Las mujeres kurdas intentan destruir el menosprecio colonial de su cultura y tomar responsabilidad de sus propias vidas y decisiones. Se juntan y discuten la forma en que la dominación del sistema patriarcal mantiene su poder a través de la separación entre una mujer y otra. No solo están luchando por su liberación, sino que también por la de todas las mujeres del mundo.
Rojava es la región kurda ubicada al norte de Siria y que desde la antigüedad ha sido un lugar altamente dinámico, pues la Mesopotamia es uno de los tres lugares donde se vivó la revolución del Neolítico. No resulta tan extraño que sea en esta región donde se esté desarrollando lo que puede llegar a ser una de las más importantes revoluciones de la historia. Actualmente, Rojava está dividida en tres cantones o unidades administrativas: Kobane en el centro, Jazira en el este, y Afrin en el oeste. Este último cantón fue recientemente ocupado por las fuerzas especiales de Turquía y los y las kurdas actualmente están intentando recuperarlo. Los tres cantones funcionan de manera cooperativa para hacer frente al Estado Islámico (ISIS). Asimismo, no toda la población de estas regiones es kurda, sino que hay kurdos/as, árabes, asirios/as, turcomanos/as, y personas de distintos grupos religiosos como musulmanes, cristianas y yezidíes.
Fue en el 2011 que el Movimiento Kurdo de Liberación declaró su intención de construir un nuevo modelo de sociedad basado en el Confederalismo Democrático. Posteriormente, en el 2012 se produjeron una serie de levantamientos populares con el fin de liberar a las ciudades y los pueblos de Rojava donde habitaban mayoritariamente kurdos y kurdas, y que estaban bajo la dictadura del partido Ba’ath. Así, el movimiento estableció un nuevo sistema democrático y en 2014 declararon por primera vez su autonomía democrática.
El Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK) fue una las organizaciones claves que dio nacimiento y fortaleció al Movimiento Kurdo de Liberación. El PKK fue fundado en el 1978 por revolucionarios/as kurdos/as y turcos/as, entre quienes se encontraban sus líderes Abdullah Öcalan y Sakine Cansiz, que formaron este partido como un movimiento de liberación marxista-leninista. En medio de un ajetreo político donde el régimen del Ba’ath en Siria estaba en contra del gobierno turco por la propiedad sobre el agua, el PKK inicia la guerrilla contra este Estado, que los/las estaba reprimiendo violentamente y que ocupaba el norte de Kurdistán, en 1984. Tanto hombres como mujeres kurdas y/o simpatizantes se unieron a esta guerrilla, lo que marcó esta participación de las mujeres desde el comienzo y que luego se traduciría en la creación el ejército de mujeres llamado La Unión de Mujeres Libres de Kurdistán (YAJK). Las mujeres que entonces se unieron a la guerrilla rechazaron los tradicionales roles patriarcales y crearon un nuevo rol de luchadoras de la libertad. Así, en las montañas de Kurdistán las mujeres crearon principios de organización autónoma entre mujeres, un liderazgo dual, y el requisito de que existiera un mínimo de 40% de participación de las mujeres en todas las áreas, aspectos que hoy se aplican a todas las regiones de Kurdistán.
Öcalan fue arrestado el 1999 por las fuerzas especiales turcas gracias a la intervención de la CIA. En un comienzo, el líder del PKK fue sentenciado a muerte, pero gracias a su intervención legal a través de un acuerdo de paz, se llegó al confinamiento solitario en prisión. Fue aquí donde Öcalan comenzó a estudiar y referenciar las escrituras del teórico libertario Murray Bookchin, historiadores como Wallerstein y Foucault, además de algunos movimientos sociales como el de los zapatistas. Gracias al aprendizaje de estas experiencias y teorías, Öcalan crea el modelo del Confederalismo Democrático y la Autonomía Democrática.
El Confederalismo Democrático tiene entre sus principios del municipalismo libertario, la ecología social y el feminismo. Es un concepto para representar la democratización radical de la sociedad, donde el rol y participación de la mujer es de primera importancia, pues tal como dice el líder del PKK, “un movimiento no tiene oportunidad de crear una sociedad libre real y duradera a menos que la liberación de las mujeres sea una parte esencial de sus prácticas” (traducción propia de Revolution in Rojava, p. 43). Asimismo, este nuevo sistema social propone una administración política propia, donde todos los grupos de la sociedad y todas las identidades culturales puedan expresarse en las reuniones locales, convenciones o consejos. Se busca la integración de la sociedad como un todo y lo político es parte de la vida diaria. Así, esta revolución basada en el Confederalismo Democrático se comprende como antiestatal, pues funciona por medio de una economía comunal, es decir, cada comunidad tiene una autonomía; y anticentrista, con un trabajo desde abajo. En otras palabras, “mientras la nación democrática sería el espíritu, la autonomía democrática representaría el cuerpo”.
Lo más interesante y distinto en esta revolución, en comparación a todas las que hemos tenido en la historia, es que lo central es la liberación de la mujer. Las y los kurdos están creando una sociedad libre del Estado, y para lograrlo saben que primero deben vencer al patriarcado. Y esta idea está en la base tanto de la democrática organizada en comunas, como del confederalismo a mayor escala.
Las mujeres kurdas, en medio de una cultura y región donde al ser violadas son abandonadas por sus familias por ser una vergüenza, o son asesinadas para salvar el “honor”, nos han (de)mostrado que la emancipación de la mujer puede ocurrir bajo cualquier circunstancia y lugar si es que hay organización, autodefensa y camaradería. Las mujeres han enfrentado la cultura en el mundo islámico que no solo desdeña a la mujer abusada y/o violada, sino que también donde el “honor” del hombre se encuentra en la habilidad de controlar a las mujeres y niñas/as.
15 años luego de que Öcalan fuera encarcelado, eran principalmente las mujeres quienes apoyaban el movimiento de liberación, pues sabían que en esta filosofía radicaba su libertad e igualdad. Las mujeres kurdas intentan destruir el menosprecio colonial de su cultura y tomar responsabilidad de sus propias vidas y decisiones. Se juntan y discuten la forma en que la dominación del sistema patriarcal mantiene su poder a través de la separación entre una mujer y otra. Estas mujeres no solo están luchando por su liberación, sino que también por la de todas las mujeres del mundo. Su principio es crear nuevos valores que se contrapongan a la cultura materialista del patriarcado, y reconfigurar los medios de expresión propios de las mujeres, su arte y su cultura. Por tanto, si es que existe algún referente donde el feminismo, las mujeres y sus aliados/as debemos mirar, es hacia Kurdistán y su revolución. Si ellas lo están logrando en medio de una guerra, una cultura de dominación masculina y un aprisionamiento familiar, nosotras también podemos.
FUENTE: Pilar Villanueva / El Desconcierto