Si los Estados Unidos y la Coalición Internacional contra el Estado Islámico (ISIS) protegerán a Manbij y las áreas controladas por las Fuerzas Democráticas de Siria (FDS) en el norte del país de un futuro desconocido, es una prueba importante de su credibilidad.
Estoy escribiendo desde Manbij, una ciudad de 700.000 habitantes en el norte de Siria gobernada por una administración civil formada por árabes, kurdos, turcomanos y circasianos. Gracias a los combatientes kurdos que liberaron a Manbij en 2016, hemos podido disfrutar de libertades inimaginables, ya sea bajo el Estado Islámico o el gobierno sirio.
En Manbij, donde las mujeres fueron compradas y vendidas como esclavas por los terroristas del Estado Islámico, ahora dirigen cooperativas económicas, forman parte del Consejo Militar de Manbij (CMM) y tienen igual representación en los consejos elegidos.
Por primera vez en la historia de Siria, hemos celebrado elecciones locales libres. Hemos reabierto o construido varios hospitales y 350 escuelas a las que asisten 120.000 estudiantes. Hemos otorgado 2.000 licencias a fábricas y molinos de harina. La reconstrucción física de nuestra ciudad ha sido lenta pero constante. Lo más importante es que la gente vive sin miedo.
Nuestra administración civil ha brindado a las personas el valor de reconstruir sus vidas y, por primera vez, participar en la construcción de la democracia. Formamos el Consejo Militar de Manbij, una fuerza de seguridad compuesta principalmente por árabes locales, para cazar terroristas y células durmientes, luchando para asegurar que los grupos terroristas nunca puedan amenazar más a la gente de Siria.
Sin el apoyo internacional nada de esto podría haber sido posible. Las fuerzas de la Coalición lucharon junto a las mujeres y los hombres de las Fuerzas Democráticas de Siria, y sus aviones golpearon al Estado Islámico mientras luchábamos contra ese grupo en el terreno. Juntos, liberamos más territorio sirio del grupo terrorista que cualquier otra fuerza. Las estadísticas muestran que menos personas en todo el mundo han muerto en ataques terroristas cada año desde 2015, algo atribuible en parte a los sacrificios que hicieron nuestras fuerzas para eliminar al Estado Islámico.
El sistema político inclusivo y democrático establecido en todo el noreste de Siria, sin duda, ha tenido éxito en Manbij y amenaza a los dictadores y terroristas que quieren ver a nuestro país dividido en líneas religiosas y étnicas.
Pero estamos lidiando con un futuro precario desde que el presidente Trump anunció su decisión de retirar las fuerzas estadounidenses de Siria. La clase política estadounidense podría no entenderlo completamente, pero estos soldados que sirvieron con nosotros sí lo hacen. Después del anuncio de Trump, un oficial estadounidense nos dijo: “No tengo palabras. No te puedo decir por qué. No puedo. ¡Estas son nuestras órdenes!”. Las lágrimas corrían por su rostro.
Aunque el Estado Islámico está casi derrotado, todos los días enfrentamos amenazas de un nuevo enemigo: el presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan. Erdogan ha anunciado repetidamente sus planes de invadir nuestra región, afirmando que las Unidades de Protección de los Pueblos (YPG) tienen presencia aquí.
Hemos enfatizado repetidamente que las YPG han dejado Manbij y que nuestras fuerzas no representan una amenaza para la seguridad nacional de Turquía. Creemos que Erdogan no teme la presencia o la ausencia de una fuerza militar determinada, sino la coexistencia pacífica y democrática de árabes, kurdos, cristianos y otros pueblos en el noreste de Siria.
El señor Erdogan no puede explotar tal convivencia. Planea utilizar la oposición islamista apoyada por Turquía en Siria para invadir Manbij, tal como lo hizo en las áreas cercanas de Azaz, Jarablus y Afrin.
Mientras Turquía dice que está devolviendo estos territorios a sus “verdaderos dueños”, Erdogan, en cambio, está condenando a los sirios a la ocupación extranjera y al gobierno de la milicia. La perspectiva de paz, después de ocho años brutales de guerra, es más difícil de alcanzar.
En ninguna parte esto es más evidente que en Afrin, donde Turquía ha sido acusada de reclutar a ex miembros del Estado Islámico y milicias con vínculos con Al Qaeda para diezmar la región pacífica y su administración autónoma. La incursión de Turquía en Afrin, en el norte de Siria, desplazó a unas 300.000 personas, y las milicias respaldadas por Turquía tomaron, saquearon y destruyeron las propiedades de civiles kurdos.
Si Estados Unidos permite que Turquía ataque a Manbij, ese también será nuestro destino.
Desafortunadamente, parece que las potencias mundiales todavía están dispuestas a jugar los juegos de Turquía. La “hoja de ruta” de Erdogan para Manbij no sirve y refleja sus intereses. También propone el establecimiento de una “zona segura” después de un retiro estadounidense, un plan que Trump, de alguna forma, parece haber aceptado.
No nos oponemos al concepto de zona segura. Creemos que es posible que Estados Unidos retire sus fuerzas de nuestra región sin abandonar a nuestro pueblo. Sin embargo, no aceptaremos ninguna incursión turca en las áreas que hemos liberado, sin importar las palabras utilizadas para describirla.
Cualquier “zona segura” en el noreste de Siria debe ser garantizada por las fuerzas internacionales y no por las tropas turcas y las milicias yihadistas que se concentran en nuestras fronteras. Una zona segura internacional garantizaría la protección de las fronteras de Turquía, sin someter a la población del noreste de Siria a la misericordia de los representantes de Erdogan. También facilitaría los continuos esfuerzos de reconstrucción que se llevan a cabo en nuestra región, que son claves para la paz y la estabilidad.
Y los Estados Unidos y otros miembros de la coalición deben apoyar los esfuerzos para lograr un acuerdo negociado para el conflicto sirio y garantizar que nuestra administración esté representada en esas conversaciones. Desde el comienzo de la guerra, hemos luchado para construir un futuro estable e de igualdad para todos los sirios.
Junto con la Coalición, ganamos batallas históricas en Kobane y Raqqa. Ahora que la guerra está llegando a su fin, creemos que las fuerzas internacionales que lucharon con nuestra gente deben desempeñar su papel moral para garantizar nuestra dignidad, seguridad y nuestra visión del futuro de Siria.
En Manbij, donde el Estado Islámico una vez planificó ataques contra Occidente, los niños ahora crecen en un mundo sin miedo. El mundo tiene la responsabilidad de garantizar que su futuro continúe siendo seguro y pacífico. Pedimos a nuestros socios que estén a la altura de esta última tarea moral.
FUENTE: Shervan Derwish (portavoz del Consejo Militar de Manbij) / The New York Times / Traducción y edición: Kurdistán América Latina