En su libro “El PKK y la cuestión kurda en el siglo XXI”, Abdullah Öcalan escribe ampliamente sobre su decisión de viajar a Europa luego de ser expulsado por el régimen sirio en 1998. También habla sobre su secuestro, del que hoy se cumplen 24 años, que se produjo en Kenia el 15 de febrero de 1999 durante un operativo conjunto el MIT turco, el Mossad israelí y la CIA estadounidense.
El líder kurdo y fundador del Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK) fue juzgado en Turquía en un proceso irregular y condenado a muerte, pero esta pena luego se cambió a cadena perpetua. Desde entonces, se encuentra encarcelado y aislado en la isla-prisión de Imrali.
A continuación publicamos fragmentos del relato de Öcalan:
Mi intención era encontrar una plataforma democrática para la cuestión kurda. Si hubiera encontrado apoyo para ello, también habría sido posible impulsar a Turquía en esta dirección. Sin embargo, Europa parecía no estar interesada en una solución a la cuestión kurda. Si se me hubiera permitido ser políticamente activo en Europa, habría sido el fin de la guerra. Por desgracia, esta opción no era compatible con la estrategia de Occidente.
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Desde que estoy encarcelado en Imrali he tratado de trabajar por una paz duradera en Anatolia y Mesopotamia. Esto es aún más difícil que hacer la guerra. La paz basada en la aceptación de las diferentes identidades culturales ayudará a avanzar en el renacimiento de la región y en el progreso democrático de Turquía. Al final, toda guerra termina con la paz. Si somos incapaces de poner fin a esta guerra, estamos condenados a ser utilizados para los fines de nuestros enemigos. Mis esfuerzos por la paz recibieron una gran variedad de respuestas. Sin embargo, la mayor parte fue la oposición de diversos e incluso contrarios círculos políticos. Algunos no han comprendido aún la relevancia del proceso de paz para Turquía. La cuestión kurda ha producido la crisis más larga y grave de la historia de la República (de Turquía). Sin una paz justa, la crisis continuará.
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Mi encarcelamiento también significa que la República y el pueblo han renacido. Su segundo nacimiento ha tenido lugar a través de la violencia y la guerra, como una especie de catarsis. La batalla contra la República oligárquica fue larga y violenta. Le seguirá una nueva era en la que estableceremos una nueva república laica y democrática.
El momento actual nos exige a todos y a todas reestructurar y reiniciar el conjunto de la vida social: el Estado, la economía, la política, la justicia, las artes, incluso la ética. Se han visto sacudidos y están buscando una salida a esta crisis. Mi encarcelamiento sirve de algún modo de catalizador. En este momento, la paz -o cómo ganarla- parece estar en la agenda de todos y de todas.
Yo defiendo la voluntad consciente del pueblo kurdo por la libertad. Esta voluntad se ha expresado durante mucho tiempo mediante la guerra; ahora su mensaje es la paz.
La guerra se definió no por lo que se pretendía conseguir, sino por lo que eran sus enemigos: el feudalismo y la república oligárquica. La paz tiene objetivos positivos: la reforma de la República, la democratización, el laicismo.
Podemos abandonar completamente el separatismo y la violencia del sistema actual si los kurdos y las kurdas dejan de ser excluidos de un proceso en el que han participado junto con los turcos en el curso de la historia: la formación de un Estado y una nación a la que contribuyeron por igual kurdos y turcos. Por su parte, una república que se basa en la negación de las demandas kurdas de libertad, conduce al separatismo y a la violencia. Si la República se abre a la autodeterminación de sus pueblos dentro de los límites de la República, podríamos tener un futuro pacífico juntos y juntas.
Sin embargo, la crisis actual se estabiliza y se mantiene gracias a la corrupción externa e interna, a los criminales que se benefician enormemente de la guerra. La guerra ha costado muchos miles de millones de dólares y 40.000 vidas. Ya es hora de abordar la cuestión kurda kurdo y hallar una solución.
