Los asesinatos brutales no estaban ocultos, ni estuvieron destinados a serlo. Desde el comienzo de la invasión de Turquía al norte de Siria, los combatientes enviados a través de la frontera para llevar a cabo la misión han documentado con orgullo sus propios crímenes de guerra.
Los videos publicados en línea por soldados del Ejército Nacional Sirio (ENS) respaldado por Turquía, que muestran ejecuciones sumarias, mutilación de cadáveres, amenazas contra kurdos y saqueos generalizados, han aterrorizado a las decenas de miles de personas que se encuentran en el camino de la ofensiva.
La dimensión étnica de muchos de los crímenes ha resultado en un éxodo masivo de kurdos y minorías religiosas de estas tierras fronterizas que alguna vez contaban con diversidad.
Ahora, varados en campamentos de desplazados en el noreste de Siria y en el vecino Iraq, temen no poder regresar a sus hogares. Y ese, ellos creen, era precisamente el punto.
“Nadie puede regresar allí ahora, es imposible”, dice Muhammad Amin, de 37 años, un hombre kurdo que huyó con su familia de la ciudad de Ras Al Ayn en los primeros días de la operación dirigida por Turquía.
“Hemos visto los videos”, le dice a The Independent en un campamento cerca de la ciudad siria de Tal Tamr. “Están disparando a los kurdos donde los encuentran”.
Incontables personas como Amin cuentan la misma historia en los campamentos y refugios temporales que han surgido en los últimos dos meses. Tomados en conjunto, pintan una imagen de un cambio demográfico dramático.
Turquía lanzó el 9 de octubre una incursión planeada desde hace mucho tiempo para establecer lo que describió como una “zona segura” con unas 20 millas de profundidad y 300 millas a lo largo de la frontera.
Recep Tayyip Erdogan, el presidente turco, afirmó que la ofensiva tenía como objetivo eliminar a las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS) lideradas por los kurdos, un grupo que su país clasifica como una organización terrorista por sus vínculos con el separatismo kurdo dentro de Turquía.
La ofensiva había sido amenazada por algún tiempo, pero solo se puso en acción cuando el presidente Donald Trump retiró abruptamente las fuerzas estadounidenses de la frontera. Esas fuerzas habían estado trabajando junto con las FDS en Siria en la lucha contra el llamado Estado Islámico (ISIS).
Turquía ha apoyado la operación con ataques aéreos, drones y artillería. Liderando la pelea en el terreno, existen diversas milicias que han luchado de la mano de Ankara en dos ofensivas previas. Algunos de los rebeldes habían pasado años luchando para poner fin al gobierno del presidente Bashar Al Assad, mientras que otros fueron reclutados recientemente.
La invasión tenía solo unos días cuando se publicaron los primeros videos en línea. Algunos mostraron el saqueo de casas recientemente evacuadas por parte de combatientes del ENS, sin embargo, la primera evidencia de crímenes de guerra más violentos vino rápidamente.
Havrin Khalaf, representante del partido pro-kurdo Siria Futura, viajaba por una carretera entre las ciudades de Ayn Issa y Hasakah el 12 de octubre cuando su automóvil civil fue atacado.
Un video publicado en línea al día siguiente muestra a combatientes del ENS, que se cree que pertenecen a la facción Ahrar Al Sharqiya, reunirse alrededor del automóvil mientras se escucha la voz de una mujer desde el asiento trasero. El cuerpo de Khalaf fue encontrado más tarde acribillado a balazos y con marcas de tortura. Una autopsia reveló que tenía una pierna rota y que le habían arrancado el pelo, por lo que le faltaban partes duras del cuero cabelludo.
El mismo día, el Observatorio Sirio de Derechos Humanos, un grupo de vigilancia con sede en el Reino Unido, dijo que nueve civiles fueron ejecutados por combatientes del ENS en un retén al sur de Tal Abyad.
Otro video mostró a los combatientes disparando al cuerpo de un hombre fallecido al costado de una carretera.
Estos crímenes brutales, que se sucedieron rápidamente, tuvieron un efecto escalofriante. Aquellos que no habían huido de los ataques aéreos turcos ahora lo hicieron por temor a asesinatos por motivos étnicos.
“Cuando vimos el asesinato de la política Havrin Khalaf, vimos que hicieron lo mismo que ISIS”, dice Basima Daoud, de 41 años, una mujer yezidí que huyó de su pueblo cerca de Ras Al Ayn con su familia, y ahora está viviendo en un campo de desplazamientos improvisado construido cerca de Tal Tamr.
“Teníamos miedo de que nos mataran o nos tomaran como esclavas sexuales”, agrega, refiriéndose a la esclavitud de miles de mujeres yezidíes por parte del Estado Islámico en 2014.
