concebir.
A finales de marzo 1909, hubo una contrarrevolución de Abdul Hamid II y sus aliados, aunque a los pocos días fue sofocada por los Jóvenes Turcos, que lograron derrocar al sultán y en su lugar poner a Mehmed V, un títere.
Aquellos que aún eran leales al exsultán odiaban a los armenios de Adaná por su ferviente apoyo a los Jóvenes Turcos y sus reclamos por igualdad. Las protestas fueron funcionales al Estado para utilizar como chivo expiatorio a los armenios. La crisis que ponía en riesgo la continuidad del Imperio iba en aumento, al igual que los nuevos Estados que declaraban sus independencias. En los próximos cinco años, los otomanos se quedarían casi sin territorios en Europa ante las rebeliones cristianas.
Multitudes musulmanas, advertidas de una supuesta insurrección armenia, atacaron el barrio de Adaná a comienzos de abril de 1909. Se incendiaron y saquearon casas, y los disturbios se trasladaron a otras provincias. Las tropas que envió Constantinopla no solo toleraron la violencia, sino que se unieron a la cacería que dejó como consecuencia más de 30.000 armenios masacrados. Misioneros y diplomáticos extranjeros aseguraron que se quemaban vivas a las personas y que incluso se las mutilaba antes de darles el tiro de gracia.
Grupos armenios de resistencia, como los fedayines, habían dejado las armas poco tiempo atrás, pues con los ideales que pregonaban los nuevos líderes no parecía ser necesario seguir luchando.
Estas matanzas fueron la antesala del genocidio armenio llevado a cabo entre 1915 y 1923. Los Jóvenes Turcos tomaron como referencia la importancia del apoyo de la población en las matanzas, y cómo se podía inducir y llenar de odio a través de la religión.
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