El conflicto kurdo reaparece en Irán con toda su crudeza, volviendo así a poner en primer plano un problema que ha desafiado al régimen de la República Islámica desde la propia Revolución Iraní de 1979. Desde entonces, las fuerzas kurdas de la oposición, de forma especial del Partido Democrático del Kurdistán Iraní (PDKI), han demostrado en varias ocasiones su amplio respaldo popular en esta región fronteriza con Irak donde viven más de diez millones de personas.
Primero fueron las elecciones de 1979, las únicas consideradas realmente democráticas tras la Revolución de ese año. Entonces, las candidaturas del PDKI literalmente “barrieron” en las circunscripciones donde pudieron presentarse. Después, durante los años 80, las guerrillas del PDKI tuvieron en jaque a los Guardianes de la Revolución hasta que este partido abandonó una lucha armada reiniciada hace solo tres años.
A partir de ese momento, no han cesado los choques armados entre los “peshmergas” (guerrilleros kurdos) y los Pasdaranes (Guardianes de la Revolución), llegando a bombardear con artillería pesada en varias ocasiones zonas en el interior de Irak, igual que suele hacer Turquía en su lucha contra el PKK.
También se han repetido, especialmente en los años 2004 y 2008, masivos movimientos de protesta popular que se extendían por varias ciudades, aunque ninguno de ellos ha alcanzado la amplitud de este mes de septiembre.
Decenas de ciudades siguieron el pasado día 12 un llamamiento a la huelga general contra la oleada de ejecuciones de militantes kurdos pero, sobre todo, contra el lanzamiento de misiles de largo alcance que dieron de lleno en un campamento de refugiados y en la sede central del PDKI junto a la ciudad de Koysanjak (Koya), dentro de territorio iraquí. Poco después, un comando de hombres encapuchados tiroteaba y lanzaba granadas contra una sede del grupo Komala (comunista), en la ciudad de Suleimaniya, igualmente situada en el Kurdistán iraquí.
Al menos una docena de personas murieron, entre ellos dos importantes dirigentes del PDKI y también varias destacadas activistas que llevan años luchando por los derechos de la mujer en Irán y para poner en marcha programas de desarrollo cultural y económico entre el colectivo de mujeres refugiadas.
Este ataque sin precedentes, al utilizar misiles de largo alcance para atacar un campamento de refugiados, se llevó a cabo el 8 de septiembre, coincidiendo con la ejecución de tres jóvenes kurdos en Teherán: Ramin Penahi, de 22 años y acusado de militar en Komala; Zanyar Moradi, de 29, y su primo, Loghman Moradi, de 31 años, condenados a muerte bajo la acusación de haber asesinado a un hijo del imam encargado de las plegarias de los viernes en Mariván.
Ambos negaron en el juicio estas acusaciones y dijeron haber firmado la declaración policial al no poder aguantar las sesiones de tortura. Por su parte, el padre de Zanyar, Iqbal Moradi, exiliado en Irak, siempre había afirmado que el procesamiento de su hijo y de su sobrino solo era una venganza por su destacada militancia en Komala, denunciando al mismo tiempo haber sufrido varios intentos de asesinato por parte de agentes iraníes.
Finalmente, el pasado 17 de julio, su cuerpo fue encontrado muerto junto a la ciudad de Penjwin, próxima a la frontera entre Irán e Irak, con claras muestras de haber sido torturado antes de su ejecución sumaria. El 10 de septiembre era asimismo llevado al patíbulo en la prisión de Miandoab Kamal Ahmad Nejad, acusado de pertenecer al PDKI.
Estos hechos coinciden con nuevos choques entre fuerzas kurdas y Pasdaranes, como los ocurridos en Oshnaviye, donde murieron los peshmergas del PDKI Ahmad Shababa y Naser Azizi. Otros seis guerrilleros del PJAK, un partido iraní vinculado al PKK de Turquía, resultaron también muertos al caer en una emboscada de los Pasdaranes el 7 de septiembre junto a la localidad de Pirbaj Kamyaran.
Los partidos kurdos han denunciado en varias ocasiones la libertad con que se mueven los agentes iraníes dentro de Irak con la excusa de ayudar a los iraquíes en su lucha contra el Estado Islámico. Es a estos agentes infiltrados a los que se atribuye, por ejemplo, el asesinado de Qader Qaderi, antiguo comandante peshmerga del PDKI, cuyo cuerpo fue encontrado en la ciudad iraquí de Rania con una veintena de disparos en el cuerpo.
De acuerdo con la asociación de derechos humanos Hengaw, se cuentan por decenas las detenciones realizadas por la Policía y los Guardianes de la Revolución (Pasdaranes) en las ciudades de Sanandaj, Mahabad, Marivan, Urmie, Sardasht, Bukan, Divandaré y Rawansar bajo la acusación de organizar la huelga general del día 12, mientras piquetes también de los Pasdaranes se dedicaban a marcar con un “X” las tiendas que habían echado el cierre siguiendo la convocatoria.
Distintas asociaciones, como el Centro de Derechos Humanos de Irán (CHRI), han valorado todo lo ocurrido como una “venganza” por parte del régimen iraní contra las distintas fuerzas kurdas, que han vuelto a poner en marcha la guerra de guerrillas contra la República Islámica.
Pero también se ha interpretado esta escalada por parte de Irán dentro del territorio iraquí como una demostración de fuerza y una advertencia dirigida no solo a las potencias occidentales que están ayudando a las fuerzas kurdas, tanto de Irak como de Siria e Irán, sino también al propio Gobierno de Bagdad.
Se da la circunstancia de que, tras las últimas elecciones, las candidaturas que se distinguen por su oposición a la intromisión de Irán en los asuntos de Irak han conseguido unos resultados que incluso les permitirían formar Gobierno y que durante las violentas manifestaciones populares que se están registrando en Basora, al sur del país, han sido precisamente las fuerzas pro-iraníes las que más han sufrido la ira de los manifestantes, llegando a quemar sedes de milicias y partidos conocidos por contar en el apoyo explícito de la República Islámica de Irán y de sus Guardianes de la Revolución.
Por de pronto, tanto Francia como el Reino Unido y los Estados Unidos han condenado formalmente la escalada iraní insinuando, al menos en el caso de Washington, que una nueva acción de este tipo no quedaría sin respuesta.
FUENTE: Manuel Martorell / Cuarto Poder