En los casi dos meses transcurridos desde que comenzó la operación, el ENS ha capturado una franja de territorio entre las dos ciudades fronterizas de Tal Abyad y Ras Al Ayn, que albergaba a una gran población de kurdos y un número pequeño de asirios, yezidíes y turcomanos.
La misma área enfrentó una agitación masiva hace solo unos años cuando el Estado Islámico barrió el norte de Siria. Tal Abyad estuvo ocupado por el grupo terrorista durante más de un año antes de ser recapturado por las FDS.
Esta vez, alrededor de 95.000 personas huyeron de Tal Abyad y Ras Al Ayn y las áreas circundantes, que ahora están bajo el control del ENS. Alrededor de la mitad de ese número ha regresado desde entonces, pero han sido casi exclusivamente árabes, según los grupos de monitoreo locales.
Desde el comienzo de la campaña, se formó una percepción generalizada entre los kurdos y otras minorías de que las milicias atacarían a los residentes no árabes del área.
“Nuestros vecinos que eran árabes nos dijeron que nos fuéramos. Dijeron: ‘Cuando vengan, te matarán’”, dice Daoud. “Había dos familias cristianas en nuestro pueblo que se fueron por la misma razón”.
Estos temores fueron reforzados por las amenazas públicas hechas por los combatientes. En un clip, previamente reportado por The Independent, los combatientes de la milicia amenazan con matar a “cerdos” e “infieles”, mientras desfilan a un cautivo kurdo. Muchos videos similares se han compartido en línea.
Lo que sucedió después solo sirvió para convencer a muchos kurdos sirios de que estos hombres tomaban en serio sus amenazas.
A medida que pasaron las semanas, surgieron más informes de asesinatos por motivos étnicos en las áreas recientemente capturadas por el ENS. Una campaña generalizada de saqueo y confiscación de propiedades kurdas, en gran parte también documentada por los perpetradores, y el bloqueo del regreso de los residentes kurdos por los combatientes del ENS dieron la impresión de que estos grupos intentaban sistemáticamente mantener a los kurdos fuera.
En un informe publicado esta semana, Human Rights Watch (HRW) dijo que había documentado numerosos ejemplos de hogares kurdos confiscados y con sus pertenencias saqueadas. Además, entrevistó a tres personas que dijeron que sus familiares kurdos tenían bloqueado el regreso a las áreas bajo el control del ENS. El grupo de derechos también informó que tres hombres que intentaron regresar a sus hogares fueron asesinados.
Varios residentes desplazados del área ahora bajo control del ENS entrevistados por The Independent dijeron que sus casas también habían sido saqueadas y sus propiedades confiscadas. En la mayoría de los casos, fueron informados de la toma de posesión de su propiedad por vecinos árabes que se quedaron atrás.
Daoud fue uno de ellos. Su esposo es un agricultor que posee una porción considerable de tierra y equipo agrícola.
“Algunos vecinos árabes nos llamaron para decirnos que los combatientes saquearon nuestra casa y la tomaron como cuartel general. Se han llevado nuestra tierra y nuestro equipo también. Se han llevado todo”, dice ella, con lágrimas en los ojos.
Un líder local yezidé le dijo a The Independent que 45 familias yezidíes habían huido tan solo del área alrededor de Ras Al Ayn. Decenas de familias cristianas de alrededor de Tal Tamr también han dejado sus hogares.
Fasel Amin, de 32 años, se encontraba entre la primera ola de personas que huyeron de los ataques aéreos turcos en los primeros días de la ofensiva. Hoy vive en una escuela que solía albergar a personas desplazadas.
“Teníamos una casa y una tienda. Se robaron todo. Algunos miembros de la familia pudieron regresar brevemente para checar y todo estaba vacío”, dice. “Turquía quiere controlar toda el área. Quiere cambiar toda la demografía de la zona: sacar a los kurdos y traer a los árabes”.
La pregunta que ahora atormenta a Amin y a las decenas de miles de personas que siguen desplazadas es si el cambio demográfico que ha tenido lugar será permanente.
Muchos kurdos sirios ven muchas razones que sugieren que lo será. Solo necesitan señalar la última operación de Turquía, aparentemente dirigida contra militantes kurdos en la región de Afrin. También allí, a principios de 2018, Turquía usó el mismo grupo de combatientes rebeldes para tomar el control del área.
Esos combatientes rebeldes han sido acusados de imponer un reino de terror desde entonces. Una comisión de investigación de las Naciones Unidas descubrió en febrero que “los miembros del grupo armado en Afrin cometieron los crímenes de guerra de toma de rehenes, trato cruel, tortura y saqueo”.
