En Madrid se ha hablado de amenazas, de seguridad, de defensa. Tras la cumbre de la OTAN, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, insistía en la necesidad ser más fuertes para defender cada rincón del territorio de la alianza. La solución parece ser clara: más armas, más dinero para los presupuestos militares. Los países de la OTAN, siguiendo las directrices de su director de orquesta, se militarizan.
Pero, ¿la solución pasa por aumentar los arsenales de armamento e incrementar el gasto militar? ¿Estamos afrontando el principal problema que nos viene encima?
Veamos algunos datos. En su último informe de 2022, el Panel Intergubernamental de Naciones Unidas para el Cambio Climático (IPCC) plantea un escenario de incremento de temperatura planetaria que sitúa entre los 2,3 y 2,7°C para 2100. Sin embargo, cada vez son más los científicos que ven, ante la inoperancia de los grandes centros de poder, que estas cifras pueden alcanzarse mucho antes, durante las próximas décadas. Y ello puede ser extremadamente grave, como explicaron Will Steffen, Hans Joachim Schellnhuber y otros colaboradores hace cuatro años en un artículo científico imprescindible. Observaron que cuando el calentamiento supere los dos grados, se desencadenarán una serie de fenómenos en cascada ya imposibles de controlar, que harán saltar irremisiblemente el calentamiento global hasta más de los 4°C. Entre ellos, la desaparición del permafrost, una menor capacidad de retención de carbono en los océanos, incendios forestales, desaparición de glaciares y zonas nevadas, emisiones espontáneas de metano, desoxigenación de los océanos, falta de nutrientes marinos, aparición de nuevos microorganismos, plagas y epidemias, desertificación y muchos más.
El aviso que nos llega de la ciencia, a menudo silenciado, es múltiple. Nos dice, en primer lugar, que no se están tomando medidas efectivas para detener el camino hacia los dos grados de calentamiento y que, pasado este umbral, ya no podremos hacer nada. El planeta se encargará de meternos en el tobogán que nos conducirá más allá de los 4 grados sin que ni la OTAN ni los amos del poder mundial puedan evitarlo. En segundo lugar, nos explica que este camino nos lleva a una situación dramática. En agosto de 2019, David Spratt citaba en The Guardian las declaraciones de Johan Rockström, director del Instituto de Potsdam para la Investigación del Impacto Climático y sucesor de Schellnhuber en este cargo. Rockström dijo literalmente que en un escenario de más de 4 grados es difícil ver cómo la Tierra puede “acomodar a mil millones de personas o incluso a la mitad de eso”, añadiendo que, sin duda, habrá una minoría de personas ricas que sobrevivirán con estilos de vida modernos, pero en un mundo turbulento y lleno de conflictos.
A muchos científicos les sorprenden e inquietan enormemente las actuales luchas entre Estados Unidos, la OTAN, Rusia y China por el dominio geopolítico de un mundo que, con una probabilidad muy significativa, habrán destruido y en el que la crisis ambiental estará diezmando países enteros del Sur Global con alrededor de siete mil millones de víctimas mortales, aquellas que ya han sido bautizadas como “prescindibles”. ¿Quieren gobernar las cenizas?
Ante el gran reto que durante las próximas décadas afectará gravísimamente al planeta, a su biosfera, a las poblaciones del Sur Global y que incluso puede conducirnos al suicidio de la humanidad como especie, ¿seguro que la solución es más armamento y más OTAN? Ante una crisis ambiental, climática y planetaria de características inimaginables, ¿pretenden que nos armemos y batallemos unos pueblos contra otros? Tenemos la casa en llamas, y hay quien, desde su casita protegida y privilegiada en el jardín, nos incita a pelear por conseguir la mejor habitación, vendiéndonos todo tipo de material agresivo. Debemos desenmascarar las conexiones globales entre aquellos que defienden el aumento del gasto militar, los que se lucran con el mismo, y los pirómanos que están avivando el incendio que ellos mismos han provocando en nuestra madre Gaia. Sin caer en la trampa de continuar guerreando para quedarnos con la mejor parte de la casa quemada.
Las amenazas no son las que nos venden. Es al revés. La gran amenaza actual son justamente las élites ecocidas, que continúan destruyendo el planeta mientras nos animan tanto a incrementar el gasto militar como a participar en conflictos armados. Las de las grandes corporaciones extractivas, los dirigentes de las grandes potencias mundiales (G-7, Rusia y China) y la cúpula de la OTAN. Las que sólo se interesan por las minorías que se supone que sobrevivirán al diluvio universal del cambio climático.
Hay esperanza. Y no hay personas prescindibles. Todas somos dignas y merecemos el mismo respeto. El reto es usar todos los recursos disponibles para afrontar lo que nos viene encima, con visión global y conciencia de especie. La sociedad civil debería saber rebelarse desde una visión planetaria, ecofeminista, post-patriarcal y post-violenta, exigiendo como mínimo cinco cosas: la solución negociada de los conflictos, la reducción del gasto militar en todos los países, la reducción de los arsenales armamentísticos, el desmantelamiento de la OTAN, y el uso de todas las partidas militares liberadas tanto para luchar contra el cambio climático como para atender a todos los habitantes del planeta, cuidándolos en salud, educación, alimentación y necesidades básicas. La dignidad de miles de millones de personas nos lo pide.
FUENTE: Pere Brunet / El Salto Diario
Be the first to comment