El complot de febrero también tiene cierta importancia de cara a los derechos humanos y a los convenios de derechos humanos. Mi secuestro y extradición violaron estos derechos y convenciones. Los responsables de esta violación son principalmente los gobiernos europeos y los Estados Unidos, y no tanto el Gobierno turco. Su concepción colonial de la política exterior y su forma de proceder en mi caso han producido la situación actual. Por ello, mi recurso ante el Tribunal Europeo no pretendía simplemente acusar a Turquía de prácticas ilegales. Por el contrario, también quería que se juzgaran las prácticas ilícitas y éticamente incorrectas de la UE y de Estados Unidos, que se habían dirigido contra mí y contra la voluntad de libertad de los kurdos y las kurdas. Colaboraron conjuntamente en tres capitales europeas. Todos hicieron su parte hasta que un puñado de corruptos cazadores de cabezas en África se vendieron a una intriga capitalista y me consignaron a un avión turco.
Empezó en Atenas. Me trataron como un esclavo al que podían dar órdenes a su antojo. Esperaban concesiones sobre Chipre y la cuestión del Egeo. Traicionaron nuestra amistad y despreciaron descaradamente el Convenio de Derechos Humanos. Sin embargo, mi situación no sólo me afectaba como individuo. Millones de kurdos y kurdas que se sentían muy cercanos a mí fueron igualmente traicionados.
Tampoco tenía razón Israel al convertirme en una víctima de sus consideraciones estratégicas. Querían incluir a Turquía en el equilibrio de poder de Oriente Próximo.
Estaré dispuesto a ayudar a aclarar la dimensión política y jurídica de este juego de poder en cualquier momento.
La trama continuó en Moscú. No me sorprendió ni me enfadó. Sin embargo, Rusia era un Estado signatario del Consejo Europeo y del Convenio Europeo de Derechos Humanos. No deberían haber ignorado mi solicitud de asilo. Y no deberían haberme expulsado a pesar de la decisión contraria de la Duma. Sin embargo, estos son asuntos que deben ser llevados ante el Tribunal Europeo.
La tercera contribución fue prácticamente ante los ojos del Santo Padre en la ciudad eterna de Roma.
Mientras yo sólo quería hablar de algunas realidades fundamentales de la civilización, fui de hecho rodeado por la policía durante 66 días y mantenido básicamente bajo arresto domiciliario. Había ido allí para hablar del derecho y la libertad de uno de los pueblos más antiguos de la historia al que no se le permitía disfrutar de sus derechos humanos. Europa no respetó la reivindicación del pueblo kurdo de sus derechos humanos. En cambio, participó en mi secuestro. Ahora le corresponde al Tribunal Europeo averiguar cómo se llegó a esta situación.
Mi secuestro en Kenia se llevó a cabo con el acuerdo de la UE y Estados Unidos. Grecia y Kenia tuvieron que hacer el trabajo sucio y entregarme desde la Embajada de Grecia en Kenia a Turquía. Una vez más, la UE encontró la manera de no involucrarse directamente en mi caso. Recurrieron a la ayuda de algunos policías kenianos corruptos.
Creo que ha quedado claro, y el ex presidente Clinton lo ha confirmado, que el servicio secreto griego y la CIA no participaron en la estratagema por amor a los turcos. Estoy seguro de que su objetivo estratégico era que me mataran los turcos, y probablemente eso también sea cierto para los británicos. Sin embargo, no expresé ningún odio hacia los turcos y el Estado Mayor turco actuó con mucha consideración, por lo que la situación no se agravó. Tal escalada podría haber costado decenas de miles de vidas. No obstante, este complot es ejemplar desde el punto de vista histórico, ya que trató de enfrentar a los kurdos con los turcos sin dejarles espacio para una solución del conflicto.
¿Por qué participó Israel? Tradicionalmente, Israel mantenía buenas relaciones con los kurdos iraquíes. Cuando aparecí en escena, y en particular cuando trasladamos nuestro Cuartel General a Oriente Medio, fui un actor independiente que alteró su equilibrio estratégico. Esto me hacía peligroso. Además, la derecha israelí estaba a favor de una alianza con Turquía para compensar el peso político de los árabes. También fue el lobby israelí en Rusia el que logró mi expulsión con la ayuda del entonces primer ministro ruso Primakov. Recuerdo que Ariel Sharon también había ido a Moscú en aquella época. Estados Unidos, con su lobby pro-Israel fuerte mientras Clinton estaba debilitado por el asunto Lewinsky, presionó a Italia. Con la ayuda del Mossad me convertí en persona non grata en Europa. Así que viajé de un lugar a otro hasta que finalmente no hubo ningún otro lugar al que pudiera ir y fui enviado como prisionero a Turquía.
FUENTE: El PKK y la cuestión kurda en el siglo XXI, de Abdullah Öcalan / ANF
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