“Numerosos casos de arrestos y detenciones arbitrarias por parte de miembros de estos grupos armados también incluyeron acusaciones creíbles de tortura y malos tratos, a menudo dirigidos a personas de origen kurdo, incluidos activistas abiertamente críticos de grupos armados y aquellos que son percibidos como tales”, agregó el informe de la ONU.
Más de 130.000 residentes, en su mayoría kurdos, aún están desplazados de Afrin, viviendo en campamentos en la región del noreste de Siria controlada por las FDS. Muchas de sus casas ahora están ocupadas por sirios de otras partes del país.
El mismo proceso podría desarrollarse en la más reciente “zona segura” de Turquía. Incluso antes de que comenzara la operación, Ankara dijo repetidamente que usaría el territorio recién capturado para facilitar el regreso de un millón de refugiados sirios que se encuentran en Turquía.
Actualmente, Turquía alberga a casi cuatro millones de sirios, más que cualquier otro país del mundo. La presencia de una población de refugiados tan grande ha creado problemas políticos para Erdogan a medida que la economía turca ha tenido problemas, y los sirios han sido utilizados como chivos expiatorios de la crisis.
Pero la mayoría de los refugiados sirios en Turquía hoy son de áreas árabes sunitas en Siria. Tal repatriación a gran escala en la región anteriormente étnicamente diversa donde Turquía planea implementar su zona segura alteraría drásticamente su demografía.
A pesar de que los funcionarios turcos insisten con frecuencia en que no buscan introducir un cambio demográfico, eso es precisamente lo que está sucediendo. Y esas insistencias se han visto ensombrecidas por la retórica del presidente Erdogan.
En una entrevista con la red estatal de Turquía TRT, el 24 de octubre, Erdogan describió el área designada para su zona segura planificada como inadecuada para los kurdos. “Las personas más adecuadas para esa área son los árabes. Estas áreas no son adecuadas para el estilo de vida de los kurdos”, dijo.
Cuando el entrevistador lo presionó para explicar por qué no eran adecuados, respondió: “Porque estas son regiones desérticas”.
Esto ha llevado a algunos expertos a concluir que Turquía realmente está intentando “arabizar” la tierra que ha capturado, y plantea la posibilidad de una limpieza étnica por parte de una potencia de la OTAN.
“La incursión turca en el norte de Siria demuestra claras características de la limpieza étnica”” dice la profesora Bridget Conley, directora de investigación de la Fundación para la Paz Mundial con sede en la Universidad de Tufts.
“Las declaraciones del gobierno turco indicaron un intento de desplazar a la población kurda y reemplazarla por árabes sirios, y aplicaron esta política con represión y abusos contra los derechos humanos”, dijo a The Independent la profesora Conley, que imparte un curso llamado “Comprender las Atrocidades Masivas”.
El mismo diplomático estadounidense en el norte de Siria hizo la misma evaluación al momento del ataque turco. En un memorable memorándum interno, el diplomático William V. Roebuck criticó a la administración de Trump por no hacer más para detenerlo.
“La operación militar de Turquía en el norte de Siria, encabezada por grupos islamistas armados en su nómina, representa un esfuerzo intencionado para la limpieza étnica, que se basa en un conflicto militar generalizado que ataca parte del corazón kurdo a lo largo de la frontera y se beneficia de varias publicidades que provocan miedo y atrocidades cometidas por estas fuerzas”, decía el memorando interno.
Esa nota se filtró hace poco menos de un mes. Desde entonces, ha surgido aún más evidencia de la limpieza étnica. Y, sin embargo, estas súplicas han provocado poca respuesta por parte de Donald Trump, quien aparentemente perdió interés en una parte del mundo que describió recientemente como “arena manchada de sangre”.
En los campamentos improvisados y las escuelas ocupadas convertidas en centros de desplazamiento que ahora se encuentran dispersos por el noreste de Siria, muchos observan desde lejos cómo sus casas están siendo destruidas y saqueadas. Comparten un sentimiento común de impotencia y traición de que su antiguo aliado, Estados Unidos, está mirando para otro lado.
“No sé cómo decírtelo, pero intentaré describirlo. Es como si nos hubiesen enviado al pozo y cortaran la cuerda”, dice Aliya Al Ahmed, de 31 años, que acaba de llegar a un campamento polvoriento cerca de Tal Tamr. “Si esos grandes países no lo resuelven, no sé qué pasará. Siempre son los pobres los que sufren. No tenemos a dónde ir”.
FUENTE: Richard Hall / The Independent / Traducción: Fernando Fernández García / Edición: Kurdistán América Latina