La tensión sigue siendo alta en Suecia, a pesar de que el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, aceptó su ingreso en la OTAN tras la cumbre celebrada en julio en Vilna (Lituania). Muchos activistas siguen protestando por lo que consideran una intromisión de Turquía en el gobierno sueco, sobre todo limitando la libertad de expresión, al menos en lo que se refiere a lo que Erdogan interpreta como manifestaciones de “apoyo al Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK)”. Este fin de semana se han multiplicado las protestas, a falta de una palabra mejor, contra el presidente turco.
El sábado 5 de agosto, una efigie insultante de Erdogan reapareció en la manifestación del Orgullo, en Estocolmo.
La misma efigie ya se había visto a principios de 2023, cuando fue colgada boca abajo, al estilo del dictador fascista italiano Benito Mussolini, frente al ayuntamiento de Estocolmo. La colocación de la efigie se atribuye al Comité Sueco de Solidaridad con Rojava. Los comités Rojava y Queers Against Fascism fueron vistos con la efigie en la marcha del Orgullo.
Tras el incidente, Flamman, una antigua publicación socialista sueca, aprovechó la oportunidad de publicidad y escándalo anunciando una campaña de ofertas en la que se da a elegir a los suscriptores uno de los dos carteles que satirizan al presidente turco. Uno de los carteles muestra a Erdogan consumiendo violentamente lo que parece ser un combatiente kurdo, en un ambiente, si no estilo, que recuerda al famoso cuadro de Francisco Goya, “Saturno devorando a su hijo”. El otro muestra el sencillo diseño de una bandera turca en llamas.
La campaña se anunció con el lema: “Haz que Erdogan sea el hombre más enfadado de Ankara -¡y consigue un póster satírico a cambio!”-. (Me gustaría señalar que dudo que quien haya escrito este eslogan viva en Ankara, o tenga mucho que temer de Erdogan aparte de sus palabras iracundas, en contraste con los kurdos que viven en Suecia y temen ser extraditados a Turquía, o los kurdos de Turquía que ya viven bajo el odioso y opresivo gobierno de Erdogan).
Supongo que los de Flamman ven su campaña de carteles como un impulso a la libertad de expresión, y como un verdadero acto de protesta contra el gobierno violento y autoritario de Erdogan en Turquía. Pero me cuesta tragarme eso cuando veo la diferencia entre ambos métodos de protesta, y cómo son recibidos en zonas más cercanas a Kurdistán en contraposición a Suecia.
El 5 de agosto, el mismo día en que los habitantes de Estocolmo se reían y bromeaban con su efigie de Erdogan pensando que defendían la causa de la libertad de expresión, una presa política kurda se cosió la boca en un acto de protesta horrible y brutalmente potente. La mujer en cuestión, Soheila Mohammadi, fue detenida por sospechas de su vinculación con el Partido de la Vida Libre de Kurdistán (PJAK), grupo armado kurdo de izquierda en Rohjilat (Kurdistán iraní). Se cosió los labios como parte de una huelga de hambre, un acto de protesta frecuentemente utilizado por los grupos kurdos en respuesta a la denegación durante tres años de su derecho a la libertad condicional. El Cuerpo de Guardianes de la Revolución Islámica (CGRI) le ha arrebatado muchas cosas, pero Mohammadi se las arregla para conservar y expresar parte de su autonomía corporal y su poder no abriendo la boca, sino manteniéndola cerrada.
No es la única que sufre la brutal represión iraní contra los kurdos y los manifestantes en general: el régimen iraní ha ejecutado a 17 hombres y ha detenido a cientos desde el comienzo de las protestas desencadenadas por el asesinato de la kurda Jina Mahsa Amini a manos de la llamada “policía de la moralidad”.
En Turquía, las Madres de los Sábados siguen reuniéndose en la plaza Galatasaray, de Estambul, enfrentándose constantemente a la represión policial y a frecuentes detenciones. Las Madres de los Sábados son un grupo conocido por su uso de la desobediencia civil, se reúnen cada semana para protestar por las “desapariciones” y los asesinatos políticos de sus familiares, a menudo niños y jóvenes. El grupo lleva activo desde mediados de la década de 1990. Organizan constantemente “sentadas” para recordar a las autoridades turcas que sus seres queridos no han sido olvidados, que no serán olvidados y que seguirán exigiendo justicia. Muchos de los recordados por las Madres de los Sábados fueron “desaparecidos” en relación con acusaciones de afiliación al PKK. Las pruebas que sustentan esas acusaciones a menudo se reducen a nada más que ser kurdo o defensor de los derechos de los kurdos. La libertad de expresión significa algo distinto en un país como Turquía, donde se detiene o incluso se mata a personas por pronunciar la palabra “Kurdistán” o utilizar la lengua kurda.
Me resulta difícil ver similitudes en el enfoque provocador, y en mi opinión juvenil, hacia la protesta política que hemos observado en Suecia si lo comparamos con la tradición de décadas de resistencia utilizada por los kurdos a través de las cuatro partes de Kurdistán y más allá. Algunas acciones emprendidas en Suecia contra Turquía han sido incluso condenadas por los kurdos que viven en territorio turco. Por ejemplo, el incidente de enero de este año, cuando un activista de extrema derecha prendió fuego el Corán (texto sagrado islámico) frente a la embajada turca en Estocolmo. El Partido Democrático de los Pueblos (HDP), pro-kurdo, denunció y se distanció inmediatamente de este suceso, calificándolo de “injustificable”. Esta es una de las dos ocasiones en las que se ha quemado el Corán en Suecia en 2023.
Las marionetas, las efigies, los carteles satíricos y la quema de un texto religioso no son más que actos de provocación: buscan llamar la atención, crear un estallido temporal de conmoción y rabia con pocos objetivos aparentes a largo plazo (aparte de convertir a Erdogan en el hombre más enfadado de Ankara, por supuesto). Las protestas por Amini, las huelgas de hambre, la desobediencia civil de las Madres de los Sábados, son sólo algunos ejemplos de acciones que requieren una inmensa dosis de paciencia, dignidad, sacrificio y compromiso con un objetivo. Metas como la construcción de un mundo mejor para el pueblo kurdo, y no sólo la libertad de usar un discurso para crear indignación, sino la libertad de hablar tu propia lengua sin miedo.
No pretendo limitar el número de formas que puede adoptar la protesta, pero me gustaría aprovechar esta oportunidad para invitar a quienes en Occidente aspiran a actuar en solidaridad con el movimiento kurdo a aprender de su historia de sacrificio, paciencia y resistencia digna contra todos aquellos que intentan silenciarlos, asimilarlos y destruirlos.
FUENTE: Robin Fleming / Medya News / Traducción y edición: Kurdistán América Latina
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