Otra mujer yazidí ha sido encontrada cautiva por miembros de ISIS en el campo de al-Hol, en el noreste de Siria. Aunque tal tarea parece imposible, intente ponerse, por un momento, en su lugar, o en el de las otras casi 3.000 mujeres yazidíes que permanecen retenidas por miembros del grupo terrorista islamista, tal vez en regiones de Siria ocupadas por Turquía, o en la propia Turquía.
Ha transcurrido una década desde la embestida de ISIS contra la patria yazidí de Sinjar, o Shengal, cuando además de la matanza de miles de miembros de esta minoría religiosa largamente vilipendiada, muchos otros miles de mujeres y niños fueron llevados encadenados, para ser sometidos a tratos extraordinariamente degradantes, torturas, violaciones y asesinatos. Una década pasada en la más absoluta miseria, terror y confusión, sintiéndote cada día más lejos de tu patria, fe y cultura, con noticias del mundo exterior que sólo se filtraban a tu sombría existencia de la forma más fragmentada. Seguramente, las noticias de la derrota de ISIS como fuerza territorial debieron llegar cuando las fuerzas dirigidas por los kurdos hicieron retroceder a Estado Islámico, y en medio del caos y el terror de los bombardeos y ataques aéreos, debió de haber un breve destello de esperanza: ¿podría la liberación, finalmente, estar cerca?
Pero no. Para esta mujer, al menos, su inimaginable calvario ha llegado a su fin. Pero para muchas otras, puede que nunca haya alivio. El mundo ha dado la espalda a estos miles de mujeres, supervivientes del genocidio encadenadas, un escándalo que debería horrorizarnos a todos.
Ha dado la espalda al campo de al-Hol, donde se encontraba esta mujer anónima, cautiva entre los detenidos. Una reciente redada en el “minicalifato” se saldó con la captura de 31 militantes del ISIS, así como con la identificación de la mujer yazidí capturada. Durante la operación, las fuerzas de seguridad se incautaron de varias minas, artefactos explosivos improvisados y materiales relacionados con actividades violentas. Con un mayor apoyo internacional humanitario, financiero, médico y psicológico, que complementara la limitada asistencia de seguridad a las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS) dirigidas por kurdos, podría haber sido liberada muchos años antes, y se habría evitado que el campo se convirtiera en un semillero de dominación islamista autoritaria y violenta. Si se impidiera a Turquía aislar y bombardear la región, incluso atacando a miembros de las fuerzas de seguridad durante las recientes operaciones en el campamento, matando a cuatro, las cosas serían muy diferentes.
Impedir los ataques aéreos turcos contra la patria de los yazidíes y hacer retroceder la ocupación turca de las regiones del norte y este de Siria, que han limpiado étnicamente no sólo de kurdos, sino también de toda la pequeña y asediada minoría yazidí de la región, contribuiría aún más a facilitar el regreso no sólo de las mujeres y los niños yazidíes desaparecidos, sino también de los cientos de miles de yazidíes que siguen desplazados en el Irak federal. Porque la culpa no es sólo de Turquía. Occidente también ha dado la espalda a estas regiones.
En una reciente conferencia sobre la cuestión yazidí en el Parlamento Europeo, los oradores abordaron la continua amenaza que supone ISIS en Irak, especialmente cerca de Sinjar, al tiempo que abogaron por un tribunal internacional para procesar a los colaboradores de ISIS y garantizar la justicia para los yazidíes y un esfuerzo internacional más amplio para localizar y rescatar a los secuestrados por ISIS. También condenaron un reciente acuerdo intrairaquí por ignorar la autodeterminación yazidí, instando a su anulación por no consultar a la población yazidí. Se trata de medidas concretas y positivas que Occidente podría adoptar no sólo para proteger a esta minoría que ha sufrido tanta violencia a lo largo de su historia, sino también para fortalecer a la población local, que probablemente volverá a estar en primera línea del creciente conflicto regional.
Esperamos que la anónima mujer yazidí pueda recibir ahora la atención y el tratamiento que necesita. Pero hay muchas otras voces yazidíes valientes, como la de la diputada kurda turca Feleknas Uca y los representantes de la comunidad en Shengal, que hablan en su nombre. Sus voces no son silenciosas, y no son meras víctimas pasivas, esperando a que llegue la siguiente oleada de violencia. Tienen demandas y propuestas concretas. Occidente debe escucharlas, o volver a ser cómplice de un genocidio.
FUENTE: Robin Fleming / Medya News / Traducción y edición: Rojava Azadi Madrid
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